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jueves, 30 de agosto de 2018

CUBA. POLITICA Y CIENCIAS SOCIALES: ¿DOS ALIADOS CONTENCIOSOS?


Esteban Morales Domínguez
UNEAC

No debemos temer a las contradicciones,
pues ellas son las fuentes del desarrollo

Diríamos que como nunca antes, estos aliados, ahora mencionados, deben funcionar interconectadamente, dentro de nuestra realidad política. Existe entre ellos una dialéctica, objetiva y subjetiva, que se expresa como unidad y lucha de contrarios. Como fuente del desarrollo y la Solución de todos los problemas.
Pero refiriéndome, en particular, a nuestras ciencias sociales y humanísticas, estas tienen dos enemigos a vencer, en el accionar de los científicos: la ignorancia, que es la madre y la cobardía que es el padre. Ambos operan de manera muy negativa.
Si somos, los científicos sociales cubanos, realmente consecuentes con la tarea que nos corresponde desarrollar, ello quiere decir, que debemos estudiar, investigar y debatir sobre todos los problemas hasta la saciedad. Y ser consecuentemente valientes al defender nuestras opiniones. Porque, en definitiva, la ciencia es también una forma de poder.
No puede haber problema tabú para el científico social. Todo debe ser investigado y debatido hasta el cansancio. No podemos dejar la conducción de nuestro proceso, solo en manos de los políticos. Sino trabajar con ellos, exigiéndoles nuestro lugar.
Tal cosa es válida, tanto para las relaciones internacionales, relaciones de segundo grado, porque se refieren a lo externo, aunque, sobre todo, para prestar especial atención a las relaciones internas. Aquellas que discurren dentro de la realidad de la sociedad en cubana. Y que constituyen la variable fundamental de toda acción o proceso, que pretenda transformarla.
La economía, la política y la ideología, para resumirlas en sus enclaves principales; constituyen momentos clave del accionar de las ciencias sociales. No es posible soslayar, ni que nos soslayen de ninguna de las esferas mencionadas.
Porque, como ya he expresado en otras ocasiones, la variable fundamental, es la dinámica interna de cualquier sociedad. Sobre todo, dentro de una como la cubana socialista actual, respecto a la cual, pesa continuamente la intención, de nuestros enemigos, por subvertirla, atrayéndola continuamente hacia el capitalismo, la sociedad que nos hemos propuesto superar.
Situación, en medio de la cual, el científico social revolucionario, debe estar consciente del papel que le corresponde desempeñar. Que no es otro, que el de ser uno de los arquitectos de las relaciones sociales, dentro de la sociedad cubana, de conjunto, con la economía, la política y las artes. Utilizando esa forma de poder que nos provee la ciencia.
Respecto a las artes y las humanidades en general, a pesar de que no pocas veces tropiezan con los mismos obstáculos que el resto de las ciencias sociales, podemos momentáneamente descartarlas, no, por no ser también muy importantes, sino porque sus lenguajes y formas de expresión, les permiten, a veces, “escapar”, de los prejuicios, con que si tropiezan más frecuentemente el resto de las ciencias sociales.
La pintura, las artes plásticas en general, la música, la danza, las llamadas ciencias audiovisuales, son las que no pocas veces pueden sortear, con mejores augurios, los prejuicios que atacan a las ciencias sociales. Pues estas últimas, tienen siempre, que necesariamente, referirse directamente a la política. Espacio este, en el que el celo de los políticos y los prejuicios subyacentes, actúan con mayor fuerza.
Luego entonces, el científico social, su producción intelectual, no debe y no puede, subvertir su lenguaje, ni ocultarlo con sofismas; ni dentro de una forma de expresión de la realidad, en el que se puede actuar, disfrazando sus producciones, o moviéndose dentro de las licencias de la creación artística. Que siempre tendrían a su favor, las expresiones de la realidad de manera figurada, bajo símbolos, apelando a la ficción y representaciones, que no son directamente la realidad, sino formas metamorfoseadas de la misma. Y que, con frecuencia, no tienen que enfrentar a la política.
Por su parte, los científicos sociales, de manera directa, tienen que presentar esa realidad con un lenguaje claro y directo, que a veces resulta relativamente agresivo, o que pudiera ser asimilado por los políticos como agresivo.
Entonces, los sofismas, la ficción, las representaciones y las formas metamorfoseadas, no pueden ser el lenguaje de estas ciencias más arriba mencionadas, porque ellas, necesariamente, siempre, tienen que enfrentar a la política de manera directa. Formando con esta última, un verdadero “dúo contencioso”. Pues la una no puede prescindir de la otra. Ni el político puede desentenderse de lo que la ciencia social está diciendo; ni los científicos sociales pueden desentenderse de la política, pues en última instancia, ambos actúan dentro de ella, la que aporta siempre el contexto. Este último es también válido para las humanidades, pero no les toca siempre de manera tan directa.
No obstante, se manifiestan continuamente, en tales relaciones, visiones contradictorias, de las que no es posible desentenderse, ni tampoco, simplemente, escapar.
En medio de tal situación, si el científico social no actúa de manera consciente del papel que le corresponde, como, arquitecto de la sociedad; que quiere decir, si no actúa con valentía y no defiende sus criterios frente al de los políticos, la política los aplastara; porque los políticos poseen el poder corriente que les permite hacerlo. Y no pocas veces han hecho uso de ese poder.
Por celo, o por conveniencia, los políticos pueden actuar para aplastar las opiniones de las ciencias sociales y las Humanidades también; sobre todo, cuando estas, opinan, o adelantan escenarios, que los políticos no comprenden, o nos les conviene comprender. Los políticos, incluso revolucionarios, o no, pueden actuar aquí, también por ignorancia o por conveniencia.
Podemos decir, que el político revolucionario, no debiera actuar por conveniencia, pues dejaría de serlo realmente. Por lo que, dándole el beneficio de la duda, podemos decir, que el político revolucionario, no debiera actuar negativamente, ante el criterio fundamentado de las ciencias sociales; más bien, podría hacerlo, solo por ignorancia y no por conveniencia. Pero ambas situaciones ocurren. Y no es posible ser idealista ante esta realidad.
Pues existe la actuación de la burocracia gubernamental, que es un asunto de muy alta complejidad. Tratándose de ese componente de la sociedad, que ya hemos mencionado, es corrupto por su propia naturaleza, aunque no todos los burócratas lo sean.
Es que la burocracia estatal administra los bienes de la sociedad y ello lleva implícito la posible desviación, la de usufructuar esos bienes, como si fueran de su absoluta propiedad. Lo cual crea y alimenta una forma de corrupción, que es bien difícil de extirpar. Y de la cual, ejemplos múltiples, tenemos ya, en la Cuba actual.
A su vez, el científico social, debe comprender, que el político actúa en el contexto de una situación, dentro de la cual, su principal deber es el de defender la estabilidad de la política; no permitir que se le ataque; viéndose obligado a actuar dentro de unos límites y plazos de tiempo, que no le permiten a veces entender y muchos menos aceptar, de manera inmediata, que una política deba ser cambiada. Porque las ciencias le están diciendo que debe cambiar.
Razón por la cual, dentro de una sociedad como la nuestra, hay que dejar espacio al debate, consciente e informado, de todos los fenómenos sociales; dado que necesariamente, entre la ciencia y la política debe existir, como especie de un lag, para que los políticos y los científicos sociales puedan debatir abiertamente, sobre la conveniencia o no, de cambiar una política.
Momento dentro del cual, el científico debe demostrar, de manera clara y valiente, que la política debe ser cambiada. Y ambos, el político y el científico, deben actuar con la conciencia de que, una política que debe ser cambiada, pero que no cambia, está afectando a la sociedad, que es lo más importante; porque para ambos, si son revolucionarios, no existe una presión mayor, que la que la sociedad ejerce.



