Esteban
Morales Domínguez
UNEAC
“No
debemos temer a las contradicciones.
Pues
ellas son las fuentes del desarrollo”.
El
Autor.
Diríamos
que como nunca antes, estos aliados, ahora mencionados, deben
funcionar interconectadamente dentro de nuestra realidad política.
Existe entre ellos una dialéctica, objetiva y subjetiva, que se
expresa como unidad y lucha de contrarios. Como fuente del
desarrollo y la Solución de todos los problemas.
Pero
refiriéndome, en particular, a nuestras ciencias sociales y
humanísticas, estas tienen dos enemigos a vencer, en el accionar de
los científicos: la ignorancia, que es la madre y la cobardía que
es el padre. Ambos operan de manera muy negativa.
Si
somos, los científicos sociales, realmente consecuentes con la tarea
que nos corresponde desarrollar, ello quiere decir, que debemos
estudiar, investigar y debatir sobre todos los problemas
hasta
la saciedad. Y ser consecuentemente valientes al defender nuestras
opiniones. Porque, en definitiva, la ciencia es también una forma de
poder.
No
puede haber problema tabú para el científico social. Todo debe ser
investigado y debatido hasta el cansancio. No podemos dejar la
conducción de nuestro proceso, solo en manos de los políticos. Sino
trabajar con ellos, exigiéndoles nuestro lugar.
Tal cosa es válida, tanto
para las relaciones internacionales, relaciones de segundo grado,
porque se refieren a lo externo, aunque, sobre todo, prestar especial
atención a las relaciones internas. Aquellas que discurren dentro de
la realidad de la sociedad en cuestión. Y que constituyen la
variable fundamental de toda acción o proceso, que pretenda
transformarla.
La
economía, la política y la ideología, para resumirlas en sus
enclaves principales; constituyen momentos clave del accionar de las
ciencias sociales. No es posible soslayar, ni que nos soslayen de
ninguna de las esferas mencionadas.
Porque,
como ya he expresado en otras ocasiones, la variable fundamental, es
la dinámica interna de cualquier sociedad. Sobre todo, dentro de una
como la cubana socialista actual, respecto a la cual, pesa
continuamente la intención, de nuestros enemigos, por subvertirla,
atrayéndola continuamente hacia el capitalismo, la sociedad que nos
hemos propuesto superar.
Situación,
en medio de la cual, el científico social revolucionario, debe estar
consciente del papel que le corresponde desempeñar. Que no es otro,
que el de ser arquitecto de las relaciones sociales, dentro de la
sociedad cubana, de conjunto, con la política y las artes.
Utilizando esa forma de poder que es la ciencia.
Respecto
a las artes y las humanidades en general, a pesar de que no pocas
veces tropiezan con los mismos obstáculos que el resto de las
ciencias sociales, podemos momentáneamente descartarlas, no, por no
ser también importantes, sino porque sus lenguajes y formas de
expresión, les permiten, a veces, “escapar”, de los prejuicios,
con que si tropiezan más frecuentemente el resto de las ciencias
sociales.
La
pintura, las artes plásticas en general, la música, la danza, las
llamadas ciencias audiovisuales, son las que no pocas veces pueden
sortear, con mejores augurios, los prejuicios que atacan a las
ciencias sociales. Pues estas últimas, tienen siempre, que
necesariamente, referirse directamente a la política. Espacio este,
en el que el celo de los políticos y los prejuicios, actúan con
mayor fuerza.
Luego
entonces, el científico social, su producción intelectual, no debe
y no puede, subvertir su lenguaje, ni ocultarlo con sofismas; ni
dentro de un tipo de expresión de la realidad, en el que se puede
actuar, disfrazando sus producciones, o actuando dentro de las
licencias de la creación artística. Que siempre tendrían a su
favor, las expresiones de la realidad de manera figurada, bajo
símbolos, apelando a la ficción y representaciones, que no son
directamente la realidad, sino formas metamorfoseadas de la misma. Y
que, con frecuencia, no tienen que enfrentar a la política.
