Esteban Morales Domínguez
UNEAC.
No todos los intelectuales revolucionarios de este país, podemos estar presentes en los órganos y demás comisiones que el gobierno revolucionario crea para analizar los problemas. Pero si todos tenemos el derecho a someter al análisis crítico, cuanta medida se adopte en cualquier sector de nuestra vida nacional.
Luego, el resto de la intelectualidad revolucionaria, que no ocupa escaño en el Comité Central del Partido, en la Asamblea Nacional del Poder Popular, en las direcciones del gobierno y el estado a todos los niveles del País, pueden actuar y comportarse con un sentido de complementariedad de esas fuerzas, pudiéndosele considerar como una extensión de los que ocupan tales posiciones.
La Revolución es de todos los revolucionarios, no solo del Partido, del Gobierno ni del estado; es de todo el que se sienta cubano, revolucionario y quiera hacer su modesto aporte para que el País avance. Unos tendrán la posibilidad de escribir, haciendo pública sus opiniones o enviándolas a las instancias que consideren oportuno. Otros desde sus organizaciones en la sociedad civil, podrán trasmitir sus valoraciones para que lleguen a las instancias que están obligadas a tomarlas en consideración.
Para ello, es necesaria la mayor democracia, a nivel de todas las organizaciones, comenzando por el Partido, hasta los dispositivos gubernamentales y todas las instituciones que forman el estado y gobierno de la nación. Junto a los indudables ajustes y cambios por los que debe atravesar nuestra Constitución hacia un futuro no lejano.
Lo contrario de una política como la que hemos esbozado, equivaldría a generar el quietismo, la espera por las orientaciones de arriba, el desinterés, el descomprometimiento y el elitismo de los dispositivos de dirección.
Se trata de que todos tengamos derecho a participar en el proceso de formulación y ejecución de las políticas y en su vigilancia y fiscalización, para que estas funcionen, se cumplan y sufran los ajustes que puedan resultar necesarios. Porque en realidad, dentro de una sociedad que pretenda ser moderna, no hay mejor política que aquella, que desde su propio proceso de formulación, ya se debe pensar en los ajustes que hacia el futuro pueda tener.
Para ello nuestra prensa nacional, deberá desempeñar un papel fundamental, garantizando la transparencia al informar sobre la marcha del país, excluyendo solo todo aquello que comprometa la discreción y el secreto respecto a las cuestiones de la seguridad nacional. Lamentablemente, nuestra prensa se comporta aún de modo un poco elitista, brindando muy pocas oportunidades a la crítica (honesta y revolucionaria), que no sale de sus propios aparatos.
Una prensa así, no garantiza la participación ciudadana, provoca el descontento, la desatención y la ausencia de compromiso con las tareas sociales que deberán ser desplegadas.
Solo de tal modo, se logra el compromiso con las medidas de todo tipo que el país adopta para llevar adelante las políticas de restructuración y perfeccionamiento del nuevo modelo económico. Se trata de un aspecto político insoslayable del proceso que deseamos llevar adelante.
El trabajo por construir un nuevo Modelo Económico, tiene que encontrar su reflejo en el Modelo Político-Ideológico que lo sustente y lo haga avanzar.
Escuchamos mucho hablar de un nuevo Modelo Económico, pero de ahí solo se pasa a arengar a las masas para que se incorporen a las tareas. El asunto no es de simples arengas a la disciplina, al incremento de la productividad, a trabajar más y mejor, pues todo ello concluye entonces en discursos políticos vacíos, si los aspectos políticos que deben acompañar al modelo, no toman cuerpo en un sistema político que les de coherencia. Esa coherencia solo se logra reaccionando con un modelo político, democrático, participativo, critico, que garantice la participación organizada de los trabajadores, en cualquier sector en que estos se encuentren; que les de la libertad de participar con sus iniciativas, sin que nadie los frene en el ejercicio del derecho que les corresponde, a criticar, sugerir y sentirse parte del proceso de construcción que se lleva adelante. Único modo en que se puede garantizar que los errores sean menos, los aciertos sean más y que el compromiso por un mejor futuro, sea compartido.
Si realmente confiamos en que la verdadera inteligencia, en que la fuerza real, para llevar adelante cualquier proceso, está en las masas, el gobierno de tales procesos, tiene que ser colectivo.
En particular, la intelectualidad revolucionaria, está llamada a desempeñar un papel fundamental. En el esclarecimiento, la conducción de las masas y en la corrección del rumbo. Todos los grandes conductores revolucionarios, como Marx, Engels, Lenin, Fidel, Ho chi Min, Mandela y otros, fueron intelectuales. Luego negar a la intelectualidad revolucionaria, es menospreciar el pensamiento que nutre a la revolución. Porque sin teoría revolucionaria no hay practica revolucionaria y la verdadera teoría revolucionaria sale de las masas organizadas y sus intelectuales, en cuya conducción, la intelectualidad revolucionaria, desempeña un papel ineludible.
La Habana, 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario