Páginas

miércoles, 29 de octubre de 2008

Disparos sin escopeta

29 de octubre del 2008
Disparos sin escopeta
Entrevista con Esteban Morales
Por Hilario Rosete Silva

Malecón adentro

A pesar de que ya era un asunto espinoso desde antes de que iniciáramos las luchas independentistas, poco se ha escrito sobre el tema; no son muchos los historiadores que le prestaron atención; son raros los estudios que lo ubican en la actualidad; lamento que de él se ocupara gente que reside fuera y que no siempre comparte nuestras circunstancias.
Arrancó a hablar el profesor universitario Esteban Morales, el mismo que cuando aún dirigía el hoy Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana (UH), intuyó que la dinámica interna de la cuestión racial podría devenir talón de Aquiles hacia donde dispararían sus dardos los hacedores de la política norteamericana contra Cuba.
Qué valioso sería que espíritus surgidos desde dentro diesen la pauta —agregó—; los temas de nuestra realidad no se regalan; debemos ser los primeros en abordarlos; el problema racial podría ser otro de los argumentos con los que Estados Unidos nos atacara; esta es una temática «del Malecón para adentro», que atañe a los cubanos.
Miembro de la Academia de Ciencias durante dos mandatos, doctor en Ciencias Económicas y doctor en Ciencias, Esteban ha ejercido como profesor invitado en unas veinte instituciones de enseñanza superior de diez países de América, Asia y Europa. Justamente por ser negro, cada vez que llega a Estados Unidos le preguntan cómo es el trato que reciben sus iguales en la Cuba contemporánea.
Ñandú cubano Existe allí ese interés —abundó—, saben del proceso acaecido en la Isla y ese es un tema sensible para ellos. Cualquiera que se presente ante un público estadounidense para tratar una materia equis, y compruebe que por ser negro el auditorio insiste en preguntarle sobre la discriminación racial en Cuba, tendrá que estudiarla en profundidad: no podemos permitir que siendo el nuestro uno de los países que más ha trabajado por la igualdad de oportunidades para todo su pueblo, la cuestión permanezca silenciada… Estamos frente a un tópico complejo: tiene que ver con su tratamiento histórico entre nosotros y con nuestra realidad interna actual; influye sobre el contexto de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y sobre las alianzas políticas de la Isla; y se conecta con nuestra capacidad para aprender de los errores cometidos en el abordaje de otros temas.
Siendo usted negro, ¿no se expone a obsesionarse con tales investigaciones?
Esperé 15 años para «lanzarme al agua» —consideró—, deseando que la temática madurase en mí; definir temas de investigación es una cosa y comenzar a trabajar en ellos es otra; en concreto puse manos a la obra en 1986; constaté que el estudio tenía varias fallas; existía un entorno, una realidad social, que no estaba siendo reflejada. Yo tenía 16 años en 1959; negro y pobre, había sufrido la discriminación; mas no podía escribir desde la posición del doliente, cuyo enfoque nunca es objetivo. También habría sido hipócrita: por las organizaciones sociales y políticas a las que pertenezco, por mi historial académico y profesional, por aparecer con frecuencia en los medios, podría decirse que soy de los negros que mejor uso hicimos de los derechos que la Revolución nos garantizó a todos los cubanos…Resistirme a la subjetividad es una de mis metas cuando me siento a escribir; no estoy obsesionado con el tópico, al respecto tengo un prisma científico; pero la emoción tampoco puede estar ausente, así que busco un equilibrio entre los dos polos, con la máxima de que este es un lastre para mi país, y de que como intelectual revolucionario tengo el deber y el derecho de aportar mi grano de arena en su estudio, comprensión y solución; debemos ser honestos en el análisis histórico, y evitar comportarnos como el avestruz que esconde la cabeza y deja fuera las partes vulnerables.
