Esteban Morales Domínguez
UNEAC
El
45 presidente de los Estados Unidos, presenta peculiaridades que lo
distinguen de todos los anteriores.
Algo
que lo caracteriza es que, desde la Guerra de Secesión, el país
nunca se había desenvuelto en un
contexto de tantas divisiones. Hoy la nación norteamericana ha
resultado tan dividida y enfrentada como no lo había
sido nunca.
Haber
elegido a Trump como presidente, para no pocos parecía haber sido
una locura. Pero no es así. La elección de un individuo como Trump,
se corresponde con la dinámica actual propia de la sociedad
norteamericana y Trump no es ningún loco, aunque lo parezca.
En
realidad, la elección de Donald Trump, ha representado el
enfrentamiento entre dos elites de poder; ambas imperialistas. pero
una de ellas, representada por Barack Obama, Hilary Clinton y otros
que lo acompañaron, parecía más dispuesta a mirar a Estados Unidos
en un contexto internacional vinculado al mundo, con un criterio más
transnacional, en el contexto de la globalización. En la misma
Estados Unidos, se veía más como parte del mundo e interdependiente
con el mismo.
Por
su parte Trump, mira hacia el mundo pero solo desde el ombligo de
Estados Unidos, creyéndose en la posibilidad y obligación de
hacerlo totalmente dependiente y siempre conectado a los intereses
norteamericanos. Aun y cuando ello pueda representar las molestias y
desconexiones, que lo están acompañando en su política exterior.
Con una diplomacia, que no puede ser considerada sino como
desastrosa, que a veces siquiera apela al lenguaje diplomático y ni
siquiera al buen trato con sus interlocutores. En Cuba, seria lo que
llamamos un verdadero “pesado”. Personalidad que tiende a no caer
bien a nadie.
No
es difícil imaginar la doctrina que trata de construir y la que la
mayoría de sus aliados más fieles de siempre, le están
cuestionando, una doctrina realmente extemporánea.
Desde
su primer discurso presidencial, Trump se encargó de proclamar una
“América como única”. “Una América para los americanos”,
aunque esta proclamación, en el transcurso de su mandato, ha
devenido en la mentira más demagógica expresada por parte de un
presidente norteamericano. ¿De qué modo Trump va a poder considerar
América como única, mirando solo para parte de ella y
desconectándose del cúmulo de intereses que siempre Estados Unidos
se vio obligado a compartir tanto con sectores sociales internos,
como con los aliados internacionales?
Si
deseamos tener una comprensión lo más completa posible de sus
dificultades en política exterior, las encontraremos en la raíz de
la propia doctrina que pretende llevar adelante. De aquí que lo
primero que hace el Presidente es imponer sus visiones, algunas
referidas en su discurso reciente en Naciones Unidas, que provocó
burlas y hasta risas, discretas y no discretas; creyendo que con ello
estaban rindiéndole halagos y que estaba resultando gracioso al
auditorio.
No
es difícil apreciar su autosuficiencia y prepotencia, cuando se
analizan algunas de sus afirmaciones. Trump ha tratado de presentar
los momentos de su administración como los mejores de en vida de
Estados Unidos. En términos de varios asuntos que no logra ni podrá
demostrar fehacientemente.
Tales
como:
-Considerar
que está construyendo un Estados Unidos fuerte y seguro.
-Es
el mejor momento para vivir el sueño americano, que está
convirtiéndose más bien, en una pesadilla.
-Invitando
a solucionar el caso de los rearmes a cambio del muro. Un capricho,
que el presidente repite hasta el cansancio.
-Es
el mejor momento para dejar a un lado las diferencias y lograr la
unidad. Cuando nunca la división partidista y social ha sido tan
ácida.
-Dice
querer cumplir las promesas con el pueblo que lo eligió, pero con
propuestas que, en la práctica dividen al Congreso y que son
rechazadas por la mayoría de la gente.
-Insistiendo
en demostrar que restaura los lazos de confianza entre gobierno y
ciudadanos, pero echando a un lado el que las encuestas muestran todo
lo contrario. Porque la inestabilidad, los continuos cambios en los
cargos y los enfrentamientos dentro del propio aparato gubernamental,
hieren profundamente la confianza del ciudadano.
Además,
se congratula de que la economía va bien y que es el resultado de
haber cumplido con sus promesas de hacer los recortes más grandes y
la reforma de impuesto más poderosa de la historia de Estados
Unidos. No obstante, economistas de altísimo prestigio, premios
nobeles como Krugman, Ztigliz y otros, no confían para nada en la
fortaleza de la economía norteamericana y consideran que se trata de
un globo a punto de comenzar a desinflarse.
Un
ejemplo de cómo Trump toma decisiones clave. Lo tenemos cunando en
noviembre de 2018, criticó la política de la Reserva Federal
estadounidense de continuar subiendo la tasa de interés –“un
problema mucho mayor que China”– porque ello podría provocar una
desaceleración económica y la caída en la bolsa de valores,
perjudicando sus negocios. “No estoy contento con la FED
–dijo–. Están cometiendo un error porque yo tengo agallas que me
dicen mucho más de lo que cualquier cerebro pudiera contarme”.
Históricamente, la FED
ha empleado a los mejores economistas del país, pero las tripas de
Trump son más sabias.” (Ob. Mesa Lago)
Trump
se congratula también de haber eliminado en su primer año, más
regulaciones que en toda la historia del país. Adjudicándose
además, haber revertido décadas de acuerdos de comercio injustos,
que están sacrificando al país.
Trump
no solo insiste en llevar bien todo internamente, además se auto
considera el campeón de la política exterior, particularmente en la
lucha contra el terrorismo en que, se considera el máximo ganador de
todas las contiendas. En periodos de bienestar económico, la elite
dominante de entonces, nunca habría considerado que romper con el
NAFTA(TLC), apartarse del Asia- Pacifico y declarar la Guerra a la
OMC, tal como ha declarado Trump, habría sido positivos para Estados
Unidos.
No
obstante, todo ello está dentro de la misma lógica trumpiana, de
que romper compromisos de todo tipo, como lo ha hecho con el INF, no
aceptar el convenio del medio ambiente y negarse a seguir dentro del
acuerdo nuclear con Irán, benefician a Estados Unidos y se ahorra
dinero. Actúa solo y cambia las reglas del juego a su manera,
incluido el convertir a la OTAN en otra cosa.
Su
insistencia en la construcción del muro fronterizo en la frontera
con México, que considera un asunto de seguridad nacional, ha
llevado al gobierno a un verdadero caos en su funcionamiento. No le
basta con ello, dice que reconstruye la fuerza y la confianza interna
en el país y también estar restaurando la fuerza externa y la
posición de Estados Unidos en el exterior. En realidad ese país,
nunca había puesto de manifiesto tantas debilidades en el manejo de
los asuntos internacionales y de su política exterior.
Para
Trump, esas fuerzas contra las cuales combate externamente están
representadas por:
-Grupos
terroristas. Por lo que
firmó una orden para mantener abierto el centro de detenciones de
Guantánamo.
-China.
Con la que ha emprendido una guerra comercial que está teniendo
consecuencias negativas para la economía norteamericana y otras
economías aliadas.
-Rusia.
Por lo que insiste en liquidar el tratado de no proliferación
nuclear de alcance medio y
corto (TNPN) en lo que sus aliados europeos no lo siguen, por
el riesgo
para la
seguridad que supone.
-Corea
del Norte. Para la que pidió ampliar las sanciones y modernizar el
arsenal nuclear de Estados Unidos. Esta confrontación tiene idas y
venidas hasta la reunión de Vite Noam, que acabo abruptamente y sin
acuerdo. Trump esperaba que Corea estuviese dispuesta a desarmarse a
cambio de nada, siquiera el final de las sanciones.
-
Países
que votaron en contra
de su
decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel,
quejándose
de que estos mismos, reciben de Washington ayuda militar, por lo que
solicitó al Congreso represalias financieras contra ellos y el
uso del dinero solo para
aquellos que cumplan sus
órdenes en política exterior.
-Irán,
Contra el que la emprendió con nuevas sanciones y amenazas, después
de retirarse del acuerdo que se había alcanzado. En lo que los
aliados miembros tampoco lo siguen. Porque su propia experiencia con
Irán fue nefasta para Estados Unidos.
-
Venezuela y Cuba, contra los
cuales ha decidido continuar las sanciones. Llegando al extremo de
que se habla incluso, de una posible invasión al territorio
venezolano.
-Para
el caso de Cuba, recientemente ha puesto en ejecución el Titulo III
de la Ley Helms-Burton, en lo que sus aliados de la Unión Europea no
están dispuestos a seguirlo y prepara represalias si las medidas
contra la UE amenazan sus inversiones en cuba.
Desde
1996, en que Clinton firmo la ley, ninguna administración
norteamericana se había atrevido a poner en ejecución el título
III, porque existía la conciencia de que tal medida pondrá en
dificultades la economía norteamericana. El expresidente de España
Aznar, había comulgado con la política norteamarenicana contra
Cuba, pero la llamada Posición Común ya se fue a bolinas y Estados
Unidos ya no cuenta con la fuerza que antes tuvo para presionar sobre
Cuba. La eliminación de la posición común y las victorias de la
Isla en la ONU con a la actitud universal asumida contra el Bloqueo,
no dan ventajas a estados Unidos para presionar a Cuba como antes lo
pudo hacer.
Como
expresa el Dr. Mesa Lago en su reciente artículo: “existen
elementos cardinales para entender la política exterior de Donald
Trump: su egocentrismo, la expansión de sus negocios y el cultivo de
su base política para satisfacer a los otros dos elementos y
mantenerse en el poder”. Trump quiere el mundo para Estados Unidos
y los que ya casi son sus ex aliados europeos, pueden propinarle un
buen golpe en su atrevimiento de poner en ejecución el título III.
No
obstante Trump, pudiera comportarse de modo más inteligente en
política exterior, no atacar tantos frentes al mismo tiempo, ni
hacerlo de manera tan prepotente y con una diplomacia casi
inexistente. Pero su afán de inclinar a su favor radicalmente, el
equilibrio de las dos elites que se enfrentan, lo han llevado por un
camino, en el que lejos de adelantar en sus propósitos estos se les
ponen cada día más lejos.
Dos
elites enfrentadas, una de ellas partidaria de la globalización y la
otra dispuesta a que Estados Unidos sea solo para sí, en que ese
país sea dueño del mundo y solo para los estadounidenses. Esto sin
dudas, se trata de algo con lo que chocan continuamente los siempre
aliados de estados Unidos en Europa y no pocos en el resto del mundo.
Así
sacrifica Trump, lo que Estados Unidos fue al concluir la Segunda
Guerra Mundial. Trump en particular, si percatarse de ello, va
dejando de ser el centro de la política mundial. De hecho, ya no lo
es y son muchos los cuestionamientos a que está sometido con un
presidente, que posiblemente sea el presidente que menos preparado
haya estado para responder de manera inteligente a los requerimientos
de la política internacional actual.
El
problema se ha acentuado en cuanto a los inmigrantes, porque se trata
del poder solo y únicamente para los WASP, lo que hace que la
política exterior de Trump, presente un componente externo, que se
expresa con la misma virulencia en el orden interno. Agudizando
continuamente las contradicciones con los inmigrantes, que son los
sectores medios y más bajos de la sociedad norteamericana.
Los
grupos de odio se han disparado en Estados Unidos durante el mandato
de
Trump. El número de grupos radicales que operan en Estados Unidos
alcanzó un
récord
al situarse en 1 020 en el 2018, lo que supone el cuarto año
consecutivo
de un incremento que coincide con la irrupción del actual Presidente
Donald Trump en política, dijo este miércoles la organización
Southern Poverty La Center (SPLC).
Dentro
del tal entorno de la sociedad estadounidense, apenas queda un área
del mundo en la que Trump no se esté viendo obligado a enfrentar
dificultades. Como si se tratara de un Trump contra el mundo y
paradójicamente, contra el propio Estados Unidos, todo a pesar de
que gasta 10 veces más en defensa y no existe ni un solo enemigo o
combinación de ellos, que amenace a Estados Unidos.
Ya
desde el 11 de septiembre del 2011, el Congreso había adoptado, de
manera precipitada, la llamada Ley Patriótica. La cual sustituye la
Bill of Light ante toda circunstancia vinculada al terrorismo. Tanto
Bush (hijo) como Obama gobernaron bajo tales principios, puritanos y
modernos que ahora incluyen el multiculturalismo y derechos
diferentes para cada comunidad, con sus jerarquías implícitas.
Donald
Trump asumió la presidencia con promesas, bajo principios
diferenciados:
-Se
presentó como candidato de los inmigrantes llegados del norte de
Europa, o sea de los WAPS no puritanos.
-Basaba
su campaña electoral en la promesa de devolverles el país, que
había sido invadido por hispanos que rechazan integrarse a su
cultura.
-Bajo
la divisa de “América Fisto”, esta debe ser interpretada como la
restauración del “American DREAM” o “sueño estadounidense”.
Pero
con nítidas divisiones sobre para quien debe ser América. En su
concepto, una América para blancos, excluyendo a los negros, los
mestizos y los inmigrantes latinoamericanos.
Bajo
tales principios proclamados por el Presidente, se defiende el
derecho a portar armas. Fue por lo tanto, un resultado legítimo que
Trump haya respaldado el derecho de los grupos racistas de
Charlottesville y apoyado a la Nacional Rifle Asociación. La
posesión de armas, que tantas veces ya ha puesto de manifiesto su
criminalidad, incluso en varias escuelas norteamericanas y continua,
puede parecerle absurda a muchos ciudadanos, pero se corresponde con
la historia y la cultura de Estados Unidos. Sobre todo, con la
cultura que a Trump le resulta dominantemente preferida.
En
términos de la política exterior, los principios seguidos desde el
escenario interno, no han hecho otra cosa que complicar las
relaciones internacionales del país. Siendo la política exterior de
Trump, una imagen duplicada, reflejo, de lo que ocurre dentro de
Estados Unidos.
En
su área geopolítica de acción inmediata, a quien continúa
considerando su traspatio, o sea América Latina y el Caribe,
enfrenta a Cuba, Venezuela y Nicaragua, sin que logre avanzar
definitivamente en sus propósitos. La OEA no ha logrado el consenso
necesario para sus intenciones hacia Venezuela, aunque finalmente
apela recientemente a imponer un presidente no electo al país
venezolano, en lo que un grupo de países latinoamericanos lo sigue.
Como si fuera poco, trata de imponer un representante de Venezuela en
la OEA y frenarla para que no pueda enviar petróleo a Cuba,
sancionando a las compañías navieras que traten de hacerlo.
Son
varios los conflictos internacionales que Estados Unidos enfrenta.
Pero donde parece estar más complicada la política exterior
norteamericana es en Europa. Aunque no por exceso, sino por defecto.
Es decir, por lo que Europa, cómo aliada, representó siempre, a
diferencia de lo que no representa ahora.
Europa,
desde el final de la Segunda Guerra Mundial, siempre fue la aliada
fiel de Estados Unidos. Ambos se coaligaron incansablemente para
negar el papel que la ex Unión Soviética, había desempeñado como
líder en la derrota de la Alemania Hitleriana. Varias acciones se
realizaron.
Entre
ellas parte de la propia Alemania- Democrática, Rumania,
Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, Polonia, Yugoslavia, Ucrania, que
fueron casi todas liberadas por el llamado Ejército Rojo, en su
tránsito hacia el Reichstag, fueron durante años objeto de un
ataque en pinza, por parte de Estados Unidos, para separarlos del
llamado campo socialista y el Pacto de Varsovia. Complejo proceso que
incluyó la destrucción de la propia URSS, aunque finalmente
transformada en Rusia, una de las potencias más poderosas a nivel
mundial actualmente.
El
llamado Plan Marshall, contribuyó a la restauración de las
economías de los países devastados por la guerra. La URSS que, en
definitiva, había sido la que había pagado el mayor precio durante
la contienda, no se incluyó en ese plan de recuperación. Estados
Unidos, Inglaterra, Francia y otros, extendieron lo más que pudieron
la apertura del llamado Tercer Frente, ante el peligro que Alemania
hitleriana representaba; pero siempre bajo la maligna intención de
que ese país, con Hitler a la cabeza, cumpliera la anhelada tarea de
hacer desaparecer a la Unión Soviética.
Finalmente,
cuando no hubo más remedio, todos se unieron en el frente único,
que con los ejércitos soviéticos al frente, casi había terminado
la tarea, en 1944. Entonces la URSS le propinó el golpe final a la
Alemania agresora, aliada a Rumania y a la Italia de Mussolini y
Japón. Los movimientos guerrilleros, completaron la tarea en casi
todas las naciones que fueron traicionadas por sus ejércitos
nacionales, con la excepción de la parte del ejército polaco, que
se unió al ejército rojo.
Pero,
donde Trump parece haber cometido los errores más garrafales en
política exterior, están en la vieja Europa. Donde siempre han
estado sus aliados estratégicos. Y con quienes siempre había
contado para sus propósitos estratégicos internacionales. En
esa área Estados Unidos ha tenido varios choques que parecen estarlo
alejando paulatina, pero detenidamente, de sus aliados europeos.
“Trump
criticó a la primera ministra británica Theresa May, por no haber
seguido su “sesudo consejo” de cómo hacer el Brexit (plantear
una demanda legal a la UE) y agregó que Boris Johnson –que acababa
de salir del gobierno británico– sería un excelente primer
ministro. También lanzó una serie de tweets fustigando al
presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien en su discurso de
conmemoración del centenario del final de la Primera Guerra Mundial
defendió el globalismo y criticó los nacionalismos, una alusión
directa a Trump que le enfureció”. (Ob. Carmelo Mesa Lago).
Pareciera
que Trump quisieran llevar a Europa a la estrategia ya puesta en
práctica por Reagan y Bush. Es decir, alistarse para ganar guerras,
inventándose grandes operaciones, que vinculan a sus múltiples
diatribas contra el terrorismo y los perennes ataques contra los
inmigrantes.
Pero,
sobre todo, Francia y Alemania no se dejan arrastrar, e incluso
hablan de la posibilidad de construir sus propias fuerzas armadas,
quizás pensando escapar de la estrategia norteamericana, qué al
parecer ya no les ofrece confianza. Sobre todo, porque las ultimas
aventuras bélicas de Estados Unidos, ya no le han resultado
rentables: dígase Irak, Siria, Afganistán, Libia y otras que puedan
estarse generando, sobre
todo, la forma de participación y el enrolamiento de los
históricos aliados en la lucha contra el terrorismo.
Tampoco
han estado de acuerdo con el rompimiento del acuerdo con Irán, ni
con las pretensiones de reconformar la OTAN, para hacer avanzar los
compromisos que tiene en este campo. La reacción de Francia y
Alemania, respecto ese propósito de Trump, ha creado una fuerte
crisis dentro de la relación atlantista. En realidad, no se había
producido anteriormente una ruptura de Estados Unidos con sus
aliados, como la que ahora se está produciendo. Y no parecen asomar
soluciones para tales conflictos.
Otro
encontronazo, esta vez con Alemania, parece también complejo. Se
debe a la forma agresiva e insultante utilizada por Trump, al decirle
a la Merkel que se está dejando controlar por Rusia, en el proceso
de construcción del gasoducto que han acordado. Obra estratégica
para ambos países en la que no creo Trump se pueda inmiscuir.
Como
reconoce Claudio Katayama en su artículo, Trump agrava el atolladero
estadunidense, “…las guerras constituyen además, el típico
recurso de los mandatarios yanquis para tapar escándalos políticos
y desviar la atención de la población”. Trump tiene muchas
razones para desviar la atención de los estadounidenses, incluso
mucho antes que tomara la presidencia, pero parece no percatarse de
que Estados Unidos está frente a un declive de capacidad para
acometer grandes aventuras bélicas.” …si lo reconoce solo
gestionara incursiones protagonizadas por sus socios vasallos. Esas
guerras se desarrollarían con asesoramiento del pentágono, pero sin
la intervención directa de los marines”. (Ob. Kata 2)
“Hasta
ahora Trump ha priorizado, las de la segunda alternativa. En el
escenario clave del Medio Oriente”) (Kata 2).
De
todos modos, Trump no descarta la alternativa de la guerra grande,
aunque cuenta con la ayuda de Turquía contra los Kurdos y con
Israel, que bombardea Siria y hace la masacre de Yemen, dispuso el
reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.
La
monarquía saudita, “… incursiona en el Líbano para compensar
sus fracasos en Siria”. Ocurre desde Obama, cuando supuestamente
Estados Unidos atacaba a los terroristas sin producirles baja, que
solo se produjeron cuando Rusia comenzó a bombardearlos. Fue un
verdadero ridículo el que hizo Obama entonces.
Además,
apuntalan una alianza militar con Egipto, para desbaratar la
estrategia conciliadora que impulsan Qatar y Turquía “…con lo
cual pretenden bloquear los acuerdos energéticos con Rusia y
sabotear la estabilización de una zona de comercio fluido con
China”. (Ob. Kata 2).
“Trump,
además, prioriza la vieja asociación de petróleo y armas que
Estados Unidos mantiene con Arabia Saudita. Tal conexión le permite
sostener el dólar como moneda internacional, Frente a los intentos
de sustituir ese signo por una canasta de divisas que incluya el
yuan. Les hacen compras multimillonarias, los sauditas, que además,
invierten en la infraestructura estadounidense”. (Kata 2).
Es
una clara justificación del porqué el asesinato del periodista
saudí, no ha provocado ninguna medida por parte del gobierno
estadounidense, a pesar de las evidencias que existen sobre la
responsabilidad en ese crimen del gobernante príncipe saudí. Pues,
como cínicamente ha dicho Trump, se trata de un negocio de 45,000
millones de dólares, que no se puede afectar.
No
hay porque esforzarse para descubrir que el Medio Oriente ha devenido
en una verdadera bomba de tiempo para Trump, que manipula a los
aliados dentro del área, sin comprometer al Pentágono, pero sin que
sea posible afirmar que se trata de una variante definitivamente
exitosa y en la que es posible que Estados Unidos se vea obligado en
algún momento intervenir. Trump aquí está jugando un equilibrio
que no es posible predecir cómo va a terminar.
Sobre
todo, cuando dentro de ello están China y Rusia que se mantienen
expectantes y donde se juegan también objetivos que le resultan
estratégicos para ambos; el Camino del Gas y la Ruta de la Seda.
Asuntos que hasta ahora, han resultado inalcanzables para Estados
Unidos y que tal vez considera, por las intenciones que despliega,
que la solución podría ser tratar de descalabrar ambos proyectos.
Sobre todo la Ruta de la Seda, que podría tener un impacto
descomunal en el comercio mundial.
Pero
existen otros dilemas en la política exterior de Trump, que no lucen
menos complejos y explosivos. Veamos el caso de la Península de
Corea.
Como
ya dije en una ocasión, desde que MacArthur al finalizar la guerra,
proyectó una bomba nuclear contra China, los coreanos del norte
comenzaron a prepararse. Ya China no es la de los años cincuenta,
recién salida de la invasión japonesa, ni Corea del Norte es el
país dividido y débil militarmente, sometido a las continuas
amenazas y casi invadido.
Lejos
de perder tiempo, desde entonces Corea del Norte empezó a
prepararse. Por ello cuando Trump comenzó con sus “payasadas”, e
incluso a decir que, “borraría del mapa a Corea del Norte”,
tratando de asustar como acostumbra a hacer, con su diplomacia
malabarista de cuerda floja, esta última comenzó a hacer sus
pruebas nucleares y a lanzar sus cohetes de prueba, cada vez con
mayor alcance y precisión, llegando a decir que podrían alcanzar la
Costa Oeste de los Estados Unidos. Esto parece que el propio Estados
Unidos lo pudo comprobar.
Cuando
Trump se percató de que el asunto con Corea del Norte no sería nada
fácil, al parecer bajó sobre su cabeza el “Espíritu de
Pentecostés” y aunque todavía con unas pocas payasadas, llegó a
la conclusión de que debía sentarse a conversar con ese país.
¿Sería lógico siquiera imaginar, que tal cosa habría sido posible
si Corea del Norte no hubiera exhibido la capacidad disuasiva que
mostró ante Estados Unidos? Ciertamente, creo que no. Fue la
capacidad de agredir a estados Unidos, lo que dio la fuerza a Corea
del Norte, para que este decidiera sentarse a la mesa de
negociaciones.
Aunque
el mundo no quisiera que así fuese, por la peligrosidad que eso
entraña, lamentablemente un tipo como Donald Trump, habituado a
cumplir siempre sus deseos, nunca entenderá otro lenguaje. Todos
consideramos, incluido el propio Trump, que ese lenguaje puede no
dejar mundo para que nadie pueda vivir y al menos mientras Trump sea
el presidente, no existe otra posibilidad que no sea responder a la
fuerza con la fuerza, por muy peligroso que ello pueda resultar. No
es la mejor variante, pero es la que Trump nos impone.
Para
completar la imagen de lo que ha tenido lugar en la península
coreana, es necesario contar además con Corea del Sur. En medio de
la peligrosa confrontación con Estados Unidos, Corea del Norte ha
tenido una diplomacia muy refinada e inteligente hacia Corea del Sur
y en su confrontación política frente a Estados Unidos, ha logrado
varias cosas importantes, aunque no puedan ser consideradas como
definitivamente afianzadas:
-Obligó
a Trump a sentarse en la mesa de negociaciones, lo cual parecía
imposible y aunque no parecieron muy fuertes ni explícitos los
acuerdos tomados entre ambos, por lo pronto conjuró las intenciones
de Estados Unidos para invadirla.
-En
una jugada diplomática de doble línea, Corea del Norte reanudo
conversaciones con Corea del Sur y un proceso de intercambio “pueblo
a pueblo, que alimenta paulatinamente la reunificación de la
península; una vieja aspiración que ahora se ve menos lejos que
nunca antes.
-La
administración surcoreana, a entendido que, a pesar de las
diferencias, no valdría la pena sacrificar al pueblo coreano en una
guerra entre hermanos, por satisfacer intereses imperiales. Sobre
todo, la intención de Estados Unidos, de mantener caliente el
espacio coreano-chino-japonés, por los importantes descubrimientos
de petróleo en el mar de China.
-Se
observa que Corea del Sur, no se hubiera movido con la aun relativa
independencia de Estados Unidos como lo está haciendo, si no hubiera
sido por el clima creado con la negociación de EEUU con Corea del
Norte. El reclamo de Corea del Sur, debe haber sido hacia Estados
Unidos, para sentarse a conversar con Corea del Norte, si en
definitiva los enemigos principales lo habían hecho.
-Una
guerra en la península coreana, afectaría principalmente a los dos
coreas, pueblos hermanos separados artificialmente por una guerra que
Estados Unidos alimentó, estableciendo la división de las dos
Coreas en el conocido Paralelo 38.
De
seguro que no se trata de un asunto concluido, pero se ha adelantado
bastante. Entre las dos Coreas, hasta ahora, no parece haber marcha
atrás. Estados Unidos no ha podido cumplir sus objetivos en la
Península Coreana y la maniobra seleccionada le quedó muy
defectuosa. Lo que ha tenido su complemento en el fracaso de la
reunión de Vietnam que termino antes, porque Estados Unidos no pudo
imponer sus condiciones a Corea del Norte.
Donald
Trump ha tropezado con otra gran piedra en su camino: China.
No
ha logrado que China le haga ninguna concesión económica
significativa, a pesar de las brutales presiones que ha ejercido en
el orden comercial. Aunque se ha visto obligado a conversar con el
gigante asiático, buscando tal vez algún tipo de arreglo, parece
que Estados Unidos apretó tanto, que se ha apretado así mismo.
Trump parte de una equivocación fundamental con China, no la
entiende ni logra descifrar sus estrategias. China posee una cultura
ancestral después de múltiples dinastías, como pocas naciones en
el mundo, a la que tal vez se asemejan Japón, la India, Vietnam y
otras pocas, casi todas asiáticas.
Los
europeos de los siglos XIII y XV, desde mucho antes del
descubrimiento de América, ya la consideraban un mercado inmenso y
apetecible, que comenzó a emerger al mundo moderno en los años
cincuenta del siglo XIX y surgió desde adentro en relativo
aislamiento. Basándose en la ancestralidad de su cultura, el tamaño
de la población, su inmenso mercado y un alto grado de
multiculturalidad con variadas minorías, pero todas bajo una
bastante coherente nacionalidad, formada por siglos en donde todos se
consideran chinos. Bebió de todas las ancestrales experiencias y
cuando salió al mundo, comenzó a hacerlo con una fuerza
incalculable. Sin grandes conflictos territoriales a no ser Taiwán,
casi sin guerras externas, después de la Segunda Guerra Mundial, sin
crearse brutales enemigos, tal vez Mongolia, que dio lugar a la Gran
Muralla y sin grandes alianzas ni dependencias.
Estados
Unidos, es una potencia nueva, que se hizo más bien desde afuera,
arrancándole pedazos y población al resto del mundo, a Europa,
América toda y el Caribe en particular, que era atraída por su
rápido y dinámico desarrollo industrial y agrícola, pero también
creando fuertes dependencias y alianzas externas, que la
fortalecieron, pero que, avanzando el siglo XXI, no han sido eternas,
ni parecen hoy definitivamente estables. Perdiendo y ganando
continuamente. Dado las características de su formación, los
estadounidenses viven la realidad de una potencial fragmentación.
Los estadounidenses son ciudadanos, con intereses a veces muy
diferentes. Muchas de las minorías, que no aceptan la llamada
cultura estadounidense, se formaron de inmigrantes, que vieron al
país solo como un modo de vivir mejor, sin otros afanes culturales
ni políticos. El sentido de nación y de nacionalidad son débiles y
el de patriotismo es pura demagogia.
Es
una nación aun no forjada históricamente. No se produjo la fusión
que se esperaba de todas las
etnias que la han conformado y conviven dentro de ella. El
estadounidense como tal no existe de hecho, su población no es más
que una masa de gente, alrededor de un rico y jugoso pastel, con el
mayor cuchillo que han logrado encontrar y con el objetivo de
arrancar para sí, el pedazo más grande posible, sin impórtale a
nadie el pedazo que al otro le pueda tocar. Esa es la dinámica
social que Trump ha fortalecido y
continuamente alimentado, supuestamente
bajo la promesa de hacer de nuevo una gran América
Por
eso una administración como la de Donald Trump, alimenta todos los
peores sentimientos humanos de división social, que exacerban el
miedo, el egoísmo, el hambre, la corrupción, la división de
grupos, el extremismo social, el etnocentrismo, el machismo, el
racismo y todos aquellos fenómenos sociales negativos, que la
sociedad norteamericana ha engendrado y de los cuales parece no podrá
liberarse jamás, pues más bien parecen empeorar cada día.
A
diferencia de ello, China es un proyecto social, un proyecto de país,
es un fenómeno que va adquiriendo carácter nacional, mientras que
en los Estados Unidos, se trata siempre del proyecto de un grupo de
poder que atrae a otros, siempre bajo los principios del
enriquecimiento y el control de la riqueza. La unidad cultural no
existe, la cultura estadounidense como tal, en realidad no existe. La
nación no se forjó y menos se consolidó como un proyecto cultural
coherente, único y dominante.
Esto
explica en parte, por qué China es una nación que, frente a Estados
Unidos, ha cobrado la dimensión de un adversario estratégico a
nivel mundial. Por eso Estados Unidos nunca conseguirá que China
esté dispuesta a negociar bajo chantaje. Por eso siempre ha
respondido con la bandera de Davos, funciona con la absoluta
fidelidad al libre comercio y trabaja sutilmente atrayendo a todas
aquellas empresas transnacionales que chocan con los intereses de
Estados Unidos.
China
se prepara para el cambio y lo hace tanto desde el punto de vista de
su planta industrial, como monetario- financiero. Lleva adelante un
proceso, en que combina varias aristas importantes e impresionantes.
-Desarrolla
el banco asiático de inversiones de una infraestructura que ya
cuenta con 84 países.
-Sigue
detenidamente con su Proyecto la “Ruta de la Seda”. Que daría
lugar a un mercado nunca visto.
-Está
fraguando un mercado de petróleo futuro en Shanghái y tienen
petróleo.
-Incrementa
continuamente su mercado con África y América Latina, con un
crecimiento rápido e impresionante. Lo que disputa abiertamente a
estados Unidos los mercados que siempre fueron exclusivamente suyos,
reales o perspectivos.
-Presiona
detenidamente por varias vías, para convertir el yuan en una moneda
mundial. Lo cual va logrando.
-El
presidente de China Xi ha afianzado su poder interno deviniendo en un
fuerte interlocutor de Washington. No lo hace a la manera de la
democracia norteamericana, lo hace a la manera china y lo va
logrando. Deviniendo en uno de los líderes mundiales más poderosos.
-Posee
una de las más grandes porciones de la deuda de Estados Unidos, en
cuanto a bonos del tesoro norteamericano. Lo cual ha devenido en
peligro financiero latente.
Por
eso Trump, presiona a China con los aranceles comerciales, consciente
de que Estados Unidos se encuentra bajo presión, no solo por la
deuda financiera que tiene con China, sino también por un déficit
comercial que tiende a crecer. A estas presiones se le suman sus
malas relaciones con Alemania, que se enfrían a tal nivel, que el
Bundesbank decidió incluir el yuan en sus reservas; lo cual es un
ataque directo al dólar y al poderío de la Junta de la Reserva
Federal de los Estados Unidos, un impacto muy negativo en la
posibilidad de reducir su déficit comercial con China y la respuesta
internacional que pueda dar a la competencia que se este país le
hace.
Aunque
no lo quisiera, China acepta que ella y Corea del Norte son los dos
adversarios militares más importantes de Estados Unidos en la región
asiática. Para ello se preparan continuamente, con otras
aspiraciones que la de defender su territorio y área potencial de
influencia. Puede afirmarse que la más reciente locura de Trump, ha
sido tratar de buscar aliados para implementar su estrategia. Razón
por la cual, intentó lograr un acuerdo inicial con Rusia. Ello no me
parece posible, por las razones siguientes:
-Rusia
ha sido siempre el adversario mayor de Estados Unidos. Podrá este
último olvidarlo, en su barato pragmatismo, pero Rusia nunca, porque
lo ha sufrido demasiado y por largo tiempo.
-La
supuesta intervención de Rusia en la campaña presidencial de Trump
en el 2016 lo persigue, amenazando ser un fuerte motivo de juicio
político en su contra. El Fiscal Müller parece haber reunido ya
todos los elementos y testificantes que necesita, para entrevistarse
con Trump. Aunque ya ha declarado, que no está demostrado en su
informe que haya habido colusión entre Trump y Putin para cambiar el
sentido de las elecciones. De todos modos, se trata de una
confrontación que no concluye, al estar pidiendo los demócratas que
el informe se divulgue completamente. Hay muchos elementos que,
interpretados de manera más masiva, deben crearle problemas a Trump.
Como
bien reconoce el Profesor Mesa Lago en su artículo…
“Desde
el inicio de su mandato, Trump ha dicho 7.000 mentiras o
exageraciones. Más aun, ha creado una cultura de transgredir la
verdad, cuyo ejemplo principal es él mismo, rodeándose de
funcionarios que mienten para taparlo o por temor a ser despedidos.
Varios de sus colaboradores están siendo encausados por el fiscal
especial Robert Muelle. Irónicamente, Trump desprestigia y acusa de
propagar “noticias falsas” a los medios de comunicación que
reportan la verdad, tildándolos de “enemigos del pueblo”, como
hizo Stalin.” (Ob. Mesa Lago).
Por
supuesto, ahora tratará de hacer lo mismo frente al Fiscal Müller,
pero su infeliz entrevista con el ex secretario del FBI, a quien
trató de comprar y finalmente lo quitó del medio a caja
destemplada; hasta los días que corren, en realidad ha acumulado
demasiadas evidencias y hombres de su antiguo equipo de gobierno,
deseosos de quitarse años de encima, como para que le pueda ser tan
fácil enfrentar a Müller. Es que además, no se ve bien Trump con
su ataque a Comey y mucho menos colisionando con la inteligencia
norteamericana.
La
propia personalidad del Presidente, plagada de contradicciones,
comportamientos poco éticos y erráticos, la prepotencia de estar
acostumbrado a sentirse siempre ganador, serán suficientes para que
le sea sumamente difícil, salir del encierro que el fiscal Müller
le tiene preparado. En lo que no le faltara la ayuda, de una mayoría
demócrata en la Cámara y la fiereza de Nancy Pelossi. Trump ha
acumulado muchos problemas, para estar solo comenzando su segundo
periodo del mandato. Pero no ha sido por loco ni por tonto, tiene su
proyecto de gobierno y así quiere llevarlo adelante. Pero, ¿Logrará
hacerlo?
Aún
le quedan América Latina y el Caribe, dónde algunos asuntos
problemáticos y de urgencia se le están presentando. Sobre todo con
el caso de Venezuela, donde hasta ahora, no parece haber una salida
pacífica. Aunque son parte de este ensayo China y Rusia, junto a
otros que también observan expectantes.
Desde
Vietnam a ningún presidente estadounidense, salvo a Nixon, se le
había presentado una situación tan complicada. Solo que ahora Trump
enfrenta dos situaciones: el peligro de guerra y el impechament
personal. Claro es de esperar, que buena parte el partido republicano
salga en su auxilio, aunque casi todos los históricos principios
hayan sido vulnerados por Trump.
Trump
no logra elevar sus reconocimientos estadísticos, ni interna ni
externamente. Aunque pregona repetidamente que, debido a su política
exterior “América es respetada de nuevo en el mundo”, otra
mentira desenmascarada por las encuestas de Gallup y Pew. Tanto
Gallup como Pew, ponen de manifiesto el desplome de la imagen de
Estados Unidos en el exterior, desde que Trump asumió la
presidencia.
Según
Pew, en 25 países, el 70% de los encuestados no tiene confianza en
Trump, 90% en Alemania, 91% en Francia y 94% en México. Ninguna de
las acciones internacionales de Trump cuenta con apoyo en EEUU y el
54% desaprueba su actuación. En las elecciones de medio mandato
–interpretadas como un referendo de sus políticas– los
demócratas ganaron la Cámara de Representantes por amplio margen.
Aunque los republicanos mantuvieron la mayoría en el Senado, lo
hicieron con el 42% del voto popular. (Tomado de Mesa Lago.). La
impopularidad de Trump presenta records, tanto en política interna
como en política exterior. Peo no solo eso, sino que su estilo
personal para relacionarse con los líderes internacionales, le han
provocado casi ninguna o muy pocas simpatías. Sobre todo, cuando
tiene que debatir sobre algunas contradicciones o cuando sus
interlocutores no comparten sus opiniones.
No
obstante, Trump cuenta con aliados que disfrutan su política. Se
trata de miembros de la elite política, principalmente republicana,
los más poderosos y adinerados, que comparten una política interna
y externa como la que Trump trata de llevar adelante. Son los que
siempre se han enriquecido y se enriquecen robándoles a los demás,
presionando con una política interna que amplíe la explotación, y
con una política exterior, que mantenga el modelo inaugurado después
de la Segunda Guerra Mundial y que hizo de Estados Unidos la potencia
imperial más poderosa de la historia. Sectores de poder, que están
dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de que un Donald Trump
continúe en el poder.
