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viernes, 1 de enero de 2010

Un modelo para el análisis de la problemática racial cubana contemporánea

Esteban Morales Domínguez

 Por fortuna para la nación, la problemática racial cubana ha recomenzado a ser abordada desde la óptica del trabajo científico y ya, de hecho, constituye un tema de atención prioritaria en el quehacer actual de una parte de la intelectualidad cubana en el campo de las ciencias sociales y humanísticas.

   En este ensayo se aborda la tarea a partir de la importancia del tema, y para fortalecer la identidad nacional y cultural  del país. Propone un modelo teórico-metodológico que contribuya a posteriores elaboraciones y debates, que profundice en la complejidad racial en Cuba.

 

Algunas consideraciones metodológicas

Al tomar como puntos de partidas las elaboraciones teórico-metodológicas aplicadas en un reciente ensayo acerca del conflicto Cuba-Estados Unidos,[1] se ha decidido diseñar el conjunto de escenarios y variables que podrían servir de guías en el tratamiento de la problemática racial en Cuba, desde una perspectiva socioeconómica. Sintetizando las condiciones históricas concretas más generales en que el fenómeno racial se ha desenvuelto, se podrían considerar tres escenarios básicos fundamentales, coincidentes con los macro-períodos en que puede ser dividida la historia nacional cubana. Estos serían:

   Escenario Io. La sociedad colonial cubana (siglo xvi hasta finales del siglo xix)

   Escenario IIo:  Frustración de la independencia y sociedad neocolonial cubana (1898-1958)

   Escenario IIIo: La sociedad revolucionaria socialista cubana (1959-2001)[2]

   Por supuesto, dentro de cada macro período, existen escenarios más concretos, que marcan situaciones específicas del objeto de estudio, las que deberán ser tomadas en consideración, y entre las que se destacan las siguientes:

·         Los períodos de la lucha independentista (1868-1878 y 1895-1898). Incluyendo el muy breve de la llamada Guerra Chiquita, a causa de la promesa española de conceder la libertad a los negros y mulatos esclavos, que habían luchado durante la primera etapa de la Guerra de Independencia, y los intentos reconciliadores desplegados por la metrópoli con posterioridad al Pacto del Zanjón.

·         El debate durante estos períodos sobre la esclavitud, hasta la proclamación oficial de la abolición en 1886. Junto al tránsito por el fenómeno de los llamados emancipados, la institución del Patronato y las diferentes leyes con las que España trató de liderar el ritmo de desaparición de la esclavitud.

·         Los vínculos entre la problemática del anexionismo y la abolición de la esclavitud. Fenómeno de mucha importancia para comprender la dinámica de las relaciones entre la burguesía criolla y la naciente potencia del norte.

·         Las particularidades asumidas en Cuba por el racismo y la discriminación racial después de la Primera Intervención Norteamericana (1898-1902).

·         La denominada como Guerrita de 1912, momento en que tuvo lugar uno de los acontecimientos más bochornosos de la historia republicana, de profundas consecuencias para las relaciones raciales en la Cuba de la república neocolonial.

·         Dentro del escenario de la Cuba revolucionaria se prestará especial atención a dos períodos (1959-1961 y 1989-1995), por su importancia para caracterizar la situación actual. Dado que ambos marcan puntos de inflexión en el comportamiento y tratamiento político del objeto de estudio.

 

Sobre las variables fundamentales a considerar

A partir de los escenarios determinados, es posible diseñar variables, las que pueden ser definidas como aquellos fenómenos que sintetizan los subsistemas de contradicciones más importantes de la problemática estudiada, dentro de cada escenario en cuestión. Formando así el sistema de contradicciones del momento histórico en que se enmarca la problemática objeto de estudio.

   Se puede considerar que existen tres categorías o tipos de variables fundamentales, que son las siguientes:

·         Variables de la herencia histórico-colonial.

·         Variables de la frustración republicana

·         Variables de la contemporaneidad revolucionaria socialista.

   Por supuesto, el diseño de las diferentes variables que componen cada categoría sólo puede hacerse sobre la base de una comprensión a fondo del objeto de estudio y desde una perspectiva histórica integral; por lo que tales variables deberán ser contentivas de la problemática racial cubana dentro de cada escenario histórico concreto, vistas aquellas tanto en el plano del pensamiento como en la realidad socioeconómica y en la política práctica de la época.

   Las variables que, en una primera aproximación, se han logrado diseñar son las siguientes:

Variables de la herencia histórico-colonial

·         Colonización-Esclavitud.

·         Capitalismo-Esclavitud.

·         Comercio Ilegal-Trata Negrera.

·         Racismo-Prejuicios-Discriminación.

·         Miedo al negro.

·         Política de blanqueamiento.

·         Etnicidad-Raza-Color de la Piel.

·         Esclavitud-Abolición.

·         Esclavitud-Anexionismo.

·         Esclavitud-Independentismo.

 

Variables de la frustración republicana

·         Intervención Norteamericana-Frustración de la Independencia.

·         Racismo-Discriminación Republicana.

·         Racismo-Capitalismo Cubano.

 

Variables de la contemporaneidad revolucionaria

·         Puntos de partida de los grupos raciales.

·         Desigualdad-Política Social.

·         Racialidad cubana-Idealismo revolucionario.

·         Crisis económica-Modelo  de bienestar.

·         Prejuicios-Discriminación-Racismo.

·         Dinámica raza-Proyecto nacional.[3]

 

   Como es posible observar, casi todas las variables están diseñadas sobre la base de una especie de juego de categorías, en el que se reflejan los momentos de una realidad social contradictoria, es decir, la realidad social que engendró el abolicionismo y el pensamiento que lo contiene e impulsa, no tendría sentido dentro de una sociedad en que no existiese la esclavitud. Lo cual no quiere decir, que ambos lados de la contradicción se expliquen sólo por la relación entre[4] sí mismos; pero es muy importante para el análisis saber cuáles son los polos esenciales que se enfrentan.

   Al mismo tiempo, estas variables, dentro de cada escenario, pudieran verse complementadas por situaciones coyunturales, que habiendo tenido un impacto significativo aunque sólo de corto plazo, como su carácter lo indica, de hecho no constituye una variable, pues estas últimas, son únicamente fenómenos estables, caracterizadores del sistema de contradicciones a nivel esencial, dentro de cada escenario en cuestión.[5]

   El modelo diseñado aporta un análisis sistémico, en la medida que se trata de la interdependencia de un conjunto de variables determinadas, junto con los escenarios correspondientes, y que integran un complejo hipotético de interacción.

   La determinación de estas variables a nivel cognoscitivo ha sido extraída y formulada a partir de un proceso de abstracción lógico-histórico, que ha permitido determinar el conjunto de los escenarios principales en que se desenvuelve el objeto de estudio (la problemática racial cubana), así como también las expresiones esenciales, sintéticas, del sistema de contradicciones contenidas en cada escenario.

   Durante el previo proceso analítico realizado, se pudo comprobar lo siguiente:

·         Al determinar las variables, como expresiones esenciales y sintéticas, se comprobó que el escenario en cuestión, al cual pertenece cada variable, reacciona rápidamente ante cualquier fenómeno que afecte a la determinación expresada por la variable.

·         Que existe una estrecha interconexión entre cada escenario determinado y las variables que lo componen y connotan a nivel esencial. Comprobándose que son variables de ese escenario.

  

   Aunque, al mismo tiempo, cada escenario opera también con una relativa independencia, pudiéndose observar que existen fenómenos que afectan al escenario de primer impacto y únicamente después esa afectación se traslada a las variables y, por tanto, a todo el sistema de contradicciones contenido en el escenario.

   Lo anterior es claramente apreciable cuando los cambios institucionales a nivel macrosocial comienzan primero por afectar las estructuras que determinan políticas y que, posteriormente, afectan a la variable o variables en cuestión, dentro de cada escenario.[6]

   Entonces, mirado de conjunto, el modelo descrito constituye un sistema, en la medida en que resulta un todo que funciona en virtud de la interdependencia existente entre las partes o escenarios y las variables que lo componen.[7]

   Por tanto, lo que está tratando de hacer es formular un modelo teórico para la comprensión y seguimiento de la problemática racial cubana en la actualidad.

   Entendiendo entonces como tal una explicación general de ciertos fenómenos seleccionados, planteados de manera satisfactoria para las personas que tengan un conocimiento de las características de la realidad que se están estudiando. Por consiguiente, constituyen una herramienta intelectual que ayuda a organizar el conocimiento, a plantear preguntas significativas, a guiar la formulación de prioridades en la investigación, así como también ayuda a la selección de métodos para llevar adelante las tareas de manera fructífera.

   Por lo cual, ese modelo estará en condiciones de suministrar un marco para evaluar las recomendaciones teórico-metodológicas y políticas, explícitas o implícitas, contenidas en el análisis científico realizado.

 

Breve caracterización de las variables diseñadas

Aunque han sido diseñadas variables para cada escenario, no se debe perder de vista que el análisis de un asunto, que, de un modo u otro, no ha desaparecido aún de la sociedad cubana. Por ello, lo más importante para caracterizar el problema en su estado actual sería determinar cómo y cuáles variables se trasladan al escenario contemporáneo de la realidad social cubana.

   Tales fenómenos trasladados, identificables como lastres, se unirían a los propiamente generados por el escenario contemporáneo, y darían calificaciones en extremo complejas, pero ineludibles de ser estudiadas, para comprender la problemática racial cubana en su estado actual.

   Todo lo cual sólo se puede realizar por medio de un análisis que objetivamente determine en qué medida un problema (como lo es, por ejemplo, la dinámica, prejuicio, discriminación, racismo) sobrevive aún de un modo determinado, dentro de la sociedad cubana. Único modo en que se podrá recomendar el diseño de políticas para superarlo.

   En tal consideración se ha partido a priori de que la sociedad cubana en su última etapa (1959-2002) había avanzado considerablemente en la solución de la dinámica planteada por el objeto de estudio, pero que también se observa todavía un conjunto de fenómenos que expresan que al menos el problema de los prejuicios raciales y de la discriminación racial, como ejercicio de los mismos, en el ámbito socioeconómico, no está superado. Siendo precisamente ésta, la hipótesis fundamental de nuestra investigación.

   Razones básicas por las cuales se persiguen los objetivos siguientes:

   1º. Caracterizar el conjunto de escenarios y variables fundamentales, que explican el racismo y la discriminación racial como lastres en la sociedad cubana actual.

   2º. Caracterizar las variables y escenarios que explican la retroalimentación de prejuicios y discriminación racial en la sociedad cubana actual.

   3º. Caracterizar sintéticamente la dinámica a través de la cual el racismo y la discriminación racial amenazan con reinstalarse en la macro-conciencia de la sociedad cubana actual.

   Un asunto de gran importancia a tomar en consideración, es aquel que ha estado presente en la historia de la problemática racial en Cuba, o sea, cierta tendencia a propone el problema racial dentro de la realidad nacional.

   Como si la cuestión racial debiera ser siempre sacrificada en función de la unidad nacional, a veces mal entendida, manipulada por algunos sectores de poder en la pseudorepública, o no vista como un problema vital para que la nación continúe avanzando.

   El impacto de la Revolución Haitiana de 1791, lo que provoca el denominado miedo al negro; la tesis del “blanqueamiento” de José A. Saco y las concesiones que Carlos Manuel de Céspedes se vio obligado a realizar, después de dar la libertad a sus esclavos; las serias contradicciones que el problema racial provoca dentro del independentismo, tanto en 1868 como en 1895; y luego la tristemente célebre mal llamada Guerrita del Doce, fueron etapas de nuestra historia no resueltas. Los negros y mulatos siempre han tenido que sufrir la posposición, el desconocimiento histórico de sus aspiraciones, o el silencio.

   Dado que en lugar de verse la cuestión racial como algo que debe ser  enfrentado y resuelto en función de la fortaleza de la nación, casi siempre se le ha visto tratado como algo que amenaza su existencia.

   Aun hoy, el dilema no está superado, a pesar de que nunca se había contado con mejores condiciones para enfrentarlo y resolverlo.[8]

   Esto último señalado, vendría a ser algo así como una constante, que sesga todo el modelo proyectado. Constituyéndose en un obstáculo a vencer, para transitar desde la constatación científica del fenómeno a la práctica política de su solución.

   Una posición revolucionaria ante la nación implica no reprochar por su imperfección, lo que fue herencia de los abuelos; ellos, en realidad, no pudieron hacer más.

   Pero, es verdad emancipadora que lo más avanzado del pensamiento que luchó por la independencia de Cuba, dígase figuras cimeras como  José Martí y Antonio Maceo, no concebían una república que le hiciese concesiones al racismo, o que no estuviese dispuesta a luchar hasta erradicar esa lacra de la sociedad cubana.

   Es legítimo pensar y defender la idea de que la nación cubana (es decir, para todos los cubanos), no lo será hasta que el racismo y la discriminación racial no hayan desaparecido de la patria que tantos cubanos lucharon por conquistar.

   Pasemos entonces a caracterizar sintéticamente las variables diseñadas.[9]

 

Racismo-Prejuicios raciales-Discriminación

Cuando se define el racismo debemos tomar en consideración que se trata de una forma ideológica de la conciencia social, que considera a unos hombres inferiores a otros, ya sea por nacionalidad, origen social, sexo, género, color de la piel, etcétera.

   El racismo deviene también un instrumento de poder, por medio del cual unos hombres mantienen a otros en continua situación de desventaja social.

   Por su lado, los prejuicios raciales forman parte de los prejuicios sociales, que adoptan la forma de estereotipos, de expresión racista en la conciencia individual, la familia, los grupos sociales y que se conservan y trasmiten sobre la base de ideas discriminatorias.

   La discriminación racial puede ser definida como la práctica y ejercicio del racismo, subyacente en los prejuicios raciales, que se expresan en los estereotipos. O sea, donde existen los prejuicios raciales, el racismo está presente, aunque no exista de manera institucionalizada, o pueda hablarse de él sólo como subyacente en la conciencia individual.

   Si partimos de que cada individuo, grupo o familia ostenta siempre una cuota de poder dentro de la sociedad, por ínfima que ésta pueda ser, siempre que existan los prejuicios raciales serán ejercidos en algún nivel o región de la realidad social.

   Es que el hombre, en última instancia, actúa como piensa y sus acciones están entonces determinadas por el modo en que se reflejan en su conciencia individual los fenómenos de la realidad social.

   Luego, racismo, prejuicios raciales y discriminación racial se suponen y complementan. Sólo limitan esta dialéctica subjetividad/objetividad, los controles objetivos y subjetivos, entre ellos, en general, las acciones que la sociedad puede ejercer sobre la conciencia social e individual, por medio de las leyes, la práctica social, la educación, la cultura, la política y otras, que tienden a evitar la dinámica discriminatoria.[10]

   Se trata de niveles que se retroalimentan continuamente, dentro de una dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo; entre la praxis y la teoría; entre lo social y lo individual. Dinámica que tiende a perpetuarse a través de los estereotipos, que siempre son alimentados por prejuicios subyacentes muy difíciles de eliminar, y que llevan implícitos un nivel de praxis discriminatoria, dado que el objetivo es siempre mantener a unos individuos, grupos o sectores sociales, por debajo en la escala social y, si posible fuera, prescindir de los mismos.

   Esta dinámica se expresa hoy claramente, en el carácter excluyente de la política económica neoliberal que se aplica en el contexto de la globalización.[11]

   El racismo, como ideología que alimenta los prejuicios raciales y el ejercicio de la discriminación, sólo puede sobrevivir, e incluso resurgir, dentro de una sociedad en que, para lograr el acceso a la riqueza y a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales, se impongan la competencia y el individualismo como formas de comportamiento social. Situación en la que el poder personal y su continuo incremento, serán condición indispensables para ocupar un lugar prominente dentro de la sociedad.

   En la Cuba colonial, la esclavitud, base fundamental de la producción, engendró el racismo y éste a su vez todo el consecuente sistema de valores que dividió a la naciente sociedad cubana.

   Tales condiciones fueron las dominantes desde la sociedad colonial, hasta el triunfo de la Revolución de 1959. Razones por las cuales es posible afirmar que aunque el capitalismo no engendra el racismo, éste se acopla muy bien a sus necesidades como régimen de explotación.

 

Política de blanqueamiento

Aunque se hable de la existencia en la Cuba colonial de una política dirigida a conceder la condición del blanco por decreto, como si se tratase de una indulgencia, no es posible, sin embargo, soslayar el sustrato socioeconómico y cultural de este fenómeno. El blanqueamiento era una necesidad social y no se explica su consideración en las leyes, sino a partir de las condicionantes que engendraron esa necesidad.

   El blanqueamiento partió de que en Cuba ser negro era una mácula, una desventaja en todos los planos de la vida social.

   Esta situación la trajo aparejada la esclavitud del negro. Finalmente el capitalismo, que necesitó de la masa de ex esclavos para engrosar el ejército de asalariados, la completó, aplicando lo que se puede considerar como un fenómeno de “ratificación de la clase obrera”.[12]

   No es posible olvidar que, aunque la discriminación de clase y la discriminación racial no son equivalentes, la clase obrera también es objeto de un proceso discriminatorio, a través del cual sólo se la considera como fuente de la fuerza de trabajo, que debe ser preservada bajo esa condición y reproducida por medio de la familia. Así se produce un fenómeno discriminatorio, que no se diferencia sustancialmente de la discriminación racial. Sólo que esta última, bajo la condición de ser obrero y no blanco al mismo tiempo, lleva implícito un doble proceso discriminatorio. Donde el primero es menos difícil de eliminar que el segundo, pues el mismo es ejercido incluso dentro de la propia clase obrera. Razón por la cual, racismo y ejercicio de la discriminación racial trasciende los marcos de la estructura clasista, para pasar a ser un fenómeno más general, que no desaparece con la eliminación del capitalismo.

   Entonces, el fenómeno del blanqueamiento en Cuba no fue sólo un problema derivado de la política mencionada, sino que más bien la propia política se explica como algo engendrado y alimentado por la economía y la cultura de la sociedad cubana, desde la colonia al capitalismo que sobrevivió en Cuba hasta finales de los años cincuenta.

   José A. Saco, en sus análisis, veía el blanqueamiento como una necesidad en el mejoramiento social de Cuba, bajo su conocido lema de “blanquear, blanquear, blanquear y luego hacernos respetar”.

   Una de las formas específicas en que hoy se presenta el blanqueamiento, es bajo el fenómeno de la exclusión del negro y el mulato, digamos en su nivel de subrepresentación en la televisión, el cine, el nuevo empresariado y los altos cargos de la estructura estatal y de gobierno. A pesar de que el extraordinario esfuerzo educacional de la revolución los ha situado casi a la par de la población blanca.[13]

   Sin duda la importancia de esta variable radica en que detrás de ella se encuentra todo un conjunto de fenómenos subjetivos, que sólo son explicables a partir de la cultura y la psicología que la esclavitud y el capitalismo engendraron, y que la crisis económica de finales de los años ochenta y principios de los noventa ha sacado a flote con fuerza inusitada.

   Por ello, es común aún en Cuba conocer personas que no se asumen como negros o mestizos, sino como blancos, cuando en realidad no lo son. ¿No es ésa una manifestación de la psicología individual que engendró el fenómeno del llamado blanqueamiento? ¿En qué medida subyacen aún en nuestra sociedad condiciones que hacen que personas negras o mestizas no hallen ventajoso asumirse como tales?

 

Etnicidad-Raza-Color de la piel

En Cuba no se repitió el esquema clásico propio de las naciones europeas.

   Los orígenes del pueblo cubano, como dice Torres-Cuevas. “[...] se nos presenta bajo la imposibilidad de reducirlo a los esquemas y conceptos clásicos. Éste no se formó siguiendo la evolución lineal de una etnia y su cultura. Contra todo modelo, no resultó el producto del tránsito de determinada gen, a la tribu, al pueblo y a la nación. Por el contrario, es el resultado de la presencia en un mismo territorio de etnias y culturas provenientes de diversos continentes que, cambiando aquí sus rasgos primigenios e interactuando entre sí, se integran en un nuevo complejo etno-cultural”.[14]

   En este contexto mencionado, resulta fundamental entender el fenómeno de la criollización, que desempeñó una función determinante en la formación de la nación cubana. Proceso que como ya explicamos tuvo su nudo principal en la criollización del negro.[15]

   Como a su vez expresa Jesús Guanche, “[...] El etnos-nación cubano es el resultado histórico-cultural y poblacional de los conglomerados multiétnicos hispánico, africano, chino y antillano principalmente, que se fusionan de manera compleja y disímil desde el siglo xvi, hasta crear una identidad nueva basada en la formación de una población endógena, con capacidad auto reproductiva propia, no dependiente de las corrientes inmigratorias que le dan origen en su decursar histórico, lo cual posee un conjunto de características [...].[16]

   Estas variables señaladas son sumamente importantes, porque tipifican a Cuba dentro de un conjunto de principios metodológicos fundamentales para analizar la problemática racial.

   No se trata únicamente de las diferenciaciones introducidas por las peculiaridades de la colonización española, con relación a la cuestión racial, por diferencia con las excolonias inglesas o francesas, sino más que ello se debe a que en Cuba cuajó una etno-nación, producto de un complejo proceso de integración, que trajo como resultado una sociedad uniétnica y multirracial, con una gran diversidad cultural.[17]

   Cuba fue formada por inmigrantes, pero no es hoy una sociedad de inmigrantes. Coincidieron en ellas varias etnias, pero no es multiétnica. En Cuba no existen minorías.[18] Éstas pudieron tal vez mantenerse segregadas, pero terminaron por fundirse con el resto de la población cubana. Hablamos, en primer lugar de los chinos, yucatecos, haitianos, jamaicanos, etcétera.

   El modo en que se formó lo que hoy integra el pueblo cubano, contenido fundamental de la nación, constituye un fenómeno básico para explicar las peculiaridades que la problemática racial adopta hoy en el caso de Cuba.

   Ello también dota a los científicos cubanos, especialistas en el tema, de un conjunto de directrices metodológicas que los independiza y peculiariza bastante a la hora de abordar la experiencia cubana.

   Este aspecto del problema es de hecho la esencia misma de cómo al tratar la problemática racial en Cuba, no son válidas, al menos en sus rasgos determinantes, la experiencia europea, ni la norteamericana, e incluso en algunos casos, tampoco las del Caribe anglófono y francófono.

   Como ha expresado don Fernando Ortiz: “[...] Toda la escala cultural que Europa pasa en más de cuatro milenios, en Cuba se ha experimentado en menos de cuatro siglos. Lo que allí fue subida por escalones, aquí ha sido progreso a saltos y sobresaltos [...].[19]

   En Cuba se formó una nación con características propias, que la sitúan en un marco teórico-metodológico especial para el estudio de la cuestión racial.

   Pero también Cuba, durante más de cuarenta años, ha atravesado por una experiencia nacional liberadora, que logró hacer avanzar mucho al país dentro de las tendencias raciales integracionistas que se habían puesto de manifiesto en el contexto de su devenir histórico, sobre todo desde mediados del siglo xix.

   Por ello, el concepto de raza en Cuba resulta en extremo engañoso, desde el punto de vista del tratamiento de la problemática racial en la actualidad. De modo que el factor racial no constituye el rasgo principal del etnos cubano, sino sólo su aspecto exterior (biológico).[20] Lo cual no quita que esa construcción cultural impuesta, aún hoy esté dando qué hacer internamente.

   Esa construcción la impuso una estructuración social, bajo condiciones administrativas coloniales, que desde el principio planteó el dominio y el sojuzgamiento interno y externo, como marco en que se estructuró la nación cubana, siempre como un proceso sin concluir, hasta que el triunfo de la Revolución en 1959, inauguró la fase histórica de emergencia definitiva de la nación.

   A diferencia de lo que tiene lugar en los Estados Unidos, donde, en algunos estados, la discriminación se ejerce sobre la base del componente negro en la sangre,[21] en Cuba ello no tiene la mayor importancia, pues lo determinante, si se va a ejercer la discriminación o no, es el color de la piel. El prejuicio se ejerce sobre la base de la apariencia y no del componente genérico. Lo cual parece hacer más fácil el caso de Cuba, pero no lo es, dado que la carga de componente subjetivo, en el sentido ideológico-cultural, es demasiado fuerte y resistente a su eliminación.

   Ello significa que en Cuba la discriminación se ejerce a simple vista, como forma dominante y casi única.

   La llamada burguesía cubana, penetrada del racismo colonial primero y el norteamericano después, sintiéndose además insegura ante este último, fue la que prestó siempre mayor atención a los instrumentos sofisticados del racismo genético, dado que, al mismo tiempo, éste siempre le suministraba un instrumento de poder. Por eso ocurrían cosas caricaturescas. Un Batista, presidente de la república, al ser mulato, no podía asistir a los clubes más aristocráticos, y una Josephine Baker era discriminada, siendo una de las actrices más importantes de su época.

   El colonizador español, a pesar de ochocientos años de colonización mora, no asumió nunca sus ancestros africanos, su mezcla. Esta actitud vergonzante fue heredada y transmitida a la burguesía criolla cubana y a la clase media blanca (casi la única existente). Ello explica, en parte, muchos de los prejuicios raciales y actitudes discriminatorias existentes hoy en Cuba, sobre todo dentro del grupo racial blanco.

   En realidad, la raza como tal no es lo determinante en Cuba. En cuanto a los prejuicios raciales y la discriminación, lo importante  consiste en si se es negro, mulato o blanco por fuera.

   Algún descendiente de negro, pero que en su apariencia externa tenga la piel lo suficientemente clara (ni siquiera otros rasgos como la nariz, el pelo, etcétera), si se asume como blanco y trata de pasar como tal, sólo ante un racista “sofisticado”, que no es el tipo de racista que existe hoy en Cuba, pasa inadvertido como negro. Luego, aunque los prejuicios raciales y el racismo están detrás, como sustrato histórico-social, lo determinante en Cuba es más bien el color de la piel, no la raza; la cual terminó fundida en una gran policromía de colores y sus matices, rasgos físicos a veces comunes, cultura y sicología común, que hacen de la nación cubana un complejo multirracial casi indefinible y culturalmente integrado.

   Sin que, al mismo tiempo, existan diferencias regionales, las que a veces son sólo distinguibles por el cubano. Dado que no existen diferencias culturales profundas (sino puros regionalismos), ni idiomáticas o de rasgos físicos, modales, etcétera.

   Luego, tal vez sea esta la variable más compleja a tomar en consideración. Sobre todo por su importancia para entender la situación actual, dentro de una Cuba con un etno-nación consolidado y un gran complejo de matices y rasgos compartidos, a veces incluso con independencia del color de la piel. A todo lo cual genialmente don Fernando Ortiz llamó “el ajiaco”.[22]

   Entonces, ¿cómo enfrentar hoy en Cuba los prejuicios raciales subyacentes y la práctica discriminatoria que ellos llevan implícitos?

   Tal pregunta no es nada fácil de responder. Pero, de lo que sí es posible estar convencido, es que planteándolo como un problema de negros, mulatos y blancos, o directamente como un asunto de razas, amén de sus componentes históricos subyacentes, el asunto no tiene solución. Pues se trata de un problema de toda la nación y no de una parte de ella, a menos que se quiera renunciar a todo lo positivo que ya la historia nos ha legado.

 

Esclavitud-Independentismo

El independentismo resulta ser siempre, desde su surgimiento, la corriente política más fuertemente partidaria de la abolición de la esclavitud en Cuba.

   La temprana acción de Carlos Manuel de Céspedes al conceder la libertad a sus esclavos, en el ingenio La Demajagua el 10 de octubre de 1868, fijó la posición fundamental respecto de la esclavitud, independientemente de las flexibilidades que se vieron obligados a poner en práctica los jefes mambises.

   El contexto socioeconómicos y los principios de independencia, igualdad y fraternidad, bajo los cuales se realizaba la guerra de independencia, determinaron claramente que la abolición de la trata y de la esclavitud quedaran inscritas en el proyecto de la lucha de independencia contra España.

   Fue la Guerra de Independencia de 1868-1878, la primera y verdadera gran batalla por la abolición de la esclavitud en Cuba, aunque no todos los que participaron en esa contienda  estuviesen de acuerdo en eliminar tan oprobiosa institución. Sin embargo, fue también el momento dentro del cual apareció nítidamente lo que devendría en una constante a lo largo de la historia: la supeditación de la cuestión racial al Proyecto de Unidad Nacional, por lo que, ante la necesidad de unir fuerzas contra España, se hicieron concesiones.

   Sin embargo, la fraternidad que entre negros, blancos y mulatos se vivía dentro de los campamentos mambises, sobre todo en la última etapa de la contienda (1895-1898), constituyó un hito importante para el quehacer político del independentismo, en la dirección de cómo debía ser la futura república respecto al problema racial. Pero finalmente, el fenómeno del racismo causó serios daños dentro de las fuerzas políticas del independentismo y puede decirse que fue uno de los factores negativos fundamentales que afectó seriamente la solidez y unidad de las fuerzas que luchaban por la independencia de Cuba.

   Lamentablemente hay que decir que muchos innegables patriotas, de los cuales resultaría doloroso mencionar sus nombres, eran racistas y no pocas de sus actuaciones llevaba el sello de tal modo de pensar respecto al problema racial. En realidad, hay que ser justos y muy objetivos al valorar que si aún en la Cuba de hoy no se está frente a un problema de fácil solución, es posible imaginar cómo debe haber sido en aquellos momentos.

   El problema del racismo se exacerbó cuando, al final de la Guerra del 95, no fueron precisamente las fuerzas más progresivas del independentismo las que asumieron las principales posiciones de poder en la república facturada por los Estados Unidos. Los prejuicios raciales que a veces tuvieron que ser ocultados en medio de la lucha, concluida la guerra, tomaron las formas más virulentas.

   Por ello, no se puede trasmitir la historia como una sucesión interminable de hechos heroicos y de héroes perfectos. Primero, porque la historia no es eso; segundo, porque por ese camino podemos llegar a menospreciar el esfuerzo de los que nos precedieron, en el mejor de los casos considerándolos como superhombres a los que todo les fue fácil y, tercero, porque cuando descubramos las miserias, que siempre   las hay en toda historia, podemos frustrarnos, lo cual es sumamente peligroso, porque nos puede ocurrir que junto a las miserias, echemos también por la borda todo lo que vale.[23]

   Por eso, el conocimiento a fondo de la historia, plagada de esos hechos y de hombres heroicos, aunque no perfectos, es la base fundamental de la autocomprensión y la autodefinición como pueblo.

   Con un hombre o mujer sin historia, sin autocomprensión y definición de sí mismo, no hay nada que hacer, porque el primer y más importante trabajo es dotar a ese hombre, a esa mujer de su autorreconocimiento, de la autocomprensión de sí mismo: ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Quiénes le precedieron? Porque sólo sabemos adonde vamos, cuando sepamos de donde venimos.

   Pues además, como dice un bello proverbio africano: “Cuando no sepas adonde vas, vuélvete a ver de dónde vienes”.[24]

 

Racismo-Discriminación republicana

La organización del poder político dentro de la república, no benefició para nada a la población negra y mestiza. Recién salidos de la esclavitud, una gran masa de ellos, sin educación, después de una guerra que los había empobrecido, pasó a engrosar el sector de los desempleados o a laborar en los empleos peor remunerados y sin ningún tipo de asistencia social.

   La república desplegó todos los prejuicios contra la población negra y mestiza, heredados de la sociedad colonial. Por su parte, Estados Unidos, con un sentido de superioridad hegemónica, también racial, sobre la burguesía nativa, no desaprovechó ningún momento para mostrar su poder y nivel de control sobre la Isla. El gobierno norteamericano era el poder real; los demás, en todo caso, no eran más que sus “segundones”.

   No era posible que ocurriese nada en Cuba sin que Estados Unidos metiese las manos para mediar o, en todo caso, nivelar situaciones y para tomar decisiones siempre a favor de sus intenciones. Aunque a veces se dieron cuenta de que era necesario cuidar la imagen. Como, cuando, en 1906, no consideró conveniente intervenir en auxilio de Estrada Palma y este último los conminó a hacerlo.

   En particular, la llamada Guerrita de 1912 atrajo la atención de Estados Unidos, que intervino en apoyo del escarmiento dado por la administración de José Miguel Gómez a los del Partido Independiente de Color. Ocasión en la que muchos  negros y mulatos negros fueron asesinados, sin que hasta hoy se conozca la cifra exacta de los muertos. Tal acontecimiento representó un golpe demoledor en el proceso de formación de una clase media no blanca dentro de Cuba.

   Los negros y mulatos, a base de mucho esfuerzo y de un proceso largo y difícil, comenzaban por comprar u obtener su libertad, después  se asentaban en múltiples oficios, que los españoles no consideraban apropiados para ellos, como dentistas, barberos, sastres, sombrereros, músicos, etcétera. Algunos, aunque muy pocos, lograron acceder a los estudios universitarios y se hicieron abogados, periodistas, etcétera, principalmente. Otros, como Morúa Delgado y Juan Gualberto Gómez, lograron posiciones políticas. Aunque por supuesto, en bandos diferentes.

   Pero, aunque muchos de estos negros y mulatos no estuvieron involucrados en los sucesos del 12, de todos modos sufrieron, sino la represión, sí al menos una pertinaz vigilancia, como sospechosos. Por lo que estos últimos acontecimientos afectaron de modo general a toda la población no blanca, que pasó a formar parte de la población potencialmente sospechosa de conspiración racista; que fue el slogan bajo el cual José Miguel Gómez, entonces presidente, persiguió y masacró a los seguidores de Evaristo Estenoz y Pedro Ivonnet, líderes principales del Partido Independiente de Color.[25]

   Con posterioridad a este último acontecimiento tan dramática, los negros y mestizos cubanos aprendieron que sus reivindicaciones no tenían espacio en una sociedad cojo las que les había tocado vivir. Los pocos grupos existentes de negros acomodados, en su inmensa mayoría, se plegaron aún más al juego republicano, y fundaron a veces sociedades o clubes culturales y fraternales, sin ningún matiz de  tipo político.

   No obstante, algunas fuerzas políticas continuaron luchando y mostraban sus inconformidades; como cuando, bajo presión, el gobierno norteamericano se vio obligado a reconocer a favor de Cuba el status de la Isla de Pinos, lo que había quedado en suspenso durante el debate de la Enmienda Platt.

   Todos los que ocuparon posiciones presidenciales  hasta la década del treinta, habían estado vinculados al independentismo. Como altos oficiales del Ejército Libertador, pero el entreguismo, la corrupción y la lucha por el poder terminaron por convertirlos en simples instrumentos de aplicación del modelo neocolonial diseñado por Estados Unidos.[26]

 

Racismo-Capitalismo cubano

Toda la vida republicana, aun después de abolida la Enmienda Platt, se desarrolló bajo el síndrome de la posible intervención norteamericana.

   La burguesía nativa administraba y se enriquecía, pero garantizaba, sobre todo, el control de la Isla para los monopolios norteamericanos, y siempre que consideraban amenazada la “tranquilidad de la nación” apelaban a la mediación, o en casos extremos, al síndrome de la intervención norteamericana.

   En medio del estallido revolucionario de 1933, Estados Unidos localiza su hombre fuerte para controlar la situación en Cuba, desde entonces en lo adelante. Fulgencio Batista Zaldívar, un sargento taquígrafo, mulato, que había sabido manipular  muy bien la situación política a su favor; pero que, además, en el caso de los negros y mulatos, introdujo a muchos de éstos en el ejército, dándoles los grados (cosa de lo cual no había casi antecedentes) y rodeándose de toda una aureola, que hizo creer a una parte de la población no blanca de que les iba a solucionar sus problemas.

   A partir de 1952, Estados Unidos apoyó fuertemente a la dictadura batistiana, su última oportunidad para mantener el control del país ante las serias inconformidades políticas que se continuaron acumulando y que tomaron su expresión más acabada en la lucha revolucionaria, con posterioridad al asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.

   Batista, por su parte, al ser mulato, trataba de sacar provecho de ello para mantener el control y la popularidad dentro de la población negra y mestiza. No obstante, según la situación política se fue tornando tensa, Estados Unidos trató de apuntalar el régimen, hasta que en 1958 se dieron cuenta de que había que buscar una variante de emergencia para frustrar el triunfo revolucionario. Todo lo cual concluyó en un rotundo fracaso.[27]

   La dictadura terminó finalmente con un expediente de crímenes, torturas, atropellos y miseria social, dentro de lo cual los negros y mulatos continuaron como mayoría, a pesar de que la ingenuidad haya podido hacer pensar a algunos todo lo contrario

   Hasta aquí las variables que hemos diseñado para los escenarios I y II. Veamos entonces aquellas variables que hemos dado en llamar de “la contemporaneidad revolucionaria”.

 

Puntos de partida de los grupos raciales

Sin lugar a dudas, la revolución cubana encontró una estructura económica subdesarrollada, fruto del funcionamiento de un modelo neocolonial, que en muchos casos no había logrado siquiera superar las asimetrías sociales y económicas heredadas de la colonización.

   Los grupos raciales que componían la sociedad cubana al triunfo de la Revolución de 1959, ponían de manifiesto claramente el lugar que les había correspondido dentro de la sociedad colonial y la república.

   Negros y mulatos engrosaban las filas d los obreros peor remunerados, de los pobres, los analfabetos, los hacinados en las cuarterías y barrios marginales, los que tenían peores empleos, etcétera. Asistían de manera muy minoritaria a las universidades, y algunos de los que lograban traspasar la enseñanza secundaria asistían a las escuelas de maestros o de artes y oficios, para después tratar de acceder a un empleo profesional que en muy pocas ocasiones alcanzaban.

   Sólo bien entrada la república, algunas organizaciones obreras y sociedades fraternales lograron algo en función de la mejoría de la población negra y mestiza.

   Pero los negros y mestizos, que componían los sectores más pobres y menos beneficiados de la sociedad neocolonial, carecían en general de organizaciones específicas y de acciones coordinadas para lograr mejoras dentro de esa sociedad.[28]

   La sociedad cubana se había encargado de generar un proceso de integración social, una masa mayoritaria de negros, blancos y mulatos formaban el ejército de pobres y de los asalariados, así como de las peores condiciones de vida y empleo que se encontró la revolución. Pero en particular negros y mulatos representaban la extensa mayoría dentro de ellos y ocupaban los niveles más bajos.

 

Desigualdad-política social

La política social de la revolución no hizo diferenciación entre grupos raciales. Todos fueron beneficiados; pero los que habían partido de más abajo, quedaron aún en desigualdad de condiciones. Habiendo mejorado sensiblemente su situación, sin embargo no habían logrado la estabilidad suficiente, o aún se encontraban a medias en el camino de forjarse un proyecto de vida. Cuando llegó la crisis de finales de los años ochenta, todo ello se puso de manifiesto con especial crudeza.

   Se comenzó a presentar claramente una dinámica negativa de la relación equidad-acceso superior para la población negra y mestiza.

   La crisis económica afectó seriamente el modelo de bienestar en proceso de formación dentro de la sociedad cubana, por supuesto, menos consolidado o a veces apenas iniciado para los que habían partido de más abajo, por lo general negros y mulatos en su mayoría.

   Como si fuera poco, las medidas económicas para superar la crisis y que tienden a afectar aún más la igualdad alcanzada, obligaron al estado a negociar con el capital extranjero y elevaron el carácter competitivo de los empleos ligados a la mejor remuneración, dentro de los dos sectores económicos (emergente y no emergente). Ello trajo también como consecuencia que los fenómenos ligados al prejuicio racial y la discriminación comenzasen a ponerse de manifiesto en la esfera económica, trasladándose lenta pero continuamente a otras esferas de la vida social. Dinámica que está afectando a la sociedad cubana actual.

   Existe una alta competencia por el empleo mejor remunerado, sobre todo dentro del llamado sector emergente (turismo y corporaciones), y una desventaja de la población negra y mulata para alcanzarlos.  

   Se trata del factor competencia (que hasta la primera mitad de los ochenta no tenía mucha importancia) pero  que ahora actúa dentro de una situación en la que hay desempleo y un régimen general de escasez, apoyado todo ello por los lastres de una estructura clasista aún no superada, que subyace detrás del color de la piel. Como factor histórico de identificación con la riqueza o la pobreza heredados de la sociedad colonial y republicana.[29]

   Al comparar ambas estructuras (aportadas en la nota), se observa claramente que el esfuerzo educacional ha sido extraordinario, pues no existen desequilibrios como tal, sino sólo algunas diferencias. Sin embargo, ese esfuerzo en la educación se derrumba ante las serias asimetrías, sobre todo entre negros y blancos, en el sector laboral, para acceder a los empleos en las categorías  de mayor exigencia educacional  y, por lo tanto, de mejor remuneración salarial y material en general.

   Habría que preguntar, ¿cómo se explica tal fenómeno?

 

Dinámica prejuicios raciales-discriminación-racismo

En la sociedad cubana actual, los prejuicios raciales y la discriminación han aflorado en medio de la situación generada por la crisis económica, con el impacto psicológico propio de un problema que habiéndose considerado como resuelto realmente no lo está.

   Fue un idealismo pensar que sólo sobre la base de una igualdad distributiva, y la gran obra humanitaria de la revolución, el problema racial se solucionaría. Ello ha tenido su precio, que tiende a ser cobrado ahora, en los peores momentos, para atacar los desequilibrios sociales generados por la crisis.

   De no tomarse medidas en el orden económico, social y cultural, un racismo no institucionalizado, hasta ahora, podría llegar a instalarse nuevamente en determinados sectores de la sociedad cubana.[30]

   El temor al componente divisionista de la problemática racial heredada; el haber tenido que priorizar el enfrentamiento con un enemigo externo y la indudable y magnánima obra humanista de la revolución cubana, tendieron a ocultar el fenómeno.

   El racismo, instalado desde las estructuras de la sociedad colonial cubana, debió haber recibido un tratamiento específico desde el principio, alertando a las masas sobre el mismo, para formar una cultura de resistencia y enfrentar el problema, y no convertirlo en un área de silencio, en un “tabú”, como ocurrió a partir de los primeros años de la década del sesenta. Hasta que recientemente y de manera muy discreta, se comienza a hablar nuevamente del problema racial.

   Por todo lo dicho hasta aquí, es que actualmente el reto deviene más difícil de enfrentar, pues se encuentra atrincherado en la combinación, entre la aún no suficiente  conciencia de que el problema existe; su no aceptación por algunos sectores, preferiblemente blancos; y la necesidad de acelerar las acciones de las estructuras políticas y administrativas del país.

   Todo lo cual se corresponde con una limitada conciencia de cuál  es la verdadera prioridad del problema; de confianza acerca de cuáles son las reales potencialidades de que se dispone para enfrentarlo y el temor a cómo podrían reaccionar las masas dentro de ese enfrentamiento.

   A pesar de todos los esfuerzos que se han venido realizando, la dinámica más arriba expuesta aún no ha sido superada.

 

Validación del modelo para el escenario actual

Partimos de la hipótesis, en esta parte de la investigación, de que subsisten hoy en Cuba formas de discriminación que ya existían antes, sólo que en mucho menor grado. Debido a la fuerte influencia ejercida por el proceso revolucionario tan profundo vivido dentro del país y porque en la Cuba actual es mucho más difícil ejercer la discriminación racial y de todo tipo, dado que las viejas generaciones han avanzado y las nuevas se van liberando paulatinamente del prejuicio racial en particular, aunque éste se resiste a desaparecer, principalmente alimentado y reemergente a partir de la profunda situación de crisis económica que el país comenzó a padecer desde finales de los años ochenta.

   Tal hipótesis no excluye la primera, sino que pretende reforzarla, sobre la base de una evaluación más concreta de la situación actual que presenta el objeto de investigación abordado.

   Entonces, ampliemos un poco esta última hipótesis.

   En Cuba, sobre todo a partir de la segunda mitad de los años ochenta, aun en medio de la percepción de que  tanto negros y mulatos como blancos soportan a pie de igualdad el período especial, se da como una especie de hipocresía, a veces inconsciente. Porque muchas personas, blancos, negros o mulatos, aunque más los primeros,[31] en su intimidad familiar o en los círculos íntimos del propio grupo racial, recrean formas de prejuicios. Discriminación, que la sociedad les obstaculiza ejercer abiertamente.

   Entonces, existen regiones y fenómenos de nuestra realidad social actual desde donde los prejuicios raciales, la discriminación y el racismo continúan siendo recreados.

   Tales regiones y fenómenos son los siguientes:

·         El status socioeconómico más bajo de la mayoría de los negros y mulatos, no contribuye a superar la situación. Esto se expresa del modo siguiente:

·         Están subpresentados en el sector turístico y de las corporaciones, aún más en posiciones de dirección.

·         Constituyen una exigua minoría del sector agrícola privado (sólo un

      2 %. En las cooperativas representan sólo el 5 %).

·         Son los que menos remesas reciben (83,5 % de los inmigrantes son blancos). Emigraron tarde, sin apoyo externo y hacia los puestos menos remunerados.

·         Subrepresentados como dirigentes de empresas estatales y cargos administrativos.[32]

·         Salvo en la música, el deporte y las fuerzas armadas, rara vez asumen posiciones protagónicas de repercusión nacional e internacional.

·         Es muy débil aún la presencia del negro y del mulato en los medios masivos, principalmente la televisión y el cine.[33]

·         Según las estadísticas, la población negra y mestiza ocupa una posición laboral y social que no se corresponde con los niveles educacionales que ha alcanzado.[34]

 

   Todas estas situaciones afectan seriamente las relaciones entre los grupos raciales, al aportar un componente de desigualdad entre ellos, que no puede ser fácilmente justificado.

   Esta problemática tiene que ser explicada a partir de un conjunto de variables más específicas, que continúan afectando el componente racial de la realidad social cubana contemporánea en contra de la población no blanca. Tales variables son las siguientes:

·         De todos los problemas heredados, que la revolución enfrentó desde el principio, sólo la problemática racial no fue objeto de un tratamiento específico, sistemático y consecuente en el tiempo.

·         Como resultado de lo anterior, la política social de la revolución nunca fue específica en el tratamiento de la cuestión referida a los diferentes puntos de partida con que negros, blancos y mulatos llegaron a 1959.

·         Después de las intervenciones del máximo líder de la Revolución, en marzo de 1959, y los primeros intentos de promover el tema, se creó una zona de silencio alrededor de la cuestión racial, que no ayudó en nada a entender que el problema requería de un abordaje extenso y específico. Sin dudas se pensó que incluyéndolo dentro del contexto más general de la justicia social para todos, sería suficiente.

·         El pensamiento predominante de que sólo sobre la base de una equidad distributiva y con la gran obra humanista de la revolución el problema racial se solucionaría, generó un error de idealismo que aún no está superado.

·         La población negra y mestiza, sintiéndose representada y amparada por la obra revolucionaria, se incorporó al proceso y tendió a sumir en el olvido todos los largos años de sufrimientos y discriminación. La revolución les había dado garantías evidentes de que tales situaciones no regresarían.

 

   ¿Qué explica que se haya asumido tal posición ante la cuestión racial y que incluso esto haya sido aceptado por la inmensa mayoría del pueblo, en particular por los negros y mulatos?

 

Bases de un error de idealismo compartido

Desde el propio año 1959, la dirección revolucionaria adoptó medidas que produjeron una identificación casi inmediata entre las masas y el liderazgo político de la revolución. En particular, la gran obra educacional elevó considerablemente el nivel de instrucción de la población, sin distingos de razas o procedencia social. Todos por igual tuvieron acceso al empleo, la salud, la cultura y la recreación.

   El estándar de vida, la autoestima y el orgullo de ser cubano crecieron de un modo antes desconocido para la población. En general, el color de la piel no constituía una limitante para acceder  a los más altos niveles de reconocimiento social.

   El Partido, la Juventud Comunista y demás organizaciones se encargaban de fortalecer, en el plano de la conciencia, que existía  una igualdad entre todos los ciudadanos. Todo ello contribuyó a la creación de un ambiente en el cual el problema de los prejuicios raciales y de la discriminación aparecían como resueltos.

   Si bien los ciudadanos estaban conscientes de que no todos los problemas estaban resueltos, el nivel de soluciones alcanzado y el ritmo de la vida económica, social y política, al menos hasta la primera mitad de los años ochenta, dibujaba el claro y esperanzador escenario de que Cuba se aproximaba a un nivel óptimo de soluciones en todos los planos de la vida interna del país.

   ¿Qué ocurrió entonces, y cómo la cuestión racial comenzó a percibirse nuevamente como un problema a resolver?

   ¿Se trataba de una simple percepción o de una necesidad planteada dentro de las nuevas condiciones?

   Sin duda, el escenario interno que comenzó a formarse en Cuba a partir de la segunda mitad de los años ochenta, trajo a la mente de muchos cubanos la idea de que se había sido idealistas al considerar que la dinámica social que se había desatado en Cuba, a partir de 1959, sería capaz de solucionar definitivamente la cuestión relativa al prejuicio y la discriminación racial.[35]

   Se había producido incluso la conjunción de un ataque jurídico a toda forma de discriminación, refrendado en la Constitución de 1976, apoyado todo ello por una obra de proporciones extraordinarias, dirigida a la reivindicación y mejora de las condiciones de vida de la población, en especial la más pobre, lo que sin duda indicaba que se marchaba en la dirección de una búsqueda de igualdad.

   También como resultado de todo ello, se había creado un ambiente social, prevaleciente hasta la primera mitad de los años ochenta, donde una apelación a la diferencia racial para justificar cualquier acción, no importaba el signo ni la procedencia, era vista lógicamente como un intento de retroceso social.

   Contribuyó además a no considerar la cuestión racial el hecho de que en medio del gran proceso de dignificación del individuo que se vivió en Cuba, desde los primeros años de la revolución, era como ofensivo para el negro, que, por el hecho de serlo, se le diera algo.

   Todo ello también dentro del contexto del romanticismo e idealismo que siempre ha caracterizado la obra de la revolución y sus dirigentes. Por supuesto, romanticismo e idealismo sin el cual habría sido imposible siquiera imaginar que una revolución socialista hubiese podido triunfar en Cuba,.

   Ya existía una identidad de lo cubano, pero al parecer lo había sido a medias hasta 1959. Entonces la vida revolucionaria tan exigente y dinámica los fue mezclando, sin que se percataran de ello.

   El círculo infantil, la escuela, la universidad, el trabajo voluntario, las milicias. Juntos vivieron los peligros de la contrarrevolución en los primeros años; Girón el Escambray, la Crisis de Octubre, los sabotajes, los bombardeos. Juntos atravesaron las escaceses y penurias del racionamiento y de las necesidades insatisfechas. Juntos, los que permanecen en Cuba, han estado encarando los retos de la supervivencia como nación, sólo que ahora menos igualitariamente que antes, de lo cual  provienen  una parte de los retos que aún deben encarar.[36]

   Todo parecía concebido para borrar la raza y el color de la piel del escenario social cubano. Posición que si bien pretendía un objetivo positivo, tendió también a la afectación del componente africano dentro de la identidad cultural, esencialmente en cuanto a las expresiones y manifestaciones de una cultura que sin duda es multirracial. Dado que también el componente hispano se había comportado como hegemónico hasta entonces.

   Por supuesto, España puede ser más agresiva en cuanto a destacar los componentes hispanos de la cultura cubana,  más que cualquier país de África. Por lo que puede tratarse no sólo de una intención subjetiva, sino objetivamente también, de  un problema de escasez de recursos económicos.

   En medio de tal situación, se mezclaron también el idealismo, la ignorancia, la ingenuidad y, en algunos casos, las intenciones de gente agazapada en ciertos sectores que ejercían sus prejuicios raciales no superados.

   Sin embargo, la problemática de la mujer recibía un tratamiento que contrastaba con la atención recibida por la cuestión racial. Aunque lentamente comenzó a presentarse también la realidad de que ser mujer y al mismo tiempo negra o mulata, tiene aún implicaciones sociales adicionales, que van más allá del tratamiento de género.

   Coincidente con todo ello, un marxismo-leninismo en general importado, dogmático, la mayoría de las veces sin una lectura dentro del contexto concreto de las realidades sociales cubanas, también trajo sus consecuencias negativas, al introducir modelos de comprensión de los fenómenos sociales y culturales que apenas tenían que ver, o a veces nada que ver, con la realidad del país.

   Particularmente, el problema de negros y mestizos fue sumido dentro de la cuestión general de clases, diluyéndolo dentro del problema general de la pobreza y la marginalidad. Y así se negó que históricamente a negros y mestizos el colonialismo y el neocolonialismo les dejó una herencia particular, más difícil de superar.

   Cuba, que hasta la primera mitad de los años ochenta había avanzado considerablemente en su proceso de construcción socialista aunque, como he dicho, dentro de una probeta,[37] de pronto, además de comenzar a sufrir la pérdida de sus mercados, se vio frente a las tendencias racistas  y xenófobas que comenzaron a emerger en los países socialistas que se derrumbaban.

   Sin duda los dramáticos cambios en la Europa socialista, y los fuertes impactos que estos trajeron aparejados para la economía y la sociedad cubana, cambiaron dramáticamente el escenario dentro del cual la Isla llevaba adelante el desarrollo de su modelo de igualdad y justicia social.

   Cuando tal fenómeno aconteció, se comenzó a manifestar, lentamente primero y aceleradamente después, algo que sorprendió a todos: los puntos de partida de la población blanca, negra y mestiza en Cuba habían sido diferentes, y tales asimetrías heredadas comenzaban a presentarse con especial agudeza.

   Al mismo tiempo, a pesar del retorno al más rígido racionamiento, aplicado para garantizar a todos una parte proporcional de los exiguos bienes existentes, aquél satisfacía a unos y dejaba con hambre a otros.[38]

   Los marcos, al principio muy estrechos, más amplios después, en que resultaba la competencia precios-ingresos por alcanzar los bienes necesarios y a veces sólo deseados, resultaban posibles y a veces muy posibles para unos, e inalcanzables para otros.

   Las remesas de dinero recibidas del exterior comenzaron un proceso de alivio de la situación. Pero la población blanca, negra y mestiza no disfruta de la misma posición ante este fenómeno. Con una evidente desventaja para los dos últimos, menos representados y con más bajos niveles de ingresos cuando lo están, entre los cubanos, tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo.

    La población negra y mestiza está minoritariamente representada en la emigración cubana. Además, su emigración masiva fue más tardía, por lo general sin apoyo dentro del país receptor y hacia actividades económicas menos remuneradas que las de la emigración blanca. Por lo que no es difícil concluir que, visto de conjunto, además de sufrir el racismo, se trata de los grupos de emigrados que en más precarias condiciones se encuentran para ayudar económicamente a sus familiares en Cuba.[39]

   Es cierto que al triunfo de la revolución cubana todas las contradicciones heredadas de la sociedad neocolonial quedaron subsumidas, supeditadas al conflicto de clases y más que ello al conflicto entre el imperialismo (norteamericano en particular) y la nación cubana.

   En tal enfrentamiento, la unidad de las fuerzas revolucionarias era algo estratégico e insoslayable. Pues al mismo tiempo no es posible olvidar que había sido precisamente la desunión de las fuerzas revolucionarias y la manipulación que el gobierno norteamericano y colonial habían hecho de este fenómeno, lo que provocó que al final las fuerzas independentistas hubiesen prácticamente ganado la guerra a España, pero que hubiesen perdido la revolución.

   Por lo cual era lógico entonces que las contradicciones entre nación cubana e imperialismo asumieran el lugar prioritario, pues ello había constituido siempre el reto principal de la existencia de Cuba como nación independiente.

   Sin embargo, lo no correcto fue asumir que dentro de una perspectiva de solución de las contradicciones con el imperialismo, la cuestión racial también se solucionaría.

   En cuanto al tema específico del racismo, esta percepción antes apuntada se reforzó  cuando al plantear Fidel Castro el problema en marzo de 1959, éste se percató de que la reacción que se había producido amenazaba con afectar la unidad nacional frente a la confrontación ya planteada con los Estados Unidos.

   A partir de aquí se conformaron un conjunto de situaciones que tampoco contribuyeron a que la problemática racial cubana aflorara como uno de los problemas fundamentales a debatir y a resolver, al menos planteándolo de manera directa, aunque no soslayándolo dentro del programa de la revolución, como parece que siempre fue la intención  del liderazgo político del país.

   Tales situaciones fueron las siguientes:

·         El agudo enfrentamiento de clases y el nacional, ante los intentos, incluso armados, por parte de Estados Unidos para destruir a la revolución desde sus primeros momentos.

·         Los continuos llamados a la unidad nacional, que llevaron implícito también las apelaciones a posponer cualquier otro conflicto interno que pudiese afectar esa unidad.

·         Desde el principio, el enfrentamiento con Estados Unidos y la contrarrevolución exigieron la movilización de todo el pueblo revolucionario para defender al país de las múltiples agresiones. Situación dentro de la cual primó un espíritu de lucha que fundió al pueblo en una sola fuerza de choque.

 

Urgencia de una rectificación

Si bien es cierto que la situación existente al triunfo de la revolución justificaba una supeditación del problema racial a la unidad dentro del proyecto nacional, hoy día, como ya fundamentamos al final de la primera parte de este ensayo, tal política no se justifica.

   Todo lo contrario, la ausencia de un debate acerca del problema racial en Cuba, amenaza ya con afectar el ritmo de consolidación del proyecto social de la revolución.

   Los factores y situaciones que fundamentan esta conclusión se apoyan en los razonamientos siguientes.

   1º. Es evidente que los prejuicios raciales, la discriminación y el racismo tienden nuevamente a recomponerse como parte de la realidad social cubana actual.

   2º. Es evidente que los fenómenos de pobreza, marginalidad y actitudes delictivas, que se exacerbaron a partir de la crisis económica de finales de los ochenta, tienen su base en los impactos que la crisis tiene en los niveles de vida de la población. Afectando de manera especial a negros y mulatos.

   3º. Es evidente que negros y mulatos engrosan las filas de los desempleados, la población penal y los grupos a los que más difícil les resulta hoy concretarse un proyecto de vida.[40]

   4º. Es evidente que negros y mulatos son los que menor acceso tienen a las actividades económicas, que constituyen hoy las alternativas viables para lograr mejores condiciones de vida, dentro de la dinámica de cambios que ha generado el Período Especial.

   5º. Es evidente que negros y mulatos continúan muy poco representados dentro de las estructuras del poder institucional y ello ha generado alternativas informales (redes de poder informal) que generan delincuencia, corrupción y que se conectan con las estructuras estables y gubernamentales, lo cual, como tendencia, sesga la actividad administrativa y deviene vehículo de corrupción de los cuadros.[41]

   A lo anterior se suma, en una contribución verdaderamente negativa para apreciar todos estos fenómenos, desde una perspectiva científica, el problema de la carencia de datos.

   La ausencia de un censo nacional (el último data de 1981), que además considere la categoría raza o color de la piel, impide hacer análisis más fundamentados.

   El censo de 1981 es totalmente insuficiente para valorar seriamente la situación de la población negra y mestiza en Cuba. Él mismo obstaculiza hacer correlaciones entre raza o color de la piel y otras variables.

   Además, en ese censo la forma de encuesta para registrar la raza o color de la piel del encuestado se realizó a simple observación del encuestador, o por medio de una pregunta, respondida incluso a nombre de personas que no estaban presentes en el momento de la encuesta.

   Por lo tanto, los resultados logrados no son del todo confiables. Se dice que aproximadamente un 67 % de la población cubana es blanca y un 33 % es negra y mestiza. Sin embargo la cifra parece falsa, al estar sesgado el dato por múltiples subjetividades y prejuicios subyacentes.[42]

   Pero no se trata sólo de la ausencia de un censo actualizado, sino de que la raza o color de la piel fueron eliminadas de todas las planillas y encuestas que se llenaban a la población. Con la consiguiente afectación para investigar ciertas enfermedades que afectan más a unos grupos raciales que a otros.

   No es posible soslayar que en la historia de Cuba, raza o color de la piel y estructura clasista van de la mano. Por lo que cualquier negación de esta realidad histórica, pone en una situación crítica las investigaciones sobre la sociedad cubana. Para  en medir y hacer proyecciones futuras de comportamiento de ciertos fenómenos sociales.

   Ha sido tan absurda la actitud asumida ante el problema, que se ha privado al país de registrar cuánto se ha avanzado en este campo. Dentro de lo que es posible intuir, Cuba aventaja a cualquier país del hemisferio.

   Pero dentro de la población negra y mestiza de Cuba, a pesar de todo lo que se ha avanzado, sobreviven aún, en un nivel inaceptable, problemas de marginalidad, poca autoestima, precariedad de vida y “destacarse por lo negativo”. Entre otros fenómenos que no han logrado ser superados, y que son el resultado de las condiciones de vida de un sector poblacional, sometido durante siglos a la explotación más despiadada, a condiciones de vida degradantes, a discriminación racial y a una gran ausencia de paradigmas cercanos.[43]

   En particular, sobre la presencia de negros y mulatos en ciertos niveles de las estructuras de poder, el problema no es de simple representatividad por el color de la piel. Es de conciencia de nación, de identidad asumida con todos sus matices e implicaciones políticas, ideológicas y culturales.

   Qué solucionaría la sociedad cubana con tener un 50 % de negros y mulatos en todas las posiciones, si de ellos un por ciento importante tal vez quiere ser blanco. Por consiguiente, sería sobre la base de esos prejuicios que asumirían su gestión social.

   Entonces, la situación es mucho más compleja que lograr que negros y mulatos tengan una más amplia representación en todas las posiciones.

   No podemos dejarnos llevar sólo por la presencia de la mezcla, porque ello ha sido no pocas veces una pista falsa.

   En esencia, no se trata de mezclar personas, sino conciencias, de lograr conciencias individuales y una conciencia social, resultado del proceso de integración en todos los planos de la vida social. Es lograr una conciencia de la que el color haya desaparecido, blanco, negro o mulato, para dar paso al color de lo cubano.

 

Poder y discriminación

Un factor fundamental que hace posible el ejercicio del racismo es la correlación entre los prejuicios raciales y el grado de acceso al poder, fenómeno presente en cualquier sociedad.

   Es posible afirmar que el racismo institucionalizado no existe en Cuba. Sin embargo, tal afirmación no puede hacer llegar a la conclusión de que se está a salvo del problema.

   Definiendo el poder como la capacidad de un individuo, grupo o clase para hacer valer sus intereses, no es necesario que una persona, grupo o clase, se encuentre en una posición institucional de poder para estar en capacidad de ejercer la discriminación.

   Cada ciudadano posee una cuota de poder y, aunque ésta sea mínima, ello le permite ejercer la discriminación. Se trata entonces de un fenómeno subjetivo, pues depende de la conciencia individual.

   Además, junto a las redes del poder formal, operan también redes informales de poder; y aunque el alcance de esta últimas posiblemente es limitado, muchas personas, grupos o familias, ejerciendo la discriminación, puede dar como resultado un nivel de práctica discriminatoria, cuyos efectos no serían lejanos, de lo que resultaría del ejercicio de la discriminación desde la estructura institucional.

   Combatir esta dinámica discriminatoria resulta muy difícil, debido precisamente a su dispersión dentro del tejido social y a su grado de informalidad, que es decir también su capacidad de ocultamiento.

   De lo contrario, ¿cómo explicar que la discriminación continúe existiendo, aun suponiendo la circunstancia en que los líderes y los cuadros de dirección, como personificación del poder formal a todos los niveles, no la ejerzan?

   La respuesta es que tales cuadros de la institucionalidad formal, no están absolutamente separados o al margen de las redes informales de poder. El cuadro estatal  cubano no  vive como una guardia pretoriana, a veces son parte de las redes informales de poder. Estableciendo continuamente con éstas vínculos y relaciones que pueden inocular el prejuicio y la discriminación dentro de la estructura formal de poder.

   Porque, y a modo de ejemplificación, ¿qué son, entre otras cosas, el llamado “sociolismo”, el “amiguismo” y el clientismo, sino también una relación ilegal entre las estructuras del poder formal y las redes informales de poder?

   Entonces, la posibilidad  real del ejercicio de la discriminación no es algo relacionado sólo con las estructuras formales de poder, sino también con lo que pudieran llamarse redes informales de poder y sus mutuas interrelaciones con el poder formal.

   No hay mecanismo más intrínsecamente discriminatorio que el precio de una mercancía de primera necesidad en condiciones de escasez. Pero cuando las redes informales del poder, en sus mutuas interrelaciones con el poder institucional, operan no con una simple mercancía (que desaparece después de ser consumida) sino con una plaza laboral dentro del sector turístico o de las corporaciones, las cosas comienzan a tomar un matiz muy serio; pues su impacto social y político es mayor y sus causas y consecuencias son más difíciles de erradicar.

   Acciones continuadas de este tipo son las que terminan produciendo una reacción consciente y cohesionada de parte de los afectados, lo cual ya puede llevar implícito respuestas políticas.[44]

   Otra dirección en que opera la relación poder-discriminación es la siguiente:

   Si por algo se ha caracterizado la revolución cubana, ha sido por ser una escuela de ejercicio del poder. La ciudadanía ha aprendido, desde las organizaciones políticas y de masas, a todos los niveles del Poder Popular y de las estructuras estatales, a ejercer el poder.

   Pero en términos de grupos raciales que integran la sociedad, para la población negra y mestiza en particular, continúan presentándose desventajas[45] que se expresan también del modo siguiente:

·         En cuanto a la obtención de una cultura del ejercicio del poder, el negro y el mulato están en desventaja con relación al blanco; porque el blanco en Cuba siempre ejerció el poder. Lo aprendió desde la cuna, se lo transmitió la familia. Ahora continúa en ventaja, incrementando su cultura de ejercicio del poder.

·         No se trata simplemente de una cuestión de educación en la escuela. Sino de una práctica social, en la que el negro y el mulato deben recibir aún mucho entrenamiento. Pero si ambos tienen desventajas en el acceso a los cargos, a pesar de que presentan niveles educacionales prácticamente equivalentes a los de la población blanca, ¿de qué modo van a superar el desnivel? ¿De qué modo el negro y el mulato van a adquirir esa cultura tan necesaria?

 

   No es difícil observar que con mucha más facilidad se pone una responsabilidad en manos de un blanco que de un mulato o de un negro, ¿por qué?

   La resultante no es otra sino que el negro y el mulato resultan aún discriminados en el ejercicio del poder.[46]

 

Racismo, política social e idealismo revolucionario

Al triunfo de la Revolución, Cuba cuenta ya con una población resultado de un largo proceso histórico.

   Tomando a esa población y categorizándola, ya sea por clases, sectores laborales, niveles de educación, niveles de ingreso, nivel cultural, raza o color de la piel, etcétera, nos encontramos siempre diferentes niveles en lo que a la riqueza social se refiere.

   ¿De dónde provenían esos diferentes niveles de acceso a los bienes materiales y a la riqueza en general que en 1959 encontró la Revolución Cubana?

   En Cuba, una sociedad que atravesó por un régimen colonial esclavista primero y una república neocolonial después, existe una realidad estructural que no podemos olvidar. Se trata de una diferenciación clasista, dentro de la cual, además de la procedencia social, ser hombre o mujer negro, mulato o blanco, introducía una carga adicional, en contra de aquellos más alejados de la propiedad sobre los medios de producción y demás riquezas materiales.

   En particular negros, mulatos y blancos, nunca ocuparon, ni ocupan aún, posiciones similares dentro de la sociedad cubana. El negro o mulato, casi siempre con ancestros esclavos; el blanco, heredero con mayor o menor acceso a la ventaja de que sus antepasados, por lo general, nunca habían ocupados los planos más bajos de la escala social, a todo lo cual se sumaba la discriminación racial existente. El refranero popular caracterizaba esa situación con una frase: “Ser blanco ya es una carrera”.

   Las estadísticas antes de 1959 reflejaban claramente la situación. En todos los sectores, dentro de los grupos poblacionales con más acceso a la riqueza y el bienestar material, los negros y mulatos estaban en extremo subrepresentados.

   Según se descendía a los planos más bajos de acceso a la riqueza y al bienestar material, los negros y mulatos engrosaban las filas.

   Entonces, es puro idealismo, en cualquier tipo de valoración social que se haga en Cuba, incluso actualmente, olvidar esa realidad.

   La raza y su herencia, el color de la piel, siempre dividieron socioeconómicamente a la sociedad cubana; más allá de que las clases dominantes  hayan pretendido utilizar la discriminación racial como un instrumento de control social y de poder.

   Sin embargo, la base esencial de la diferencia que permitía esa discriminación fue desde un principio socioeconómica.

   Los blancos llegaron a la Isla como colonizadores y los negros como esclavos; situación que desde los orígenes de la sociedad cubana delimitó muy bien, desde el punto de vista socioeconómico, quiénes producían la riqueza en Cuba y quiénes la amasaban y disfrutaban.

   Fueron necesarios varios siglos para que un exiguo número de negros y mulatos llegaran a alcanzar algún reconocimiento social. Proceso que entonces la discriminación racial se encargó de frenar continuamente y, a veces, hasta de manera sangrienta.

   Se alcanzó la nación pero, en realidad, mediante un proceso de integración, en el que los negros y mulatos quedaron incorporados a un contexto de supremacía y hegemonía blanca. Dolorosa y aplastante realidad que no puede ser desconocida.

   Dos grandes sectores, los fundamentales de nuestra población, con dos puntos de partida diferentes. Lo cual delineó las asimetrías sustanciales dentro de la población cubana, que durante siglos, y por generaciones, fueron trasmitidas como una herencia, que no había sido borrada al llegar el primero de enero de 1959.

   En realidad, no existió como tal, dentro de la revolución, un proyecto de política social, dirigido a equilibrar las asimetrías con que llegaban a 1959 los diferentes grupos raciales que componen aún la sociedad cubana. Es decir, tomando en consideración a la raza, o más bien el color de la piel, como una variable social de importancia.

   La cuestión racial estaba contenida como aspiración, dentro del programa de la revolución triunfante. Fidel Castro lo planteó, fue claro en expresarlo.[47] Pero sin embargo, no fue tomada directamente en consideración al delinear la política social; como sí fue tomada en cuenta la diferencia de género. Incluso, creando una organización para impulsar esa política en relación con la mujer, en una fecha tan temprana como el 23 de agosto de 1960 y poniendo al frente de ella un cuadro de primer nivel dentro de la Dirección de la Revolución.

   Las razones, más bien estratégico-políticas, que pueden haber fundamentado esta decisión, ya han sido explicadas a lo largo de este trabajo investigativo. De lo que se trata ahora es de valorar, en parte, las consecuencias de no haber considerado directamente la variable raza o color de la piel dentro de la política social y la necesidad de rectificar tal ausencia.

   En realidad “[...] para que el desarrollo aumente las oportunidades de las personas, éstas deben disfrutar de un acceso equitativo a esas oportunidades [...]  Se insiste en que la equidad debe entenderse como acceso a oportunidades [...].[48]

   El tratamiento de las diferencias raciales, consideradas como generadoras de inequidades sociales en el orden histórico, como es el caso de Cuba, implica necesariamente la adopción de decisiones poco equitativas para buscar resultados equitativos.[49]

   Es decir, no es posible tratar equitativamente a sectores poblacionales integrados por blancos, negros y mulatos, a partir de considerarlos a todos solamente como pobres; dado que los negros y mulatos dentro de esa categoría estarán presumiblemente en mayor desventaja.  Aun sin considerar ningún factor posible de discriminación racial, el cual, por supuesto, agravaría todavía más su situación dentro de un grupo que homogéneamente es pobre.

   Por otra parte, “[...] la igualdad de derechos no es condición suficiente para asegurar que las oportunidades sean asequibles a los que se encuentran en una posición social desventajosa”.[50]

   Por ello, “se requeriría una distribución desigual, para llevar a los más necesitados a un punto de partida común”.[51]

   La situación descrita es precisamente el problema fundamental que, en el orden socioeconómico, se nos presenta hoy con una parte importante de la población negra y mulata en Cuba. El tener un punto de partida no común, con el grupo racial blanco, aun considerándolas dentro de un sector poblacional de idéntico status frente a la riqueza social.

   Aunque la complejidad mayor del problema radica en que, dentro de tal punto de partida no común, se entremezclan asuntos de muy diferente naturaleza, que se condicionan y complementan, haciendo particularmente difícil la situación social de negros y mulatos.[52]

   La consideraciones teóricas antes expuestas expresan cuáles fueron, específicamente, las insuficiencias implícitas en la alternativa de política social que se seleccionó. La que, como ya hemos expresado, tendemos a justificar.

   Tal política social estuvo dirigida a hacer masiva la educación, que se atendiera por igual la salud de los ciudadanos y hubiera trabajo y bienestar para todos.

   Pero, lamentablemente, no todos los ciudadanos, en particular negros y mulatos, partieron de los mismos niveles al tratar de alcanzar toda la extraordinaria obra humanística que la revolución puso a su disposición.

   Respecto a la educación en particular, ahora se pone claramente de manifiesto que no es lo mismo una escuela en Miramar, Vedado o Plaza de la Revolución, que una en Centro Habana, Párraga o Pogolotti, barrios estos últimos  de alta concentración de negros y mulatos.

   Los términos y puntos de partida no son los mismos. Los barrios son diferentes, las familias también, por tanto, son diferentes también las posibilidades de acceder a las oportunidades en igualdad de condiciones de exigencia.[53]

   No basta con que todos nazcan en el mismo hospital, estudien en la misma escuela y vayan a los mismos lugares de recreación. Es decir, no basta con proveerles de punto de partida común a los que nacen. Porque ello no es suficiente para equilibrar el punto de partida histórico, que heredaran de sus padres, el grupo racial, el barrio o la familia en general.

   A los que van a nacer se les debe dar un ambiente social que sea continuación de esa bella obra:  el derecho de acceso por igual a la salud, la educación, el deporte y la cultura. Y no se trata simplemente de condiciones materiales, sino más bien de reconocimiento y de apoyo social a grupos que presentan desventajas. Lo contrario sería regalárselos al delito y a la marginalidad.

   Entonces, aunque todas las medidas adoptadas contribuyeron seriamente a mejorar de modo masivo el nivel educacional, incluso cultural, y la calidad de la vida de mucha gente, ello no fue suficiente para equilibrar los puntos de partida.

   Por tanto, los grandes desniveles con que los diferentes grupos raciales llegaron a ese proceso se ocultaron pero no desaparecieron y ahora brotan. Se pudo de manifiesto que distribución igualitaria e iguales oportunidades para personas con diferentes puntos de partida y posibilidades de aprovechar tales oportunidades, no hace sino reproducir la desigualdad a otro nivel.

   Y aunque no pocos negros y mestizos alcanzaron altos niveles de reconocimiento social, otros muchos no lograron superar las condiciones heredadas y las tensiones acumuladas.

   Ello explica, en parte, que en la Cuba actual, entre otras cosas, la población negra y mulata esté sobrerepresentada en las cárceles, que casi no haya actores negros en la televisión y el cine, y que falten negros y mulatos en las estructuras de poder. Especialmente en la economía del turismo y las corporaciones.

   La falta de representatividad no se explica a partir de desniveles educacionales, pues la población negra y mestiza es hoy incomparablemente más preparada que treinta años atrás; sino a partir de prejuicios raciales que aún limitan seriamente el acceso de la población no blanca a las posiciones protagónicas dentro de la sociedad.

   Todo ello se convierte en un reto que tiene que ser encarado por toda la sociedad cubana actual.

 

El reto de los paradigmas

Cuando el hombre –como ser natural y ser social–, entra en contradicción con la sociedad, cuando surgen en él motivos para un comportamiento antisocial, la fuente de esa contradicción no está en sus cualidades biológicas, las que no pueden ser sino neutrales respecto a los conceptos de bondad y maldad, sino en la estructura de la sociedad a que pertenece.

   Incluso las ideas y opiniones presentes en la conciencia, no han sido producidas en aislada soledad, sino que son productos de la sociedad en que se vive.  

   En la niñez, llega de todas partes lo que se pensara en el curso de la vida. Incluso el prejucio biologisista, ya en la forma de orgullo o prejuicio racial, de orgullo biológico por los propios antepasados, carece de un fundamento dado por conocimientos científicos y pertenece a la ideología de la sociedad de la que procedemos.

   Todo ello es válido aún dentro de una sociedad como la cubana, porque aunque la ideología socialista es dominante; y ella no se da en forma pura, sino que está contaminada con prejuicios heredados y presenta fallas propias de una sociedad que todavía es capaz de reproducir el prejuicio racial y la discriminación, más allá de la voluntad de los que la dirigen, orientan y fiscalizan.

   En general, pero más aún dentro de la situación antes expresada, los paradigmas son muy necesarios, diríase que una sociedad no puede sobrevivir sin ellos. Pueden imponerse como negativos o positivos, pero siempre existen.

   El ser humano selecciona sus paradigmas dentro de un contexto de semejanza y cercanía.

   En una sociedad como la cubana, con una larga historia de luchas, todos los héroes y mártires, los hombres y mujeres de prestigio, de hecho son paradigmas; pueden desempeñar ese papel.

   Pero los medios masivos y la educación en general, están llamados a jugar un papel de primer orden en divulgarlos y en la dinámica de la relación entre los paradigmas y el ciudadano común.

   Cuando se dice “seremos como el Che”, es necesario complementar esa idea con la búsqueda y divulgación de lo que se podría llamar “paradigmas intermedios”, que no son más que vías para llegar al Che. De lo contrario, el llamado es convertido en una mera consigna.

   Cuando se habla de paradigmas intermedios, la referencia más concreta es personas que, por diversas razones, son cercanas, semejantes y que atraen la atención por sus cualidades y comportamiento social, lo que invita a imitarlas.

   Tal cosa es fundamental para toda la población; en particular la joven, y resulta vital en el caso de los niños.

   Por ejemplo, un maestro en el que el niño ve cualidades positivas a imitar, sirve de puente, para igualarlo o al menos acercarlo, hacia ese ejemplo que deslumbra, pero al cual, al mismo tiempo, no resulta fácil llegar.

   Tal situación es actualmente una insuficiencia de los medios masivos de información cubanos y de la televisión en particular.

   Si un hombre, mujer, joven o niño no se ve reflejado en la televisión por personas similares, es casi imposible lograr acercarlos por esa vía al ejemplo de la conducta social que se espera de ellos.

   De ahí la importancia que poseen los medios masivos, en particular la televisión, presentan los mejores ejemplos; pero que lo haga reflejando la multirracialidad de la población cubana.[54]

 

Unidad dentro de la diversidad

Por difícil que resulte reconocerlo, la nación cubana surgió de un proceso de integración social, donde negros y mulatos quedaron incorporados dentro de una sociedad de supremacía y hegemonía blanca.

   Por eso, el triunfo de la revolución cubana, en 1959, representó la oportunidad de eliminar tal parcialidad. Lo cual sólo puede lograrse al superar los problemas de desigualdad y discriminación que el racismo legó, y las imperfecciones o errores que dentro del proyecto social de la revolución pudieran hacerlo reaparecer.

   Durante toda la historia cubana, incluido el momento actual que atraviesa la nación, la unidad de las fuerzas del progreso fue vital para continuar adelante. Pero la verdadera unidad hay que forjarla desde la diversidad, y no desde la obligada y simple suma de elementos diferentes.

   Es sólo sobre la base del autorreconocimiento y aceptación de la diversidad que puede forjarse la unidad.

   La unidad no se acepta ni se obliga, se logra sólo cuando se entiende todo lo que se tiene de común, a pesar de las diferencias, y cuando al mismo tiempo ello se respeta y asume como parte del proyecto social.

   En Cuba no existe el odio al negro, al blanco, o al mulato. No existe el odio racial en Cuba. Pues se experimenta a cada paso que se está unido por una historia común, que se ha solidificado en los años de quehacer revolucionario posteriores a 1959.

   Todo lo vivido juntos  hasta hoy por los cubanos los fundió, y cada día será mayor la unión. Por eso hay que desterrar, eliminar el prejuicio y la discriminación racial.

   Por tanto el problema racial en Cuba no es asunto de negros, blancos o mulatos, sino de toda la nación. No es un asunto de minorías, ni de “afrocubanos”.

   Otra cosa es el problema de la igualdad o la desigualdad heredada; o aquella que se haya podido engendrar, dimanante de las exigencias del proceso de supervivencia de la revolución, particularmente en los años recientes.

   Sin embargo, en 1959 el pensar que la cuestión racial se resolvería, fue un idealismo. Hubo cierta confusión entre la voluntad de autoreconocerse como iguales y declarar la guerra a la desigualdad, con la realidad objetiva de una desigualdad impuesta por la historia y, por lo tanto, casi imposible de superar en tan breve lapso.[55]

   Lo más importante de la igualdad en función de mantener la unidad es lograr que la primera continúe viva como una aspiración y que, cada día más unidos, se continúe luchando por alcanzarla.

   No hay otro modo de enfrentar la dolorosa realidad: de que hasta mediados de los años ochenta se había logrado acceder a niveles de igualdad social que enorgullecían a todos, pero la crisis económica produjo retraso y trajo serias consecuencias sociales que todavía no han podido ser resueltas. Y lo que es más grave aún, se afectó seriamente el ritmo con que negros, mulatos y en general la población más pobre, iba logrando sus proyectos de vida.

   En Cuba, quien antes de la primera mitad de los años ochenta no había conseguido aún forjarse un proyecto de vida, ahora está en muy desventajosas condiciones para lograrlo.

   Entonces, en medio de tal situación, el discurso político  que los va a mantener al lado del proyecto nacional será aquel que se identifique claramente con la realidad que aún sufren esos ciudadanos; y reconociendo la gravedad de la situación los conmine a luchar, junto a la dirección del país, para lograr superarla.

 

Algunas consideraciones finales

A todo lo largo de este ensayo investigativo se han venido haciendo algunas consideraciones, que también pudieran ser anotadas como concluyentes. No obstante, para terminar, se deben resumir algunos asuntos que son importantes.

   Cuba es el primer país que con larga experiencia colonial y neocolonial ha tratado de terminar con el racismo y la discriminación de todo tipo; aunque ahora se vea precisada a reconsiderar algunas políticas para continuar avanzando.

   Una conclusión muy importante que aporta el modelo utilizado, es la siguiente.

   Un país, que como a Cuba, le haya tocado vivir una experiencia colonial y neocolonial desde principios del siglo xvi hasta mediados del siglo xx, se encuentra en las más complejas condiciones, en términos de herencia histórica, para eliminar el racismo y la discriminación racial. Máxime porque tiene en su expediente el haber sido colonizada por una de las metrópolis más atrasadas de Europa. Potencia colonial de la cual, además, no pudo extraer paradigmas de modernidad, ni modelos éticos para la superación del racismo. Dado que España, aún hoy, no asume sus ancestros africanos, ni tampoco se ha caracterizado históricamente por ser un modelo de integración y de unidad dentro de la diversidad.

   Esta situación se torna aún más difícil si tomamos en consideración que las diferencias raciales en la sociedad cubana tuvieron, desde la época colonial, un conjunto de causas y de consecuencias, en particular socioeconómicas, que la nación cubana lucha aún por superar. Nación, que por demás, emergió bajo el signo de un proceso de integración, donde negros y mulatos quedaron incorporados bajo las condiciones de una supremacía y hegemonía blanca.

   Por lo tanto, no es difícil comprender que cuarenta años de revolución, a pesar de la radicalidad de ésta, no son suficientes para haber avanzado más allá de lo que Cuba ha logrado. Pues las consecuencias de una dinámica histórica como la vivida, no desaparecen de la conciencia social en tan corto espacio de tiempo.

   A todo ello se suma, como factor de retraso, un importante error de idealismo: considerar que al terminar con las bases del capitalismo y  desplegar una política social igualitaria, la cuestión racial se solucionaría.

   Si a todo lo anterior se le agregan la cercanía geográfica al territorio continental de Estados Unidos y la agresiva política de las administraciones americanas contra Cuba, ya por más de doscientos años, ello explicaría claramente bajo qué condiciones la Isla ha tenido que luchar para hacer realidad su proyecto como nación independiente.

   A la anterior situación –que aún hoy permanece– se añaden, además, las dificultades económicas tan críticas que Cuba está atravesando, desde finales de los años ochenta. Como resultado de la combinación entre la crisis, las necesidades de rectificación económica interna y la desaparición de sus aliados del otrora campo socialista. Cuba, forzada por esta situación, se ha visto obligada a la adopción de una reforma económica, que encierra ciertos retos para la igualdad social y para la supervivencia de su régimen político interno.

   Cuba no es hoy ya una sociedad racista; ni los prejuicios raciales, la discriminación racial y el racismo dominan el ambiente social cubano; pero la trilogía discriminatoria sobrevive y cuenta con fenómenos que la alimentan, y que en medio de la situación social y económica aún no superada amenazan con reinstalarse en la macro conciencia de la sociedad cubana actual.

   Las causas de esa situación, se encuentran en el cuadrilátero de fuerzas formado por los lastres heredados del pasado neocolonial; la prolongada ausencia de un tratamiento priorizado, específico y sistemático de la problemática racial;  la crisis económica aún no superada y las consecuencias derivadas de los acercamientos a la economía de mercado, subyacentes en la actual reforma económica.

   A todo ello puede agregarse el todavía insuficiente debate del problema racial, lo que pudiera ayudar a destruir los enclaves de discriminación racial subyacentes en la familia y otras agrupaciones raciales, así como a frenar actitudes y actuaciones negativas que el silencio y la excesiva discreción en el tratamiento del problema han contribuido a crear.

 



[1] Ver Esteban Morales: “Cuba-Estados Unidos: un modelo para el análisis de la confrontación hacia finales del siglo”, en Temas, La Habana, no. 18-19, julio-diciembre de 1999, pp. 80-89.

[2] En el corto espacio de que se dispone  para la presentación de este trabajo, es imposible desplegar la caracterización histórica de cada escenario. Además, nuestros historiadores lo han hecho con mucha brillantez, aunque como es natural todavía haya insuficiencias y debates.

[3] Aunque no se trata como tal de una variable, sino de la constante que a lo largo del proceso histórico cubano se ha expresado, para supeditar la problemática racial a la prioridad de mantener la unidad nacional. Más adelante lo explicaremos con algún detalle.

[4] Este asunto se esclarece aun más en el texto del trabajo.

[5] Es adecuado aclarar aquí que no se pretende hacer la historia del objeto de estudio seleccionado, sino únicamente tratar de sintetizar a nivel estructural y socioeconómico, los momentos claves que pueden explicar la situación actual de la problemática racial en Cuba. Así como extraer del análisis aquellas conclusiones que contribuyan a la formulación de políticas para la superación definitiva del problema.

[6] Dos claros ejemplos de ello, pueden ser encontrados, primero cuando dentro del período colonial, Inglaterra y España contendían por la abolición o el mantenimiento de la esclavitud en Cuba. O cuando la intervención norteamericana, en el período 1898-1902, varió dramáticamente el escenario interno cubano.

[7] Es decir, existe una estrecha relación entre sus unidades componentes, por ser y pertenecer a un mismo conjunto, determinado por el objeto de estudio y su diseño, lo cual quiere decir que existen rasgos comunes que permiten una relación interactiva e indisoluble.

[8] En el epígrafe dedicado a la “Unidad dentro de la diversidad”, volveremos sobre este polémico y complejo problema.

   En Cuba, durante más de treinta años, se dio menor relevancia a la identidad cultural en el proceso de construcción socialista. Las circunstancias concretas priorizaron la consideración de la lucha de clases y la respuesta a las agresiones externas, oponiendo a ellas la identidad nacional como recurso ideológico esencial. Ver Rolando Zamora Fernández: Notas para un estudio de la identidad cubana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana, 2000, p. 187.

   La cuestión racial, como componente importante de esa identidad cultural, entonces también sufrió la posposición, hasta que en años recientes se le comienza a priorizar.

[9] Como resultado del espacio disponible, no trataremos aquí todas las variables, prestando atención sólo a aquellas que consideramos indispensables para cumplir los objetivos de la publicación del ensayo. Las variables que no se tratarán son las siguientes: Colonización-Esclavitud, Comercio ilegal-Trata negrera, Miedo al negro, Esclavitud-Abolición, Esclavitud-Anexión, Esclavitud-Independentismo, Intervención norteamericana-Frustración independentista.

[10] Habiéndose terminado con el racismo ejercido desde las estructuras del poder formal, es decir, como algo institucionalizado, este se refugia en la familia, la conciencia individual y algunos grupos sociales, en espera de una situación propiciatoria para manifestarse. Éste es el fenómeno que ha tenido lugar en Cuba actualmente y al que nos referiremos más adelante en el curso de este ensayo.

[11] Razón por la cual, globalización neoliberal, racismo y xenofobia van de la mano. Dado que la globalización de que hablamos, es intrínsecamente discriminatoria y excluyente.

[12] Para ampliar sobre este aspecto ver E. Balibar e I. Wallerstein: Raza, nación y clase, Textos Iepala, Editorial Iepala, Madrid, 1988, pp. 313-329.

