Esteban
Morales Domínguez
UNEAC
El
mundo ha acumulado durante el 2019 y comienzos del 2020, muchos
asuntos negativos, que indican el avance de un proceso de posible
entrada en la destrucción de nuestra civilización. Causado, todo
ello, por la forma en que el imperialismo ha venido conduciendo su
política y los complejos problemas a los que no se les ha prestado
la suficiente o ninguna atención.
Entre ellos se encuentran:
destrucción del medio ambiente, crisis migratorias, hambre
creciente, epidemias, desatención de la salud, acumulación de
armas de destrucción masiva, guerras regionales, conflictos
fronterizos, masivo desempleo, criminalidad creciente,
desaprovechamiento y destrucción del capital humano, desatención
del analfabetismo, mal manejo del crecimiento poblacional, corrupción
galopante, criminal manejo del papel de la mujer en la sociedad,
crecientes prejuicios raciales y racismo de todo tipo,
desatención de la niñez y la adolescencia, utilización de los
presupuestos nacionales hacia actividades nocivas al desarrollo
social y al incremento de los niveles de vida de la población;
dominio del comercialismo y la especulación, que se oponen a la
satisfacción racional de las necesidades materiales y espirituales
de las sociedades.
Crecen
los grupos de odio, el terrorismo y los conflictos religiosos, las
usurpaciones de territorio, el robo de cerebros, los intentos de
utilización de los adelantos de la ciencia y la técnica solo como
ventajas para los más poderosos.
Todo ello ha tenido lugar bajo una hegemonía imperial
absoluta de Estados Unidos, que se inició dentro del ciclo económico
posterior a la Segunda Guerra Mundial, teniendo su periodo de mayor
auge entre los años 1945 a 1970, en que comenzó su decaimiento en
el contexto de la crisis económica entre 1974-75 al 1980.
A
partir de entonces, la hegemonía norteamericana comenzó a
deteriorarse marcando el tránsito de la Unipolaridad hacia la
multipolaridad. Ya no es solo la potencia imperialista norteamericana
la que controla al mundo, se ve obligada a compartir el poder con
otras potencias internacionales. Por lo que, a la ya histórica
agresividad de la política imperial, se le suma ahora la que dimana
de que Estados Unidos en particular, siente en peligro su posición a
nivel mundial.
En
el plano de las relaciones internacionales, los conflictos se hacen
más agresivos y duraderos. Como el Israel-Palestino, Irak, Irán,
Siria, Afganistán, Corea del Norte, Libia, Somalia; en el medio
Oriente y África del Norte, para poner algunos ejemplos.
Principalmente, comenzados hace varios años, que no encuentran
solución. Complicando políticamente los escenarios en que se
desenvuelven.
Políticas
de agresión y sanciones por parte de Estados Unidos, como las que
desarrollan contra Nicaragua, Venezuela, Cuba, que no cesan.
Las relaciones internacionales se encuentran entonces
en uno de sus momentos de mayor agresividad, con una política
desplegada por Estados Unidos, que no solo amenaza a sus viejos
contrincantes, como China y Rusia, sino que no sigue reglas claras
aun con sus propios históricos aliados europeos.
El
conflicto comercial entre China y Estados Unidos afecta sobremanera
el comercio entre ambos y al intercambio internacional en general.
Poniendo en crisis el respeto a las reglas de la OMC, a las que
Estados Unidos no atiende para nada. Llevando las relaciones
internacionales, en particular las relaciones económicas hacia un
continuo plano de agresividad entre los que la integran.
El
capitalismo, definitivamente, ha logrado insertar a la economía
dentro del mecanismo destructor de una forma de acumulación, que
hace crecer la riqueza concentrándola cada vez en menos manos y no
dentro de una distribución equilibrada, dirigida a la satisfacción
de las necesidades de la gente.