También, es muy frecuente el error de considerar que las ciencias sociales, tienen que ser facturadas por la política, para estar en condiciones de ser consumidas por el resto de la sociedad.

Ello se expresa claramente, en que, aun dentro de un proceso de comprensión del papel que deben desempeñar las ciencias, la política frecuentemente reacciona con tendencia a monopolizarlas. Facturándolas continuamente, como si la política fuera el único destinatario de las ciencias.
Dentro de tal proceso, más arriba descrito, algunos científicos se dejan facturar, mientras que otros se resisten, defendiendo el papel relativamente independiente de las ciencias sociales. Conflicto que solo tiene solución sobre la base del debate y de la mutua comprensión, por ambos sectores sociales, del papel que corresponde a la política y el que toca a la ciencia. Pero sobre todo, por la comprensión, de que las ciencias sociales van dirigidas también al individuo, a ellas mismas, a la familia, la escuela y los medios de comunicación, entre otros, que las consumen, muchas veces, sin que estas tengan que pasar, ser mediadas, o facturadas por la política.1

No es posible negar, que esta incomprensión mencionada, nos ha llevado, no pocas veces, a confundir el discurso político, con el científico. Lo cual ha tenido, no pocas, consecuencias negativas para el trabajo ideológico. Teniendo este fenómeno, más frecuentemente su expresión, en la deficiente calidad de nuestra prensa.
Sería una verdadera tontería, la cual nos hace mucho daño, que otras esferas de la sociedad, se dejasen arrebatar los beneficios que les acarrearía mantenerse en contacto directo con las ciencias sociales y humanísticas, aprovechando sus resultados.
Todo lo cual desborda en mucho, el interés en las ciencias sociales, solo como un objeto utilizable por la política.
Es que las ciencias sociales, además, no pueden sustraerse a la realidad de que dentro de esas actividades que las consumen, a veces, estas son también generadoras de conocimientos. Dado que, al menos en Cuba, no es solo dentro de la academia donde pueden generarse conocimientos científicos. Todo lo cual es el resultado de la gama de profesionales de las más disimiles especialidades, que, en muchos lugares, desempeñan su actividad concreta, enfocando sus tareas también con un sentido investigativo y científico.
Tal situación implica también que las ciencias sociales, al ser facturadas solo para la política, pueden entrar en “maridaje justificativo” de la política, que les hace perder personalidad, entrando en un incesto con la política, que les cercena la posibilidad preservar su carácter de ciencias.
Es que el pensamiento científico, no puede estar subordinado a la coyuntura política, ni a la política misma. Porque entonces se tiende, oportunistamente, por parte de los científicos sociales, a tratar de encontrar las soluciones que más acomodan a la política, perdiendo las ciencias su capacidad de hallar las alternativas necesarias; por si la política falla o debe cambiar. Pues debemos partir, de que la mejor política, es aquella que, desde el momento de su formulación, ya debemos comenzar a pensar, en cómo debiéramos ajustarla o cambiarla.
Tratándose esta última, de una dialéctica, cuya comprensión es indispensable. Pues ninguna política es eterna, como no lo es tampoco, la situación que la generó. Tratándose de un asunto, al que los políticos, no poco, se resisten con mucha frecuencia. Pero que, de no ser, como hemos explicado, a la hora de los errores, se equivocan ambos, científicos y políticos.
No obstante, una variante extrema de la relación entre política y ciencia, es también considerar que las ciencias sociales y humanísticas, sus métodos y procedimientos, tienen que estar divorciados de la política y de la influencia de la coyuntura.
Aun y cuando las ciencias sociales tienen que llegar a sus propias conclusiones y por sus propios medios, incluso, con independencia de que puedan entrar en contradicción con la política presente, ello no significa que sus métodos y procedimientos de trabajo, incluso sus resultados, tengan que estar divorciados de la política, ni de sus coyunturas; pues se trata de una independencia relativa de las ciencias sociales y humanísticas, no de su divorcio de la política. Aunque estas últimas, solo siendo independientes, es como mejor contribuyen a la política. Por lo que se trata de una independencia relativa de la ciencia y no absoluta de la política y sus coyunturas.
Es muy sintomático, que, en periodos de coyunturas críticas, como lo es ahora; la política se lance rápidamente buscando el auxilio de las ciencias sociales y humanísticas.
Lo anterior es cierto, se ha repetido, como una constante, desde que el Comandante en Jefe, Fidel Castro, fundo los Equipos de Investigaciones Económicas, en la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, en 1964; o cuando se hicieron los trabajos para formalizar matrimonios en la Ciénaga de Zapata en los años sesenta; o cuando fue necesario crear un equipo de científicos, para participar activamente en la organización de las Conferencias Internacionales, “Girón 40 años después “ y “La crisis de Octubre 40 años después”. Para situar algunos ejemplos.