Por
su parte, los científicos sociales, de manera directa, tienen que
presentar esa realidad con un lenguaje claro y directo, que a veces
resulta relativamente agresivo, o que pudiera ser asimilado por los
políticos como agresivo.
Entonces,
los sofismas, la ficción, las representaciones y las formas
metamorfoseadas, no pueden ser el lenguaje de estas ciencias más
arriba mencionadas, porque ellas, necesariamente, siempre, tienen que
enfrentar a la política de manera directa. Formando con esta última,
un verdadero dúo contencioso. Pues la una no puede prescindir de la
otra. Ni el político puede desentenderse de lo que la ciencia social
está diciendo; ni los científicos sociales pueden desentenderse de
la política, pues en última instancia, ambos actúan dentro de
ella, la que aporta siempre el contexto. Este último es también
válido para las humanidades, pero no les toca siempre de manera
directa.
No
obstante, se manifiestan continuamente, en tales relaciones, visiones
contradictorias, de las que no es posible desentenderse, ni tampoco,
simplemente, escapar.
En
medio de tal situación, si el científico social no actúa de manera
consciente del papel que le corresponde, como, arquitecto de la
sociedad; que quiere decir, si no actúa con valentía y no defiende
sus criterios frente al de los políticos, la política los
aplastara; porque los políticos poseen el poder corriente que les
permite hacerlo. Y no pocas veces han hecho uso de ese poder.
Por
celo, o por conveniencia, los políticos pueden actuar para aplastar
las opiniones de las ciencias sociales y las Humanidades también;
sobre todo, cuando estas, opinan, o adelantan escenarios, que los
políticos no comprenden, o nos les conviene comprender. Los
políticos, incluso revolucionarios, o no, pueden actuar aquí,
también por ignorancia o por conveniencia.
Podemos
decir, que el político revolucionario, no debiera actuar por
conveniencia, pues dejaría de ser realmente revolucionario. Por lo
que, dándole el beneficio de la duda, podemos decir, que el político
revolucionario, no debiera actuar negativamente, ante el criterio
fundamentado de las ciencias sociales; más bien, solo por ignorancia
y no por conveniencia. Pero ambas situaciones ocurren. Y no se puede
ser idealista ante esta realidad.
Pues
existe la actuación de la burocracia, que es un asunto de muy alta
complejidad. Tratándose de ese componente de la sociedad, que ya
hemos mencionado, es corrupto por su propia naturaleza, aunque no
todos los burócratas lo sean.
Es
que la burocracia estatal administra los bienes de la sociedad y ello
lleva implícito la posible desviación, la de usufructuar esos
bienes, como si fueran de su absoluta propiedad. Lo cual crea y
alimenta una forma de corrupción, que es bien difícil de extirpar.
Y de las cual, ejemplos múltiples, tenemos ya, en la Cuba actual.
A
su vez, el científico social, debe comprender, que el político
actúa en el contexto de una situación, dentro de la cual, su
principal deber es el de defender la estabilidad de la política; no
permitir que se le ataque; viéndose obligado a actuar dentro de unos
límites y plazos de tiempo, que no le permiten a veces entender y
muchos menos aceptar, de manera inmediata, que una política deba ser
cambiada. Porque las ciencias le están diciendo que debe cambiar.
Razón
por la cual, en una sociedad como la nuestra, hay que dejar espacio
al debate, consciente e informado, de todos los fenómenos sociales,
dado que necesariamente, entre la ciencia y la política debe
existir, como especie de un lag, para que los políticos y los
científicos sociales puedan debatir abiertamente, sobre la
conveniencia o no, de cambiar una política.
Momento
dentro del cual, el científico debe demostrar, de manera clara y
valiente, que la política debe ser cambiada. Y ambos, el político y
el científico, deben actuar con la conciencia de que, una política
que debe ser cambiada, pero que no cambia, está afectando a la
sociedad, que es lo más importante; porque para ambos, si son
revolucionarios, no existe una presión mayor, que la que la sociedad
ejerce.