La
forma de producción capitalista, ha entrado definitivamente en
contradicción con la forma de distribución y consumo de los bienes
materiales y espirituales. En medio de una situación en la que el
crecimiento de la riqueza y los adelantos técnicos en la vida
social, qué podrían producir felicidad creciente, se ha tornado en
un proceso que muestra ya, sus aristas más destructivas. Se ha
impuesto una dinámica en la que cada vez menos personas disfrutan de
esas ventajas, mientras que cada vez menos también, se apropian,
acumulan, concentran y desperdician las ventajas y riquezas que el
capitalismo ha creado.
La
forma de acumulación sobre la que ya Carlos Marx nos alertó, que
aumenta la riqueza en un polo, pero reproduciendo crecientemente la
pobreza en el otro, nos está llevando a todos a la ruina económica
y la destrucción. Púes se trata de que las contradicciones “…van
a la esencia del patrón de acumulación y agravan las tensiones que
se han generado en el proceso de acumulación, que ya no se basa en
maximizar el consumo para obtener mayores tasas de ganancia
tradicionales, sino en la elevación de las tasas de rentabilidad por
peso de inversión, por lo que la cualidad que regirá la conducción
de los procesos económicos esta ya determinada por la segmentación
y estratificación de los mercados de aquellos bienes y servicios que
demandan los que tienen la mayor capacidad adquisitiva…”( Tania
García)
Ante
tal desventaja para los que dependen de sus salarios disminuidos para
el consumo, nos vemos obligados a luchar contra una cultura, en la
que el capitalismo ha logrado introducir sus valores. Entre ellos la
irracionalidad del consumismo desmedido y el desperdicio,
supeditándolo todo a la satisfacción de una ampliación indetenible
de las tasas de rentabilidad de la inversión, que satisfagan las
crecientes ansias de ganancia del capital.
Ahora
la epidemia del Coronavirus, sirve para poner en evidencia y
catalizar todo eso, como elementos de una destrucción del mundo, que
avanza y que no hemos logrado ni lograremos detener, sino cambiamos
la forma en que se han hecho las cosas hasta ahora. Después de la
pandemia el mundo habrá cambiado, ya está cambiando y debemos
tratar a toda costa, que las tendencias que dominen ese proceso, no
estén signadas por las intenciones imperiales de controlar aún más
los recursos, los poderes y la vida de los ciudadanos.
A
finales del 2020, podríamos estar viviendo en un mundo distinto,
pero la cuestión es que no nos lo arrebaten, devolviéndolo a las
manos del poder del capital imperial.
Resultado de todo ello, se impone la necesidad de que
muchos ganen la conciencia de que el mundo en que vivimos es uno solo
y que lo estamos destruyendo. Que dentro de ese proceso no habrá
vencedores ni vencidos, pues aun los que crearon tales mecanismos y
se han enriquecido con ellos, no sobrevivirán para continuar
disfrutando de sus riquezas, privilegios y ventajas.
Entonces
lo que tenemos ante nosotros, es el adelanto de una ola de
destrucción, que puede no sea la definitiva, pero que ya es un
avance, un anuncio claro de que el capitalismo nos está llevando a
la tumba. Por lo que la sociedad toda esta obligada a defenderse
dentro de ese proceso.
No
existiendo otro modo de oponernos al nuevo “Destino Manifiesto”,
que apelar a las conciencias de los que aun, siendo beneficiarios del
proceso, deben comprender que nuestro mundo es un “Arca de Noé”,
donde nadie se salvaría sino somos capaces de conducir la nave a
puerto seguro.
Pero, en realidad, a puerto seguro, con el capitalismo,
no llegaremos nunca. Habrá que destruirlo, o transformarlo, para que
eso sea definitivamente posible. Para que la salvación no sea un
mero sueño irrealizable.
Hace
falta mucho más tiempo para que eso pueda tener lugar, ante lo
rápido que el capitalismo nos ha puesto a todos en peligro. Porque
la historia se ha acelerado. Por lo que una guerra mundial resulta
hoy más cercana, que lo que el capitalismo puede tardar en
desaparecer, devorado por sus propias contradicciones.
Luego
entonces, ¿qué hacer? ¿Dónde puede estar la salvación?