Sin embargo, ahora el proceso de acercamiento a las ciencias sociales y Humanísticas, que se viene produciendo, tiene un carácter mucho más profundo y diríamos sistemático, de urgencia, respondiendo, consideramos, no solo a las necesidades actuales, sino más que ello, al grado de madurez alcanzado, por la comprensión que han ganado, tanto los científicos sociales, pero sobre todo los políticos, acerca la necesidad de trabajar juntos.

Así como de las exigencias que los cambios económicos actuales reclaman. Dentro de un mundo extraordinariamente complejo, lleno de peligros y frente a una administración norteamericana, que se ha propuesto llevar la política de Estados Unidos, a su periodo de poder absoluto. Lo cual se ha expresado en la consigna “América para los americanos”. Y que en el caso de Cuba ha significado un activo retroceso de lo que se había logrado en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, durante la administración de Barack Obama.


La importancia de la teoría.
No es difícil en un país, incluso, como el nuestro, escuchar aun frecuentes diatribas en contra de la teoría. Me pregunto, ¿de qué modo podremos llegar a ser un “país de hombres de ciencia”, si menospreciamos la teoría? ¿De qué modo podríamos llegar a obtener una “cultura general e integral”?
Hasta que no sea superada esa disfuncionalidad cultural, no seremos un país realmente culto, ni tampoco, definitivamente, de hombres de ciencia. Pues este resulta el precio a pagar por tantos años de subdesarrollo, a pesar de todo lo que se ha avanzado. A pesar de lo tan tempranamente que nuestro máximo líder Fidel castro, dijo que, “el futuro de nuestro país debía ser un futuro de hombres de ciencia”.
Es que, científicamente hablando, siempre será más importante hallar el camino del conocimiento, que el conocimiento mismo. Aunque se trate de procesos que no pueden ser separados. Y la teoría desempeña un papel de primer orden en ello.
Es que la ciencia, entre otras de sus funciones fundamentales, es la de ser capaz de construir modelos de interpretación de la realidad, siendo esa precisamente su principal tarea.
La ciencia no puede ser una bitácora de hechos recogidos al azar, que no indiquen ningún camino para la interpretación de la realidad y de sus movimientos futuros. La ciencia tiene que predecir. Tiene que ayudarnos a visualizar el futuro; de lo contrario, para que la necesitamos. Si no es para adelantarnos a lo que pudiera ocurrir, en todos los planos de la vida social y cultural. Asunto, por demás, de vida o muerte, para un país como Cuba.
Pero, a pesar de complementarse, existen diferencias objetivas básicas, entre la teoría de las ciencias sociales, la academia y la práctica política.
El asunto es que debemos distinguir, entre el especialista que busca lograr una comprensión teórica de los fenómenos formulando generalizaciones y proyecciones acerca de su comportamiento político, basándose en un alto nivel de probabilidad; y el encargado de tomar decisiones, para lo que se ve obligado a elegir cursos de acción inmediato.
Es que el encargado de trazar políticas se preocupa por los detalles sutiles, los valores, las fuerzas y las preferencias que operan dentro de una situación particular, formada por toda su realidad existencial; más que por la abstracción o la probabilidad.
Mientras que el teórico social, quiere concentrarse primordialmente en aquellos elementos comunes a muchas situaciones. Observando los hechos históricos a largo plazo, para extraer del pasado, la comprensión del futuro.
Los hechos del presente y la predicción de sus comportamientos.

Por lo que no es posible escribir un artículo, como el que ahora nos ocupa, sin mencionar al Cro. Fidel Castro.
En cierta ocasión, impartiendo conferencias sobre Cuba, en los Estados Unidos. Alguien afirmo, que “Fidel en política era un genio, pero que, en economía, era un “out, vestido de pelotero”. Le respondí entonces: “dígame, mencióneme un líder en el mundo, un país, que, en las condiciones de Cuba, bajo el bloqueo más feroz, por parte de la mayor y criminal potencia imperialista, haya podido sobrevivir, también económicamente, como Cuba. No existe esa persona. Fidel ha tenido que dirigir a Cuba y su economía, como no lo ha tenido que hacer nadie en el mundo. Y tanto Cuba, como su economía, han sobrevivido. Fidel es un genio de la supervivencia económica, de la economía y también de la política.”
No podemos olvidar, quien fue Fidel Castro. Muchos decían y yo lo creo, que viajaba al futuro y volvía para contárnoslo; o que era capaz de mirar y ver, al doblar de la esquina.
Fue un hombre que tuvo la capacidad de planear el futuro de la ciencia en Cuba; porque cuando estábamos literalmente, muriéndonos de hambre, durante el llamado “periodo especial”, tuvo la valentía y la capacidad de utilizar recursos para construir casi todos los centros de investigación de que hoy disponemos.
Es que, en nadie como Fidel, ciencia y política, lograban una simbiosis tan perfecta. Creo que se trataba, del espíritu visionario de José Martí, que llevaba dentro.
Fidel fue capaz siempre, de adelantarse a lo que los “yanquis” querían hacernos y trazaba la estrategia para vencerlos. Pronostico Girón, la derrota, como cuando dijo: “tírenle a los barcos”, lo que sirvió para cortarles la retirada a los mercenarios. La Crisis de Octubre, para la que formulo pautas, que, de haberse seguido, la crisis pudo haber terminado de otro modo. Pronostico la caída del Campo Socialista. Llegaba a los lugares, antes de que los ciclones azotaran. Como fue, por ejemplo, una vez, el caso de Pinar del Rio; aunque el ciclón dio una recurva y entonces la gente decía, que el ciclón le había cogido miedo a la actitud desafiante con que Fidel lo estaba esperando.
Sin la capacidad de pronosticar los acontecimientos que tenía Fidel Castro, de la cual nos imbuía a todos, estoy seguro que la revolución cubana no hubiera sobrevivido. Pue se adelantó a casi todo, desde los conflictos internos, como los del sectarismo en sus dos etapas; absolutamente a todo lo que pudo habernos hecho un daño irreparable y haber dado al traste con la revolución cubana.
Finalmente, antes de irse físicamente, en su concepto de revolución, nos dejos un legado inconmensurable, que estamos obligados a seguir, si queremos superar esta difícil “encrucijada” en que hoy nos encontramos.

