Esteban
Morales Domínguez
El
discurso del Presidente de los Estados Unidos, no ha sido inesperado.
Por suerte, Trump es predecible.
Su
discurso fue coherente con la visión que tiene de lo que debe ser el
mundo. Un mundo para Estados Unidos, por encima de todo y de todos.
Muy
pocas veces es posible ver a un Jefe de estado ser tan cínicamente
coherente en lo que dice. Que diga tantas verdades a medias y una
colección de mentiras, sin inmutarse y en tan poco tiempo. El actual
presidente de Estados Unidos, es capaz de eso y de mucho más. Como
tirar paquetes de papel sanitario a las víctimas del
huracán María
que acabó con Puerto Rico.
Les
faltó el respeto a todos los presentes, considerándolos como
tontos. Menos a la embajadora de Estados Unidos en la ONU, que lo
miraba con admiración. Muchos miembros del Departamento de Estado,
sentirían no poca vergüenza ajena, al darse cuenta de que el
Presidente hacia el ridículo ante los cientos de espectadores, nada
menos que jefes de Estado y representantes de sus países, que
llenaban la sala de Naciones Unidas.
Al
decir, “En menos de dos años mi administración ha conseguido más
que cualquier otra en la historia del Pais””, las carcajadas
generalizadas fueron el
sonido predominante en la sala, aunque no deben haber faltado algunas
discretas trompetillas.
Pero
ese es Trump, por suerte, no está duplicado.
Es
larga la lista de mentiras, ofensas y medias verdades, que repitió
en esta ocasión.
-No
acepta, según dijo, el Acuerdo del Cambio Climático, de Paris,
porque tendría que contribuir con recursos monetarios para alejar un
mal en el que no cree y del cual parece pensar que podrá liberarse.
-No
acepta el Acuerdo Nuclear con Irán, que dice beneficia a este último
en más de un 40%. El resto de sus Aliados que lo aceptan son tontos.
-Ha
declarado una guerra comercial que parece no tener fin.
-Mantiene
las sanciones contra Corea del Norte, a pesar de lo que han avanzado
las dos coreas en sus relaciones pacíficas.
-No
acepta las reglas de la Organización Mundial de Comercio que según
él, no benefician en nada a Estados Unidos.
-No
acepta la Comisión Internacional de Derechos Humanos. Y no volverá
a ella, hasta que no la vea cambiar en la dirección de sus
intereses.
-No
acepta la Corte Penal Internacional.
-Presiona
para cambiar las reglas del tratado de libre comercio
con
México y Canadá.
-No
acepta ningún cambio de las reglas de Naciones Unidas y en
particular
de su Consejo de Seguridad.
-Se
retiró del Acuerdo Asia-Pacifico.
-Según
su versión, no está dispuesto a que le roben más el dinero a
Estados Unidos.
Para
Trump, estos organismos constituyen una burocracia internacional, que
quiere dirigir a Estados Unidos y según dijo, no quiere que le
dirijan el país desde afuera.
Todo
ello lo hizo amenazando con sancionar y cortar relaciones con todo
aquel país, que se niegue a seguirlo en su política, por lo que
solo los amigos de su política podrán contar con Estados Unidos.
Critica
a Alemania por caer en las manos de Rusia con el acuerdo firmado para
la construcción del gasoducto.
Agrede
fuertemente a China incrementando continuamente las sanciones en el
comercio.
Agrede
continuamente a Rusia incrementando las sanciones de todo tipo.
Presiona
sobre Cuba y Venezuela, amenazando a esta última con la agresión
militar.
Mantiene
la política de bloqueo contra Cuba, destinando millones de dólares
para la subversión interna. Ha reafirmado la Ley de Comercio con el
Enemigo de 1917, que ahora solo ha quedado vigente para Cuba.
Presiona
contra Cuba con regulaciones migratorias, usando como instrumento una
acusación de “ataques sónicos” que nadie ha podido demostrar.
Complica sobremanera las relaciones migratorias, con las cuales
afecta a todos los cubanos de cualquier lado.
Sigue
con la idea del muro y de votar de Estados Unidos a todos los
ilegales y también a los llamados Dreamers.
Tal
política exterior, sobre todo la exterior, cuenta internamente con
el apoyo de los peores sectores de extrema derecha dentro de la
política norteamericana, a los que se suma la exigua y ya fracasada
derecha cubano-americana liderada por el senador Marcos Rubio, quien
hace todo lo posible por frustrar cualquier intento de acercamiento a
Cuba.
Sin
embargo, los intentos por acercarse a Cuba cuentan con el apoyo de no
menos del 70% de la sociedad estadounidense y con esfuerzos
bipartidistas y empresariales, como ha sido el caso de los contactos
de Google con el gobierno cubano y de otros congresistas que adoptan
posiciones bipartidistas positivas sobre la política hacia Cuba.
Proceso que va acelerándose según se acercan las elecciones de
medio término, en noviembre del 2018.
Pero
Trump, quien está jugando a una agresiva política exterior, afronta
los retos políticos de un ambiente interno que no le beneficia y en
el que no puede acumular más problemas.
Supuestamente
para Trump, la economía norteamericana va bien. Sin embargo premios
nobel de economía como P. Krugman y Ztigliz, consideran que puede
haber sorpresas muy negativas según se agudiza la guerra comercial
sobre todo con China, que pronto hará sentir sus efectos negativos
dentro de la propia economía norteamericana. Las presiones sobre el
comercio interno, con la afectación a las ganancias y la inflación
se harán sentir.
China
y Rusia, parecen estar actuando de manera muy inteligente y Estados
Unidos no puede estar seguro que ganará la pulseada de las tarifas
arancelarias, pues el déficit comercial norteamericano no baja y
China parece resistir respondiendo con ataques similares.
En
el corto plazo, Trump se siente muy esperanzado con los resultados
económicos, proclamándolos como los mejores en largo tiempo.
Pero
la política de Trump tiene otra parte débil y complicada, sobre
todo porque los aliados no comparten su política económica, que
consideran como un peligro, no solo para los interesas de China y
Rusia, sino también contra sus propios intereses económicos. Se
trata entonces, de una guerra a la que Estados Unidos tiene que
responder solo y es que los aliados, no se están beneficiando de la
guerra comercial que Trump ha provocado. Todo lo contrario.
En
el aspecto político, Estados Unidos no cuenta ya con el apoyo de sus
aliados, en el proceso de abandono provocado por Trump que los aísla
del mundo.
Por
primera vez no existe coincidencia entre la política exterior
norteamericana y la de sus aliados, sobre quienes presiona para que
lo secunden sin lograrlo. Los aliados tienden a desmarcarse de una
política que no es conveniente a sus intereses, habiendo expresiones
claras, como por ejemplo la actitud con relación al acuerdo con
Irán.
Uno
de los más graves errores de Trump está, en provocar que sus
aliados no sigan ni defiendan sus políticas como si fueran propias,
como ocurría anteriormente. Por lo que en su interés de llevar a
Estados Unidos al primer lugar, lo que está consiguiendo es quedarse
solo.
En
su afán de mirar solo para sí, para Estados Unidos como potencia,
parece no percatarse de lo que significaron siempre los aliados en el
propósito de que ese país alcanzara el lugar predominante que logró
con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial y hasta principios de
los ochenta.
Ese
tipo de egoísmo exacerbado, lleva a Trump a la ruina y algunos que
siempre lo apoyaron en todo ahora se acercan a Rusia, China y otros,
lo que unos años atrás podía considerarse como algo no imaginable.
El acuerdo para un gasoducto entre Putin y Merkel es una señal que
Trump no acaba de descifrar.
En
su reciente discurso Trump en Naciones Unidas, ratifica las
preocupaciones que sus antiguos fieles aliados ya tienen sobre un
Estados Unidos no confiable a sus intereses, púes tal discurso es la
más completa confirmación de que su gobierno va contra el mundo
todo. Confirma qué Estados Unidos no tiene amigos, solo socios qué
lo son si comparten su política. El resto podrían llegar a ser
tratados, incluso como enemigos.
La
confirmación de la Doctrina Monroe, considerada ya hace tiempo como
obsoleta, que no quiere decir otra cosa que “América para Estados
Unidos”, pone en alerta no solo a las fuerzas revolucionarias en el
mundo, de modo particular en América Latina y el caribe, sino
incluso a muchos aliados que antes pensaron que podían compartir
intereses con Estados Unidos. Se puede casi concluir ahora, que con
Trump están frente a un Estados Unidos que quiere el mundo solo para
sí y no lo va a compartir con nadie.
Pero
no estamos ante una batalla fácil, pues son muchos dentro y fuera de
Estados Unidos, los que comparten esa política con Trump.
Una
política de ese tipo es compartida por el gran capital, que en sus
áreas geográficas o dentro de determinados países tampoco quieren
compartir el poder con nadie. Por lo que las reglas que Trump trata
de aplicar, también son de su conveniencia y de ellas podrán
beneficiarse solo las clases subalternas que, dentro de cada país,
les ayuden a cumplir las tareas de la subordinación.
Luego
Trump tiene muchos aliados, especialmente dentro de la sociedad
norteamericana, que no son pocos y a la vez son los más poderosos.
Por
ello las elecciones del próximo noviembre, serán una extraordinaria
prueba.
Si
el Partido Demócrata logra la mayoría en el congreso, ello puede
representar un peligro para Trump, porque su forma de gobernar y sus
“meteduras de pata” han sido tan grandes, que estará a un
centímetro del “juicio político”. De no ser así lo tendremos
dos años más, envalentonado con la “brillantez” de sus
políticas y más cerca de que tengamos que soportarlo cuatro años
más.
El sabe que tiene que jugar
fuerte y sin escrúpulos en estas elecciones, por lo que su discurso
en ONU no está separado de la confianza que tiene que imprimirles a
las fuerzas internas que deben apoyarlo en el próximo noviembre. Es
por eso que su discurso, fue también un discurso electoral.
Confiemos
entonces en que el extraordinario dinamismo de la política
norteamericana lo pueda sacar del poder.
Septiembre
25 del 2018.