Tiro al blanco Fue alumno ayudante de la Facultad de Economía de la UH, de donde se licenció en 1969; luego trabajó allí como profesor y dirigió en diferentes épocas la Escuela de Ciencias Políticas y el decanato de la Facultad de Humanidades, ambas de la propia UH. Aseguró que el capítulo más reciente de la causa que venimos tratando, fue abierto por Fidel en marzo de 1959, y padeció, a partir de 1962, un largo silencio, por fortuna ya interrumpido.
Sí, la problemática racial ha sido complicada de punta a cabo de nuestra historia; siempre fue presentada cual manzana de la discordia; ya a fines del siglo XIX, la apología norteamericana, y también la colonial española, pregonaba que los negros que luchaban por la independencia del país, ansiaban instaurar en Cuba una república al estilo haitiano, y criticaban la autoridad de Maceo y otros jefes negros…Cien años después, el problema racial no aparecía en el programa del Moncada, mas era una preocupación para el Movimiento 26 de julio y estaría incluido en su afán de conquistar las libertades públicas y la democracia política; no es casual que hacia fines de marzo de 1959, Fidel Castro comenzara a plantear la cuestión en varias de sus intervenciones.
Alma Mater consultó el discurso del 22 de marzo de 1959. El Comandante llamó a hacer una campaña para acabar con el trato de inferioridad que se le daba a los negros en la Isla:
«Ha existido en nuestra patria […] —decía Fidel— el bochornoso procedimiento de excluir al negro del trabajo. […] Hay dos tipos de discriminación racial: una, […] en centros culturales o de recreo, y otra, […] en los centros de trabajo; […] si una delimita las posibilidades de acceso a determinados círculos, la otra, mil veces más cruel, delimita el acceso a los centros donde puede ganarse la vida, […] y así cometemos el crimen de que al sector más pobre le negamos, precisamente más que a nadie, la posibilidad de trabajar. […] Hay que dictar el anatema y la condenación pública contra aquellos hombres […] que tienen el poco escrúpulo de venir a discriminar a unos cubanos […] por cuestiones de piel más clara o más oscura. […] Vamos a terminar con la discriminación racial […], haciendo una campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema…» 1
A flote Con todo —continuó Esteban—, desde el propio 1959 comenzó a agudizarse el conflicto entre Cuba y Estados Unidos: en enero del 61 Washington rompió sus relaciones diplomáticas con la Isla, en abril se produjo el ataque mercenario por Playa Girón, el imperialismo continuó apoyando a las bandas contrarrevolucionarias, y de nuevo el tratamiento de la materia cayó en un entorno desfavorable. El fantasma de la diferencia racial, vista como fuente de división social o elemento de segmentación entre las fuerzas revolucionarias, factores de los que el enemigo podría aprovecharse, trascendió a la época. En 1962, ya denunciado el sectarismo, en la antesala de la Crisis de octubre, después de la Segunda Declaración de La Habana, de la exclusión de Cuba de la OEA y de la orden presidencial estadounidense que estableció el bloqueo total sobre el comercio entre los dos países, el tema «voló» de la palestra pública y devino tabú; cuando alguien hablaba sobre él, lo hacía en tiempo pasado; el silencio se prolongó hasta fines de los años 80 y principios de los 90; la crisis que nos atacó desde afuera, y que condujo a una crisis interna, extendida a todas las esferas, lo sacó a flote: a pesar de la gran obra social y humana de la Revolución, no había sido resuelto definitivamente.
¿A juzgar por cuáles signos se hizo más o menos evidente, a la altura del período especial, que el tópico pendía de solución?
Se manifestó tanto en cortapisas a las oportunidades de empleo, dolorosa forma discriminatoria que, como dijera Fidel, delimita la posibilidad de que la persona se gane la vida, como al acceso a la educación superior y a posiciones protagónicas en ciertas esferas. Hay otro dato: el 85 % de los cubanos establecidos en el exterior son blancos; los negros y mestizos solo comprenden el 15 % del total, y emigraron tarde, casi sin contar con ningún apoyo en los países receptores, máxime en Estados Unidos; en consecuencia, son los que están en peores condiciones para ayudar a sus familiares en la Isla; las remesas en Cuba las reciben en esencia los blancos y, entre ellos, intelectuales y personas que tradicionalmente tuvieron poder adquisitivo…
