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Este Blog está dedicado a mi padre, a su obra de vida, a sus ideas, pero por sobre todas las cosas a su constancia. Al académico, padre y abuelo.
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martes, 14 de mayo de 2019

LAS ENCRUCIJADAS DE DONALD TRUPM

Esteban Morales Domínguez
UNEAC
El 45 presidente de los Estados Unidos, presenta peculiaridades que lo distinguen de todos los anteriores.
Algo que lo caracteriza es que, desde la Guerra de Secesión, el país nunca se había desenvuelto en un contexto de tantas divisiones. Hoy la nación norteamericana ha resultado tan dividida y enfrentada como no lo había sido nunca.
Haber elegido a Trump como presidente, para no pocos parecía haber sido una locura. Pero no es así. La elección de un individuo como Trump, se corresponde con la dinámica actual propia de la sociedad norteamericana y Trump no es ningún loco, aunque lo parezca.
En realidad, la elección de Donald Trump, ha representado el enfrentamiento entre dos elites de poder; ambas imperialistas. pero una de ellas, representada por Barack Obama, Hilary Clinton y otros que lo acompañaron, parecía más dispuesta a mirar a Estados Unidos en un contexto internacional vinculado al mundo, con un criterio más transnacional, en el contexto de la globalización. En la misma Estados Unidos, se veía más como parte del mundo e interdependiente con el mismo.
Por su parte Trump, mira hacia el mundo pero solo desde el ombligo de Estados Unidos, creyéndose en la posibilidad y obligación de hacerlo totalmente dependiente y siempre conectado a los intereses norteamericanos. Aun y cuando ello pueda representar las molestias y desconexiones, que lo están acompañando en su política exterior. Con una diplomacia, que no puede ser considerada sino como desastrosa, que a veces siquiera apela al lenguaje diplomático y ni siquiera al buen trato con sus interlocutores. En Cuba, seria lo que llamamos un verdadero “pesado”. Personalidad que tiende a no caer bien a nadie.
No es difícil imaginar la doctrina que trata de construir y la que la mayoría de sus aliados más fieles de siempre, le están cuestionando, una doctrina realmente extemporánea.
Desde su primer discurso presidencial, Trump se encargó de proclamar una “América como única”. “Una América para los americanos”, aunque esta proclamación, en el transcurso de su mandato, ha devenido en la mentira más demagógica expresada por parte de un presidente norteamericano. ¿De qué modo Trump va a poder considerar América como única, mirando solo para parte de ella y desconectándose del cúmulo de intereses que siempre Estados Unidos se vio obligado a compartir tanto con sectores sociales internos, como con los aliados internacionales?
Si deseamos tener una comprensión lo más completa posible de sus dificultades en política exterior, las encontraremos en la raíz de la propia doctrina que pretende llevar adelante. De aquí que lo primero que hace el Presidente es imponer sus visiones, algunas referidas en su discurso reciente en Naciones Unidas, que provocó burlas y hasta risas, discretas y no discretas; creyendo que con ello estaban rindiéndole halagos y que estaba resultando gracioso al auditorio.
No es difícil apreciar su autosuficiencia y prepotencia, cuando se analizan algunas de sus afirmaciones. Trump ha tratado de presentar los momentos de su administración como los mejores de en vida de Estados Unidos. En términos de varios asuntos que no logra ni podrá demostrar fehacientemente.
Tales como:
-Considerar que está construyendo un Estados Unidos fuerte y seguro.
-Es el mejor momento para vivir el sueño americano, que está convirtiéndose más bien, en una pesadilla.
-Invitando a solucionar el caso de los rearmes a cambio del muro. Un capricho, que el presidente repite hasta el cansancio.
-Es el mejor momento para dejar a un lado las diferencias y lograr la unidad. Cuando nunca la división partidista y social ha sido tan ácida.
-Dice querer cumplir las promesas con el pueblo que lo eligió, pero con propuestas que, en la práctica dividen al Congreso y que son rechazadas por la mayoría de la gente.
-Insistiendo en demostrar que restaura los lazos de confianza entre gobierno y ciudadanos, pero echando a un lado el que las encuestas muestran todo lo contrario. Porque la inestabilidad, los continuos cambios en los cargos y los enfrentamientos dentro del propio aparato gubernamental, hieren profundamente la confianza del ciudadano.
Además, se congratula de que la economía va bien y que es el resultado de haber cumplido con sus promesas de hacer los recortes más grandes y la reforma de impuesto más poderosa de la historia de Estados Unidos. No obstante, economistas de altísimo prestigio, premios nobeles como Krugman, Ztigliz y otros, no confían para nada en la fortaleza de la economía norteamericana y consideran que se trata de un globo a punto de comenzar a desinflarse.
Un ejemplo de cómo Trump toma decisiones clave. Lo tenemos cunando en noviembre de 2018, criticó la política de la Reserva Federal estadounidense de continuar subiendo la tasa de interés –“un problema mucho mayor que China”– porque ello podría provocar una desaceleración económica y la caída en la bolsa de valores, perjudicando sus negocios. “No estoy contento con la FED –dijo–. Están cometiendo un error porque yo tengo agallas que me dicen mucho más de lo que cualquier cerebro pudiera contarme”. Históricamente, la FED ha empleado a los mejores economistas del país, pero las tripas de Trump son más sabias.” (Ob. Mesa Lago)
 
Trump se congratula también de haber eliminado en su primer año, más regulaciones que en toda la historia del país. Adjudicándose además, haber revertido décadas de acuerdos de comercio injustos, que están sacrificando al país.