El encargado de trazar política, invariablemente, quiere información detallada acerca de aquellos elementos que son únicos respecto al curso que tiene entre las manos.
Los énfasis están determinados, por la posición de cada uno ante la realidad; sobre todo, en cuanto a las urgencias con que se debe operar dentro de ella.
El político, más apresurado, por dar respuestas a la coyuntura; el científico, con más relativo tiempo para el análisis, pero acicateado por el necesario avance de la ciencia. Fidel, fue capaz de captar y seguir esa dialéctica. Y por eso aún estamos aquí. Fidel fue el único líder, en el cual ciencia y política, emergieron en una simbiosis perfecta. Por eso era un genio, en todo el sentido de su expresión científica y política.
Estos énfasis, del científico y el político profesional, no alteran la necesidad de que cada uno intente apreciar las modalidades de conocimiento que le son peculiares para ambos. Púes ninguno puede permitirse el lujo de desestimar el conocimiento generalizando o particularizando. Ninguno de los dos puede operar olvidándose del otro. Pues ambos se complementan objetivamente. Es decir, al margen de sus mutuas voluntades y sus acciones, también responden siempre a un contexto político.

Los teóricos académicos apuntan hacia la comprensión de los fenómenos; los políticos prácticos deben elegir cursos de acción. Los primeros intentan prescindir de los acontecimientos de todos los días, los segundos no pueden hacerlo.
Al teórico le urge buscar, no ya lo excepcional, sino lo general y sacrificar las descripciones detalladas del caso aislado, en favor de los modelos más amplios y abstractos que abarquen muchos casos. El teórico, además, debe estar dispuesto a tolerar las ambigüedades y a enfrentarse con probabilidades, haciéndolo más, que con certidumbres absolutas.
Se debe dar riendas sueltas a la imaginación, para tratar con ideas poco comunes, incluso a veces, al parecer absurdas, que nos puedan llevar a reflexiones sobre asuntos antes impensados. Estando siempre dispuestos a la aceptación de que podamos estar equivocados.

Entonces, al adentrarnos en la teoría, esta debiera permitirnos predecir algunos fenómenos, al menos, ayudándonos también a llegar a ciertos juicios de valor respecto a ellos.
“Una teoría, tal y como la concebimos, será entonces una herramienta intelectual, que nos ayuda a organizar nuestro conocimiento, formular preguntas significativas y guiar la formulación de prioridades, tanto en la investigación, como en la selección de métodos para llevarla adelante de manera fructífera.” (Dougherty- Sfaltzgarff. P.26).
Esta teoría, por supuesto, estaría en capacidad de suministrar un marco para evaluar las recomendaciones políticas explicitas o implícitas, que abundan en todas las ciencias sociales y humanísticas. Por lo cual, los políticos tampoco pueden prescindir de ella. Porque, en última instancia, un político dotado de las capacidades necesarias, es también un científico.
A partir de la filosofía de la ciencia, una teoría también se define como una construcción simbólica, una serie de hipótesis interrelacionadas, definiciones, leyes, teoremas, axiomas, variables y constantes; planteándose un enfoque sistémico de los fenómenos y presentándonos una serie de proposiciones o hipótesis que especifican las relaciones entre variables y constantes, a fin de presentar explicaciones y hacer predicciones acerca de los fenómenos futuros.
Por supuesto, las ciencias matemáticas, servirían aquí de idóneo instrumento, aunque no, de simple pincel de representación, sino para operar con ellas, sobre la base de descubrir en el objeto de estudio seleccionado, los algoritmos, funciones y relaciones, biunívocas o no, ampliar el análisis dialectico, que nos permitan trazar el modelo de la investigación, elaborar las hipótesis y arribar a conclusiones aceptablemente fundamentadas.

Agosto 15 del 2018.

1 La valentía del científico social, para reclamar este lugar, no siempre entendido por algunos políticos, es de vital importancia, si realmente el científico quiere desempeñar la función que le corresponde.

martes, 14 de agosto de 2018

A PROPÓSITO DEL INFORME CUBANO SOBRE RACIALIDAD EN N.U.