Las
batallas a librar son largas y no resultan nada fáciles, porque el
capitalismo lleva más de 600 años construyendo ese sistema que
ahora podemos observar. Ha acumulado muchas experiencias en
globalizarlo, en convertirlo en un sistema mundial de dominio,
habiendo desplegado, sobre todo después de la Segunda Guerra
Mundial, un modelo dentro del cual cuenta con todos los mecanismos y
recursos de control en los países de manera individual (apoyado por
sus clases subalternas) y a nivel internacional; contando con un
conjunto de instrumentos, bancarios, financieros, institucionales en
general, políticos y militares, que trabajan de manera mancomunada,
sistemática y organizada, para liderar las corrientes de capital,
dinero, finanzas, armamentos, tecnologías militares, patentes de
invención, flujos de influencia, vínculos diplomáticos y otros.
Que hacen del sistema imperialista un verdadero instrumento de
dominio a nivel mundial.
En
tal contexto del poder imperial, imposibilitados entonces de
encontrar una alianza de clases dentro del capitalismo, tanto a nivel
de cada país como de manera global, pues ello sería un suicidio
además de considerarlo imposible, se nos hace indispensable
encontrar todas las fuerzas políticas y mecanismos de lucha, por
medio de los cuales podríamos defender la supervivencia del mundo y
de la especie humana en general.
¿Cómo
pensamos entonces, habría que trabajar para encontrar las salidas
posibles a tal situación?
Considero
que no hay otro modo de luchar contra ese sistema, que colectando
dentro del mismo y en los marcos de sus límites, todas las
conciencias capaces de producir los cambios necesarios. Fuerzas que
existen, aun dentro de los propios países imperialistas y sus
aliados; las que pudieran reaccionar para que el mundo no vaya a la
debacle nuclear. Utilizando el principio de buscar nuestras armas
para la lucha, aun dentro de los propios arsenales del enemigo.
Arsenales que no son unicolores ni monolíticos políticamente
hablando.
Tratándose
de una estrategia que ya está diseñada y demostrada. Es posible,
ya ha sido probada en la confrontación que hemos sostenido con los
`propios Estados Unidos. (Ver: Historia de los Intercambios
Académicos entre Cuba y Estados Unidos. Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 2018). Una estrategia que además de buscar dentro del
propio enemigo las herramientas para destruirlo, se basa también en
el despliegue de una solidaridad mundial, que ponga en evidencia las
debilidades de la política imperial, para convivir con una actitud
internacional, que busque en el contacto solidario a nivel mundial,
un modo sano, ético, de vincularse con el mundo.
Cuba
tiene una estrategia que le ha permitido sobrevivir y defenderse
ante los ataques criminales del imperialismo norteamericano, el más
poderoso y que pienso podría servir también, para defender al
mundo. El centro de esa estrategia, considero, es no luchar contra el
imperialismo desde fuera, sino desde adentro. Partiendo de que se
trata de un régimen social, plagado de contradicciones internas,
insatisfacciones, incapacidades humanas, que lo debilitan y ponen en
condiciones de ser sumamente penetrables por una política que ponga
al orden del día la amistad, la solidaridad, el intercambio humano,
la consideración y compartimiento de intereses mutuos; que acerque a
las personas dentro de un modo de relacionarse, que elimine el
carácter destructivo de la competencia, la ambición, el odio, el
desconocimiento de las culturas que nos pueblan; priorizando aquellas
cualidades humanas que nos acercan y apartando todas aquellas que nos
alejan de un comportamiento realmente humano.
El
carácter universal de la lucha que Cuba ha tenido que librar y que
libra aun contra el imperialismo norteamericano, por más de 60 años,
le ha brindado la posibilidad de diseñar una estrategia para
defenderse, que pudiera ser útil también en la lucha contra el
imperialismo a nivel mundial. Porqué si Cuba ha sobrevivido, ha sido
por la efectividad mostrada por las herramientas políticas,
ideológicas, culturales y humanas que ha desplegado para defenderse.
