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Para Cuba, el periodo 1989-1993, hasta llegar a la tenue recuperación
de 1994, con un PIB de 0,7 ciento, fue el momento más difícil de la
crisis económica vivida en aquellos años. Una recesión con atisbos de
crisis social, que no es posible considerar que hayamos superado aún
totalmente.
Estados Unidos proclamó en 1992 la llamada Ley Torricelli, que tenía como objetivos, por una parte, frenar el comercio de Cuba con filiales de empresas estadounidenses en terceros países y, al mismo tiempo, crear una madeja ideológica para subvertir el proceso revolucionario cubano desde dentro.
Afianzando el carácter transnacional de la política de bloqueo, se esperaba aprovechar la difícil situación económica que Cuba vivía en ese entonces para dar el golpe de gracia a la Revolución con un “cambio de régimen”.
Para entonces, el presidente William Clinton (1993 –2001) encontraba en la Unión Europea (UE), con el presidente del gobierno español, José María Aznar (1996 -2004) a la cabeza, todo el apoyo necesario para presionar sobre Cuba con la llamada “Posición Común”, que condicionaba la cooperación a cambios políticos internos.
La UE, como fiel aliado, seguía a Estados Unidos en su política hacia Cuba, tratando de forjar un consenso para subvertirla, a cambio de librarse del título III de la “Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubana”, más conocida como Helms-Burton, por el nombre de sus patrocinadores, firmada por Clinton en marzo de 1996.
Esa situación desató una polémica, en que la UE como tal presionaba a Cuba, aunque algunos de sus miembros, de manera aislada, es decir, por separado, trataban de acercarse a la nación caribeña.
Sin embargo, solo se trató de amenazas, nunca fue abierta la ejecución del título III de la Ley Helms-Burton, que codificó en un solo cuerpo legislativo los instrumentos del bloqueo contra Cuba, iniciado en 1962.
Para entonces muchos países europeos y otros del mundo, amenazaron seriamente con aplicar las llamadas Leyes Espejo, acusando a Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), mientras se preparaban para devolver los golpes. Incluso proponiendo un Panel Contencioso ante la OMC.
Ese fue el ambiente, frente a la posibilidad de aplicación del Título III durante 24 años. Washington acusaba a Cuba de que sus medidas de nacionalización carecían de legalidad y lo que se había hecho era robar las propiedades estadounidenses.
Hasta que el presidente estadounidense Donald Trump decidió ponerlo en vigor desde el pasado 2 de mayo. ¿Está entonces Estados Unidos perdiendo el tiempo nuevamente, solo amenazando, o existen ya condiciones que justifican la puesta en práctica del título mencionado?
Sin dudas había razones para no poner en práctica el título III, que confiere a ciudadanos estadounidenses, incluidos aquellos de origen cubano que dejaron el país después del triunfo revolucionario de 1959, el derecho de enjuiciar a quienes estén “traficando” con propiedades nacionalizadas en los años 60 por el gobierno del fallecido Fidel Castro (1959-2006).
¿Pero existen ahora razones para ponerlo en ejecución?
Cuando fue aprobada la Ley Helms-Burton en 1996, Estados Unidos gozaba de una serie de ventajas que ahora ya no tiene.
Veamos cuales eran entonces algunas de esas ventajas:
Sobre todo, si recordamos la abstención del presidente Barack Obama (2009–enero de 2017) ante la resolución de Cuba en las Naciones Unidas en el 2017 y si traemos al escenario actual la derrota sufrida por Estados Unidos, a pesar de las maniobras que trató de poner en práctica en su Asamblea General del 2018.
Tal vez, todo ello nos podría llevar a pensar que ya Trump considera como perdidas todas las oportunidades de su política contra Cuba. Pero no nos engañemos.
¿Por qué, si para Estados Unidos, las razones y dificultades, para aplicar el título III, son hoy más agudas y contradictorias, resulta que precisamente ahora, el gobernante estadounidense decide ponerlo en práctica?
Es cierto que hay ahora menos razones que nunca, tanto en Estados Unidos, como en el resto del mundo, para que Trump haya tomado esa decisión. El mundo está contra Trump en la política de bloqueo y no ha manifestado apoyo ninguno, para aplicarla, todo lo contrario. Además, países como China y Rusia se oponen fuertemente a que Estados Unidos logre desarticular la economía cubana.
