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martes, 28 de enero de 2020

EL DEBATE SOCIAL. SUS REGLAS.


Autor: Esteban Morales Domínguez
 
Decía José Martí, que…”si la guerra es a pensamiento, ganémosla a pensamiento”.

Solo seguir ese principio martiano, al pie de la letra, sería suficiente como para que el debate entre nosotros, se desenvolviera con todas las de la ley y resultara útil a la política y en definitiva a nuestra sociedad toda.
Pero, lamentablemente, no pocas veces nuestros debates internos no se desenvuelven de ese modo y no transcurren como debe ser, porque violamos principios básicos de lo que debería ser un verdadero debate científico e intelectual. Creo que cometemos varios errores, que no pertenecen solo a los que debaten, sino a los que deben encausarlo y a los que deberían crear el contexto propicio para que nuestros debates se desenvolviesen del modo más útil a los intereses de nuestra sociedad en construcción.
Se cometen frecuentemente varios errores.
  1. No solo la ciencia aparece primando en el debate. Esta última también se debe enfrentar a la pseudociencia.
  1. La apreciación científica se contamina con opiniones personales, el menosprecio al conocimiento de los demás, o los subterfugios para ganar en la discusión.
  2. La equivocación solo es pocas veces resultado del desconocimiento y muy frecuentemente de la conveniencia.
  3. Es fundamental que el debate tenga siempre como punto de partida un acceso democrático y equilibrado a la información disponible.
  4. A veces no respetamos que, entre nosotros, la ciencia tiene como principal objetivo el beneficio a la sociedad.
  5. No siempre prima el carácter democrático en la divulgación de las opiniones. Con frecuencia publicamos las opiniones de unos, pero no las de otros.
  6. Las estructuras del poder político no debieran ofrecer ventajas a ninguno de los contendientes. Púes cuando ello tiene lugar, se afecta el carácter objetivo de los argumentos, pudiendo dominar las opiniones menos objetivas, así como las soluciones menos convenientes.
  7. La simple propaganda de las ideas que se enfrentan, no debe operar como ventaja para ninguno de los contendientes.
  8. La verdad comprobada, es el único principio básico para dirimir cualquier debate.
Nadie está en posesión de la verdad absoluta, pues la propia verdad, es la síntesis de muchas verdades relativas y absolutas al mismo tiempo. Llegándose a ella solo como resultado de una dialéctica de prueba y error, que aparece siempre condicionando el real acceso al conocimiento. Dado que tampoco es posible soslayar, que el camino del conocimiento, es más importante que el conocimiento mismo. Y solo esa dialéctica, correctamente aplicada, le da carácter científico al enfrentamiento de opiniones.
No obstante, lamentablemente, nuestros debates, no pocas veces, se circunscriben a ser una vulgar discusión, en la que cada uno trata de imponer su criterio al otro. Sin límites ni respetos hacia la opinión contraria. Muchísimo menos, apreciando que la conclusión debe venir de un enfrentamiento de opiniones, en la que hay tanto razones válidas de un lado, como equivocaciones del otro lado de la ecuación. Situación en la que un simple razonamiento matemático-algebraico, nos ayudaría a comprender que ambos lados de la ecuación se suponen y excluyen mutuamente. Lo cual daría como resultado, el único contexto, que está en condiciones de acercarnos a la verdad.
Por lo que no es difícil de apreciar, que muy pocas veces, en nuestro campo, existen verdaderas discusiones científicas.
Es que nuestros debates se desenvuelven en los marcos del complejo y contencioso duo de política y ciencias sociales. Donde la subjetividad tiene un peso demasiado grande, como para que el debate resulte a veces realmente científico. Dado que son muchos los obstáculos que hay que superar, tanto por parte de los científicos, como de los políticos. Para los científicos, pesa mucho la necesidad de la honestidad y la valentía ante lo que descubrimos; para los políticos, la capacidad de aceptar lo que la ciencia les está proponiendo.
En nuestro entorno cultural están presentes aun varias deficiencias que afectan el carácter científico que debe tener el debate. En primer lugar la ignorancia, asumida a veces pero frecuentemente ignorada o no aceptada, siendo esta última la peor. Pues se trata a veces de una politización excesiva o ideologización a ultranzas, que limitan sobremanera la objetividad de la búsqueda. Un sentido burocrático de la relación entre ciencia y política, limita también sobremanera la calidad del debate.
Limitada cultura del debate, que no pocas veces, asume este erróneamente, pensando que lo más importante de una discusión es ganarla. Olvidando, o echando a un lado, el verdadero objetivo del debate, que es encontrar la verdad que nos enriquece y arma para solucionar los problemas. Esas deficiencias culturales, además de tener sus raíces en la deficiente formación educacional y científica, se nutre también del individualismo, el egocentrismo, el dogmatismo, la cobardía y la deslealtad a los principios.
No parece difícil comprender que encontrar la verdad es lo fundamental. Pero creer que siempre esta se encuentra de nuestro lado, o que la poseemos de manera absoluta, nos obstaculiza los razonamientos para llegar a ella.
Hoy, Cuba necesita como nunca antes, que toda su intelectualidad, hombres de ciencia o simplemente personas preparadas, participen dentro de un debate, que abarca todas las esferas de nuestra sociedad y que es vital para el proceso de construcción económica y social y cultural en que nos encontramos inmersos.
Pero para que ese debate resulte realmente útil tiene que ser uno que acepte y cumpla las reglas que nos impone el verdadero debate científico. Que en esencia también es político, pero que no puede ser dominado por la política y muchos menos por la ideología. Dentro de una relación de supeditación que limita a la ciencia para encontrar alternativas de solución a los problemas y a la política para aplicarlos.
En ello les corresponde un papel fundamental a las estructuras del poder gubernamental y político. A mi modo de ver, se podría sintetizar en los asuntos siguientes.
  1. Suministrar preguntas claras, con objetivos determinados y vías que conduzcan el debate.
  1. Obrar democráticamente en el suministro de la información necesaria. Que quiere decir, no favorecer a nadie en la calidad de los datos que se entregan.
  1. No adelantar soluciones políticas o económicas, sin tomar en cuenta o valorar la opinión de todos los participantes en el debate.
  2. No sugerir ni inclinarse hacia ninguna de las posiciones que se sostienen en los debates.
  3. Considerar a las críticas como material de trabajo para encontrar soluciones y nunca negarlas exprofeso, objeto de ataques excesivamente politizados ni ideologizantes.
  4. Dar cuenta siempre, por los medios de información, de que se dispone, que el debate es seguido con seriedad y atención.
  5. Permitir que los medios participen ampliamente de la divulgación de las soluciones. Porqué, en definitiva, serán las masas las encargadas de llevarlas a vías de hecho.
Sino obramos de esa manera estamos echando por la borda nuestro mayor potencial para sobrevivir y hacer avanzar la solución de los problemas y a la sociedad toda.
Se trata de que es el poder de las ciencias, bien utilizadas, lo que nos puede hacer avanzar hacia los objetivos que nos hemos propuesto.


Enero 29 del 2020.




1 comentario:

  1. excelente texto ojala en Cuba acabemos de una vez de aprender de los errores ideologicos de burocratas qye se empoenan en aduenarse de la verdad,

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