Se
trata entonces, de buscar alianzas con todas aquellas fuerzas
políticas, humanas en fin de cuentas, que beneficiadas o aliadas
potenciales del capitalismo, ven los lados excesivamente agresivos,
criminales y peligrosos de su política. Estando muchos ciudadanos
conscientes, de que no es poniendo al mundo en peligro de una
conflagración mundial, lo que va a satisfacer sus verdaderos
intereses. Es decir, hay que aprovechar al máximo la contradicción
en que todo lo dicho se expresa, entre nación e imperialismo, que
existe y ha tomado cuerpo dentro de las propias entrañas de las
naciones del sistema capitalista.
Hay
que trabajar fuertemente la contradicción entre la supervivencia de
las naciones y la política imperial. Entre la supervivencia
ciudadana y el peligro de guerra que entraña la política
imperialista actual, por la que, de producirse una conflagración
mundial, no podría haber vencedores ni vencidos. Pues nadie, tenga
el poder que tuviera, el nivel económico o la posición de clase que
tenga, podría disfrutar de la victoria, con posterioridad a una
guerra, en la que la destrucción puede ser, o acercarse a la total.
Como
segundo asunto, de esa estrategia esbozada, habría que movilizar a
las masas para que luchen por sus derechos y reivindicaciones en cada
región y país del mundo. Haciendo proliferar y dispersando al mismo
tiempo, los escenarios de lucha. Evitando así que el imperialismo
consiga manejar los problemas de una manera peligrosamente global.
No
todos los aliados que lograríamos llegarían hasta el final, pero
debemos lograr que la lucha sea por tramos, a nivel regional y
no global, porque el capitalismo puede manejar peligrosamente la
globalidad, y mejor, que los que queremos su destrucción.
Hay
que tratar de que esa lucha regionalizada, sea masiva y que este en
mejores condiciones de enfrentarse a la globalidad con que el
capitalismo puede manejar su poder destructivo.
El Che hablaba de crear " Dos tres muchos Vietnam” y esa tesis continúa siendo válida. Siéndolo hoy más aun, cuando el imperialismo coquetea y trata de paralizarnos, manejando la guerra como un peligroso instrumento disuasivo de poder, a su favor.
Al
imperialismo hay que vencerlo entonces, con luchas dispersas y al
mismo tiempo conectadas entre sí, en términos estratégicos. Pero
sin darles la oportunidad a sus formuladores de politica, de que nos
puedan atacar globalmente. Porque, aun y cuando tuviéramos las
fuerzas para enfrentarlo, dentro de una guerra mundial, seria
siempre la humanidad la que perdería. Dado que serían siempre los
pueblos los que enfrentarían los mayores sacrificios, sufrimientos y
las más grandes pérdidas. Por lo que, hay que conjurar la capacidad
global del imperialismo para atacarnos.
No
obstante, la guerra tampoco sería una panacea para el imperialismo.
Pues, aunque el mundo no está nítidamente dividido entre
capitalismo y socialismo, como antes de 1991, existen hoy al menos
dos potencias principales, confrontacionales con Estados Unidos,
manteniendo políticas, que, a nivel internacional, no siguen a la
política norteamericana, sino que la confrontan o más bien la
enfrentan. Dándole fuerzas al carácter multidimensional y
multicentro, que tiene el enfrentamiento internacional actual.
Entonces,
“sin que podamos dormir sobre esos laureles”, es posible confiar,
hasta cierto punto, que el mundo cuenta con China y Rusia, tal vez
con otros que van emergiendo, los que presentan un comportamiento
diferente al de Estados Unidos en la arena internacional y que, al
parecer, no ven en la guerra el instrumento para su sobrevivencia
como superpotencias o potencias regionales. Contribuyendo todas a
cimentar un multipolarismo que resta fuerzas a Estados Unidos para
lograr decidir siempre las cosas a su favor. Muchas de esas fuerzas,
son calificadas por Estados Unidos como terroristas, tratando de
restarles capacidad moral y politica por combatir las pretensiones
de dominio norteamericano. Como son todas aquellas fuerzas políticas
que de manera armada se oponen al dominio de Israel en la Franja de
Gaza.
