Esteban Morales.
UNEAC.
Comienzo por decir, que creo, algunos relativizan inadecuadamente el término afrodescendiente.
No amigos, no es lo mismo ser “lusodecendiente”, que italodescendiente u otros, que afrodescendiente.
Afrodescendiente quiere decir que venimos de África; aunque tal vez se trate de un eufemismo; porque todos, en última instancia, vinimos de África.
Cuando decimos afrodescendiente, según entiendo, hablamos de una población, que como casi ninguna otra, en enorme magnitud, fue abrupta y criminalmente trasplantada de su medio natural, lo cual supone, además, considerar los crímenes de la Trata y la Esclavitud.
En este mundo en que hoy vivimos, hay que examinar con detenimiento las peculiaridades de los pueblos que lo integran para hacer diferenciaciones que nos resultan muy necesarias.
Además, porque pienso es la única forma de acercarse a la verdad y no obrar con defectos, ni tampoco pecar por injustos.
No considerar el término afrodescendiente o relativizarlo, es aceptar la situación de los que, quieran o no, por conveniencia o por maldad, no reconocen a este conglomerado de personas lo que les corresponde, o les toco vivir y aun sufrir.
Se hace necesario reconocer el impacto que la Trata y la Esclavitud tuvieron sobre esa población, que por millones, fue abruptamente trasplantada, obligándoles a trabajar como esclavos, rompiéndoles toda conexión con sus culturas de origen, sus familias, sus lenguas, creencias religiosas y medio natural, robándoles la libertad con que tenían derecho a vivir. Lo que ha traído como consecuencia que sea África, entre otras cosas, el continente más esquilmado, que perdió a gran parte su población joven en los momentos en que más la necesitaba.
Aun hoy, casi cinco siglos después, particularmente en América y el Caribe, hay no menos de 150 millones de afrodescendientes, que están entre los que sufren como nadie, la pobreza, la explotación, el desempleo, el analfabetismo, la desatención medica, la discriminación racial, el racismo, y que en todo ese lapso de tiempo mencionado, apenas han logrado alcanzar la “modernidad”.
Al relativizar el término afrodescendiente, estamos aliviándoles el camino a los que debieran reconocer el crimen de la trata y de la esclavitud, no se disculpen aun por ello y se nieguen a poner en práctica las reparaciones que tanto son reclamadas.
Afrodescendiente, es más bien un término político, que tiende a reconocer a los que se sienten como tal y no solo a los que lo son. Que tiene como objetivo recuperar como similares, a todos aquellos, que originalmente trasplantados desde África, o sus descendientes, andan hoy por el mundo, como una diáspora, a veces recién emigrada, entre los que se encuentran los que más sufren la explotación y la discriminación.
Llegar de África, o de cualquier otro país del tercer mundo, a cualquier parte, no es lo mismo que venir de Japón o de Estados Unidos, aunque en este último caso, los afroamericanos, poseen cierta ventaja sobre los venidos de otros lugares. Sin embargo, los propios afroamericanos, se llaman a sí mismos como tales, reclamando la procedencia de sus ancestros y en su momento, la patria que les quisieron arrebatar, devolviéndolos a África.
No nos cansamos de repetir, que la raza no existe. Se trata de un constructo social. Pero el color sí. Y los procedentes de África, en general, llevan sobre si ese estigma. Por lo que a donde quiera que emigran, lo hacen, casi siempre, para quedar ubicados dentro de los sectores sociales en mayor desventaja. Van a los peores barrios, a los empleos peor remunerados y sufren las mayores desatenciones en todos los aspectos de su vida social.
Aun en países como Cuba, que hizo una revolución y que tanto ha avanzado en la atención de su población, todavía el color se hace sentir como una variable de diferenciación social y discriminación.
Aun entre los afrodescendientes de Cuba se encuentran los que ocupan los estratos más desfavorecidos dentro de la sociedad cubana.
Por tanto, rescatar el término afrodescendiente, es tener una herramienta, para poner en el lugar que les corresponde, a sectores poblacionales que sufren aun los lastres de la esclavitud y la trata. Y que son los que más padecen también la reproducción de estos lastres, por las incapacidades sociales aun no resueltas.
Como dijo un amigo, “a Durban entramos negros y salimos afrodescendientes”. Creo así, que alcanzamos un término generalizador, que nos permite apreciar la globalidad de la explotación, para un grupo poblacional que no ha logrado aun superar los lastres del colonialismo y los intentos de su continua reproducción.
No se oculta ningún prejuicio cuando se habla de afrodescendiente. Es que en este mundo no es suficiente decir que todos somos humanos. Ni que todos procedemos de África.
Tampoco que la raza no existe y que la discriminación racial es un crimen. Hay que generar los instrumentos teóricos y prácticos para luchar contra todo ello.
Si es así, como relativizar el término afrodescendiente, si incluso, aun en la propia Cuba, de una prolongada y extraordinariamente generosa política social, se ponen de manifiesto las desventajas que estos sufren.
Existe un movimiento afrodescendiente en nuestro hemisferio que en lugar de su relativización, lo cual llevaría casi a su desaparición, lo que hay que hacer es solidarizarse con el mismo. Acompañandololo en sus luchas por una vida mejor.
Cuando relativizamos el término afrodescendiente les estamos regalando a los racistas y explotadores la capacidad de pasar desapercibidos, dándoles también la oportunidad de continuar apuntalando la explotación y la discriminación.
Existe además, dentro de la problemática afrodescendiente, una corriente de derecha que trata de orientar a este movimiento hacia la cooperación, bajo una concepción de trabajo que pretende aliar al movimiento con una corriente de convivencia con gobiernos de derecha, como es el caso del PP en España, pretendiendo trasladárnosla hacia America Latina y el Caribe, buscando nuclear a los negros, que operarían entonces dentro de una política de la derecha, para restarle agudeza a las demandas de los afrodescendientes. Un sector dirigente de ellos se está beneficiando de vender a sus congéneres a los intereses de la derecha española.
Cuba, por su parte, hace causa común con el movimiento afrodescendiente. Aportando la muy valiosa experiencia de que no es suficiente hacer una revolución para desterrar al racismo y la discriminación racial. Mostrando, como resulta indispensable continuar atacando los prejuicios, estereotipos, la discriminación y el racismo, no solo como lastres de la sociedad anterior, sino también como fenómenos que la sociedad cubana, aun en sus imperfecciones, es capaz de reproducir.
Junio 4 del 2015.
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