Entonces, ¿dónde están ahora las razones para hacerlo? ¿Dónde pudiera pensar Trump que están ahora las oportunidades que le permitirían convertir semejantes medidas contenidas en el título III de la Helms-Burton, en un acontecimiento exitoso de su política contra Cuba?
Creo que no queda más alternativa que hacer un esfuerzo por imaginar, como es que Trump está calculando aplicar ahora el título III de la Helms-Burton, a pesar del nivel de oposición con el que está tropezando internamente y en el mundo.
Considero, que Trump piensa en una posibilidad de éxito de esa política, porque Cuba está atravesando hoy una situación económica en extremo difícil. Momento en el cual se ha hablado, por parte nuestra, de que esas dificultades, en los próximos meses, se extremarán, pudiendo incluso, llevarnos o ponernos al borde de un nuevo Periodo Especial.
No se ha dicho exactamente así; pero el gobierno cubano ha admitido, que los meses por venir serán de serias dificultades económicas; que ese es el ambiente que se respira con las escaseces que se han puesto de manifiesto y que esa es la preocupación de la mayoría de nuestra población.
Además, que el crecimiento de nuestro PIB (producto interno bruto) será si acaso similar al del pasado año. Y que, dicho por nuestro ministro de economía, Alejandro Gil, a lo más que podemos aspirar este año es a no decrecer.
Lo cual quiere decir entonces, que la política estadounidense observa más que nunca hacia la dinámica de nuestra realidad interna, hacia la economía en particular, pues esta última continúa siendo la clave, la variable fundamental con que se está contando para el recrudecimiento de su política hostil hacia Cuba.
Toda la política exterior de Trump es caótica, contradictoria y nada exitosa; plagada de errores y problemas, pero respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua, no podemos hacernos ilusiones. Hay que mirar de frente y con objetividad, que se trata de un trio de naciones a las que Trump les ha declarado la guerra, para desaparecerlas y que las mismas, no están atravesando una cómoda situación interna.
Para Trump y los que le siguen, tratando de liderar las peores acciones contra Cuba, aun y cuando magnifiquen nuestros problemas, no es menos cierto que las situaciones son difíciles y que están presentes factores que ellos consideran propicios para sus planes contra Cuba.
No se trata de enemigos improvisados, son los de siempre, representativos de los sectores más adversos de la emigración cubana en Estados Unidos, que han encontrado dentro de la administración Trump el espacio favorable para llevar a vías de hecho sus planes de destrucción de la Revolución Cubana.
No es menos cierto que Estados Unidos ya no cuenta con el escenario para ejercer su hegemonía impunemente. Teniendo ante sí múltiples fuerzas internas y externas que le contrarrestan, limitando su poderío para cumplir los planes que ha diseñado contra Cuba.
Pero esta última, amenazada, por su parte, dentro de la coyuntura en que se está tratando de ejecutar el título III, no puede sino hacernos trabajar con ahínco y contra un tiempo que no nos está sobrando.
Es cierto que Trump tiene dificultades, para aplicar contra Cuba la política que decidió desde el principio de su mandato. Pero no debemos fiarnos en sus dificultades, sino prestar atención al conjunto de fuerzas que debemos poner en movimiento dentro de nuestra economía, para obstaculizar e impedirle la realización de sus aspiraciones contra Cuba.
Fuerzas que en principio están dentro de Cuba. Y tampoco confiarnos a la solidaridad, ni en la ayuda que nos pueda llegar desde afuera. Sino en nuestras capacidades internas, que las tenemos, para conjurar el destino que nos tienen preparado.
Estados Unidos proclamó en 1992 la llamada Ley Torricelli, que tenía como objetivos, por una parte, frenar el comercio de Cuba con filiales de empresas estadounidenses en terceros países y, al mismo tiempo, crear una madeja ideológica para subvertir el proceso revolucionario cubano desde dentro.
Afianzando el carácter transnacional de la política de bloqueo, se esperaba aprovechar la difícil situación económica que Cuba vivía en ese entonces para dar el golpe de gracia a la Revolución con un “cambio de régimen”.
Para entonces, el presidente William Clinton (1993 –2001) encontraba en la Unión Europea (UE), con el presidente del gobierno español, José María Aznar (1996 -2004) a la cabeza, todo el apoyo necesario para presionar sobre Cuba con la llamada “Posición Común”, que condicionaba la cooperación a cambios políticos internos.
