UNEAC
Raúl Castro ha dicho en repetidas ocasiones que
para sentarse a la mesa de negociaciones, con Estados Unidos, solo
lo haría en igualdad de condiciones y con respeto de la soberanía e
independencia de Cuba.Es de suponer, que en la conversación sostenida
con Obama, antes del 17 de diciembre del pasado año, lo anterior
quedo expresado y a la vez sobreentendido. No es aceptando las imposiciones y
mesianismos de Estados Unidos, que Cuba aceptara negociar. Y ello
despoja a Obama de las que han sido las principales armas de
Estados Unidos en su política exterior. El peso de su fuerza y la imposición.
Estados Unidos no está habituado a
negociar en igualdad de condiciones, no sabe, su
diplomacia no está preparada para ello. Su aparato de diplomacia siempre ha
podido negociar con un sable en la espalda de sus interlocutores. Y ese es el
mayor reto que tiene con Cuba ahora. ¿Podrá satisfacer ese reto? ¿Podrá la
diplomacia norteamericana sortear ese escollo histórico ahora con su vecino?
Al rememorar las negociaciones celebradas entre Cuba y Estados Unidos, tal y como aparecen reflejadas en nuestro reciente libro, se puede observar claramente, como la parte norteamericana, no respetaba la agenda previamente acordada, se resistía a negociar con la parte cubana en igualdad de condiciones, no respetaba la soberanía política de Cuba y exigía a esta lo que el propio Estados Unidos no se exigía asimismo. Siendo estas las causas de que, a pesar de que se arribo a algunos acuerdos, lo fundamental, que era restablecer las relaciones normales entre ambos países, resulto un verdadero fracaso. Creo que no debemos repetir esa historia, de la que hay suficientes antecedentes y experiencias recogidas, que nos podrían ayudar mucho ahora. De todos modos, han transcurrido exactamente 37 años y vivimos un periodo histórico en el que Estados Unidos no sería capaz de imponer su voluntad en las negociaciones ni aun utilizando la fuerza, la cual no creo este interesado en esgrimir ahora con Cuba, por lo que eso implicaría para su política en el hemisferio. Si desde el principio, Estados Unidos, pone de manifiesto su voluntad de negociar en igualdad de condiciones con Cuba y sobre la base del respeto a la soberanía e independencia política de esta, Cuba tendrá incomparablemente más oportunidades de satisfacer sus intereses, negociar sus diferencias con Estados Unidos y controlar el ritmo de cumplimiento de los acuerdos a que se llegue. Pues no se trata de que Estados Unidos pueda someter a la Isla a una avalancha de medidas, atiborrándola con el peso de su capacidad, sin dar oportunidad a Cuba de procesar el ritmo de las negociaciones; por lo que tendrá que respetar también las asimetrías que se pondrán de manifiesto, algo con lo que Estados Unidos tendrá que contar, para estar en condiciones de cosechar los resultados de las iniciativas que despliegue durante las negociaciones. Es decir, no se trata solo de que Estados Unidos acepte la igualdad de condiciones en las negociaciones, en términos superficiales, sino que acepte además que está negociando con un país al cual deberá también respetar sus capacidades y ritmos para responder a las negociaciones. Porque Cuba nunca podrá equilibrar de manera inmediata el ritmo y la capacidad con que Estados Unidos se puede mover sobre ella, sin tomar en consideración toda la asimetría que se pondrá de manifiesto en ese proceso. Luego la llamada igualdad de condiciones en las negociaciones lleva implícito también que Estados Unidos deberá adecuar su ritmo para igualarlo con el de Cuba y que esta ultima pueda responder al proceso de las negociaciones. No es que con ello Cuba este pidiendo clemencia a Estados Unidos, sino que es irreal tratar de otra forma el asunto, sin reconocer un fenómeno que es ineludible y del cual nadie tiene la culpa.
Esta
situación ya es posible observarla claramente, cuando vemos la rapidez con que Obama ha
reaccionado, desplegando de manera concreta las medidas que anuncio en su discurso
del 17 de diciembre. Sabemos que el Presidente quiere ganar tiempo y
avanzar rápidamente hacia una consolidación
de posiciones en su agenda con Cuba, que pueda evitar dar marcha atrás a
lo que se ha obtenido hasta ahora y se logre obtener en el futuro. Por supuesto,
que ese anuncio de Obama, ahora, deberá pasar primero por la mesa
negociaciones con Cuba, donde quedaran establecidos los acuerdos y tal vez hasta los
ritmos y tiempos con que Cuba podrá dar respuesta a tales acuerdos. No creo que
Obama esté interesado en utilizar el peso de Estados Unidos para, más que
negociar, aplastar a Cuba en las negociaciones. Pues se trataría de un absurdo
incomprensible. Obama tiene que aceptar, que es Él quien tendrá que esperar por
Cuba; en definitiva esta última ha espera 54 años por Estados Unidos y no
precisamente disfrutando. Si Obama no entendiera o no aceptara esa
realidad, todo se frustraría, porque
Cuba no
aceptaría nunca quedar sometida a lo que sería una verdadera trampa contra el
ejercicio de su soberanía, en las negociaciones que el presidente de los Estados
Unidos le ha propuesto.
Enero 18 del 2014.
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