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martes, 24 de febrero de 2015

Es la ciencia, estúpido*

*Presentación del libro De la confrontación a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba, de Elier Ramírez y Esteban Morales en la Feria Internacional del Libro de La Habana, 19 de febrero de 2015.

Publicado el febrero 21, 2015   de Dialogar, dialogar
Iroel Sánchez


De la confrontacion 2 Edic JPGA raíz de los acontecimientos generados por los
acuerdos que el 17 de diciembre anunciaron los gobiernos de Estados Unidos y
Cuba, un verdadero aluvión de análisis, augurios y consejos se ha desatado en
publicaciones, medios de comunicación y espacios de la web.

Como casi siempre, ha existido más opinión que ciencia, más suposiciones en el
aire que verdades probadas en la historia y los documentos. Es en ese contexto
que llega esta presentación de la segunda edición del libro De la confrontación
a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba,
de Elier Ramírez y Esteban Morales.


Alguien podría pensar que este libro llega tarde o que se ha desactualizado
después del 17D pero el hecho de ser verdadera ciencia histórica, hace de este
volumen algo que perdurará.

Elier y Esteban, como dice Ramón Sánchez Parodi en su prólogo al libro, son un
“binomio cubano” con “vivencias y experiencias conjugadas”. Pertenecen a
generaciones distintas que han vivido las confrontaciones entre Cuba y Estados
Unidos desde circunstancias que distan de ser las mismas pero con un rigor
científico y una lealtad a la verdad histórica que los ha unido para bien de
nuestra historiografía.

Sánchez Parodi, con su prólogo,  aporta a lo que llama una “obra singular” un
documentado recorrido histórico que demuestra que desde su nacimiento como
nación independiente nuestro vecino del Norte se ha opuesto a la existencia de
Cuba en similar condición. El hecho de que Parodi haya sido el primer jefe de la
Sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos, en septiembre de 1977, y haber
permanecido allí hasta abril de 1989, lo convierte en un protagonista cercano de
la obra que prologa pero también demuestra que la visión de la diplomacia cubana
sobre el tema no es coyuntural sino con profundas raíces históricas.

Ese conflicto esencial -hegemonía vs soberanía- es el que abordan Esteban y
Elier en las casi 700 páginas de este volumen, cuya extensión no le resta
amenidad, y explica por qué la palabra normalización lleva comillas en el título
del libro. Como acaban de reconocer tanto el presidente Barack Obama como su
actual negociadora con Cuba, Roberta Jacobson, la “normalización” a la que
aspira EE.UU. es transformar los métodos pero no el objetivo, que sigue siendo
un cambio de régimen en la Isla.

A lo largo de esta historia, enviados secretos, memorándums, mensajes de
presidente a presidente a través de periodistas, empresarios, diplomáticos y
funcionarios de los servicios de inteligencia no permiten el aburrimiento en una
trama que aún no ha terminado.

Con énfasis en las etapas de los presidentes Kennedy, Ford y Carter, el libro
incluye la aguda visión del primero de las causas económicas y sociales que
fecundaron la Revolución cubana y su visión del error de Estados Unidos al
actuar como sustento del dictador Batista. Las impresiones de Nixon –siendo
Vicepresidente de Eisenhower-  sobre su encuentro con Fidel, el acercamiento –ya
de la administración Kennedy- al Che en Punta del Este, pensando en un
“desmembramiento dentro de la dirección cubana”, inician una cadena errores,
distorsiones e interpretaciones equívocas en la parte norteamericana que llegan
hasta hoy.

Si Arthur M. Schlesinger lo recoge en Los mil días de Kennedy, citado en el
libro al reconocer el fracaso en Playa Girón -“Fidel resultó ser un enemigo
mucho más formidable y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado de lo
que nadie imaginó”-, la constante aquí es el sucesivo “descubrimiento” por las
distintas administraciones estadounidenses de la autenticidad y capacidades del
liderazgo revolucionario cubano.

Los documentos y entrevistas prueban el repetido error de ver en Cuba un
“satélite” de la Unión Soviética. Ello impidió tanto a Kissinger como a Ford,
Carter y Brzezinski comprender que no podían lograr de la dirección cubana
concesiones a partir de su solidaridad con los pueblos de África o con la causa
de la independencia portorriqueña. Algo poco abordado en otras obras y aquí muy
presente es la obsesión estadounidense con la lealtad cubana a Puerto Rico, una
posición que se remonta a José Martí y su Partido Revolucionario Cubano y que
presiones y ofertas estadounidenses no han logrado mover un milímetro como acaba
de ratificar el presidente cubano, Raúl Castro, en la Cumbre de la CELAC en
Costa Rica.

La relación cubano-soviética fue mejor comprendida por Robert Pastor, miembro
del Consejo de Seguridad Nacional a cargo de América Latina y el Caribe, quien
escribió a Brzezinski el 19 de julio de 1979:

“…los cubanos empujan y halan a los soviéticos hacia posiciones de mayor riesgo,
que las que normalmente el viejo liderazgo soviético se hubiera aventurado a
pisar. Los cubanos no son marioneta de nadie”.

