Por Esteban Morales Domínguez
UNEAC
ALGUNOS ANTECEDENTES. -
Cuba era un país racista
antes de 1959, como herencia del régimen colonial esclavista
implantado por España hasta finales del siglo XIX. El racismo se
fortaleció bajo la intervención de Estados Unidos en la isla
durante los
años finales del siglo XIX y primeros del XX. Impulsado por los
gobiernos republicanos y dictatoriales que gobernaron al país.
La revolución que triunfa en
1959, heredó por lo tanto ese problema como uno de los más
complejos de la sociedad cubana y a pesar de la amplitud de la
política social que se ha llevado a cabo durante más de cincuenta
años, los negros y mestizos aún están en desventaja respecto
a
los blancos en muchos aspectos y persisten manifestaciones de
estereotipos, prejuicios, racismo y discriminación racial, en una
parte de la población cubana.
La sociedad cubana, con una
proporción importante de sus habitantes negros,
mestizos
y chinos,
estaba integrada hasta el año 1959, por un minoritario sector
económico poderoso, una exigua clase media y una gran masa de
trabajadores y campesinos pobres de todos los colores.
Los negros y mestizos
ocupaban
las peores posiciones en la sociedad, con posterioridad los chinos;
eran los de menor acceso a la riqueza y los de más bajo nivel de
vida. Los negros en particular, integraban la masa de los más
pobres, desatendidos y más discriminados socialmente y por el
color de la piel.
Hasta
mediados de los años ochenta del siglo pasado, el problema racial
fue casi siempre abordado bajo el temor de provocar una división
social, eludiendo el análisis de sus componentes, lo que no ha
permitido resolver el racismo existente y fortalecer
consecuentemente, la identidad cultural y nacional.
Por
estas y otras razones históricas, se encuentran hoy personas en
Cuba, que no desean escuchar y hablar sobre el tema. Históricamente,
raza y unidad de todos los cubanos, han formado una dinámica muy
negativa, que ha retrasado el tratamiento del racismo, como un asunto
que la sociedad debe solucionar; diríase, por miedo a que ello
afecte la unidad de todos los cubanos, ante las necesidades de
supervivencia de la nación. En medio de todas las encrucijadas que
esta ha tenido que atravesar por las agresiones de
los
Estados
Unidos, que ha debido sufrir.
Ya en marzo de 1959, Fidel
Castro abordaba el problema del racismo, calificándolo como una
lacra a extirpar del cuerpo de la sociedad cubana. Sus varios
discursos de marzo de 1959, ya reclamaban justicia para los negros y
mestizos, sobre todo en el plano laboral, pero también en el social
y cultural. Sus planteamientos provocaron preocupaciones en algunos y
alegrías en otros. Para los negros y mestizos representaron la
esperanza de que el asunto comenzaría a solucionarse, pero para no
pocos casos, fue uno de los motivos para abandonar el país,
previendo el proceso de radicalización racial de la revolución.
Ello evidenció la sensibilidad de un problema, para el cual al
parecer, una buena parte de la sociedad cubana de entonces, no estaba
aún preparada para lograr asimilarlo.
No obstante, partir de esas
declaraciones se comenzó a producir un cambio político sustancial,
para la población pobre de Cuba y dentro de ella, para los negros y
mestizos. Se crearon oportunidades de todo tipo nunca antes conocidas
por ese sector de la sociedad: trabajo, educación y salud gratuitos;
un amplio sistema de seguridad social y mejora de las condiciones
materiales de vida. Por primera vez de modo masivo, los negros
aparecieron en todos los sectores laborales y pudieron entrar
masivamente a las universidades y demás centros de estudio. Algunos
desempeñaron cargos estatales y pudieron participar en general en la
vida social, económica, política y cultural del país como nunca
antes masivamente había tenido lugar.
A pesar de desarrollar una
política social de altísimo contenido humanista, existían
problemas que limitaban el aprovechamiento de las oportunidades que
la revolución abría a los negros y mestizos: la pobreza también
había sido masivamente blanca, pero la riqueza nunca había sido
negra y los puntos de partida históricos de blancos,
negros y mestizos eran muy diferentes, lo que ponía, no pocas veces,
a ese grupo en desventaja para
aprovechar las
oportunidades que la política social brindaba.