La UE, como fiel aliado, seguía a Estados Unidos en su política hacia Cuba, tratando de forjar un consenso para subvertirla, a cambio de librarse del título III de la “Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubana”, más conocida como Helms-Burton, por el nombre de sus patrocinadores, firmada por Clinton en marzo de 1996.
Esa situación desató una polémica, en que la UE como tal presionaba a Cuba, aunque algunos de sus miembros, de manera aislada, es decir, por separado, trataban de acercarse a la nación caribeña.
Sin embargo, solo se trató de amenazas, nunca fue abierta la ejecución del título III de la Ley Helms-Burton, que codificó en un solo cuerpo legislativo los instrumentos del bloqueo contra Cuba, iniciado en 1962.
Para entonces muchos países europeos y otros del mundo, amenazaron seriamente con aplicar las llamadas Leyes Espejo, acusando a Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), mientras se preparaban para devolver los golpes. Incluso proponiendo un Panel Contencioso ante la OMC.
Ese fue el ambiente, frente a la posibilidad de aplicación del Título III durante 24 años. Washington acusaba a Cuba de que sus medidas de nacionalización carecían de legalidad y lo que se había hecho era robar las propiedades estadounidenses.
Hasta que el presidente estadounidense Donald Trump decidió ponerlo en vigor desde el pasado 2 de mayo. ¿Está entonces Estados Unidos perdiendo el tiempo nuevamente, solo amenazando, o existen ya condiciones que justifican la puesta en práctica del título mencionado?
Sin dudas había razones para no poner en práctica el título III, que confiere a ciudadanos estadounidenses, incluidos aquellos de origen cubano que dejaron el país después del triunfo revolucionario de 1959, el derecho de enjuiciar a quienes estén “traficando” con propiedades nacionalizadas en los años 60 por el gobierno del fallecido Fidel Castro (1959-2006).
¿Pero existen ahora razones para ponerlo en ejecución?
Es cierto que Trump tiene dificultades, para aplicar contra Cuba la política que decidió desde el principio de su mandato. Pero no debemos fiarnos en sus dificultades, sino prestar atención al conjunto de fuerzas que debemos poner en movimiento dentro de nuestra economía, para obstaculizar e impedirle la realización de sus aspiraciones contra Cuba.En realidad, lejos de haber cambiado la situación, que justificaba la no puesta en práctica del título tercero, cuando fue aprobada la ley, estas razones, no solo ahora no han cambiado, sino que el escenario es peor para Trump, que como lo fue con anterioridad para otros presidentes.
Cuando fue aprobada la Ley Helms-Burton en 1996, Estados Unidos gozaba de una serie de ventajas que ahora ya no tiene.
Veamos cuales eran entonces algunas de esas ventajas:
-Cuba, apenas salía de la crisis económica que la había azotado durante el periodo 1989-1994.
-Ya la llamada Ley Torricelli, la había
golpeado impidiéndole el comercio en 1992 y más tarde en 1996, llegada
la Helms-Burton, para impedir las inversiones extranjeras en la isla.
-El derrumbe del mercado socialista y de la Unión Soviética en particular, se hacía sentir con fuerza.
-Aznar, había impuesto dentro de la UE la
llamada “Posición Común” (1996 y 2016), consistente en un conjunto de
presiones para obligar a Cuba a aceptar su política de derechos humanos y
avanzar hacia una economía de mercado, si deseaba reactivar sus
relaciones económicas con Europa.
-Cuba apenas comenzaba a recuperar su comercio con los países europeos y las relaciones con los exsocialistas.
Entonces, ante las dificultades que le traería con los aliados poner
en ejecución el título III, Estados Unidos, lo pospuso hasta ahora, a
pesar de que la coyuntura actual le es menos propicia. Pues ninguno de
sus aliados comparte la idea de presionar a Cuba; todos están dispuestos
a defender a sus inversionistas en la isla y el bloqueo es más
impopular que nunca antes.Sobre todo, si recordamos la abstención del presidente Barack Obama (2009–enero de 2017) ante la resolución de Cuba en las Naciones Unidas en el 2017 y si traemos al escenario actual la derrota sufrida por Estados Unidos, a pesar de las maniobras que trató de poner en práctica en su Asamblea General del 2018.
