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martes, 30 de julio de 2019

SOLO LA VERDAD ES CIENTIFICA Y AYUDA A LA POLITICA.

Esteban Morales Domínguez.
UNEAC

Cuando somos capaces de celebrar un Congreso de la UNEAC como el que hemos hecho, estamos dándole al país una herramienta de valor incalculable para la defensa de nuestra soberanía e independencia.
Estamos poniendo en manos de los intelectuales revolucionarios el arma más poderosa para el desarrollo y la defensa de nuestra cultura. Lo contrario no posee valor alguno y se vuelve contra nosotros mismos. Las verdades se pasearon por el Congreso. No podía ser de otro modo.
La cultura es un sistema, en el que ninguna de sus partes es sustituible. Nadie puede hacer por el otro, lo que a ese le corresponde. Se trataría de una mesa imperfecta, que nunca podría tenerse en pie.
Por eso, el arte y su enseñanza, plástica, música, escultura, literatura, ciencias sociales y humanísticas, medios audiovisuales, radio, cine y televisión, deben marchar al unísono, para que la cultura como un todo, realmente pueda ser un arma de la creación y defensa de nuestra identidad nacional. Que no son otra cosa, que la defensa de la patria su soberanía y la independencia. Siendo esa integralidad, cultural y geográficamente, la que nos hace invencibles. La cultura cubana es una sola.
La fuerza más grande desplegada por el Congreso, se expresó en que nadie marchó por su lado, como se dice “halando la braza hacia su sardina”, sino como un todo marchamos, dejando de ser uno para ser todos al mismo tiempo. Nadie pensó en sí mismo; todos pensamos y actuamos con la vista puesta en los demás. La fraternidad, solidaridad, la amistad, el desprendimiento personal, la identidad que nos une, fortalecieron la integralidad de nuestra cultura. No puede ser de otro modo y estamos muy conscientes de ello.
Nuestra lucha es a pensamiento, inteligencia y solidaridad entre nosotros. No podríamos ganar las batallas de otra manera.
El enemigo que tenemos frente a nosotros es implacable, soberbio, poderoso, criminal, despiadado, vengativo; no nos va a perdonar que existamos, que no obedezcamos sus órdenes, sus amenazas y las aspiraciones de volver a convertirnos en una especie de protectorado.
Pero nuestro enemigo principal, tal vez no sabe que lleva en sus entrañas el arma principal, con que ya lo hemos derrotado y lo derrotaríamos una vez más: el pueblo de Estados Unidos. Es dentro de ese pueblo trabajador y no pocas veces muy generoso, donde está la clave de su derrota. Nuestra intelectualidad debe continuar moviendo a ese pueblo, coordinando intereses, intercambiando ideas, proyectos, aspiraciones, sentimientos, en fin, cultura.
Cuando visité Estados Unidos por vez primera en 1977, no se hablaba de Cuba y toda la información que entraba sobre nuestro país, lo hacía solo por los canales de la derecha. Las mercenarias emisoras plagaban de mentiras el ambiente, las bandas contrarrevolucionarias gozaban de todos los privilegios. El negocio de la contrarrevolución, que nunca fue cubana, disponía de todo el dinero para tratar de aplastarnos.
Pocos años después trabajando muy duro, comenzaba a emerger una masa crítica intelectual y política que, en correspondencia con la historia de convivencia entre ambas naciones, se informada poco a poco de lo que realmente ocurría en Cuba, y comenzaba a preguntarse. ¿Por qué tenían que irse a las manos con sus históricos vecinos? ¿Por qué debíamos morir en una playa, en nombre de qué o de quién? ¿Por qué aplastar aquella Isla, con la que habían compartido tanta historia?
Y así comenzó, durante los años 80, un periodo que inició un viraje de las cosas en otro sentido. Hasta que Obama más inteligente, aunque también más finamente imperialista, llegó a la conclusión de que la forma de traer a Cuba al lado de Estados Unidos nuevamente, no podía ser la fuerza. Debía ser el abrazo.
Pero nuestro archipiélago, pueblo inteligente y valiente al fin, integral en su cultura, comprendió muy bien el momento.
A partir de finales de los setenta no desaprovechó la oportunidad, sabiendo que la guerra se gana cuando es posible penetrar en las trincheras del enemigo. Así lo hicimos, muchos académicos, familiares, ansiosos negociantes, políticos aspiracionistas, algunos sinceros, pero todos haciendo, a veces sin percatarse, una jugada de acercamiento que al pasar de los años, nos permitiría determinar, donde de verdad estaban los enemigos y dónde los potenciales aliados. Descubrimos tantos aliados y también tantos amigos, que han hecho mermar considerablemente las fuerzas de quienes siempre nos han querido destruir.
La imagen de Cuba dentro de Estados Unidos y la de nuestros líderes también comenzó a cambiar. Fidel dejó de ser el monstruo con las barbas llenas de sangre y un niño en la boca. Se comenzó a pensar en Cuba a veces, hasta en términos de oportunidades económicas y científicas.
Hoy esa imagen no tiene vuelta atrás, pues los cambios generacionales dentro de la llamada comunidad cubana, han contribuido a afianzarla. Hoy en los Estados Unidos existe una masa de gente interesada en acercarse a Cuba, incluso buscando sus orígenes. Pero al mismo tiempo, la peligrosidad es hoy mayor, porque el enemigo como alguna vez dijimos, ha perdido las esperanzas en los instrumentos pacíficos de subversión y se lanza hacia la utilización de los más agresivos, incluyendo los militares.
Por eso hoy más que nunca, necesitamos todas nuestras fuerzas intelectuales y políticas, para revitalizar los instrumentos que ya probaron su efectividad para derrotarlos.
Mientras Donald Trump exista, el peligro es latente y con las peores variantes a utilizar. No podemos descuidarnos. Debemos prepararnos para lo que venga, que pudiera ser lo peor. Porque haber perdido las esperanzas en los viejos métodos, los puede conminar a tratar de hacer cualquier cosa contra nosotros. La escalada de agresiones no ha terminado, las intenciones de agredirnos están sobre la mesa. La capacidad de hacerlo puede que haya disminuido, pero aun es más que suficiente para intentar destruir todo a su alrededor.
Junio 3 del 2019.



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