Esteban
Morales Domínguez.
UNEAC.
Si
me preguntaran cual es la obra cumbre de la Revolución Cubana, diría
que es la educacional. Integralmente considerada: educación,
ciencia e investigación
En
estos días, al concluir el curso, se conversa mucho sobre la
educación, tanto superior como general. Se revisa el trabajo, se
valoran los logros y las deficiencias. Sé trasan planes para el
futuro. Todo con mucho rigor y dedicación.
Soy
un enamorado del tema educacional, al mismo he dedicado toda mi vida
y me habría gustado participar en esas reuniones. Como no me fue
posible estar presente, aquí despliego algunas ideas que son parte
de mis preocupaciones permanentes. Espero les sean útiles a quienes
se tomen el trabajo de leerlas.
Tener
un pueblo bastante preparado culturalmente hablando, más de un 10%
de personas con título universitario y un promedio de escolaridad
general casi por encima de nueve grados, junto a la no existencia de
analfabetismo, incluso funcional, ha representado contar con un
escudo protector de nuestro proyecto de nación revolucionaria,
soberana e independiente.
Como
dijo nuestro aposto Jose Martí, “La ignorancia mata a los pueblos
y es preciso matar la ignorancia”. Y agregaba, “Ser cultos para
ser libres”. El Apóstol continúa siendo una inagotable fuente de
inspiración en nuestro trabajo educacional.
Pero
una educación, que se proponga hacer sostenible y sistemática su
acción mejoradora y emancipadora sobre las masas del pueblo,
deberá ser continuamente perfeccionada.
De
aquí que sea insoslayable continuar su proceso de
perfeccionamiento. En el contexto específico de la sociedad cubana,
considero hay varias tareas que son exigidas por ese proceso:
- Perfeccionar los currículos educacionales en términos de su integralidad y continua modernización.
- Educar teniendo como o objetivo que la educación llegue sistemática e integralmente a todos los sectores poblacionales.
- Ejercer la labor educacional teniendo como uno de sus objetivos centrales la lucha contra todo vestigio de discriminación: racial, sexual, religiosa, de origen nacional, etc.
- Hacer de la enseñanza de la historia patria centro de la formación humanista y cultural de todos los educandos.
- Educar teniendo como premisa preparar para la vida. Con lo cual la práctica de la investigación y el debate científico adoptan una función primordial.
De
todos los asuntos antes planteados y exigidos, para decir que
impartimos una buena educación, pienso que aun en nuestro País,
presentamos insuficiencias en dos cuestiones fundamentales:
- La preparación cultural de los educandos creo es deficiente, al no contemplar de manera suficiente en nuestros currículos educacionales, los conocimientos sobre África, Asia, Medio Oriente y el Caribe. Lo cual trae como resultado que la comprensión de nuestras raíces culturales sea incompleta.
- Siendo Cuba una sociedad “multirracial”, o más bien “multicolor”, la explicación científica de ese fenómeno, está aun ausente de nuestras aulas. Como educar dentro de una sociedad “multicolor “sin introducir el color en la educación.
Por
tales motivos, yo diría, que viviendo aun dentro de una sociedad de
“hegemonía blanca”, asunto, que venido de la colonización
esclavista, no puede ser superado en tan corto plazo de tiempo,
entonces, al no mencionar el color, en la práctica, educamos para
el color hegemónico, y no suficientemente para ser cubanos. Es
decir, en la práctica educamos para ser blancos. Tal vez no seamos
conscientes de ello, pero eso tiene lugar con una lógica infalible.
Teniendo que quebrar los basamentos en que esa lógica se asienta.
Considero
que no debiéramos educar para ningún color. Pero en nuestro país,
el color existe y la discriminación por el color también, y
aunque no lo aceptemos, todavía entre nosotros, el color es una
variable de diferenciación social y como tal funciona, aunque nos
neguemos a reconocerlo. Tratándose de una disfuncionalidad social, o
de una forma de funcionamiento que aun no responde a los cánones de
la sociedad que deseamos construir.