Anchos de conciencia Esteban escribió varios trabajos sobre la temática y un señor texto, Desafíos de la problemática racial en Cuba, 2 presentado en la 17 Feria Internacional del Libro Cuba´08. Sus premisas están en Cuba: algunos desafíos del color, reconocido con el tercer premio ex aequo por el jurado de la tercera edición del Concurso Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente que se reunió en La Habana en el 2006. Según el veredicto, el ensayo da una visión crítica de un tema vigente en Nuestra América, la cuestión racial y cultural, y trata el complejo proceso de supresión de los lastres racistas en un país revolucionario.
El ensayo testifica —recapituló el investigador —que la problemática racial tal vez sea la más compleja, «desconocida» y difícil de nuestra realidad social; ningún problema provoca entre nosotros tanta inquietud, preocupación y recelo; es fácil encontrar personas que no desean escuchar nada sobre él, y si lo oyen evitan hacer comentarios; ¿ignoran que esta es una cuestión vinculada a otras, como son, economía, equidad, derechos humanos, desigualdad, justicia social, marginalidad y discriminación religiosa?; las potencialidades del asunto dependerán de quién y con qué objetivos lo maneje; su arista negativa reside, como ya vimos, en su componente potencial de división social; su lado positivo esta ligado a la búsqueda de la integración cultural y social y a la lucha por la unidad nacional. Pero vuelvo a lo de la «ignorancia»; me refiero al desconocimiento en un doble sentido: es cierto que mucha gente conoce poco de la materia, pero también hay muchos anchos de conciencia, fríamente interesados en ignorarla.
¿Parabienes de la cuna? En aras de percibir de una vez, cuál es el origen del tema, ¿podríamos olvidarnos de si en Cuba restan o no lastres discriminatorios?
Podríamos obviar que subsistan voluntades para ejercer el racismo, podríamos hasta esquivar la pregunta de si la cultura cubana es capaz de reproducir, per se, actitudes segregacionistas; bastaría con revisar, insisto, nuestra historia; los blancos, negros y mestizos no tienen los mismos puntos de partida; los colonizadores, con credenciales de blanco —y no significa que lo fuesen—, llegaron como tales; mientras, los negros fueron traídos como esclavos y los mestizos surgieron de las mezclas…Las marcas se traspasaron de una generación a otra; las estadísticas de la república burguesa señalan, si de riqueza en Cuba se trata, que negros y mestizos están representados por montos exiguos; pero es que luego de 1959 aquellos puntos de partida siguieron reflejándose cual huellas de un colonialismo y neocolonialismo de cinco siglos que no pueden borrarse en cinco décadas. Hablamos del carácter prejuicioso nato de nuestra cultura; el elemento hispánico ejerció un papel hegemónico desde el mismo descubrimiento; el sabio cubano Don Fernando Ortiz concluyó que desde el siglo XVI, aquí fueron igualmente invasoras las clases, las razas y las culturas; ¿se entiende eso? A muchos de los cubanos de hoy quizás no les sería difícil autoproclamarse machistas, no obstante, es raro que alguien admita ser catalogado como racista, cuando uno le dice al otro, «tú eres racista», este se ofende; sin embargo, la discriminación racial también es un remanente de aquel nacimiento y desarrollo.
Te odio mi amor Es paradójico —apreció Alma Mater—, que a pesar del contexto discriminatorio, del espíritu hegemónico, de una primera gran coloración en los tonos contrastantes blanco y negro, y de que los procesos ulteriores de codificación racial se basaron en la diferencia, al fin y al cabo pudiera cocerse o cocinarse el «ajiaco cubano».