Potencias
o fuerzas políticas que, dentro de una estrategia de lucha contra el
imperialismo que lograse dispersar regionalmente la confrontación y
que alimentase alianzas regionales con fuerzas políticas no
radicales, todas resultarían muy útiles, haciéndole la competencia
a Estados Unidos en los mercados regionales. Encontrar alianzas en
política es muy difícil, pero indispensablemente necesario.
La
no existencia de China y Rusia como potencias socialistas, pero
tampoco aliadas a estados Unidos, ha tenido también sus ventajas
para enfrentar al imperialismo. Pues si estas abandonaron el
socialismo, no lo hicieron en el contexto o bajo la forma de
estampida que desmembró el socialismo en Europa del Este, donde no
quedo nada en que se pueda confiar mucho. El mayor interés e
importancia de estas potencias, dentro de la estrategia actual de
lucha contra el imperialismo, no es si son socialistas o no, sino que
emergieron como potencias globales, independientes y no manejables
por el imperialismo de Estados Unidos. Lo que les ofrece una mayor
cobertura para acercarse a otros países y sin ser vistas con los
prejuicios que antes sufrían.
Nos
encontramos entonces, dentro de una crisis sistémica varias veces
peor que la de 1929-36, porque no se trata solo de una crisis
económica o del ciclo capitalista, sino de todas las estructuras del
sistema que comenzaron a funcionar después de Breton Woods y
amenazados por crisis globales de otra naturaleza: medio ambiental,
hambre, migración, conflicto bélico, etc. Que agravan la dinámica
del comportamiento del ciclo capitalista, en medio de su agravamiento
más actual, haciendo sus consecuencias políticas más agresivas y
peligrosas que nunca. A ello se suma ahora la crisis del coronavirus,
cuyos impactos y consecuencias totales son aún impredecibles, por
las contradicciones que lleva implícita la propia lucha contra la
pandemia.
El
coronavirus o covid-19 está poniendo al mundo dentro de una
situación complicada para defenderse, en medio del peligro más
crítico por el que está atravesando hasta ahora.
Sin
dudas, el aislamiento social, se pone de manifiesto como la táctica
más eficiente para evitar la proliferación y dispersión del
contagio. Sin embargo es ahora cuando la sociedad debiera estar más
conectada y preparada para enfrentar los peligros que la política
del imperialismo ha desatado, apoyándose en la política de una
administración norteamericana que no tiene límites en su
comportamiento agresivo.
Particularmente
el peligro de la guerra, que es el más urgente, se expresa bajo las
condiciones siguientes.
-
Hay que evitar, a toda costa, una conflagración mundial. La paz debe primar en las relaciones a nivel internacional.
-
La guerra, dentro de la política del imperialismo, es el instrumento más manejado y socorrido para controlar al mundo y, además, para evitar que las fuerzas políticas contrarias al imperialismo, traten de frenar sus intenciones de restauración hegemónica.
-
En medio de una situación en que el Coronavirus, obliga al aislamiento social, el imperialismo aprovecha esa situación para ejercer su dominio.
-
Lamentablemente, el aislamiento social funciona contradictoriamente. Hay que evitar que la necesidad del mismo, funcione al mismo tiempo, cómo un instrumento político que debilite la unidad de las fuerzas que deben combatir al imperialismo.
Pensamos
entonces, que el único modo de solucionar el polo negativo que lleva
implícito el aislamiento social, es contrarrestándolo con acciones
de cultura en su sentido más amplio. Sin que hacer proliferar el
contacto cultural, conlleve el peligro de su masividad y el contacto
físico-social que esto representaría. Viene en nuestro auxilio el
desarrollo científico-técnico, con el extraordinario despliegue de
los medios de comunicación, que se han desarrollado en los últimos
más de 50 años.
Internet,
el correo electrónico, la telefonía digital, la televisión digital
y otros medios, permiten la comunicación en tiempo real, deben ser
utilizados masivamente y en grado creciente, para equilibrar la falta
de contacto físico que la situación. Haciendo proliferar el
contacto espiritual que es más necesario que nunca.
Un
conjunto de factores, debieran moverse fuertemente, en función de
mantener el contacto social con objetivos políticos, o sea más allá
del simple entretenimiento familiar y él alivio espiritual.