También,
es muy frecuente el error de considerar que las ciencias sociales,
tienen que ser facturadas por la política, para estar en condiciones
de ser consumidas por el resto de la sociedad.
Ello
se expresa claramente, en que, aun dentro de un proceso de
comprensión del papel que deben desempeñar las ciencias, la
política frecuentemente reacciona con tendencia a monopolizarlas.
Facturándolas continuamente, como si la política fuera el único
destinatario de las ciencias.
Dentro
de tal proceso, más arriba descrito, algunos científicos se dejan
facturar, mientras que otros se resisten, defendiendo el papel
relativamente independiente de las ciencias sociales. Conflicto que
solo tiene solución sobre la base del debate y de la mutua
comprensión, por ambos sectores sociales, del papel que corresponde
a la política y el que toca a la ciencia. Pero sobre todo, de la
comprensión, de que las ciencias sociales van dirigidas también
al individuo, a ellas mismas, a la familia, la escuela y los medios
de comunicación, entre otros, que las consumen, muchas veces, sin
que estas tengan que pasar, ser mediadas o facturadas por la
política.1
No
es posible negar, que esta confusión mencionada, nos ha llevado, no
pocas veces, a confundir el discurso político, con el científico.
Lo cual ha tenido a veces, consecuencias negativas para el trabajo
ideológico. Teniendo este fenómeno, frecuentemente su expresión,
en la deficiente calidad de nuestra prensa.
Sería
una verdadera tontería, la cual nos hace mucho daño, que otras
esferas de la sociedad, se dejasen arrebatar los
beneficios que les acarrearía mantenerse en contacto directo con las
ciencias sociales y humanísticas, aprovechando sus resultados.
Todo
lo cual desborda en mucho, el interés por las ciencias sociales,
solo como un objeto utilizable por la política.
Es
que las ciencias sociales, además, no pueden sustraerse a la
realidad de que dentro de esas actividades que las consumen, a veces,
estas son también generadoras de conocimientos científicos. Dado
que, al menos en Cuba, no es solo dentro de la academia donde pueden
generarse conocimientos científicos. Todo lo cual es el resultado
de la gama de profesionales de las más disimiles especialidades,
que, en muchos lugares, desempeñan su actividad concreta, enfocando
sus tareas también con un sentido investigativo.
Tal
situación implica también que las ciencias sociales, al ser
facturadas solo para la política, entran en un “maridaje
justificativo” de la política, que les hace perder personalidad,
entrando en un incesto con la política, que les cercena la
posibilidad preservar su carácter de ciencias.
Es
que el pensamiento científico, no puede estar subordinado a la
coyuntura política, ni a la política misma. Porque entonces se
tiende, oportunistamente, por los científicos sociales, a tratar de
encontrar las soluciones que más acomodan a la política, perdiendo
las ciencias su capacidad de hallar las alternativas necesarias;
por si la política falla o debe cambiar. Pues debemos partir, de que
la mejor política, es aquella que, desde el momento de su
formulación, ya debemos comenzar a pensar en cómo debiéramos
ajustarla o cambiarla.
Tratándose
esta última, de una dialéctica, cuya comprensión es indispensable.
Pues ninguna política es eterna, como no lo es tampoco, la situación
que la generó. Tratándose de un asunto, al que los políticos se
resisten con mucha frecuencia. Pero que, de no ser, como hemos
explicado, a la hora de los errores, se equivocan todos, científicos
y políticos.
No
obstante, una variante extrema de la relación entre política y
ciencia, es también considerar que las ciencias sociales y
humanísticas, sus métodos y procedimientos, tienen que estar
divorciados de la política y de la influencia de la coyuntura.