Los niveles de mestizaje en el Caribe hispano y en Cuba —recalcó Esteban—, son mayores que en el Caribe anglófono, francófono y holandés; allá los procesos de mixtura social estuvieron condicionados por la distancia física entre los dueños blancos y los esclavos negros; hoy todos los cubanos cantamos lo mismo y bailamos igual; no somos un pueblo de verdad católico, ni siquiera somos en serio religiosos, pero somos creyentes, sincréticos, fundimos creencias cristianas con elementos religiosos africanos; sin dejar de ser uno, porque no tenemos etnias ni minorías, somos un pueblo multicolor. Recuerdo las exposiciones con rostros de miles de artistas, deportistas y mujeres cubanas, que un fotógrafo francés inauguró a fines de los años 90 en La Habana; 3 en ellas se pudo apreciar que somos una relación de tonos y gradaciones del negro y el blanco, un catálogo de perímetros craneales, labios, bocas, narices, pelos, etcétera, etcétera, etcétera; en efecto, a mí me remitieron al llamado por Fernando Ortiz, «ajiaco cubano»; pero ¡ojo!, el tal guiso todavía no hierve, y hay que seguirlo revolviendo y vigilar a quienes quisieran bajarle la candela; a algunos no les interesa participar de un caldo donde restan por ablandarse más carnes y viandas de las que habríamos podido imaginar.
Solo por excepción Fidel de nuevo abordó públicamente el tópico racial el 7 de febrero de 2003. El líder de la Revolución declaró que esta, amén de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos, no había logrado «el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra». 4 El Comandante volvió sobre su propia reflexión el 5 de diciembre de 2004, en el Palacio de Convenciones, en la clausura del VIII Congreso de la UJC. Alma Mater también consultó el texto:
«Las palabras de este párrafo —pormenorizó el aún entonces presidente cubano— fueron pronunciadas por mí, sin vacilación alguna, […] en la clausura del Congreso Internacional Pedagogía 2003 […]. Era algo que llevaba por dentro y deseaba exclamarlo; triste herencia de la esclavitud, las sociedades de clase, el capitalismo y el imperialismo. Nunca existió en ninguna parte una verdadera igualdad de oportunidades. La posibilidad de estudiar, superarse y obtener un título universitario fue siempre patrimonio exclusivo de los sectores que poseían más conocimientos y recursos económicos. Solo por excepción los pobres escapaban de este fatalismo.» 5
De marzo de 1959 a febrero de 2003, transcurrieron 44 años —concluyó Esteban Morales—; una vez más Fidel nos tiró un cabo para continuar nuestros estudios; proclamó que los avances alcanzados por el socialismo habían creado las bases, pero que faltaba dar el salto; dijo bien al afirmar que gracias a la Batalla de Ideas, la vida de los niños, los adolescentes, los jóvenes y la familia cubana de hoy, ya no es igual a la de fines de los 90; en Cuba el racismo no es institucional; el gobierno, el Partido, las instituciones, no son racistas; nunca antes los negros y mestizos habían contado con un gobierno que defendiese sus intereses; pero los lastres discriminatorios restan en la conciencia individual, en actitudes de grupos y personas concretas; de esa dicotomía nace la fuerza que intentó e intenta silenciar el tema y que, por contraposición, contribuye con su persistencia, propicia el resurgimiento de ideologías segregacionistas, y plantea el peligro de reconstruir el racismo en la conciencia social de la nación.
1 Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, primer ministro del Gobierno Revolucionario, en el Palacio Presidencial, el 22 de marzo de 1959. Sus alocuciones y entrevistas sobre este y otros temas del momento, están recogidas en los volúmenes que integraron los dos tomos de la selección temática sobre su pensamiento. Véase Castro, Fidel. El pensamiento de. Selección Temática. Tomos I y II, Editora Política, La Habana, 1983. / 2 Morales Domínguez, Esteban. Desafíos de la problemática racial en Cuba. Fundación Fernando Ortiz, colección La Fuente Viva, volumen no 29, La Habana, 2007. /
3 Se trata de las exposiciones fotográficas Mil artistas cubanos, Mil deportistas cubanos, y Mil mujeres cubanas, que el francés Pierre Maraval inauguró en 1996, 1997 y 1998, en ese orden, en el Pabellón Cuba, ExpoCuba y el hotel Habana Libre, respectivamente. / 4 Castro Ruz, Fidel. Seguiremos creando y luchando. VIII Congreso de la UJC. Discurso de clausura pronunciado por el Comandante en Jefe. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2004, p. 18./ 5 Ídem.
Artículos relacionados:
Etnia, origen y cultura. El que no tiene de Congo...Ser cubanos en el jazz

No hay comentarios:

Publicar un comentario