Trump no solo insiste en llevar bien todo internamente, además se auto considera el campeón de la política exterior, particularmente en la lucha contra el terrorismo en que, se considera el máximo ganador de todas las contiendas. En periodos de bienestar económico, la elite dominante de entonces, nunca habría considerado que romper con el NAFTA(TLC), apartarse del Asia- Pacifico y declarar la Guerra a la OMC, tal como ha declarado Trump, habría sido positivos para Estados Unidos.
No obstante, todo ello está dentro de la misma lógica trumpiana, de que romper compromisos de todo tipo, como lo ha hecho con el INF, no aceptar el convenio del medio ambiente y negarse a seguir dentro del acuerdo nuclear con Irán, benefician a Estados Unidos y se ahorra dinero. Actúa solo y cambia las reglas del juego a su manera, incluido el convertir a la OTAN en otra cosa.
Su insistencia en la construcción del muro fronterizo en la frontera con México, que considera un asunto de seguridad nacional, ha llevado al gobierno a un verdadero caos en su funcionamiento. No le basta con ello, dice que reconstruye la fuerza y la confianza interna en el país y también estar restaurando la fuerza externa y la posición de Estados Unidos en el exterior. En realidad ese país, nunca había puesto de manifiesto tantas debilidades en el manejo de los asuntos internacionales y de su política exterior.
Para Trump, esas fuerzas contra las cuales combate externamente están representadas por:
-Grupos terroristas. Por lo que firmó una orden para mantener abierto el centro de detenciones de Guantánamo.
-China. Con la que ha emprendido una guerra comercial que está teniendo consecuencias negativas para la economía norteamericana y otras economías aliadas.
-Rusia. Por lo que insiste en liquidar el tratado de no proliferación nuclear de alcance medio y corto (TNPN) en lo que sus aliados europeos no lo siguen, por el riesgo para la seguridad que supone.
-Corea del Norte. Para la que pidió ampliar las sanciones y modernizar el arsenal nuclear de Estados Unidos. Esta confrontación tiene idas y venidas hasta la reunión de Vite Noam, que acabo abruptamente y sin acuerdo. Trump esperaba que Corea estuviese dispuesta a desarmarse a cambio de nada, siquiera el final de las sanciones.
- Países que votaron en contra de su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, quejándose de que estos mismos, reciben de Washington ayuda militar, por lo que solicitó al Congreso represalias financieras contra ellos y el uso del dinero solo para aquellos que cumplan sus órdenes en política exterior.
-Irán, Contra el que la emprendió con nuevas sanciones y amenazas, después de retirarse del acuerdo que se había alcanzado. En lo que los aliados miembros tampoco lo siguen. Porque su propia experiencia con Irán fue nefasta para Estados Unidos.
- Venezuela y Cuba, contra los cuales ha decidido continuar las sanciones. Llegando al extremo de que se habla incluso, de una posible invasión al territorio venezolano.
-Para el caso de Cuba, recientemente ha puesto en ejecución el Titulo III de la Ley Helms-Burton, en lo que sus aliados de la Unión Europea no están dispuestos a seguirlo y prepara represalias si las medidas contra la UE amenazan sus inversiones en cuba.
Desde 1996, en que Clinton firmo la ley, ninguna administración norteamericana se había atrevido a poner en ejecución el título III, porque existía la conciencia de que tal medida pondrá en dificultades la economía norteamericana. El expresidente de España Aznar, había comulgado con la política norteamarenicana contra Cuba, pero la llamada Posición Común ya se fue a bolinas y Estados Unidos ya no cuenta con la fuerza que antes tuvo para presionar sobre Cuba. La eliminación de la posición común y las victorias de la Isla en la ONU con a la actitud universal asumida contra el Bloqueo, no dan ventajas a estados Unidos para presionar a Cuba como antes lo pudo hacer.
Como expresa el Dr. Mesa Lago en su reciente artículo: “existen elementos cardinales para entender la política exterior de Donald Trump: su egocentrismo, la expansión de sus negocios y el cultivo de su base política para satisfacer a los otros dos elementos y mantenerse en el poder”. Trump quiere el mundo para Estados Unidos y los que ya casi son sus ex aliados europeos, pueden propinarle un buen golpe en su atrevimiento de poner en ejecución el título III.
No obstante Trump, pudiera comportarse de modo más inteligente en política exterior, no atacar tantos frentes al mismo tiempo, ni hacerlo de manera tan prepotente y con una diplomacia casi inexistente. Pero su afán de inclinar a su favor radicalmente, el equilibrio de las dos elites que se enfrentan, lo han llevado por un camino, en el que lejos de adelantar en sus propósitos estos se les ponen cada día más lejos.
Dos elites enfrentadas, una de ellas partidaria de la globalización y la otra dispuesta a que Estados Unidos sea solo para sí, en que ese país sea dueño del mundo y solo para los estadounidenses. Esto sin dudas, se trata de algo con lo que chocan continuamente los siempre aliados de estados Unidos en Europa y no pocos en el resto del mundo.
Así sacrifica Trump, lo que Estados Unidos fue al concluir la Segunda Guerra Mundial. Trump en particular, si percatarse de ello, va dejando de ser el centro de la política mundial. De hecho, ya no lo es y son muchos los cuestionamientos a que está sometido con un presidente, que posiblemente sea el presidente que menos preparado haya estado para responder de manera inteligente a los requerimientos de la política internacional actual.
El problema se ha acentuado en cuanto a los inmigrantes, porque se trata del poder solo y únicamente para los WASP, lo que hace que la política exterior de Trump, presente un componente externo, que se expresa con la misma virulencia en el orden interno. Agudizando continuamente las contradicciones con los inmigrantes, que son los sectores medios y más bajos de la sociedad norteamericana.
Los grupos de odio se han disparado en Estados Unidos durante el mandato
de Trump. El número de grupos radicales que operan en Estados Unidos alcanzó un
récord al situarse en 1 020 en el 2018, lo que supone el cuarto año
consecutivo de un incremento que coincide con la irrupción del actual Presidente Donald Trump en política, dijo este miércoles la organización Southern Poverty La Center (SPLC).
Dentro del tal entorno de la sociedad estadounidense, apenas queda un área del mundo en la que Trump no se esté viendo obligado a enfrentar dificultades. Como si se tratara de un Trump contra el mundo y paradójicamente, contra el propio Estados Unidos, todo a pesar de que gasta 10 veces más en defensa y no existe ni un solo enemigo o combinación de ellos, que amenace a Estados Unidos.
Ya desde el 11 de septiembre del 2011, el Congreso había adoptado, de manera precipitada, la llamada Ley Patriótica. La cual sustituye la Bill of Light ante toda circunstancia vinculada al terrorismo. Tanto Bush (hijo) como Obama gobernaron bajo tales principios, puritanos y modernos que ahora incluyen el multiculturalismo y derechos diferentes para cada comunidad, con sus jerarquías implícitas.
Donald Trump asumió la presidencia con promesas, bajo principios diferenciados:
-Se presentó como candidato de los inmigrantes llegados del norte de Europa, o sea de los WAPS no puritanos.
-Basaba su campaña electoral en la promesa de devolverles el país, que había sido invadido por hispanos que rechazan integrarse a su cultura.
-Bajo la divisa de “América Fisto”, esta debe ser interpretada como la restauración del “American DREAM” o “sueño estadounidense”.
Pero con nítidas divisiones sobre para quien debe ser América. En su concepto, una América para blancos, excluyendo a los negros, los mestizos y los inmigrantes latinoamericanos.
Bajo tales principios proclamados por el Presidente, se defiende el derecho a portar armas. Fue por lo tanto, un resultado legítimo que Trump haya respaldado el derecho de los grupos racistas de Charlottesville y apoyado a la Nacional Rifle Asociación. La posesión de armas, que tantas veces ya ha puesto de manifiesto su criminalidad, incluso en varias escuelas norteamericanas y continua, puede parecerle absurda a muchos ciudadanos, pero se corresponde con la historia y la cultura de Estados Unidos. Sobre todo, con la cultura que a Trump le resulta dominantemente preferida.


En términos de la política exterior, los principios seguidos desde el escenario interno, no han hecho otra cosa que complicar las relaciones internacionales del país. Siendo la política exterior de Trump, una imagen duplicada, reflejo, de lo que ocurre dentro de Estados Unidos.
En su área geopolítica de acción inmediata, a quien continúa considerando su traspatio, o sea América Latina y el Caribe, enfrenta a Cuba, Venezuela y Nicaragua, sin que logre avanzar definitivamente en sus propósitos. La OEA no ha logrado el consenso necesario para sus intenciones hacia Venezuela, aunque finalmente apela recientemente a imponer un presidente no electo al país venezolano, en lo que un grupo de países latinoamericanos lo sigue. Como si fuera poco, trata de imponer un representante de Venezuela en la OEA y frenarla para que no pueda enviar petróleo a Cuba, sancionando a las compañías navieras que traten de hacerlo.
Son varios los conflictos internacionales que Estados Unidos enfrenta. Pero donde parece estar más complicada la política exterior norteamericana es en Europa. Aunque no por exceso, sino por defecto. Es decir, por lo que Europa, cómo aliada, representó siempre, a diferencia de lo que no representa ahora.
Europa, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, siempre fue la aliada fiel de Estados Unidos. Ambos se coaligaron incansablemente para negar el papel que la ex Unión Soviética, había desempeñado como líder en la derrota de la Alemania Hitleriana. Varias acciones se realizaron.
Entre ellas parte de la propia Alemania- Democrática, Rumania, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, Polonia, Yugoslavia, Ucrania, que fueron casi todas liberadas por el llamado Ejército Rojo, en su tránsito hacia el Reichstag, fueron durante años objeto de un ataque en pinza, por parte de Estados Unidos, para separarlos del llamado campo socialista y el Pacto de Varsovia. Complejo proceso que incluyó la destrucción de la propia URSS, aunque finalmente transformada en Rusia, una de las potencias más poderosas a nivel mundial actualmente.
El llamado Plan Marshall, contribuyó a la restauración de las economías de los países devastados por la guerra. La URSS que, en definitiva, había sido la que había pagado el mayor precio durante la contienda, no se incluyó en ese plan de recuperación. Estados Unidos, Inglaterra, Francia y otros, extendieron lo más que pudieron la apertura del llamado Tercer Frente, ante el peligro que Alemania hitleriana representaba; pero siempre bajo la maligna intención de que ese país, con Hitler a la cabeza, cumpliera la anhelada tarea de hacer desaparecer a la Unión Soviética.
Finalmente, cuando no hubo más remedio, todos se unieron en el frente único, que con los ejércitos soviéticos al frente, casi había terminado la tarea, en 1944. Entonces la URSS le propinó el golpe final a la Alemania agresora, aliada a Rumania y a la Italia de Mussolini y Japón. Los movimientos guerrilleros, completaron la tarea en casi todas las naciones que fueron traicionadas por sus ejércitos nacionales, con la excepción de la parte del ejército polaco, que se unió al ejército rojo.