Tal vez, todo ello nos podría llevar a pensar que ya Trump considera como perdidas todas las oportunidades de su política contra Cuba. Pero no nos engañemos.
¿Por qué, si para Estados Unidos, las razones y dificultades, para aplicar el título III, son hoy más agudas y contradictorias, resulta que precisamente ahora, el gobernante estadounidense decide ponerlo en práctica?
Es cierto que hay ahora menos razones que nunca, tanto en Estados Unidos, como en el resto del mundo, para que Trump haya tomado esa decisión. El mundo está contra Trump en la política de bloqueo y no ha manifestado apoyo ninguno, para aplicarla, todo lo contrario. Además, países como China y Rusia se oponen fuertemente a que Estados Unidos logre desarticular la economía cubana.
Entonces, ¿dónde están ahora las razones para hacerlo? ¿Dónde pudiera pensar Trump que están ahora las oportunidades que le permitirían convertir semejantes medidas contenidas en el título III de la Helms-Burton, en un acontecimiento exitoso de su política contra Cuba?
Creo que no queda más alternativa que hacer un esfuerzo por imaginar, como es que Trump está calculando aplicar ahora el título III de la Helms-Burton, a pesar del nivel de oposición con el que está tropezando internamente y en el mundo.
Considero, que Trump piensa en una posibilidad de éxito de esa política, porque Cuba está atravesando hoy una situación económica en extremo difícil. Momento en el cual se ha hablado, por parte nuestra, de que esas dificultades, en los próximos meses, se extremarán, pudiendo incluso, llevarnos o ponernos al borde de un nuevo Periodo Especial.
No se ha dicho exactamente así; pero el gobierno cubano ha admitido, que los meses por venir serán de serias dificultades económicas; que ese es el ambiente que se respira con las escaseces que se han puesto de manifiesto y que esa es la preocupación de la mayoría de nuestra población.
Además, que el crecimiento de nuestro PIB (producto interno bruto) será si acaso similar al del pasado año. Y que, dicho por nuestro ministro de economía, Alejandro Gil, a lo más que podemos aspirar este año es a no decrecer.
Lo cual quiere decir entonces, que la política estadounidense observa más que nunca hacia la dinámica de nuestra realidad interna, hacia la economía en particular, pues esta última continúa siendo la clave, la variable fundamental con que se está contando para el recrudecimiento de su política hostil hacia Cuba.
Toda la política exterior de Trump es caótica, contradictoria y nada exitosa; plagada de errores y problemas, pero respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua, no podemos hacernos ilusiones. Hay que mirar de frente y con objetividad, que se trata de un trio de naciones a las que Trump les ha declarado la guerra, para desaparecerlas y que las mismas, no están atravesando una cómoda situación interna.
Para Trump y los que le siguen, tratando de liderar las peores acciones contra Cuba, aun y cuando magnifiquen nuestros problemas, no es menos cierto que las situaciones son difíciles y que están presentes factores que ellos consideran propicios para sus planes contra Cuba.
No se trata de enemigos improvisados, son los de siempre, representativos de los sectores más adversos de la emigración cubana en Estados Unidos, que han encontrado dentro de la administración Trump el espacio favorable para llevar a vías de hecho sus planes de destrucción de la Revolución Cubana.
No es menos cierto que Estados Unidos ya no cuenta con el escenario para ejercer su hegemonía impunemente. Teniendo ante sí múltiples fuerzas internas y externas que le contrarrestan, limitando su poderío para cumplir los planes que ha diseñado contra Cuba.
Pero esta última, amenazada, por su parte, dentro de la coyuntura en que se está tratando de ejecutar el título III, no puede sino hacernos trabajar con ahínco y contra un tiempo que no nos está sobrando.
Es cierto que Trump tiene dificultades, para aplicar contra Cuba la política que decidió desde el principio de su mandato. Pero no debemos fiarnos en sus dificultades, sino prestar atención al conjunto de fuerzas que debemos poner en movimiento dentro de nuestra economía, para obstaculizar e impedirle la realización de sus aspiraciones contra Cuba.
Fuerzas que en principio están dentro de Cuba. Y tampoco confiarnos a la solidaridad, ni en la ayuda que nos pueda llegar desde afuera. Sino en nuestras capacidades internas, que las tenemos, para conjurar el destino que nos tienen preparado.
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