El color de la piel por
tanto, continuaba operando como una sólida variable de
diferenciación social, que
con
independencia de la existencia o no del racismo, agravaba en última
instancia, la situación de negros y mestizos. Esas diferencias
raciales no se tomaron en cuenta al elaborar la política social. De
manera voluntarista se declaró en 1962, que el problema racial
estaba resuelto y junto al ambiente social que comenzó a prevalecer,
la política social igualitaria y las múltiples oportunidades para
todos, produjeron una mejoría considerable de los niveles de vida,
también para negros y mestizos. En medio de esta situación las
organizaciones en las que se agrupaban los negros y mestizos,
comenzaron a desaparecer. A partir de considerar que no eran
necesarias, ya que el nuevo estado y la dirección gubernamental
revolucionaria, habían tomado en sus manos la defensa de los
intereses que ellas defendían. Al pasar de los años se discute si
fue correcto que los negros y mestizos decidieran o aceptaran
disolver esas organizaciones y pusieran en manos del gobierno la
lucha por lograr el lugar que les correspondía dentro de la sociedad
cubana.
Se vivió un largo periodo,
dentro del cual, dejó de percibirse por muchos, la cuestión racial
como un problema que frenara el desarrollo social de los negros y
mestizos, como había ocurrido anteriormente. A tal ambiente
contribuyó la creación de organizaciones sociales, políticas y de
masas, en cuyos estatutos no se incluían limitaciones por motivos de
color de la piel ni de otro tipo.
La declaración de Fidel
Castro en el discurso de clausura del Primer Congreso del Partido
Comunista de Cuba en 1975, en que se proclamó a Cuba como un país
afro latinoamericano, la colaboración médica en África, la
participación de Cuba en la Guerra de liberación en Angola y otros
países Africanos, la creación de escuelas para niños africanos en
la Isla de la Juventud, conjuntamente con las campañas en relación
con la igualdad social y la gran solidaridad desplegada por Cuba,
también contribuyeron a un ambiente, en que la cuestión racial se
vio como un asunto en proceso de superación. Juntos los cubanos, con
independencia de su color y procedencia social, compartían las
tareas revolucionarias; comenzaban asistiendo juntos a los círculos
infantiles, a la escuela, a la universidad, a la preparación militar
y juntos compartieron la lucha contra los ataques terroristas y
militares y paramilitares provenientes de Estados Unidos. Lo cual
contribuyó no poco a la cohesión de todos los cubanos, con
independencia del color de la piel, en defensa de la revolución
múltiplemente atacada.
Todo ello tendía a generar
una nueva cultura de colectividad y solidaridad, lo que
contribuyó
a dar credibilidad al discurso oficial de que en Cuba no había
problemas raciales, lo cual no quiere decir que ello fuese totalmente
aceptado. Una parte exigua de la intelectualidad negra, alertaba
sobre el hecho de que el problema racial no había desaparecido, que
se continuaba viviendo dentro de una hegemonía blanca, que el
concepto de cultura que se estaba defendiendo no correspondía aun a
lo que los negros y mestizos debían lograr, pero el ambiente
político prevaleciente, no compartía esas preocupaciones, ni
contribuían a su discusión dentro de la sociedad cubana. Más bien
atacaban de que eso ocurriera.
Muchos ciudadanos, en
particular negros y mestizos, estaban conscientes de que todos los
problemas no estaban resueltos; sin embargo, el nivel alcanzado en la
vida económica, social y política, hasta la primera mitad de los
años ochenta, dibujaban un claro y esperanzador escenario en el que
Cuba se aproximaba a un nivel óptimo de soluciones en todos los
planos de la vida interna. Incluido el de la cuestión racial.
Es decir, el triunfo de la
Revolución en 1959, trajo a parejado también un fuerte proceso de
rescate de la identidad nacional y cultural del país. Que lo
hicieron avanzar hasta un nivel que le permiten hoy enfrentar la
solución de los retos históricos de su identidad caribeña y
latinoamericana.
CUBA Y LAS NACIONES DEL
CARIBE.
Las naciones del Caribe, a
pesar de la voluntad expresa de integrarse, presentan un conjunto de
retos, que van desde los problemas de la falta de complementariedad
de sus economías, las dificultades de transportación, un turismo
que las empuja más hacia la competencia que, a la cooperación,
idiomas diferentes, las conexiones con sus antiguas metrópolis,
control de sus economías por parte de Estados Unidos y otras
potencias imperiales, entre otros.
España durante el siglo XVI
dominaba el Caribe Insular,
pero
después lo fue perdiendo, hasta que le quedaron solo Cuba y Puerto
Rico. Estas últimas islas las mantuvo hasta finales del siglo XIX,
cuando ya Estados Unidos, nación imperial emergente, comenzó a
disputárselas definitivamente. Un continuo batallar entre las
intenciones de Estados Unidos por tener a Cuba, las ansias inglesas
por poseerla y las intenciones de España por mantenerla,
caracterizaron todo el siglo VXIII y XIX. Aunque la partida no fue
decidida hasta finales del siglo (1898), en que Estados Unidos,
valiéndose de los más sutiles ardides, se inmiscuyó en la Guerra
de Independencia y se apropió de ellas, comenzando la aplicación
del modelo neocolonial que le había prediseñado.
Estados Unidos había
formulado
una
política respecto a Cuba
entre 1805 y 1823, su teoría del “destino manifiesto” y la
Política
de la Fruta Madura” anticipaban lo que ocurriría cuando la isla
se independizara de España. Pero los
Estados
Unidos no estaban dispuestos a esperar tanto, por lo que en no menos
de siete ocasiones, trató de comprar la
lsla
a España, u obtener la autonomía para ella. La tozudez española lo
impidió, aunque Estados Unidos continuó con su plan,
de apoderarse de Cuba
arrebatándosela
a España. Pero entonces no estaba en condiciones de hacerlo, pues
ella misma venia consolidándose como nación, cosa que no logró
hasta finales del siglo XVIII.
Cuba estaba muy cerca
geográficamente del nuevo imperio americano emergente y muy lejos de
España e Inglaterra; pero el primero no disponía de flota marítima
para lanzarse a la aventura de apoderarse de Cuba, por lo que,
asediado también en su empeño, por Inglaterra, prefirió
continuar preparando las condiciones.
Hacia 1826, Simón Bolívar
hizo sus intentos de enrolar a Cuba en los procesos independentistas
latinoamericanos, pero la
entonces
“fiel y reformista Isla de Cuba” no estaba preparada para ello.
Estados Unidos también se había preparado provisoriamente, dotando
a su llamada “Doctrina de la Fruta Madura” con un corolario que
la complementaba: “mientras Cuba no fuera de Estados Unidos, no
podía ser de mas nadie”. Razón por la cual, ante la acción
bolivariana, Estados Unidos declaró, alto y fuerte, “que lo que
ocurriera en Cuba era como si estuviese ocurriendo en la boca del
Mississippi”. No olvidemos que en el pensamiento geopolítico
dominante de la época, la Isla de Cuba aparecía como el resultado
de la sedimentación de las arenas del Mississippi en el Golfo de
México.
En realidad, Cuba era parte
del Caribe, objetivamente del cual formaba, pero su destino como
nación y la formación de su identidad, quedaron fuertemente
enmarcados dentro de la potencia colonial española, que deseaba
mantenerla eternamente, las fuertes apetencias imperiales de Estados
Unidos y las ansias de Inglaterra, que ya había logrado ocupar parte
de La Habana entre 1762 y 1763.
En la historia de Cuba, para
esta época, el Caribe solo aparecía en términos de las cosas que
compartía con Cuba, histórica y geográficamente: el sistema
colonial, la plantación, la trata negrera, la esclavitud, la masiva
procedencia de África de su población y ciertos contactos, que la
industria azucarera le hacían compartir con el Caribe Insular más
cercano. Que no son pocas cosas, porque constituyen una plataforma
histórica de identidad común importante. Sin embargo,
políticamente, Cuba quedaba totalmente atada a los designios de las
dos potencias imperiales que la dominaban: España y Estados
Unidos. Y el Caribe resultaba desmembrado al separarse de España.
Pero a partir de que en la
cultura y la identidad nacional cubana comenzaron a perfilarse, hacia
mediados del siglo XIX, todos los rasgos caribeños, estos quedaron
subsumidos dentro de un triángulo de fuerzas formado por la
identidad “blanca” española y la fuerte penetración
norteamericana; sobre todo después de la intervención entre
1898-1902, “aplastándose” el aporte de la población de origen
africano y con ello, la participación del Caribe en la formación de
la identidad cubana. A este grupo poblacional, prácticamente no les
tocó nada en la distribución del poder,
que
Estados Unidos lideró entre finales del siglo XIX y principios del
XX en Cuba.