Pero, donde Trump parece haber cometido los errores más garrafales en política exterior, están en la vieja Europa. Donde siempre han estado sus aliados estratégicos. Y con quienes siempre había contado para sus propósitos estratégicos internacionales. En esa área Estados Unidos ha tenido varios choques que parecen estarlo alejando paulatina, pero detenidamente, de sus aliados europeos.
Trump criticó a la primera ministra británica Theresa May, por no haber seguido su “sesudo consejo” de cómo hacer el Brexit (plantear una demanda legal a la UE) y agregó que Boris Johnson –que acababa de salir del gobierno británico– sería un excelente primer ministro. También lanzó una serie de tweets fustigando al presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien en su discurso de conmemoración del centenario del final de la Primera Guerra Mundial defendió el globalismo y criticó los nacionalismos, una alusión directa a Trump que le enfureció”. (Ob. Carmelo Mesa Lago).
Pareciera que Trump quisieran llevar a Europa a la estrategia ya puesta en práctica por Reagan y Bush. Es decir, alistarse para ganar guerras, inventándose grandes operaciones, que vinculan a sus múltiples diatribas contra el terrorismo y los perennes ataques contra los inmigrantes.
Pero, sobre todo, Francia y Alemania no se dejan arrastrar, e incluso hablan de la posibilidad de construir sus propias fuerzas armadas, quizás pensando escapar de la estrategia norteamericana, qué al parecer ya no les ofrece confianza. Sobre todo, porque las ultimas aventuras bélicas de Estados Unidos, ya no le han resultado rentables: dígase Irak, Siria, Afganistán, Libia y otras que puedan estarse generando, sobre todo, la forma de participación y el enrolamiento de los históricos aliados en la lucha contra el terrorismo.
Tampoco han estado de acuerdo con el rompimiento del acuerdo con Irán, ni con las pretensiones de reconformar la OTAN, para hacer avanzar los compromisos que tiene en este campo. La reacción de Francia y Alemania, respecto ese propósito de Trump, ha creado una fuerte crisis dentro de la relación atlantista. En realidad, no se había producido anteriormente una ruptura de Estados Unidos con sus aliados, como la que ahora se está produciendo. Y no parecen asomar soluciones para tales conflictos.
Otro encontronazo, esta vez con Alemania, parece también complejo. Se debe a la forma agresiva e insultante utilizada por Trump, al decirle a la Merkel que se está dejando controlar por Rusia, en el proceso de construcción del gasoducto que han acordado. Obra estratégica para ambos países en la que no creo Trump se pueda inmiscuir.
Como reconoce Claudio Katayama en su artículo, Trump agrava el atolladero estadunidense, “…las guerras constituyen además, el típico recurso de los mandatarios yanquis para tapar escándalos políticos y desviar la atención de la población”. Trump tiene muchas razones para desviar la atención de los estadounidenses, incluso mucho antes que tomara la presidencia, pero parece no percatarse de que Estados Unidos está frente a un declive de capacidad para acometer grandes aventuras bélicas.” …si lo reconoce solo gestionara incursiones protagonizadas por sus socios vasallos. Esas guerras se desarrollarían con asesoramiento del pentágono, pero sin la intervención directa de los marines”. (Ob. Kata 2)
Hasta ahora Trump ha priorizado, las de la segunda alternativa. En el escenario clave del Medio Oriente”) (Kata 2).
De todos modos, Trump no descarta la alternativa de la guerra grande, aunque cuenta con la ayuda de Turquía contra los Kurdos y con Israel, que bombardea Siria y hace la masacre de Yemen, dispuso el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.
La monarquía saudita, “… incursiona en el Líbano para compensar sus fracasos en Siria”. Ocurre desde Obama, cuando supuestamente Estados Unidos atacaba a los terroristas sin producirles baja, que solo se produjeron cuando Rusia comenzó a bombardearlos. Fue un verdadero ridículo el que hizo Obama entonces.
Además, apuntalan una alianza militar con Egipto, para desbaratar la estrategia conciliadora que impulsan Qatar y Turquía “…con lo cual pretenden bloquear los acuerdos energéticos con Rusia y sabotear la estabilización de una zona de comercio fluido con China”. (Ob. Kata 2).
Trump, además, prioriza la vieja asociación de petróleo y armas que Estados Unidos mantiene con Arabia Saudita. Tal conexión le permite sostener el dólar como moneda internacional, Frente a los intentos de sustituir ese signo por una canasta de divisas que incluya el yuan. Les hacen compras multimillonarias, los sauditas, que además, invierten en la infraestructura estadounidense”. (Kata 2).
Es una clara justificación del porqué el asesinato del periodista saudí, no ha provocado ninguna medida por parte del gobierno estadounidense, a pesar de las evidencias que existen sobre la responsabilidad en ese crimen del gobernante príncipe saudí. Pues, como cínicamente ha dicho Trump, se trata de un negocio de 45,000 millones de dólares, que no se puede afectar.
No hay porque esforzarse para descubrir que el Medio Oriente ha devenido en una verdadera bomba de tiempo para Trump, que manipula a los aliados dentro del área, sin comprometer al Pentágono, pero sin que sea posible afirmar que se trata de una variante definitivamente exitosa y en la que es posible que Estados Unidos se vea obligado en algún momento intervenir. Trump aquí está jugando un equilibrio que no es posible predecir cómo va a terminar.
Sobre todo, cuando dentro de ello están China y Rusia que se mantienen expectantes y donde se juegan también objetivos que le resultan estratégicos para ambos; el Camino del Gas y la Ruta de la Seda. Asuntos que hasta ahora, han resultado inalcanzables para Estados Unidos y que tal vez considera, por las intenciones que despliega, que la solución podría ser tratar de descalabrar ambos proyectos. Sobre todo la Ruta de la Seda, que podría tener un impacto descomunal en el comercio mundial.
Pero existen otros dilemas en la política exterior de Trump, que no lucen menos complejos y explosivos. Veamos el caso de la Península de Corea.
Como ya dije en una ocasión, desde que MacArthur al finalizar la guerra, proyectó una bomba nuclear contra China, los coreanos del norte comenzaron a prepararse. Ya China no es la de los años cincuenta, recién salida de la invasión japonesa, ni Corea del Norte es el país dividido y débil militarmente, sometido a las continuas amenazas y casi invadido.
Lejos de perder tiempo, desde entonces Corea del Norte empezó a prepararse. Por ello cuando Trump comenzó con sus “payasadas”, e incluso a decir que, “borraría del mapa a Corea del Norte”, tratando de asustar como acostumbra a hacer, con su diplomacia malabarista de cuerda floja, esta última comenzó a hacer sus pruebas nucleares y a lanzar sus cohetes de prueba, cada vez con mayor alcance y precisión, llegando a decir que podrían alcanzar la Costa Oeste de los Estados Unidos. Esto parece que el propio Estados Unidos lo pudo comprobar.
Cuando Trump se percató de que el asunto con Corea del Norte no sería nada fácil, al parecer bajó sobre su cabeza el “Espíritu de Pentecostés” y aunque todavía con unas pocas payasadas, llegó a la conclusión de que debía sentarse a conversar con ese país. ¿Sería lógico siquiera imaginar, que tal cosa habría sido posible si Corea del Norte no hubiera exhibido la capacidad disuasiva que mostró ante Estados Unidos? Ciertamente, creo que no. Fue la capacidad de agredir a estados Unidos, lo que dio la fuerza a Corea del Norte, para que este decidiera sentarse a la mesa de negociaciones.
Aunque el mundo no quisiera que así fuese, por la peligrosidad que eso entraña, lamentablemente un tipo como Donald Trump, habituado a cumplir siempre sus deseos, nunca entenderá otro lenguaje. Todos consideramos, incluido el propio Trump, que ese lenguaje puede no dejar mundo para que nadie pueda vivir y al menos mientras Trump sea el presidente, no existe otra posibilidad que no sea responder a la fuerza con la fuerza, por muy peligroso que ello pueda resultar. No es la mejor variante, pero es la que Trump nos impone.
Para completar la imagen de lo que ha tenido lugar en la península coreana, es necesario contar además con Corea del Sur. En medio de la peligrosa confrontación con Estados Unidos, Corea del Norte ha tenido una diplomacia muy refinada e inteligente hacia Corea del Sur y en su confrontación política frente a Estados Unidos, ha logrado varias cosas importantes, aunque no puedan ser consideradas como definitivamente afianzadas:
-Obligó a Trump a sentarse en la mesa de negociaciones, lo cual parecía imposible y aunque no parecieron muy fuertes ni explícitos los acuerdos tomados entre ambos, por lo pronto conjuró las intenciones de Estados Unidos para invadirla.
-En una jugada diplomática de doble línea, Corea del Norte reanudo conversaciones con Corea del Sur y un proceso de intercambio “pueblo a pueblo, que alimenta paulatinamente la reunificación de la península; una vieja aspiración que ahora se ve menos lejos que nunca antes.
-La administración surcoreana, a entendido que, a pesar de las diferencias, no valdría la pena sacrificar al pueblo coreano en una guerra entre hermanos, por satisfacer intereses imperiales. Sobre todo, la intención de Estados Unidos, de mantener caliente el espacio coreano-chino-japonés, por los importantes descubrimientos de petróleo en el mar de China.
-Se observa que Corea del Sur, no se hubiera movido con la aun relativa independencia de Estados Unidos como lo está haciendo, si no hubiera sido por el clima creado con la negociación de EEUU con Corea del Norte. El reclamo de Corea del Sur, debe haber sido hacia Estados Unidos, para sentarse a conversar con Corea del Norte, si en definitiva los enemigos principales lo habían hecho.
-Una guerra en la península coreana, afectaría principalmente a los dos coreas, pueblos hermanos separados artificialmente por una guerra que Estados Unidos alimentó, estableciendo la división de las dos Coreas en el conocido Paralelo 38.
De seguro que no se trata de un asunto concluido, pero se ha adelantado bastante. Entre las dos Coreas, hasta ahora, no parece haber marcha atrás. Estados Unidos no ha podido cumplir sus objetivos en la Península Coreana y la maniobra seleccionada le quedó muy defectuosa. Lo que ha tenido su complemento en el fracaso de la reunión de Vietnam que termino antes, porque Estados Unidos no pudo imponer sus condiciones a Corea del Norte.
Donald Trump ha tropezado con otra gran piedra en su camino: China.
No ha logrado que China le haga ninguna concesión económica significativa, a pesar de las brutales presiones que ha ejercido en el orden comercial. Aunque se ha visto obligado a conversar con el gigante asiático, buscando tal vez algún tipo de arreglo, parece que Estados Unidos apretó tanto, que se ha apretado así mismo. Trump parte de una equivocación fundamental con China, no la entiende ni logra descifrar sus estrategias. China posee una cultura ancestral después de múltiples dinastías, como pocas naciones en el mundo, a la que tal vez se asemejan Japón, la India, Vietnam y otras pocas, casi todas asiáticas.