Utilizando los medios que el desarrollo pone en nuestras manos, para
contraatacar sobre el necesario aislamiento social, en varias
direcciones fundamentales. ¿Cómo hacerlo?
-
Desplegando el contacto académico internacional, en el debate de los peligros que amenazan al mundo.
-
Contraatacando contra las Fakes News. Desbaratando sus canales y obligándolas a batirse en retirada.
-
Dispersando lo más posible el conocimiento de la producción artística, cultural y literaria mundial.
-
Potenciando la música a distancia. El intercambio internacional entre todos sus profesionales. Haciendo lo mismo con la pintura, la literatura, el cine, la escultura y el resto de las manifestaciones artísticas.
-
Promoviendo fuertemente el intercambio entre los artistas de todas las latitudes.
-
Dando a conocer ampliamente la cultura y en particular las costumbres de los pueblos que forman nuestro mundo. Sus bellezas, valores y enseñanzas.
Producir
un llamado internacional, dirigido a estar alertas sobre las
políticas de todos los gobiernos, sus movimientos por el mundo.
Sometiendo fuertemente a critica todas aquellas políticas
gubernamentales o de las organizaciones nacionales e internacionales,
que afecten, la paz, en primer lugar, los intereses de los grupos más
desfavorecidos, las naciones, los sectores sociales obreros, mujeres,
juveniles, intelectuales. Que afecten la cultura de los pueblos, sus
identidades nacionales y culturales.
Decía
nuestro José Martí, que “si la guerra es a pensamiento, hay que
ganarla a pensamiento “.
Por
lo tanto, ninguna circunstancia más importante, necesaria y propicia
que la actual, para luchar por hacer valer el pensamiento más
progresista.
Para ello no hay nada más efectivo que la práctica de
la solidaridad internacional y el intercambio humano.
Cuba,
como ya expresamos, es una practicante asidua y desinteresada de la
solidaridad, contando entonces con un instrumento insuperable para
poner en evidencia la criminalidad de la política imperialista. El
principal enemigo de la Cuba Socialista no es nada solidario. Estados
Unidos no deja pasar la oportunidad de agredir a los demás, cuando
lo que se requeriría es repartir ayuda, como están haciendo otros
con Estados Unidos. Sin embargo este último, aprovecha criminalmente
la oportunidad que le ha dado el coronavirus, para agredir más a
Cuba, Venezuela, Nicaragua Irán, Siria y otros. Haciendo oídos
sordos al reclamo internacional, de que no es momento de sanciones.
Más
allá de los sentimientos que lleva implícitos, la solidaridad que
Cuba practica sistemáticamente y sin exigir nada a cambio, ha
devenido en el reflejo más evidente y significativo de la actitud
pacífica de la Isla en el contexto de las relaciones
internacionales. Siendo el país más agredido en el ámbito
internacional, Cuba pone en práctica una solidaridad que
continuamente ha avergonzado a las administraciones norteamericanas.
Ahora
Trump, con su política de criticar a Cuba por enviar médicos a
múltiples lugares, trata de endosarle una actitud mercantilista,
cuando no hay nada de eso en la actitud cubana, que no hace más que
evidenciar el carácter criminal de la política norteamericana al
reforzar el bloqueo contra la Isla, mientras que la Isla despliega un
comportamiento, que el mundo reconoce cada día más como solidario.
Como ya expresamos, la solidaridad de Cuba constituye también una
herramienta de lucha contra el imperialismo.
No
podemos separar la pandemia de lo que el imperialismo quiere hacer
con la humanidad, de lo que es un ejemplo la politica de Trump. Trata
de culpar a China, arreciando sanciones, desviando dinero para
favorecer a sus iguales, escatimando recursos para combatir la
pandemia, haciendo avanzar sus políticas de dominio mundial. Aunque
no lo imaginemos, la lucha contra la pandemia del coronavirus no es
de un solo frente, porque no es posible soslayar, que el imperialismo
la está utilizando para avanzar en sus políticas de dominio
mundial.
31
de marzo del 2020.
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