Luego
no es de ilusionarse de que Trump no pueda volver a asumir la
presidencia de Estados Unidos en el 2020. Tendrían que reunirse,
coaligarse y hacer alianzas, todos los que puedan oponerse a Trump. A
mi entender, el nivel de conciencia política y electoral, que se
necesitaría para ello, es muy difícil de lograr, en una sociedad
como la norteamericana actual, donde el proceso electoral
presidencial, es el momento más sucio y engañoso de la política
norteamericana.
Pero
mientras ello tiene lugar en la política interna, Trump pone la
situación hemisférica en peligro de guerra. Utiliza a la OEA y al
llamado Grupo de Lima, para alimentar el odio contra Venezuela, Cuba
y Nicaragua. Hace uso de todas las artimañas políticas y
propagandísticas, para crear un tenso ambiente contra estos tres
países, que se ven agredidos financiera y económicamente y hasta
amenazados de ser invadidos. Ha revuelto tanto al mundo con sus
amenazas, políticas, económicas y militares, que parece no
percatarse de que países y regiones enteras se van virando contra
Estados Unidos.
Ya
estados Unidos no tiene tantos aliados como antes y si tantos
enemigos como nunca había tenido. Se trata que quienes fueron sus
enemigos, lo continúan siendo y quienes fueron sus aliados más
fieles, ya no solo le han perdido la confianza, sino que han
comenzado a reemplazarlo con otras relaciones, que antes hubieran
sido inimaginables. Al mismo tiempo que históricos enemigos,
devienen en inteligentes adversarios, que saben muy bien que hacer y
despliegan una política contra la que Estados Unidos no cuenta con
antídotos. Siendo ello resultado de que Estados Unidos selecciono
para su política exterior, el egocentrismo, la amenaza y la fuerza,
cuando estás ya no le funcionan como antes lo hicieron.
Muy
claramente países como China, Rusia, Irán, Paquistán, Siria,
Alemania y otros; algunos dentro del propio histórico traspatio
norteamericano, encuentran relaciones que nunca imaginaron podrían
sustituir, o al menos equilibrar a las que tenían con Estados
Unidos, en ningún aspecto. Parece que con la administración de
Donald Trump, la nave imperial, ha comenzado a hacer agua por todas
partes. Pero mucho cuidado, porque un tigre herido se vuelve
sumamente peligroso, sobre todo si no encuentra quien lo controle y
Donald Trump, hasta ahora parece incontrolable. Esto último es un
gran peligro, no solo para el mundo, sino para la propia sociedad
estadounidense.
Según
Z. Brzezinski, Norteamérica se ve forzada a adaptarse en medio del
mundo hostil, con el que la ha hecho tropezar su propio empeño, de
no renunciar a los viejos modos tradicionales militares y económicos
de presionar sobre los demás países. A juicio de este mismo,
Norteamérica es a lo interno la sociedad más avanzada y moderna,
pero seguirá siendo retrógrada en sus relaciones con el mundo
exterior, tratando de contener en los otros continentes, los cambios
que experimenta en ella misma.
No
se puede seguir admitiendo la profunda contradicción y desequilibrio
entre las acciones exteriores de la sociedad democrática y sus
normas interiores. Se impone renunciar a formas obsoletas y en su
lugar poner otras, en las que puedan proyectarse los valores
norteamericanos. No hace mucho, en esencia, Busch esgrimió esos
valores tradicionales aquí analizados, para justificar la invasión
a Irak y su “política antiterrorista”.
Es
que poco a poco, todo aquello que EU ha estado diciendo de sí mismo
durante decenas de años y que desde los orígenes de la nación
norteamericana, ya entraba en contradicción con la realidad, se hace
crecientemente más presente. Diríamos que es aquello de que “se
puede engañar a una parte del mundo, una parte del tiempo, pero no a
todo el mundo, todo el tiempo”. Cada día se hace más difícil
para EU engañar al mundo, presentándose como lo que no es.
Los
acontecimientos alrededor de la invasión a Irak y Afganistán,
Libia, Yemen, Siria, las amenazas a Corea, Irán, en el contexto de
la llamada lucha antiterrorista del siglo XXI, ha llegado para EU, en
medio de un proceso acumulativo de imposiciones de sus intereses al
mundo, que todo parece indicar muchos ya no están en disposición de
aceptar. Particularmente la administración Trump, ha contribuido
mucho a profundizar una desilusión por la política norteamericana,
que hasta no pocos aliados comienzan a no compartir. Es como si los
principios básicos de excepcionalísmo, predestinación y
universalismo geocéntrico, que siempre han caracterizado la base de
la actitud de EEUU hacia el mundo, se estuviesen desmoronando.
Ante
tales situaciones parece estarse abriendo un período de críticas,
que está tomando fuerza y todo parece indicar que acompañaría a la
administración de Trump hasta el final de su segundo mandato. Si es
que lograra alcanzarlo. Estados Unidos padece hoy así tres
enfermedades que se complementan:
-La
primera es que se han reducido los límites y posibilidades de EEUU,
para dar cumplimiento a sus aspiraciones hegemónicas.
-La
segunda, es la pérdida de confianza y el respeto de muchos
norteamericanos en sus instituciones.
-La
tercera es la creciente pérdida de confianza de los que fueron sus
aliados más poderosos e incondicionales.
Sin
dudas, aumentan las contradicciones entre aquellos sectores de la
sociedad norteamericana que quisieran tener buenas o al menos mejores
relaciones con el mundo y los grupos de poder que no están en
disposición de afectar sus intereses, para mejorar la imagen de
Estados Unidos. Una fuerte división dentro de la sociedad
norteamericana, que ya afecto a la administración de Obama y que se
expresa con más fuerza en la actual administración de Donald Trump.
Mayo
5 del 2019.