Gisela Arandia Covarrubias
Para acompañar al profesor Esteban Morales (1) en su comentario sobre la racialidad en Cuba, en el informe a Naciones Unidas, incluyo una reflexión que forma parte del trabajo de tesis doctoral en ciencias filosóficas que he denominado como parte de la investigación: la negación del racismo. Se trata de un síndrome político que forma parte de un fenómeno de magnitud geopolítica que se inscribe en el paradigma de naciones Latinoaméricas y el Caribe Hispano según la cual el racismo es un conflicto exclusivo de la sociedad anglosajona.
La metáfora tradicional para referirse a este asunto ha sido: “los españoles no son racistas” de donde se desprendió el corolario; los pueblos colonizados por la península ibérica tampoco somos racistas. Conceptualmente puede decirse que el racismo de la Hispanidad, como definición del racismo oculto ha logrado gracias al discurso cultural generalizado mantener al paso de tiempo, una vigencia “elegante” particularmente para ser utilizado en contextos internacionales, lo que ha facilitado evadir el tema de las agendas nacionales.
El mito de un modelo de Hispanidad no racista es un elemento decisivo para comprender como existe un discurso cubano donde a pesar de logros sociales extraordinarios, el discurso político continua aferrado a la negación del racismo y la discriminación racial, observado por una parte como un asunto de la vida cotidiana que puede ser obviado sin que acarree consecuencias lamentables.
La permisibilidad y falta de condena al racismo en Cuba forma parte de una complejidad mayor porque se encuentra en el epicentro de la defensa nacional frente a los propósitos estadounidenses de hundir en las aguas profundas del mar Caribe la propuesta revolucionaria que comenzó el primero de enero de 1959. A lo que se unió lo que defino como “trauma fundacional” que fue el disenso que recibió el líder histórico Fidel Castro, cuando en marzo del 1959 a solo tres meses de la llegada al poder, llamó a la sociedad cubana a combatir la discriminación racial:
El problema de la discriminación racial es, desgraciadamente, uno de los más complejos y difíciles de los que la revolución tiene que abordar [...] Quizás el más difícil de todos los problemas que tenemos delante, quizás el más difícil de todas las injusticias que hemos padecido en nuestro medio ambiente es el problema que implica para nosotros el poner fin a esta injusticia que es la discriminación racial, aunque parezca increíble […]Nosotros no tenemos que luchar solamente contra una serie de intereses y de privilegios que han estado gravitando sobre la nación y sobre el pueblo; tenemos que luchar contra nosotros mismos [...] Hay gente muy humilde que también discrimina, hay obreros que también padecen de los mismos prejuicios de que pueda padecer cualquier señorito adinerado. Y eso es lo que resulta todavía más triste. (2)
Es precisamente ese mito de la Hispanidad establecido en el imaginario social y perpetuado por el discurso político lo que permitiría explicar cómo en un país donde todas las discriminaciones han encontrado espacios institucionales y agendas de trabajo, la discriminación racial permanece dentro de un espacio de invisibilidad como politica pública. Las otras discriminaciones han avanzado en medio siglo mostrando propuestas de inclusión como el debate próximo en la constitución cubana del matrimonio igualitario.
Un programa donde el tema de la mujer se mantiene en la cima de los logros obtenidos con 66,18 % de mujeres profesionales. Las personas con otras capacidades ganan medallas en competencias internacionales paraolímpicas, al tiempo de las religiones amplían su participación social en especial las de origen africano que baten los records de iniciación cotidiana.
En ese contexto de avance de logros sociales y de la aplicación de derechos humanos, surge una pregunta obligada. ¿Por qué la discriminación racial no tiene todavia el espacio que le corresponde o incluso se rechaza su existencia bajo diferentes pretextos? El pensamiento primigenio del discurso nacionalista de la Hispanidad afirma que el debate acerca del racismo representa una amenaza a la nación. Una letanía que tuvo su génesis en la creación de las Repúblicas desde el siglo XIX, como parte de la disquisición raza-nación (3) del proyecto colonial que otorgó el carácter de ciudadanía solamente a los cuasi blancos, mientras que las poblaciones originarias y afrodescendientes numéricamente mayoritarias carecían de derechos a condición de ciudadanía.
El error geopolítico del modelo cultural de la Hispanidad ha sido su incomprensión al racismo como fenómeno global desarrollado a partir del siglo XVI, como parte del Sistema Mundo (4) que ha tenido un costo ideológico considerable para las poblaciones no blancas hasta el presente. Una idea heredera de los conflictos en la península a partir del año 711 con la ocupación árabe-islámica-bereber (5) donde las llamadas limpieza de sangre, trataron de imponer la cristianidad frente a identidades diversas, que por cierto colocaron ese cultura en las ideas más avanzadas de la época, confrontado con la búsqueda un modelo de pensamiento único. El rechazo a identidades como el islamismo y el judaísmo tenía el objetivo de perpetuar la cristianidad, luego de la colonización en las naciones del sur latinoamericano, fue reproducida la continuidad del modelo de pensamiento del cristianismo través de títulos como el de blanqueamiento pero que lo perseguían realmente era tratar de disolver el paradigma de los pueblos originarios y afrodescendientes bajo la aplicación del sistema colonial.
En cierta medida, no solo Cuba niega la existencia del racismo o lo cubre de revestimientos en Naciones Unidas, generalmente el resto de países de la región también rechazan la presencia de racismo y discriminación racial o lo describen solo como conflicto económico. En el caso cubano se trata de una dicotomía atrapada entre el mito histórico y la defensa del proyecto revolucionario. Está claro que con los avances obtenidos por Cuba en los procesos de inclusión social, la negativa para aceptar este conflicto histórico, lejos de convertirse en una estrategia positiva representa más bien un daño porque ofrece la posibilidad de la duda, acerca de los logros obtenidos.