Los europeos de los siglos XIII y XV, desde mucho antes del descubrimiento de América, ya la consideraban un mercado inmenso y apetecible, que comenzó a emerger al mundo moderno en los años cincuenta del siglo XIX y surgió desde adentro en relativo aislamiento. Basándose en la ancestralidad de su cultura, el tamaño de la población, su inmenso mercado y un alto grado de multiculturalidad con variadas minorías, pero todas bajo una bastante coherente nacionalidad, formada por siglos en donde todos se consideran chinos. Bebió de todas las ancestrales experiencias y cuando salió al mundo, comenzó a hacerlo con una fuerza incalculable. Sin grandes conflictos territoriales a no ser Taiwán, casi sin guerras externas, después de la Segunda Guerra Mundial, sin crearse brutales enemigos, tal vez Mongolia, que dio lugar a la Gran Muralla y sin grandes alianzas ni dependencias.
Estados Unidos, es una potencia nueva, que se hizo más bien desde afuera, arrancándole pedazos y población al resto del mundo, a Europa, América toda y el Caribe en particular, que era atraída por su rápido y dinámico desarrollo industrial y agrícola, pero también creando fuertes dependencias y alianzas externas, que la fortalecieron, pero que, avanzando el siglo XXI, no han sido eternas, ni parecen hoy definitivamente estables. Perdiendo y ganando continuamente. Dado las características de su formación, los estadounidenses viven la realidad de una potencial fragmentación. Los estadounidenses son ciudadanos, con intereses a veces muy diferentes. Muchas de las minorías, que no aceptan la llamada cultura estadounidense, se formaron de inmigrantes, que vieron al país solo como un modo de vivir mejor, sin otros afanes culturales ni políticos. El sentido de nación y de nacionalidad son débiles y el de patriotismo es pura demagogia.
Es una nación aun no forjada históricamente. No se produjo la fusión que se esperaba de todas las etnias que la han conformado y conviven dentro de ella. El estadounidense como tal no existe de hecho, su población no es más que una masa de gente, alrededor de un rico y jugoso pastel, con el mayor cuchillo que han logrado encontrar y con el objetivo de arrancar para sí, el pedazo más grande posible, sin impórtale a nadie el pedazo que al otro le pueda tocar. Esa es la dinámica social que Trump ha fortalecido y continuamente alimentado, supuestamente bajo la promesa de hacer de nuevo una gran América
Por eso una administración como la de Donald Trump, alimenta todos los peores sentimientos humanos de división social, que exacerban el miedo, el egoísmo, el hambre, la corrupción, la división de grupos, el extremismo social, el etnocentrismo, el machismo, el racismo y todos aquellos fenómenos sociales negativos, que la sociedad norteamericana ha engendrado y de los cuales parece no podrá liberarse jamás, pues más bien parecen empeorar cada día.
A diferencia de ello, China es un proyecto social, un proyecto de país, es un fenómeno que va adquiriendo carácter nacional, mientras que en los Estados Unidos, se trata siempre del proyecto de un grupo de poder que atrae a otros, siempre bajo los principios del enriquecimiento y el control de la riqueza. La unidad cultural no existe, la cultura estadounidense como tal, en realidad no existe. La nación no se forjó y menos se consolidó como un proyecto cultural coherente, único y dominante.
Esto explica en parte, por qué China es una nación que, frente a Estados Unidos, ha cobrado la dimensión de un adversario estratégico a nivel mundial. Por eso Estados Unidos nunca conseguirá que China esté dispuesta a negociar bajo chantaje. Por eso siempre ha respondido con la bandera de Davos, funciona con la absoluta fidelidad al libre comercio y trabaja sutilmente atrayendo a todas aquellas empresas transnacionales que chocan con los intereses de Estados Unidos.
China se prepara para el cambio y lo hace tanto desde el punto de vista de su planta industrial, como monetario- financiero. Lleva adelante un proceso, en que combina varias aristas importantes e impresionantes.
-Desarrolla el banco asiático de inversiones de una infraestructura que ya cuenta con 84 países.
-Sigue detenidamente con su Proyecto la “Ruta de la Seda”. Que daría lugar a un mercado nunca visto.
-Está fraguando un mercado de petróleo futuro en Shanghái y tienen petróleo.
-Incrementa continuamente su mercado con África y América Latina, con un crecimiento rápido e impresionante. Lo que disputa abiertamente a estados Unidos los mercados que siempre fueron exclusivamente suyos, reales o perspectivos.
-Presiona detenidamente por varias vías, para convertir el yuan en una moneda mundial. Lo cual va logrando.
-El presidente de China Xi ha afianzado su poder interno deviniendo en un fuerte interlocutor de Washington. No lo hace a la manera de la democracia norteamericana, lo hace a la manera china y lo va logrando. Deviniendo en uno de los líderes mundiales más poderosos.
-Posee una de las más grandes porciones de la deuda de Estados Unidos, en cuanto a bonos del tesoro norteamericano. Lo cual ha devenido en peligro financiero latente.
Por eso Trump, presiona a China con los aranceles comerciales, consciente de que Estados Unidos se encuentra bajo presión, no solo por la deuda financiera que tiene con China, sino también por un déficit comercial que tiende a crecer. A estas presiones se le suman sus malas relaciones con Alemania, que se enfrían a tal nivel, que el Bundesbank decidió incluir el yuan en sus reservas; lo cual es un ataque directo al dólar y al poderío de la Junta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, un impacto muy negativo en la posibilidad de reducir su déficit comercial con China y la respuesta internacional que pueda dar a la competencia que se este país le hace.