Aun
y cuando las ciencias sociales tienen que llegar a sus propias
conclusiones y por sus propios medios, incluso, con independencia
de que puedan entrar en contradicción con la política presente,
ello no significa que sus métodos y procedimientos de trabajo,
incluso sus resultados, tengan que estar divorciados de la política,
ni de sus coyunturas; pues se trata de la independencia relativa de
las ciencias sociales y humanísticas, no de su divorcio de la
política. Aunque estas últimas, siendo independientes, es como
mejor contribuyen a la política. Por lo que se trata de una
independencia relativa de la ciencia y no absoluta de la política y
sus coyunturas.
Es
muy sintomático, que, en periodos de coyunturas críticas, como lo
es ahora; la política se lance rápidamente buscando el auxilio de
las ciencias sociales y humanísticas.
Lo
anterior es cierto, se ha repetido, como una constante, desde que el
Comandante en Jefe, Fidel Castro, fundo los Equipos de
Investigaciones Económicas, en la Facultad de Economía de la
Universidad de La Habana, en 1964; o cuando se hicieron los
trabajos para formalizar matrimonios en la Ciénaga de Zapata en los
años sesenta; o cuando fue necesario crear un equipo de científicos,
para participar activamente en la organización de las Conferencias
Internacionales, “Girón 40 años después “ y “La crisis de
Octubre 40 años después”. Para situar algunos ejemplos.
Sin
embargo, ahora el proceso de acercamiento a las ciencias sociales y
Humanísticas, que se viene produciendo, tiene un carácter mucho más
profundo y diríamos sistemático, de urgencia, respondiendo,
consideramos, no solo a las necesidades actuales, sino más que ello,
al grado de madurez alcanzado, por la comprensión que han ganado,
tanto los científicos sociales, pero sobre todo los políticos,
acerca la necesidad de trabajar juntos.
Así
como de las exigencias que los cambios económicos actuales reclaman.
Dentro de un mundo extraordinariamente complejo, lleno de peligros y
frente a una administración norteamericana, que se ha propuesto
llevar la política de Estados Unidos, a su periodo de poder
absoluto, lo cual se ha expresado en la consigna “América para los
americanos”. Y que en el caso de Cuba ha significado un activo
retroceso de lo que se había logrado en las relaciones entre Cuba y
Estados Unidos, durante la administración de Barack Obama.
La
importancia de la teoría.
No
es difícil en un país, incluso, como el nuestro, escuchar aun
frecuentes diatribas en contra de la teoría. Me pregunto, ¿de qué
modo podremos llegar a ser un “país de hombres de ciencia”, si
menospreciamos la teoría? ¿De qué modo podríamos llegar a obtener
una “cultura general e integral”?
Hasta
que no sea superada esa disfuncionalidad cultural, no seremos un país
realmente culto, ni tampoco, definitivamente, de hombres de ciencia.
Pues este resulta el precio a pagar por tantos años de
subdesarrollo, a pesar de todo lo que se ha avanzado. A pesar de lo
tan tempranamente que nuestro máximo líder Fidel castro, dijo que,
“el futuro de nuestro país debía ser un futuro de hombres de
ciencia”.
Es
que, científicamente hablando, siempre será más importante hallar
el camino del conocimiento, que el conocimiento mismo. Aunque se
trate de procesos que no pueden ser separados. Y la teoría desempeña
un papel de primer orden en ello.
Es
que la ciencia, entre otras de sus funciones fundamentales, debe ser
capaz de construir modelos de interpretación de la realidad, siendo
esa precisamente su principal tarea.
La
ciencia no puede ser una bitácora de hechos recogidos al azar, que
no indiquen ningún camino para la interpretación de la realidad y
de sus movimientos futuros. La ciencia tiene que predecir. Tiene que
ayudarnos a visualizar el futuro; de lo contrario para que la
queremos. Si no es para adelantarnos a lo que pudiera ocurrir, en
todos los planos de la vida social y cultural. Asunto, por demás, de
vida o muerte para un país como Cuba.