Estados Unidos había
comenzado a penetrar en la vida cubana mucho antes de que esta última
quedara liberada de la tutela política española. Hacia mediados
del siglo XIX ya la economía cubana era controlada por Estados
Unidos de un modo que había convertido a la Isla en su neo colonia.
Faltaban nada más que forjar con éxito las presiones políticas,
que harían saltar definitivamente a Cuba a las manos de Estados
Unidos. Esto ocurrió entre 1898 y 1902.Consolidandose poco después.
Es por ello que la identidad
caribeña cubana resultaba sumamente compleja. Algo así como el
componente que no terminaba de emerger, cuajar, porque las dos
identidades más poderosas, la española y la norteamericana, la
mantuvieron siempre aplastada. Fenómeno
del cual la identidad cubana también tenía que ser rescatada. Pues
ambos componentes (negros) de la identidad cubana, resultaron
víctimas del mismo proceso.
En resumen, son varios y
bastante complejos los procesos que tenían que producirse para
que la identidad caribeña acabase de afianzarse, cuajando como
componente de la identidad cubana.
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Entre el régimen colonial esclavista español y la intervención norteamericana, que no comenzó en 1898, sino mucho antes, dotaron a Cuba de una identidad donde el Caribe aparece solo en el trasfondo negro de la identidad cubana. Dotando a la Isla de una identidad, donde entonces lo caribeño tiende a aparecer subsumido, aplastado y por mucho tiempo, siempre discriminado.
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El propio cubano, en particular los negros, consideraron siempre al negro antillano como un individuo de segunda categoría. Una negra o mestiza cubana raramente formaba familia con un negro haitiano o jamaicano; mucho menos una blanca cubana, que apenas lo hacía con un negro cubano. Un blanco cubano no se casaba con una caribeña; en casos raros, lo hacía con una negra cubana. Aunque el caribeño fue paulatinamente asimilado y asimilándose como cubano, se mantuvo algún tiempo cierta segmentación. Que no era más que parte de la propia segmentación de los negros y mestizos en Cuba, pero que afectaba de manera especial al llamado antillano.
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Los gobiernos cubanos neocoloniales discriminaban al antillano, ofreciéndoles cierta oportunidad solo por la importancia que tenían como brazos para la industria azucarera. Prácticamente durante los primeros 30 años de la república, los obligaban a regresar a sus países de origen, una vez concluidas las labores de la zafra azucarera.
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Los negros antillanos, en particular, soportaron siempre las más brutales condiciones de explotación, los peores empleos y salarios, circunstancias de vida, prácticamente equiparables a condiciones de esclavitud. Con ellos las condiciones del trabajo esclavo, prácticamente se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX. Perfectamente visibles en las provincias de Camagüey y Oriente. También en Matanzas. Aunque en fuerte proceso de superación, con posterioridad a 1959, por la obra cultural de la revolución cubana. Qué los equiparo a todos.
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En términos de identidad caribeña, creo que Cuba es el país caribeño que debe luchar aún. Del mismo modo en que resulta el país negado como latinoamericano. Lo cual fue el resultado de toda una obra colonizadora, para mantenernos aislados y separados del resto del continente. Tratándose no de un simple asunto geográfico, sino político, económico y cultural. Que la colonización se encargó de profundizar y trato siempre de mantener, a Cuba como aislada.
Eso obedece a que el
componente indígena en Cuba, no sobrevivió masivamente, España
mantuvo la esclavitud del negro mas allá de lo concebible y la
prolongada intervención norteamericana aplastó la formación de una
identidad que quedara integrada de manera equilibrada por todos
sus componentes, caribeños y latinoamericanos, en igualdad de
condiciones.
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Lo que existe en Cuba, en especial después del triunfo de la revolución de 1959, es la voluntad política y cultural de ser latinoamericanos y de ser caribeños. Tales identidades tienen que continuar siendo aún forjadas, pues la realidad histórica de la colonización y la intervención norteamericana la agreden continuamente.