Aunque no lo quisiera, China acepta que ella y Corea del Norte son los dos adversarios militares más importantes de Estados Unidos en la región asiática. Para ello se preparan continuamente, con otras aspiraciones que la de defender su territorio y área potencial de influencia. Puede afirmarse que la más reciente locura de Trump, ha sido tratar de buscar aliados para implementar su estrategia. Razón por la cual, intentó lograr un acuerdo inicial con Rusia. Ello no me parece posible, por las razones siguientes:
-Rusia ha sido siempre el adversario mayor de Estados Unidos. Podrá este último olvidarlo, en su barato pragmatismo, pero Rusia nunca, porque lo ha sufrido demasiado y por largo tiempo.
-La supuesta intervención de Rusia en la campaña presidencial de Trump en el 2016 lo persigue, amenazando ser un fuerte motivo de juicio político en su contra. El Fiscal Müller parece haber reunido ya todos los elementos y testificantes que necesita, para entrevistarse con Trump. Aunque ya ha declarado, que no está demostrado en su informe que haya habido colusión entre Trump y Putin para cambiar el sentido de las elecciones. De todos modos, se trata de una confrontación que no concluye, al estar pidiendo los demócratas que el informe se divulgue completamente. Hay muchos elementos que, interpretados de manera más masiva, deben crearle problemas a Trump.
Como bien reconoce el Profesor Mesa Lago en su artículo…
Desde el inicio de su mandato, Trump ha dicho 7.000 mentiras o exageraciones. Más aun, ha creado una cultura de transgredir la verdad, cuyo ejemplo principal es él mismo, rodeándose de funcionarios que mienten para taparlo o por temor a ser despedidos. Varios de sus colaboradores están siendo encausados por el fiscal especial Robert Muelle. Irónicamente, Trump desprestigia y acusa de propagar “noticias falsas” a los medios de comunicación que reportan la verdad, tildándolos de “enemigos del pueblo”, como hizo Stalin.” (Ob. Mesa Lago).
Por supuesto, ahora tratará de hacer lo mismo frente al Fiscal Müller, pero su infeliz entrevista con el ex secretario del FBI, a quien trató de comprar y finalmente lo quitó del medio a caja destemplada; hasta los días que corren, en realidad ha acumulado demasiadas evidencias y hombres de su antiguo equipo de gobierno, deseosos de quitarse años de encima, como para que le pueda ser tan fácil enfrentar a Müller. Es que además, no se ve bien Trump con su ataque a Comey y mucho menos colisionando con la inteligencia norteamericana.
La propia personalidad del Presidente, plagada de contradicciones, comportamientos poco éticos y erráticos, la prepotencia de estar acostumbrado a sentirse siempre ganador, serán suficientes para que le sea sumamente difícil, salir del encierro que el fiscal Müller le tiene preparado. En lo que no le faltara la ayuda, de una mayoría demócrata en la Cámara y la fiereza de Nancy Pelossi. Trump ha acumulado muchos problemas, para estar solo comenzando su segundo periodo del mandato. Pero no ha sido por loco ni por tonto, tiene su proyecto de gobierno y así quiere llevarlo adelante. Pero, ¿Logrará hacerlo?
Aún le quedan América Latina y el Caribe, dónde algunos asuntos problemáticos y de urgencia se le están presentando. Sobre todo con el caso de Venezuela, donde hasta ahora, no parece haber una salida pacífica. Aunque son parte de este ensayo China y Rusia, junto a otros que también observan expectantes.
Desde Vietnam a ningún presidente estadounidense, salvo a Nixon, se le había presentado una situación tan complicada. Solo que ahora Trump enfrenta dos situaciones: el peligro de guerra y el impechament personal. Claro es de esperar, que buena parte el partido republicano salga en su auxilio, aunque casi todos los históricos principios hayan sido vulnerados por Trump.
Trump no logra elevar sus reconocimientos estadísticos, ni interna ni externamente. Aunque pregona repetidamente que, debido a su política exterior “América es respetada de nuevo en el mundo”, otra mentira desenmascarada por las encuestas de Gallup y Pew. Tanto Gallup como Pew, ponen de manifiesto el desplome de la imagen de Estados Unidos en el exterior, desde que Trump asumió la presidencia.
Según Pew, en 25 países, el 70% de los encuestados no tiene confianza en Trump, 90% en Alemania, 91% en Francia y 94% en México. Ninguna de las acciones internacionales de Trump cuenta con apoyo en EEUU y el 54% desaprueba su actuación. En las elecciones de medio mandato –interpretadas como un referendo de sus políticas– los demócratas ganaron la Cámara de Representantes por amplio margen. Aunque los republicanos mantuvieron la mayoría en el Senado, lo hicieron con el 42% del voto popular. (Tomado de Mesa Lago.). La impopularidad de Trump presenta records, tanto en política interna como en política exterior. Peo no solo eso, sino que su estilo personal para relacionarse con los líderes internacionales, le han provocado casi ninguna o muy pocas simpatías. Sobre todo, cuando tiene que debatir sobre algunas contradicciones o cuando sus interlocutores no comparten sus opiniones. 
No obstante, Trump cuenta con aliados que disfrutan su política. Se trata de miembros de la elite política, principalmente republicana, los más poderosos y adinerados, que comparten una política interna y externa como la que Trump trata de llevar adelante. Son los que siempre se han enriquecido y se enriquecen robándoles a los demás, presionando con una política interna que amplíe la explotación, y con una política exterior, que mantenga el modelo inaugurado después de la Segunda Guerra Mundial y que hizo de Estados Unidos la potencia imperial más poderosa de la historia. Sectores de poder, que están dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de que un Donald Trump continúe en el poder.