[13] Según las estadísticas, hoy negros y blancos se encuentran casi equilibrados en términos del nivel de instrucción. Véase Dinámica de la población cubana por el color de la piel, Eduardo San Marfull y Sonia Catasús: CEDEM, Universidad de La Habana, 2000, pp. 14-18. Según una investigación realizada por el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias en dos provincias tan representativas del país como La Habana y Santiago de Cuba, se observaron serios desequilibrios en el acceso a los puestos laborales. Ver Pablo Rodríguez, Ana Julia García y Lázara Carrazana: Relaciones raciales en la esfera laboral, Centro de Antropología, CITMA, La Habana, 1999.

[14] Ver, para ampliar sobre este asunto, Eduardo Torres-Cuevas: “En busca de la cubanidad”, Debates Americanos, La Habana, no. 1, 1995, pp. 2-17.

[15] Respecto a este proceso existe una zona oscura que debe ser mucho más investigada. Se refiere al papel del indígena en Cuba en el proceso de criollización. Dado que la tesis acerca de su extinción parece bastante discutible, porque algunos investigadores de la época ofrecen informaciones que provocan muchas dudas. Ver José A. García Molina: “Los aborígenes cubanos: leyenda de una extinción”, Temas, La Habana, no. 7, julio-septiembre de 1996, pp. 28-36.

[16] Para ampliar ver Jesús Guanche: Componentes étnicos de la nación cubana, Colección La Fuente Viva, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 1996, pp. 135-136.

[17] Ibíd., pp. 118-130.

[18] Ibíd., p. 130.

[19] Ver Fernando Ortiz: “Los factores humanos de la cubanidad”, en Estudios etnosociológicos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, pp. 10-43. (Citado por Pablo Rodríguez en Catauro, no. 2, p. 103.)

[20] Jesús Guanche: ob. cit., p. 129.

[21] En los Estados Unidos es considerada negra la persona que posea sangre negra, aunque tenga la piel blanca.

[22] Ver Norma Suárez: Fernando Ortiz y la cubanidad. Colección La Fuente Viva, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 1996, pp. 9.

[23] Como al parecer, lamentablemente, ha tenido lugar en Rusia y otros países de Europa del Este.

[24] Proverbio africano, del libro Cuba: la forja de una nación, de Rolando Rodríguez, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1998.

[25] Para ampliar ver Aline Helg: “Lo que nos corresponde: la lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba. 1866-1912”, Editorial IC, LA Habana, 2000, pp. 217-313.

[26] Para ampliar sobre este proyecto ver José A. Tabares del Real: La revolución del 30, sus dos últimos años, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973, pp. 21-62.

[27] El último embajador antes de 1959, Earl T. Smith, apoyó a Batista hasta el último momento, incluso ocultando información a la administración de Eisenhower.

   Ver Esteban Morales: La política de Estados Unidos hacia Cuba, 1959-1961, CESEU, Universidad de La Habana, La Habana, 2002.

[28] En tal situación los sorprendió el primero de enero de 1959. Algunos pocos negros y mulatos habían logrado destacarse sobre todo en la música, también en el arte, la literatura, el deporte, en la dirección de la actividad sindical, pero en general resultaban verdaderas excepciones.

   Pienso que de haber continuado el ascenso que comenzaban en la vida intelectual y política hacia principios de siglo, hasta que el fenómeno de la llamada Guerrita del Doce los aplastaran, hubieran logrado, hacia la década del cincuenta, haber tenido un espacio destacado en la estrategia revolucionaria posterior a 1952. Los negros tuvieron una participación sobresaliente en el Ejército Rebelde, pero salvo contadas excepciones, casi ninguna posición protagónica en la organización y conducción del movimiento político que finalmente derrocó a la dictadura de Batista. A partir de 1959, como parte del pueblo, han tenido una posición destacada y a veces hasta protagónica.

[29] Tal situación es claramente apreciable dentro de los diferentes grupos sociolaborales, en el interior de cada uno de los sectores que componen la economía nacional (no emergente y emergente), con especial acento en el sector emergente (turismo y corporaciones).

   Ello se manifiesta en los datos de la investigación ya citada y que son los siguientes:

   Sector no emergente: como dirigentes, blancos 57,4 %; negros, 18, 9 % mulatos, 23, 6 %. Sector emergente: como dirigentes, blancos 75, 4 %; negros 5,1 %; mulatos 19, 5 %. En la categoría de profesionales-técnicos y administrativos, en el sector no emergente: blancos 39,1 %, negros 27,1 %, mulatos 33, 8 %. En el sector emergente, para la misma categoría anterior: blancos 79,3 %, negros 6,1 %, mulatos 14,6 %. Ver Pablo Rodríguez, Ana Julia García y Lázara Carrazana: ob. cit., 1999, pp. 5-13.

   Como puede observarse, son dramáticas las asimetrías que se presentan en ambas categorías, sobre todo dentro del sector emergente. Pero estas diferencias resultan aún más dramáticas si las comparamos con los niveles educacionales de los grupos raciales y nos damos cuenta que negros, blancos y mulatos no presentan serias diferencias en cuanto a sus niveles de instrucción: blancos, en primaria, 26,6; media 34,1; media superior 30,2; superior 8,7. Negros, en primaria 22,9; media 35,1; media superior 34,1;  superior 7,8. Mulatos, en primaria 26,2; media 37,4; media superior 29,9; superior 6,5. Ver Sonia Catesús y Eduardo San Marful: ob. cit., pp. 14-19.

 

[30] Existen en la actualidad setenta programas sociales, dirigidos por la Unión de Jóvenes Comunistas, bajo la orientación personal del Presidente del Consejo de Estado, todos puestos en la dirección de solucionar un conjunto de desequilibrios sociales existentes. Un ejemplo de ellos son los programas orientados a rescatar a jóvenes que no estudian ni trabajan. Por su parte, el Ministerio de Cultura, en coordinación con la UNEAC y con la colaboración de los miembros de esta organización, desarrollan los llamados Programas Comunitarios en diferentes barrios de La Habana.

   Los enfoques teóricos de estos programas se van enriqueciendo sobre la marcha, en congresos, reuniones y múltiples actividades de coordinación.

[31] Según investigación realizada por el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias en 1995, 58 % de los blancos consideran que los negros son menos inteligentes; 65 % creen que los negros no tienen iguales valores y decencia, y 68 % se oponen al matrimonio interracial.

[32] En el epígrafe “Desigualdad-Política Social” se encuentran los datos que fundamentan esta información.

[33] Sobre esto no se dispone de datos, pero basta con observarlo en las novelas y demás programas de la televisión y las películas cubanas. No hay prácticamente actores negros o mulatos que asuman papeles protagónicos en la televisión ni en el cine. Además, los modelos que frecuentemente se asumen para la promoción de algún tipo de actividad, por lo general son blancos. En fin, la televisión cubana, que con tanta calidad presenta al pueblo, en toda su multicoloridad durante los actos políticos, no ha sido capaz aún de reflejar a ese pueblo en sus individualidades.

[34] Ver Sonia Catasus y Eduardo R. Marful: ob. cit., pp. 14-19.

[35] Para ampliar acerca de este escenario, que comenzó a formarse a partir de la segunda mitad de los ochenta, ver Esteban Morales: “Cuba-Estados Unidos: un modelo para el análisis de la confrontación hacia finales de siglo”, en Temas, La Habana, nos. 18-19, julio-diciembre, 1999, pp. 80-89.

[36] Las diferentes organizaciones creadas por la revolución jugaron un papel importantísimo en ello. Se trataba de agrupaciones masivas, sobre la base de objetivos y métodos de trabajo compartidos, que no hacían distinción de clase, género o raza.

[37] Se refiere a la realidad de que Cuba, hasta la segunda mitad de los años ochenta, en que comenzaron a avistarse las dificultades económicas que afectaban a los países socialistas europeos, había construido el socialismo entre dos muros: las relaciones con el mercado socialista y en los marcos del bloqueo. El primer muro la protegía y el segundo, aunque la afectaba, la aislaba de los desequilibrios del sistema capitalista. A partir de entonces, la Isla quedó sumida en como una especie de doble bloqueo.

[38] Como todos conocemos, la dirección revolucionaria seleccionó un camino para paliar la crisis económica, que si bien fue tenso, no obstante evitó la llamada “terapia de choque”, tan socorrida en otras latitudes. El estado cargó sobre sus hombros el costo fundamental de la crisis y la población fue protegida para que sufriera lo menos posible en circunstancias tan dramáticas como las de los años 1989 a 1994.

[39] Según la investigación del Centro de Antropología, además de las remesas concentradas en la población blanca, son muchos más significativas en el sector emergente de la economía que en el sector no emergente. Llegan con más frecuencia a los intelectuales que a los obreros. Tienen mayor incidencia en los obreros emergentes, que en los no emergentes. Ver Pablo Rodríguez, Ana Julia García y Lazara Carrazana: ob. cit., p. 14.

[40] No se dispone de las cifras, pero es generalmente aceptado, tanto en los medios oficiales como fuera de ellos, que el dato está muy por encima de la proporción que éstos representan dentro de la población, para negros y mulatos vistos de conjunto. Lo cual no constituye sorpresa, si tomamos en consideración todas las situaciones que afectan a estos grupos raciales dentro del Período Especial.

[41] Ver Censo Nacional de Cuadros del Estado, La Habana, Cuba, 1987. Esto se manifiesta claramente en el trasiego de productos dentro del mercado negro, que sólo están disponibles dentro del mismo una vez que llegan a los almacenes estatales. Ejemplo claro es el caso de la leche en polvo. Todo ello presenta una alta correlación con el gran porcentaje de negros y mestizos que están en las cárceles.

[42] Ver Censo de Población y Viviendas 1981, La población de Cuba, según el color de la piel, pp. 7-10.

[43] Para ampliar sobre estos fenómenos que afectan a la población negra y mestiza, ver María del Carmen Caño: “Relaciones raciales, procesos de ajuste y política social”, Temas, no. 7, 1996, pp. 58-65.

[44] Este fenómeno tiene su expresión en la opinión, bastante generalizada dentro de la población, de que para obtener un empleo en el sector turístico o de las corporaciones, no hay nada mejor que tener un socio. Ver  Pablo Rodríguez Ruiz: “Las relaciones raciales en Cuba. Una aproximación a la realidad actual”, Centro de Antropología de la Academia de Ciencias de Cuba, p. 23.

[45] Ya nos hemos referido a estas desventajas, que tocan precisamente la exigua representación de negros y mulatos en los puestos directivos de la economía no emergente y, sobre todo, de la emergente.

[46] No tenemos que hacer un gran esfuerzo para comprobar lo que aquí decimos. No hay más que pasar revista a las estructuras estatales en sus más altos niveles: ministerios, organismos nacionales, organizaciones sociales y organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas y científicas, etcétera. Excepto para las Fuerzas Armadas, el deporte y ciertos sectores de la cultura, en particular la música, es totalmente válido lo que aquí expresamos.

[47] Para ampliar ver el discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro del 22 de marzo de 1959. Fidel planteó con mucha fuerza que se trataba de una lacra social que debía ser eliminada. El silencio que vino después no significa que la preocupación haya desaparecido.

[48] Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba, CIEM, 1999, p. 6.

[49] En realidad, ello implica considerar cierta “acción afirmativa”, lo cual por su novedad y complejidad dentro de nuestro ámbito social requiere de posteriores investigaciones.

[50] Ver nota 48, p. 7.

[51] Ibíd. Tal apreciación considero que se corresponde perfectamente con la situación que dentro de la población aún considerada pobre en Cuba presentan los grupos poblacionales negros y mulatos.

[52] Lo cual significa que un análisis socioeconómico como el que aquí abordamos, no es suficiente para entender la situación social que negros y mulatos enfrentan, ante los puntos de partida, las diferencias económicas y las inequidades sociales. Haría falta complementar esto con una perspectiva antropológica, sociológica y cultural, dentro de una visión histórica del fenómenos. Por lo cual, sólo varias ciencias, trabajadas en conjunto, podrían dar una respuesta integral.

[53] El problema de la acción afirmativa, asunto acerca del cual se debate mucho hoy, particularmente en los Estados Unidos, con una larga y compleja trayectoria de acción afirmativa, resulta un asunto muy complejo. Por lo que parece estarse imponiendo el concepto de que la acción afirmativa debe realizarse no sobre la base de requisitos diferentes para los negros, sino de acciones dirigidas a ponerlos en condiciones de que cumplan los parámetros de exigencia, que serían entonces comunes para todos los grupos raciales.

[54] Para ampliar sobre este importante aspecto del problema racial se puede ver María del Carmen Caño, ob. cit., p. 64.

[55] Carlos Marx decía que en tiempos de revolución la sociedad podía ver en días lo que hubiera tenido que esperar siglos. Sin embargo, siglos de explotación acumulada no pueden superarse en el breve espacio de cuarenta años.

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