Además,
al dejar ese asunto del color, al margen de la educación que
impartimos, no estamos preparando a nuestros jóvenes para que
enfrenten los prejuicios del color, que se hayan aun fuertemente
enraizados en la sociedad, la familia en particular y nuestra
cultura en general. La cultura que nos llega del colonialismo, es una
cultura racista. Y aun debemos trabajar mucho para liberarla de sus
inconvenientes.
Decía
Don fernando Ortiz, nuestro segundo descubridor y antropólogo
mayor, que Cuba es un “ajiaco”. Pero no resulta obsoleto
reconocer, que a ese caldo le quedan aun dentro muchas carnes y
viandas, que necesitamos todavía revolverlas fuertemente al fuego,
para que terminen de ablandarse; por lo que entonces nuestra
identidad, sigue siendo un fenómeno que se construye todos los
días. No tratándose de algo que podamos ya dar por terminado.
Nuestra
cultura tiene un alto nivel de integralidad y de consolidación,
pero como toda cultura, tiene aun sus lados oscuros que deben ser
perfeccionados. No se trata simplemente de un asunto de blancos y
negros, sino de toda la sociedad.
Somos
una sociedad joven, venida de un sistema colonial esclavista y
neocolonial, donde aun los vestigios de la esclavitud se pasean por
nuestras calles, plazas y barrios. Tomando cuerpo en la pobreza,
las desigualdades, los estereotipos y los prejuicios que aun no
hemos logrado superar; en las insuficiencias que dimanan de ella;
en las imperfecciones de una sociedad que aun es capaz de
alimentarlas. Deviniendo todo ello no en simples lastres del pasado,
sino en problemas que nos amenazan y agreden desde el presente.
Es
cierto que nuestros medios hacen ya un esfuerzo por superar el
problema. En particular la televisión, la prensa, el cine y otras
manifestaciones artísticas, pero las deudas son aún son muy
grandes. Porque nos demoramos en tratar el asunto, resultado de que
las prioridades de la lucha por la seguridad nacional, las agresiones
contra Cuba y una política social extraordinariamente humanista, que
solo priorizo la pobreza y no trato el color, nos hicieron creer
idealistamente que los problemas relativos a la discriminación
racial y el racismo se solucionarían por sí mismos.
Sobre
todo, nos resta aun mucho por trabajar con la integralidad y
sistematicidad que los problemas exigen.
Un
asunto de vital importancia, lo es la enseñanza de la Historia.
Donde en nuestro libros, deben quedar reflejados, todos los colores,
que construyeron esta nación. Historia en la que todavía hacemos
“voto de silencio” sobre acontecimientos de nuestro devenir
que aun no son estudiados a fondo, como por ejemplo, La llamada
“Guerrita de 1912” o La Conspiración de Aponte, temas que
durante mucho tiempo, apenas ha sido tratado por nuestros
historiadores.
Sobre
el tema racial, nuestra prensa actual aun no ha logrado igualar la
presencia que este tenía en la década de los años veinte y
treinta. Cuándo el tema era bastante debatido y muchos
periodistas-incluso negros- trataban el asunto abiertamente.
Observándose entonces un debate social, cuyo nivel aun no logrado
alcanzar. A pesar de que en los últimos años lo hemos retomado el
tema racial a nivel académico y se ha recomenzado un debate que lo
trae a flote con creciente frecuencia dentro de la sociedad civil.
Diríamos
que el tema racial no es un asunto “Del malecón para afuera”, es
parte de nuestra compleja realidad social interna.Tratandose de algo
que nos afecta, nos divide, complica el proceso de consolidación del
proyecto social de la revolución y deviene, por tanto, en potencial
instrumento de una diplomacia subversiva contra Cuba. Formando parte
del proyecto de desestabilización interna, que aun en medio del
cambio de política, proclamado por el presidente Obama el 17 D,
tiene su continuidad en la agresividad cultural que se despliega hoy
contra la sociedad Cubana.
Junio
30 del 2016.
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