Luego no es de ilusionarse de que Trump no pueda volver a asumir la presidencia de Estados Unidos en el 2020. Tendrían que reunirse, coaligarse y hacer alianzas, todos los que puedan oponerse a Trump. A mi entender, el nivel de conciencia política y electoral, que se necesitaría para ello, es muy difícil de lograr, en una sociedad como la norteamericana actual, donde el proceso electoral presidencial, es el momento más sucio y engañoso de la política norteamericana.
Pero mientras ello tiene lugar en la política interna, Trump pone la situación hemisférica en peligro de guerra. Utiliza a la OEA y al llamado Grupo de Lima, para alimentar el odio contra Venezuela, Cuba y Nicaragua. Hace uso de todas las artimañas políticas y propagandísticas, para crear un tenso ambiente contra estos tres países, que se ven agredidos financiera y económicamente y hasta amenazados de ser invadidos. Ha revuelto tanto al mundo con sus amenazas, políticas, económicas y militares, que parece no percatarse de que países y regiones enteras se van virando contra Estados Unidos.
Ya estados Unidos no tiene tantos aliados como antes y si tantos enemigos como nunca había tenido. Se trata que quienes fueron sus enemigos, lo continúan siendo y quienes fueron sus aliados más fieles, ya no solo le han perdido la confianza, sino que han comenzado a reemplazarlo con otras relaciones, que antes hubieran sido inimaginables. Al mismo tiempo que históricos enemigos, devienen en inteligentes adversarios, que saben muy bien que hacer y despliegan una política contra la que Estados Unidos no cuenta con antídotos. Siendo ello resultado de que Estados Unidos selecciono para su política exterior, el egocentrismo, la amenaza y la fuerza, cuando estás ya no le funcionan como antes lo hicieron.
Muy claramente países como China, Rusia, Irán, Paquistán, Siria, Alemania y otros; algunos dentro del propio histórico traspatio norteamericano, encuentran relaciones que nunca imaginaron podrían sustituir, o al menos equilibrar a las que tenían con Estados Unidos, en ningún aspecto. Parece que con la administración de Donald Trump, la nave imperial, ha comenzado a hacer agua por todas partes. Pero mucho cuidado, porque un tigre herido se vuelve sumamente peligroso, sobre todo si no encuentra quien lo controle y Donald Trump, hasta ahora parece incontrolable. Esto último es un gran peligro, no solo para el mundo, sino para la propia sociedad estadounidense.
Según Z. Brzezinski, Norteamérica se ve forzada a adaptarse en medio del mundo hostil, con el que la ha hecho tropezar su propio empeño, de no renunciar a los viejos modos tradicionales militares y económicos de presionar sobre los demás países. A juicio de este mismo, Norteamérica es a lo interno la sociedad más avanzada y moderna, pero seguirá siendo retrógrada en sus relaciones con el mundo exterior, tratando de contener en los otros continentes, los cambios que experimenta en ella misma.


No se puede seguir admitiendo la profunda contradicción y desequilibrio entre las acciones exteriores de la sociedad democrática y sus normas interiores. Se impone renunciar a formas obsoletas y en su lugar poner otras, en las que puedan proyectarse los valores norteamericanos. No hace mucho, en esencia, Busch esgrimió esos valores tradicionales aquí analizados, para justificar la invasión a Irak y su “política antiterrorista”.
Es que poco a poco, todo aquello que EU ha estado diciendo de sí mismo durante decenas de años y que desde los orígenes de la nación norteamericana, ya entraba en contradicción con la realidad, se hace crecientemente más presente. Diríamos que es aquello de que “se puede engañar a una parte del mundo, una parte del tiempo, pero no a todo el mundo, todo el tiempo”. Cada día se hace más difícil para EU engañar al mundo, presentándose como lo que no es.
Los acontecimientos alrededor de la invasión a Irak y Afganistán, Libia, Yemen, Siria, las amenazas a Corea, Irán, en el contexto de la llamada lucha antiterrorista del siglo XXI, ha llegado para EU, en medio de un proceso acumulativo de imposiciones de sus intereses al mundo, que todo parece indicar muchos ya no están en disposición de aceptar. Particularmente la administración Trump, ha contribuido mucho a profundizar una desilusión por la política norteamericana, que hasta no pocos aliados comienzan a no compartir. Es como si los principios básicos de excepcionalísmo, predestinación y universalismo geocéntrico, que siempre han caracterizado la base de la actitud de EEUU hacia el mundo, se estuviesen desmoronando.
Ante tales situaciones parece estarse abriendo un período de críticas, que está tomando fuerza y todo parece indicar que acompañaría a la administración de Trump hasta el final de su segundo mandato. Si es que lograra alcanzarlo. Estados Unidos padece hoy así tres enfermedades que se complementan:
-La primera es que se han reducido los límites y posibilidades de EEUU, para dar cumplimiento a sus aspiraciones hegemónicas.
-La segunda, es la pérdida de confianza y el respeto de muchos norteamericanos en sus instituciones.
-La tercera es la creciente pérdida de confianza de los que fueron sus aliados más poderosos e incondicionales.
Sin dudas, aumentan las contradicciones entre aquellos sectores de la sociedad norteamericana que quisieran tener buenas o al menos mejores relaciones con el mundo y los grupos de poder que no están en disposición de afectar sus intereses, para mejorar la imagen de Estados Unidos. Una fuerte división dentro de la sociedad norteamericana, que ya afecto a la administración de Obama y que se expresa con más fuerza en la actual administración de Donald Trump.
Mayo 5 del 2019.