La experiencia de haber participado en eventos como Pre-Durban, Santiago + Cinco, en Santiago de Chile el año 2000, la propia Tercera Conferencia de Durban en el informe de las ONG, en el año 2001 y otras de continuidad a las anteriores en Brasil, incluso en Ginebra han mostrado desconcierto, cuando la representación cubana expone solo logros en materia de racialidad. La complejidad del tema racial para Cuba aparece como parte del mito de ciertas mentalidades que consideran que esa es la forma verdadera de defender la revolución.
El silencio histórico abrumador acerca de este asunto y el bajo perfil durante casi seis décadas ha tenido una repercusión nefasta en la epistemología misma del racismo, considerado en ocasiones como un asunto que pone en riesgo a la revolución y que quienes lo hablan están sirviendo a los enemigos. Por supuesto, que este tema ha sido objeto de trabajo de los mecanismos de subversión donde la desvalidez ideológica de un tema que ha quedado a la saga de otras discriminaciones, ha favorecido la promoción política de quienes utilizan el racismo para descalificar la obra revolucionaria.
En ocasiones algunos argumentos historiográficos han presentado al racismo en la isla como una consecuencia del papel de Estados Unidos en su propuesta de acoso permanente a Cuba. Esa tesis, sin embargo, olvida que el racismo antinegro en Cuba fue un conflicto más lejano relacionado con el miedo al negro y el terror a que el país fuera a seguir los pasos de la revolución haitiana. Por supuesto también está presente aun al impacto de la esclavitud africana, sobre todo como un pensamiento de dolor en generaciones cercanas aun. (6) Pero es necesario recalcar que la población cubana de origen africano fue la fuerza raigal del independentismo cubano frente al sistema colonial español. (7)
Para descolonizar el discurso del racismo (8) hoy existen oportunidades que es necesario tener en cuenta, como los discursos de la academia cubana de Ciencias Sociales que ofrecen una mayor aproximación teórica a textos que forman parte de una nueva producción de conocimiento. En ese itinerario Cuba también puede mantener su estatus de vanguardia politica, al no minimizar el racismo, sino al exponerlo como parte de la historia del colonialismo y el capitalismo, como fenómeno global que exige una deconstrucción que aborde el tema con sus luces y sombras como todo conflicto humano.
En ese sentido es preciso observar la tesis de la colonialidad (9) como legado del pensamiento colonial donde aparece la búsqueda de la blanquitud (10) que intenta utilizar el mestizaje cultural como pretexto para no analizar las desigualdades sociales asociadas a la identidad fenotípica, donde la pobreza de más de 200 millones de personas tiene un color de piel.(11) En la genealogia del racismo el intelectual Michel Foucault (12) analiza el racismo desde la perspectiva de las relaciones de poder, pudiéramos hablar hoy del papel de la lucha de clases como referencia obligatoria de ese análisis conceptual.
Cuba tiene méritos en la lucha contra el racismo que ningún otro país del mundo ha alcanzado, en ese sentido su apoyo al proceso de emancipación en Africa demostró que más allá de los discursos se encuentran las acciones que son en fin de cuenta, las tiene la última palabra, a partir de una responsabilidad y prestigio que no necesitaría negar la existencia de un conflicto mundial.
Notas:
  1. Esteban Morales. Tomando como base: Informe nacional presentado con arreglo al párrafo 5 del anexo De la resolución 16-21del Consejo de Derechos Humanos.
30 Periodo de Sesiones ,7-18 de mayo del 2018.MINREX, Cuba.
  1. Ariel Dulitzky. La negación de la discriminación racial y el racismo en América
Latina. Ed. International Human Rights Law Group, N.U., 2000.
  1. Fidel Castro Ruz: “Comparecencia del Comandante en Jefe Fidel Castro en el
Canal 12 de televisión. La Habana, 25 de marzo de 1959”,
  1. Héctor Díaz Polanco Elogio de la diversidad. Ed. Siglo XXI, 2005, Autonomía
Regional. Ed. Siglo XXI1991, Etnia, nación y política. Ed. Juan Pablo. México,
1990.
  1. Immanuel Wallerstein. El capitalismo Histórico. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1988,
El sistema mundo.La perspectiva del sistema-mundo, también conocida como
economía-mundo, o teoría, enfoque o acercamiento analítico de los Sistemas-
Mundo, se inscribe en el desarrollo de la crítica post-marxista que intenta
explicar el funcionamiento de las relaciones sociales, políticas y económicas a lo
largo de la historia en el planeta Tierra. Es una teoría historiográfica, geopolítica
y geoeconómica con gran vigencia y aplicación en las relaciones internacionales.
  1. Rogelio Martínez Furé: “Entrevista”, Fondo Personal.
  2. José Antonio Saco: Contra la Anexión. Ed. Cultura S.A. La Habana 1928. Tomo
I.
  1. Raúl Cepero Bonilla Azúcar y Abolición, Crítica, Grijalbo, Barcelona, 1976,
Argumenta: “Este libro denuncia la tradición aristocrática, negrera y anexionista;
pero también existe una tradición popular, igualitaria y antianexionista, que es la
que debe servir de ejemplo a las generaciones actuales. Es la tradición
revolucionaria de Martí, Gómez y Maceo. En el ideario de esos grandes muertos
deben abrevar los que hoy, como ellos ayer, buscan para la patria un porvenir de
justicia social, de igualdad y de absoluta independencia.”
  1. Frantz Fanon. Condenados de la tierra. Ed. Casa de las Américas, La Habana,
2011.
(10)M/C Grupo Modernidad-Colonialidad, colectivo de autores.
(11)Bolívar Echeverría: Modernidad y Blanquitud, Ed. Era, 2010, y comenta: “El rasgo identitario-civilizatorio que queremos entender por “blanquitud” se consolida, en la historia real, de manera causal o arbitraria sobre la base de la apariencia étnica de la población europea noroccidental, sobre el trasfondo de una blancura racial–cultural. A lo largo de tres siglos (del siglo XV al XVIII)., […[ El racismo étnico de la blancura, aparentemente superado por y en el racismo civilizatorio o ético de la blanquitud, se encuentra siempre listo a retomar su protagonismo tendencialmente discriminador y eliminador del otro, siempre dispuesto a reavivar su programa genocida. Los mass media no se cansan de recordar, de manera solapadamente amenazante, el hecho que la blancura acecha por debajo de la blanquitud. Sociedades icónicas. Historia, ideología y cultura de la imagen., Ed. Diego Lizarazo, Siglo XXI, México 2007, p.15).
(12)Informe Cumbre de Mujeres Afrodescendiente 2015.
(13) Michel Foucault. La Genealogía del racismo Ed. Colección Caronte, París, 1975-1976.__________. Espacios de poder. Ed. La Piqueta, España, 1991.