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La conciencia que tiene hoy el cubano de ser caribeño, funciona como una cierta conciencia, pero que pocas veces, se identifica directamente con costumbres, realidades, sentimientos, o con expresiones concretas. Sino más bien con una voluntad de serlo. Porque se intuye que lo somos, pero sin mucha capacidad de señalar hacia cosas que nos lo concreten definitivamente. Más allá de la solidaridad compartida. Fortaleciendo, en cierta medida, para el caso de ciertos elementos culturales, la música, las religiones y una cultura compartida por la procedencia africana y la ya lejana sufrida colonización, que la política exterior norteamericana pretende mantener continuamente.
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En medio de esa situación, el tratamiento dado, durante muchos años, a la cuestión racial, que llega hasta nuestros días, ha perjudicado mucho la conciencia de ser caribeños. Aun la definición de nuestra propia identidad racial, se debate en medio del racismo y la discriminación racial todavía existente. El negro fue siempre y ha sido el ingrediente de nuestra identidad nacional, precisamente más negado y excluido.
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Uno de los máximos y más destacados esfuerzos, durante los años de revolución, por el rescate de nuestra identidad caribeña, se ha realizado en Santiago de Cuba, que, si cuenta con un Centro de Estudios del Caribe, una revista y un festival anual. Pero no resulta suficiente, pues no se trata de algo que abarca a todo el país. Bajo la cobertura de reconocer que Santiago es la ciudad más caribeña de Cuba, por su cercanía al Caribe Insular.
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Existe también El Centro de Estudios del Caribe en Casa de La Américas. Con una destacada labor en el ámbito latinoamericano y caribeño. Dirigido hasta hace poco por la Dra. Yolanda Wood.
Otro esfuerzo importante es el
de Rigoberto López, (Lamentablemente ya fallecido) con su Muestra de
Cine del Caribe y africano, junto a los eventos que cada cierto
tiempo desarrollaba
de carácter cinematográfico,
así como la conexión África-Caribe.
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Se han producido pocos libros sobre el Caribe, algunos artículos y los eventos científicos sobre el tema escasean. En los Festivales nacionales de Ballet y de Cine, salvo por la presencia de Cuba, El Caribe apenas aparece. Los festivales de música caribeña son pocos. La música caribeña y cierta música procedente del Caribe continental, y de algunas Islas, apenas se escucha, o comercializa en Cuba. Solo recientemente se hacen esfuerzos al respecto. Qué cobran una expresión marcada en la televisión. Especialmente en el Canal Clave.
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La cultura del Caribe en Cuba ya es bastante. Solo recientemente Africa ha comenzado culturalmente a aparecer en la televisión. O sea, desconocida y no es ampliamente promovida. De qué modo se puede generar la actitud hacia el Caribe que se necesita para fortalecer integrarnos, si el Caribe apenas se conoce en Cuba. Salvo por las conferencias y eventos políticos que se celebran. Existiendo solo una conciencia aun elemental, no suficiente alimentada, de que Cuba es una Isla del Caribe. Aunque lo es en toda su extensión y magnitud cultural. Pero viéndonos obligados a fortalecerla.
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Solo Puerto Rico es identificado por el cubano común, de manera elemental como parte del Caribe. Y en alguna medida la República Dominican, Jamaica, Haití, países que, por razones más bien históricas y de cercanía geográfica, han tenido un gran vínculo con Cuba. Algunos años atrás, comenzó un fuerte vínculo político con el Caribe Anglófono.
Pero ese rosario de Islas que
forman El Caribe Oriental, apenas es suficientemente conocido en
Cuba.
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Milagros Martínez en La Universidad de La Habana lidera, junto al profesor Antonio Romero, un Grupo de Estudios del Caribe, pero este tampoco logra abarcar todas las necesidades del tema. Ni hasta hace poco, parecía contar con todo el apoyo institucional necesario. Pues nunca ha podido cuajar en un Centro Académico de Estudios, que de coherencia a los esfuerzos que se hacen ya hace tiempo. Cayendo el tema caribeño en el mismo nivel de desatención que sufren los estudios raciales en la propia Universidad de La Habana y hasta hace poco tiempo, en la Educación Superior en general.
Tratándose de temáticas que
ambas entroncan con la cuestión afrodescendiente y la identidad
cubana. Otros temas, como los estudios europeos, asiáticos,
latinoamericanos, incluso africanos, han tenido mejor suerte dentro
de nuestra política científica nacional.