A la vez, el libro, refleja la ausencia de raíces históricas del actual discurso
estadounidense que dice preocuparse por los derechos humanos en Cuba, no sólo
por lo que dijo Kennedy sobre Batista. La introducción inicial de este tema en
la política exterior norteamericana ocurrió durante la administración Carter.
Entonces, las exigencias de Washington estuvieron asociadas sólo a dos puntos:
las visitas familiares de los cubanos en el exterior y la liberación de presos
por acciones terroristas y salidas ilegales, nunca al ordenamiento político y
social cubano. Antes, en el primer encuentro secreto durante la administración
Nixon, el principal asesor de Kissinger en el Departamento de Estado, Lawrende
Eeagleburger, planteó que en las negociaciones “no pedirían que Cuba desistiera
de su estructura interna o método de gobierno”. Frente a eso, el discurso de la
administración Obama sobre el socialismo cubano resulta más injerencista que el
de Nixon y Carter juntos. Peor quedan los satélites -esta vez sin comillas-
nacidos en en esta Isla que a raíz del 17D piden a Cuba “avanzar hacia una
economía de mercado” con  “liberalización política”.

Del otro lado, la investigación de Elier y Esteban prueba que -contrario al
discurso constante y actual de los medios de comunicación- nadie ha buscado más
un modus vivendi entre Cuba y EE.UU., nadie le ha dedicado más tiempo a
conversar con los políticos estadounidenses, ni ha utilizado más y mejor la
prensa estadounidense con ese objetivo que Fidel Castro. En este último punto,
destaca la intensidad y agudeza con la que Fidel se relacionó con los
principales periodistas de las televisoras estadounidenses durante el gobierno
de Carter.

En el mismo período se hace evidente la articulación de los medios de
comunicación estadounidenses con los interesados en dañar cualquier posibilidad
de acercamiento con Cuba, particularmente cuando mejores posibilidades se
abrieron, durante la administración Carter. Las sucesivas crisis artificiales
generadas por el ala hostil que encabezó el Asesor para la Seguridad Nacional
Zbigniew Brzezinski (Shaba I, Shaba II, Mig 23, y Brigada Soviética) hubieran
sido imposibles sin una prensa que no verificó ni profundizó en las mentiras
provenientes del gobierno de EE.UU. Punto y aparte merece la visión del
Departamento de Estado y su Secretario Cyrus Vance -con una comprensión mucho
más objetiva- que terminó siendo derrotada ante el anticomunismo militante de
Brzezinski que veía soviéticos en todas partes y si no los veía, los inventaba.

Esta obra, con su aparato de notas, su cronología, su testimonio gráfico, sus
traducciones de 62 documentos estadounidenses desclasificados, su consulta de 31
documentos del Consejo de Estado y el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Cuba, así como las entrevistas a 16 expertos y protagonistas de ambos países,
constituye una herramienta muy completa que sirve tanto al lector común como al
especialista.

Otra virtud, es la de colocar siempre los acontecimientos en contexto, ubicando
el conflicto en los acontecimientos internacionales que se relacionan con ambos
países y también la situación interna que en cada caso ayuda a explicar
determinadas posturas de los gobiernos, resumiendo en puntos o plecas factores
regionales o nacionales, en la economía y la política, que condicionan sus
comportamientos.

Aquí los personajes principales son retratados con sus emociones y autenticidad.
“Fidel estaba encabronado” con la invasión soviética a Afganistán, nos dice José
Luis Padrón, entrevistado por los autores. Igualmente, los detalles de los
lugares, los horarios y los antecedentes de los protagonistas dan color a los
acontecimientos

El “Epílogo necesario” y “Una última actualización” tienen el mérito de haberse
adelantado meses, casi con un 100% de certeza, a lo acontecido el 17D y a las
posteriores declaraciones de ambos gobiernos. Sus últimas palabras están ahí,
inquietantes y reales:

“los cambios serán creíbles porque lograr que Cuba los acepte será también parte
de la nueva estrategia. Pues en la medida en que Cuba acepte que los cambios son
reales, ello será condición sine qua non, para que entremos confiados en el área
de influencia de Estados Unidos”

“Cuba no debe variar su estrategia, que no es para hacer daño a nadie sino para
evitar que le hagan daño. Cuba debe continuar trabajando incansablemente por su
fortaleza interna.”

Pero nada permite comprender mejor las “razones” de la política norteamericana
respecto a Cuba que el memorándum que Pastor y Peter Tarnoff, Secretario
Ejecutivo del Departamento de Estado, escribieron a Carter el 17 de junio de 1980:

“…el argumento principal contra el levantamiento del embargo sigue estando
relacionado con la credibilidad. Durante tres años dijimos que necesitábamos que
Cuba avanzara en alguna medida respecto a una serie de temas internacionales
antes de que nosotros diéramos ese paso. Darlo en ausencia de cualquier señal
positiva de Cuba equivaldría a demostrarle al mundo que los Estados Unidos no
son consecuentes.”

La nota al pie de los autores sobre esas palabras, ha resultado ser premonitoria
y por sí misma vale este libro e ilumina el acontecer de estos días:

“Esta posición puede dar una idea a los cubanos, acerca del día que los Estados
Unidos levanten el bloqueo a la Isla no lo van a hacer porque reconozcan el
carácter genocida de esta política, o por tener un gesto positivo hacia la Isla,
sino porque considerarán que el levantamiento podría servir para destruir a la
Revolución cubana por vías más sutiles de agresión cultural o porque el rechazo
internacional pese demasiado sobre sus cabezas.”

Gracias a Elier y Esteban por unir acuciosidad, rigor y compromiso con la verdad
en un libro que está llamado a perdurar porque, como la buena ciencia, ha sabido
analizar el pasado para mostrar el futuro.