Pero,
a pesar de complementarse, existen diferencias objetivas básicas,
entre la teoría de las ciencias sociales, la academia y la práctica
política.
El
asunto es que debemos distinguir, entre el especialista que busca
lograr una comprensión teórica de los fenómenos formulando
generalizaciones y proyecciones acerca de su comportamiento político,
basándose en un alto nivel de probabilidad; y el encargado de tomar
decisiones, para lo que se ve obligado a elegir cursos de acción
inmediato.
Es
que el encargado de trazar políticas se preocupa por los detalles
sutiles, los valores, las fuerzas y las preferencias que operan
dentro de una situación particular, formada por toda su realidad
existencial; más por la abstracción o la probabilidad.
Mientras
que el teórico social, quiere concentrarse primordialmente en
aquellos elementos comunes a muchas situaciones. Observando los
hechos históricos a largo plazo, para extraer del pasado, la
comprensión del
Los
hechos del presente y la predicción de sus comportamientos futuros.
Por
lo que no es posible escribir un artículo, como el que ahora nos
ocupa, sin mencionar al Cro. Fidel Castro.
En
cierta ocasión, impartiendo conferencias sobre Cuba, en los Estados
Unidos. Alguien afirmo, que “Fidel en política era un genio, pero
que, en economía, era un out, vestido de pelotero”. Le respondí
entonces: “dígame, mencióneme un líder en el mundo, un país,
que, en las condiciones de Cuba, bajo el bloqueo más feroz, por
parte de la mayor y criminal potencia imperialista, haya podido
sobrevivir, también económicamente, como Cuba, No existe esa
persona. Fidel ha tenido que dirigir a Cuba y su economía, como no
lo ha tenido que hacer nadie en el mundo. Y tanto Cuba, como su
economía, han sobrevivido. Fidel es un genio de la supervivencia
económica, de la economía y también de la política.”
No
podemos olvidar, quien fue Fidel Castro. Muchos decían y yo lo creo,
que viajaba al futuro y volvía para contárnoslo; o que era capaz de
mirar y ver, al doblar de la esquina.
Fue
Un hombre que tuvo la capacidad de planear el futuro de la ciencia en
Cuba; porque cuando estábamos literalmente, muriéndonos de hambre,
tuvo la valentía y la capacidad de utilizar recursos para construir
casi todos los centros de investigación que hoy poseemos.
Es
que, en nadie como Fidel, ciencia y política, lograban una simbiosis
tan perfecta. Creo que se trataba, del espíritu visionario de José
Martí que llevaba dentro.
Fidel
fue capaz siempre, de adelantarse a lo que los yanquis querían
hacernos y trazaba la estrategia para vencerlos. Pronostico Girón,
la derrota, como cuando dijo “tírenle a los barcos”, lo que
sirvió para cortarles la retirada a los mercenarios. La Crisis de
Octubre, para la que formulo pautas, que, de haberse seguido, la
crisis hubiera terminado de otro modo. Pronostico la caída del Campo
Socialista. Llegaba a los lugares, antes de que los ciclones
azotaran. Como fue, por ejemplo, una vez, el caso de Pinar del Rio;
aunque el ciclón dio una recurva y entonces la gente decía, que el
ciclón le había cogido miedo a la actitud desafiante con que
Fidel lo estaba esperando.
Sin
la capacidad de pronosticar los acontecimientos que tenía Fidel
Castro, de la cual nos imbuía a todos, estoy seguro que la
revolución cubana no hubiera sobrevivido. Pue se adelantó a casi
todo, desde los conflictos internos, como los del sectarismo en sus
dos etapas; absolutamente a todo lo que pudo habernos hecho un daño
irreparable y haber dado al traste con la revolución cubana.
Finalmente,
antes de irse físicamente, en su concepto de revolución, nos dejos
un legado inconmensurable, que estamos obligados a seguir, si
queremos superar esta difícil “encrucijada” en que hoy nos
encontramos.
El
encargado de trazar política, invariablemente, quiere información
detallada acerca de aquellos elementos que son únicos respecto al
curso que tiene entre las manos.
Los
énfasis están determinados, por la posición de cada uno ante la
realidad; sobre todo, en cuanto a las urgencias con que se debe
operar dentro de ella.
El
político, más apresurado, por dar respuestas a la coyuntura; el
científico, con más relativo tiempo para el análisis, pero
acicateado por el necesario avance de la ciencia. Fidel, fue capaz de
captar esa dialéctica. Y por eso aún estamos aquí. Fidel fue el
único líder, en el cual ciencia y política, emergieron en una
simbiosis perfecta.
Estos
énfasis, del científico y el político profesional, no alteran la
necesidad de que cada uno intente apreciar las modalidades de
conocimiento que le son peculiares para ambos. Púes ninguno puede
permitirse el lujo de desestimar el conocimiento generalizando o
particularizando. Ninguno de los dos puede operar olvidándose del
otro. Pues ambos se complementan objetivamente. Es decir, al margen
de sus mutuas voluntades y sus acciones, responden siempre a un
contexto político.
Los
teóricos académicos apuntan hacia la comprensión de los fenómenos;
los políticos prácticos deben elegir cursos de acción. Los
primeros intentan prescindir de los acontecimientos de todos los
días, los segundos no pueden hacerlo.
Al
teórico le urge buscar, no ya lo excepcional, sino lo general y
sacrificar las descripciones detalladas del caso aislado, en favor de
los modelos más amplios y abstractos que abarquen muchos casos. El
teórico, además, debe estar dispuesto a tolerar las ambigüedades y
a enfrentarse con probabilidades, haciéndolo más, que con
certidumbres absolutas.
Se
debe dar riendas sueltas a la imaginación, para tratar con ideas
poco comunes, incluso a veces, al parecer absurdas, que nos puedan
llevar a reflexiones sobre asuntos antes impensados. Estando siempre
dispuestos a la aceptación de que podamos estar equivocados.
Entonces,
al adentrarnos en la teoría, esta debiera permitirnos predecir
algunos fenómenos, al menos, ayudándonos también a llegar a
ciertos juicios de valor respecto a ellos.
“Una
teoría, tal y como la concebimos, será entonces una herramienta
intelectual, que nos ayuda a organizar nuestro conocimiento, formular
preguntas significativas y guiar la formulación de prioridades,
tanto en la investigación, como en la selección de métodos para
llevarla adelante de manera fructífera.” (Dougherty- Sfaltzgarff.
P.26).
Esta
teoría, por supuesto, estaría en capacidad de suministrar un marco
para evaluar las recomendaciones políticas explicitas o implícitas,
que abundan en todas las ciencias sociales y humanísticas. Por lo
cual, los políticos tampoco pueden prescindir de ella. Porque, en
última instancia, un político dotado de las capacidades necesarias,
es también un científico.
A
partir de la filosofía de la ciencia, una teoría también se define
como una construcción simbólica, una serie de hipótesis
interrelacionadas, definiciones, leyes, teoremas, axiomas, variables
y constantes; planteándose un enfoque sistémico de los fenómenos y
presentándonos una serie de proposiciones o hipótesis que
especifican las relaciones entre variables y constantes, a fin de
presentar explicaciones y hacer predicciones acerca de los fenómenos
futuros.
Por
supuesto, las ciencias matemáticas, servirían aquí de idóneo
instrumento, aunque no, de simple pincel de representación, sino
para operar con ellas, sobre la base de descubrir en el objeto de
estudio seleccionado, los algoritmos, funciones y relaciones,
biunívocas o no, que nos permitan trazar el modelo de la
investigación, elaborar las hipótesis y arribar a conclusiones
aceptablemente fundamentadas.
Mayo
25 del 2018.
1
La valentía del científico social, para
reclamar este lugar, no siempre entendido por algunos políticos, es
de vital importancia, si realmente el científico quiere desempeñar
la función que le corresponde.
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