EL TEMA RACIAL EN CUBA Y EL INFORME A NACIONES UNIDAS DEL 2018: UN BALANCE CRÍTICO.

Esteban Morales Domínguez.
UNEAC
Dentro de un corto espacio de tiempo, Cuba tendrá que presentar al a Comisión Correspondiente de la ONU, sus consideraciones sobre el comportamiento del tema racial dentro de la nación cubana. Contenido en los asuntos de Derechos Humanos.
Acto seguido, con todo el derecho que me asiste como ciudadano cubano, deseo hacer algunas consideraciones acerca del Informe que Cuba ha puesto a consideración del Organismo Internacional.
Entre las personas y organismos que se encargan de la elaboración del Informe mencionado, existe una persistente y casi bochornosa actitud de negar, que en Cuba persisten el racismo y la discriminación racial. Considerándolos solo como “vestigios” de discriminación racial.
Lo cual, además de ser un error historico-politico, tal actitud se proyecta como vergonzante, desde una perspectiva científica, al caracterizar del modo en que se hace el tema racial en la Cuba de hoy. El Informe presentado, no toma para nada en consideración, todo lo que se ha avanzado en el tema durante estos años.
No parece tampoco interesarles, a los autores, los varios libros y artículos que se han publicado en el país y fuera de Cuba. Constituyéndose estos en un material de referencias, que, de ser tomado en consideración, no habría porque mostrar la ignorancia que se pone de manifiesto en el informe.
El informe reproduce una inmensa cantidad de datos, que pone claramente de manifiesto los avances sociales logrados, en términos de los derechos humanos. Pero los problemas que aun enfrentamos con la problemática racial, quedan diluidos dentro de los avances evidentes que presenta nuestra política social.
Al no colorear las estadísticas, ni las sociales, ni las socioeconómicas, nos encontramos frente a una masa de información, que diluye y oculta los problemas y lo peor aún, donde están los reales avances. Lo que convierte al informe en algo vulnerable.
Obrando de tal manera, no se salva la obra de la revolución, que es inmensa; se niega la importancia, que tanto para la ciencia, como para la política tienen, una valoración seria del tema; se cometen peligrosos errores y como si fuera poco, se irrespeta a los que sufren aun los problemas raciales. Informe de tal naturaleza, nos atreveríamos a asegurar, que crea un legítimo malestar, entre organizaciones y personas preocupadas por el tema racial, dentro de la sociedad civil cubana actual.
Pues tira a una cloaca, sin fondo, las imperfecciones de nuestra sociedad, en la que aún debemos trabajar mucho, para terminar con esa “lacra” del racismo y la discriminación racial, que todavía nos agrede, poniendo en entredicho el Proyecto Social de la Revolución cubana, de justicia e igualdad para todos.
 Porque no es negando el tema racial como tal, el modo en que podríamos vencerlo. Sino reconociéndolo y dentro de ello, salvando toda la obra revolucionaria, que prácticamente hace de Cuba, la nación que más ha combatido en el mundo por eliminar el racismo y la discriminación racial. Incluida su presencia militar solidaria en Africa.
No hay otra nación que lo haya hecho como Cuba; pero si negamos la existencia del tema y las insuficiencias sociales que lo alimentan, entre nosotros, estaremos comprometiendo, no solo el futuro de los aun discriminados, sino de toda la sociedad cubana. Pues el tema racial, continúa siendo uno de los más complejos, desafiante y desatendidos de nuestra realidad social actual.
Veamos entonces más en detalle las peculiaridades de este informe.
Como en todos los informes entregados a Naciones Unidas (Examen periódico Universal del Consejo de Derechos Humanos). Casi no se observa interés alguno por reconocer que nuestra población es blanca, mestiza y negra. Lo cual, históricamente hablando, representa una diferenciación que se ha mantenido de manera secular.
La masa poblacional cubana es tratada de manera homogénea. Lo cual es un error de magnitud incalculable. Dado que blancos, mestizos y negros, no han tenido, históricamente, un punto de partida común: los blancos llegaron como colonizadores, los negros como esclavos y los mestizos son el resultado de la paulatina mezcla, principalmente, de ambos grupos.
Dentro de tal proceso, el “color negro”, se ha comportado, funcionado siempre, como una variable de diferenciación social.
Variable, que casi nunca ha sido tomada en consideración por nuestro aparato estadístico nacional. Lo que se explica muy bien, cuando un funcionario de ese aparato, nos llegó a expresar, …que no lograba entender el porqué de la importancia que nosotros le dábamos al color, al elaborar las estadísticas sociales y económicas…” Lo cual es sinónimo de una ignorancia total, de la importancia que la variable “color de la piel”, tiene dentro de la sociedad cubana. Lo que manifiesta claramente, el porqué de la casi nula importancia que se le concede al color de la piel en nuestras producciones estadísticas nacionales.
Es que, dentro de cualquier sector poblacional, formado por los tres grupos raciales, siempre habrá de considerarse, que entre ellos los negros y mestizos, en ese orden, serán casi siempre los menos favorecidos: en términos de vivienda, salarios, ingresos, condiciones de vida, etc.
A pesar de toda la lucha revolucionaria por la igualdad, hasta los mismos bordes del igualitarismo, en Cuba, aún, ser blanco, mestizo o negro, no es lo mismo. Y parece haber un cierto interés, de algunas personas, por ocultar las diferencias. O simplemente, no tomarlas en consideración.
En lo que, a nuestro aparato estadístico nacional, referido, se destaca, por no prestar atención a la elaboración de información, en la que el color de la piel, aparezca como una variable de consideración.
Entonces, ¿A cuál sociedad nos estamos refiriendo? Si un atributo tan importante de nuestra población, no es tomado en consideración. Razón por lo cual, hemos insistido, varias veces, en la necesidad de construir “separatas estadísticas”, donde el color de la piel, sirva de variable básica, para comparar estado de la vivienda, salario, profesiones, nivel de vida, Nivel de ingreso, acceso a diferentes ventajas sociales, etc. ¿Resulta importante o no, saber cuál es el comportamiento de los grupos raciales, frente a todos estos asuntos mencionados? ¿Por qué no nos interesa saber cuál es el color del desempleo? ¿Qué grupos raciales ocupan las mejores o peores viviendas? ¿Resulta esto último importante o no.?
No todos los cubanos, llegaron de manera igual, a integrar la masa poblacional del país y ese ha sido un proceso, que tiende a diferenciarlos, frente a casi todos los fenómenos sociales. Por lo que, cualquier investigación social, que no tome en consideración la variable “color de la piel”, sus resultados resultaran sesgados. No dirían nada, socialmente hablando.
Un claro ejemplo actual, se pone de manifiesto en el proceso de recepción de las remesas. Los negros emigraron tarde, hacia los Estados Unidos. Cuando comenzaron a hacerlo, en los ochenta, lo hicieron sin apoyo, sin los mejores niveles educacionales, cuando ya Estados Unidos no era el país de las oportunidades, por lo que no lograron los mejores empleos, ni las mejores condiciones sociales de vida; además, bajo el estigma de “marielitos”, constituyendo hoy no más de un 15 % de la población cubana emigrada a Estados Unidos, que no cuenta con las condiciones mejores, para enviar remesas y paquetes a sus familiares en Cuba.
El Informe que se nos presenta es exhaustivo en cuanto a las ventajas sociales de qué disfrutan todos los cubanos. En esto último no se expresa discriminación alguna. Todos tienen igual acceso a la mejor salud, la educación, etc. Nadie en Cuba es discriminado por el color, cuando necesita del médico, la atención escolar, incluso hacer un doctorado.
Pero caemos en una “trampa”, que nos resulta ineludible, cuando no clasificamos a nuestra población por el color de la piel. Es que el carácter “incoloro” de nuestras estadísticas, nos incapacita para hacer un análisis realmente profundo del proceso de distribución de los beneficios sociales. La política social ha obrado siempre contra la pobreza, pero no ha tomado en consideración el color. Y resulta, que aún este último, es importante. Aunque no lo deseemos.
Sin dudas, dentro de una masa poblacional, como la cubana, donde el color de la piel, ha representado siempre ser una “variable de diferenciación social”, caemos en dos errores básicos, que lastran todo el análisis social y económico que podamos hacer.
Primer error:
La nación es el pueblo que la compone. Y si Cuba, cómo tantos otros países en nuestro hemisferio, encierra diferencias en cuanto al color de la piel. Cuándo dejamos de lado tal clasificación, estamos cayendo en el error de desconocer más de 500 años de historia, qué resultado del Régimen colonial esclavista primero y la neocolonización, después, acarrearon diferencias sustanciales, de las cuales no se habla, directamente; entre ellas:
distribución de la riqueza, posición ante el empleo, nivel de vida, acceso a los beneficios sociales, niveles de ingreso, una posición que los ha lastrado durante siglos, para a pesar, de las ventajas, sociales que el estado distribuye, continuar presentando diferencias importantes, entre las oportunidades potenciales que nuestro estado provee y la capacidad social para alcanzarlas.