Desde hace algunos años, se
observa, que comienza una labor más integral alrededor del caribe y
de las relaciones de Cuba con el mismo. Muy impulsada por las
relaciones políticas y económicas
y
por las múltiples conferencias y contactos que se desarrollan. No
obstante, culturalmente hablando, existen deudas aún.
En realidad, no estamos
haciendo nada extraordinario, o que simplemente no debamos hacer, si
trabajamos por fortalecer nuestra identidad caribeña, por rescatar
lo que nos une al Caribe, porque se trata de un componente de nuestra
propia identidad que no está concluido, ni suficientemente
reconocido de manera masiva por nuestro pueblo.
Hace falta realizar esfuerzos
mayores, más reconocidos por el gobierno cubano y más
institucionales, para que el Caribe ocupe en Cuba el lugar que le
corresponde. Defender nuestra identidad caribeña es acercarnos más
al vértice histórico que mas inmediatamente nos vincula con África,
con la población afrodescendiente dispersa por el mundo, con la
población negra y mestiza cubana, sobre todo, si entendemos los
continuos intentos coloniales, ya históricos, tanto de España como
de Estados Unidos, por desafricanizarnos y por blanquearnos.
Entonces, fortalecer ese espíritu dentro del cuerpo de la nación,
es defender el componente de nuestra identidad que nos peculiariza y
que nos hace fuertes para compartir, en igualdad de condiciones, en
particular, con la hispanidad, que siempre fue hegemónica y que aún
trata de batirse por serlo. De lo contrario podemos continuar siendo
la Cuba a que nos empujaron durante siglos: una cuba supuestamente
blanca. Por ser española. Vaya tamaña mentira e hipocresía.
En los marcos del Caribe hay
que defender su unidad dentro de la diversidad. Tratándolo como uno
y diverso al mismo tiempo, que es donde radica su fortaleza como
región política, económica y cultural del mundo. Lo contrario
sería permitir su balcanización, ofreciendo la oportunidad de que
las potencias imperiales, apoyándose en las diferencias que
presentan, lo dividan, evitando que se logre la verdadera
integración, que solo será real y factible si se logra respetando
la diversidad caribeña como algo endógeno y no como un obstáculo a
la propia integración. La región de conjunto posee todos los
recursos naturales, de biodiversidad humanos y culturales, para
constituirse en una región, que, junto con América Latina, devenga
en una potencia mundial.
No hay otro modo de
presentarnos ante el mundo, o ante cualquier parte del, que como la
Cuba que lucha aun por fortalecer su verdadera identidad. No se puede
decir que la hayamos ganado aun totalmente, pero el solo hecho de
reclamarla todos los días, en todos los lugares y de todas las
formas posibles, ya nos convierte en lo que verdaderamente debemos
ser: cubanos completos. Mezcla de españoles, africanos, caribeños y
asiáticos.
Por eso, en Cuba luchar contra
los prejuicios raciales, la discriminación y el racismo, es luchar
también por nuestra integridad caribeña, sin la cual la victoria
definitiva sobre el racismo y la discriminación es inconcebible.
Ahora que Cuba está en la
CELAC hay que tratar de aunar todos los esfuerzos internos para dotar
a los estudios caribeños, de una plataforma académico-científica;
que permita un avance mayor en el orden del conocimiento del Caribe.
Los acercamientos e intercambios culturales deben proliferar; fundar
un Centro de Estudios del Caribe en La Universidad de La Habana,
cátedras caribeñas en las otras, que, en coordinación con el
existente en Santiago de Cuba, y el de La casa de las Américas,
produzca libros, promueva más el conocimiento de los países que
integran el Caribe. Que promueva la íntegramente la cultura
caribeña.
Si de verdad queremos hacer un
buen trabajo, no se trata simplemente de cuatro cubanos o caribeños
brillantes, haciendo magníficos informes en la CELAC y otras
organizaciones, sino de mucha gente capaces, que las tenemos,
generando una amplia producción intelectual y cultural que apoye una
política sistemática sobre el tema caribeño y su integración.
Pues no se trata de simplemente de generar políticas, por muy
brillantes que estas puedan resultar, porque las políticas,
finalmente, se agotan en su propia ejecución, sino de construir una
buena plataforma científica y cultural, para generarlas continua e
incansablemente.
La Habana, febrero 25 del
2013.