Segundo error:
Si el color de la piel, ha sido, históricamente, una variable de diferenciación social. No tomarla en consideración, asumiendo a nuestra población como homogénea, ello significa, que se pierde la oportunidad, de caracterizar realmente, que, a pesar de las diferencias, blancos, negros y mestizos, avanzan socialmente, sobre todo, la población negra, a pesar de las desventajas históricas que aún arrastra.
Por lo que se pierde la oportunidad, de calificar de modo real, como en medio de las diferencias que introduce el color, el estado cubano, ha hecho avanzar también a los negros, qué son los que más han sufrido la desventaja histórica que les ha traído el color.
Perdiéndose la oportunidad de presentar y poner en evidencia que lo más importante de nuestros avances sociales, no es solo que todos los cubanos avanzan, sino que, como más importante, para todos aquellos, para los cuales el color ha representado una desventaja histórica (negros en primer lugar y mestizos) también avanzan, marcando un paso de ascenso, a pesar de ser los más atrasados y desfavorecidos dentro de la población cubana.
Por lo cual, el prejuicio que se pone de manifiesto, al no considerar el color de la piel, lejos de beneficiar el análisis, lo que hace es ocultar realmente el estado de avance en la política social. Todo lo cual obedece, a prejuicios frente al color. Siendo esta también una sutil manifestación de racismo.
Pues, sin dudas, las estadísticas ponen de manifiesto esos avances sociales, pero su manejo operacional, los nublan y le restan efectividad de presentación, al no considerar que tales avances, se producen, aun en medio de una realidad, que sigue presentando al color de la piel como una variable de diferenciación social, todavía no superada. Púes se trata de una realidad heredada del colonialismo, que no solo no puede ser superada de manera inmediata, sino que nos amenaza continuamente, con reproducirse.
Es que 500 años de colonialismo y neocolonialismo, no pueden ser superados en menos de 60 años de revolución, por muy radical, que esta haya podido ser.
¿A quiénes pretendemos engañar, cuando en Cuba, el racismo y la discriminación racial, continúan existiendo, no como se habla en el informe, de “vestigios”, sino como lo que son, fenómenos, heredados, pero que aún, las imperfecciones de nuestro modelo social son capaces de reproducir?
El racismo y la discriminación racial, que aún nos agreden, no son simples vestigios, heredados, sino realidades presentes, que todavía no hemos logrado superar y que se retroalimentan de las imperfecciones, e insuficiencias en su tratamiento, que aún la sociedad cubana reproduce. (De lo contrario, leamos el Discurso del Cro. Raúl Castro, 19 de abril del 2018, en la Clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular).
 
PALABRAS FINALES.
Los prejuicios que encierra no colorear nuestras estadísticas sociales y socioeconómicas. Trae implícitos peligros políticos para la conducción de la sociedad cubana. No puede haber sector poblacional que no sea reconocido, considerado y tomado en cuenta. Pues ese es el contenido de nuestra nación.
No se puede dirigir una nación, sino tenemos claridad en cuál es la masa poblacional que la compone. Y aunque no nos agrade, o nos cause molestias, tomar esas diferencias en consideración, es cuestión de vida o muerte para la supervivencia del proyecto social cubano.
Máxime, cuando existen quienes, asumen los problemas que aún padecemos en la cuestión racial, con la intención malsana y contrarrevolucionaria de dividirnos.
 
Tomando como base: Informe nacional presentado con arreglo al párrafo 5 del anexo
De la resolución 16-21del Consejo de Derechos Humanos.
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