Por
Julio César Guanche y Ariel Dacal
No
es posible conocer a cabalidad el devenir de la nación cubana desde
el siglo XVIII, su ciencia, su cultura y su política, sin mirar a la
universidad. Tampoco es posible abordar las disputas de sentido
actuales y sus alcances sin mirar hacia y desde ella.
La
relación entre universidad y política tiene dimensiones obvias y
también otras que son necesarios hacer más visibles. Por entender
que el debate sobre la educación universitaria en particular debe
partir de comprensiones integradoras, hemos invitado a varias
personas vinculadas a ella por una larga trayectoria profesional
(Esteban Morales, Narciso Cobo Roura, Luis Carlos Silva
Aycaguer, Julio Antonio Fernández Estrada, José Ramón Vidal, Raúl
Garcés, Julia María Fernández y René Fidel Gónzalez) para
que contribuyan a conformar un mapa ampliado del lugar político,
científico y cultural de la universidad cubana, de los matices y
particularidades de su historia y los datos que hoy tensan la disputa
de sentidos que vive Cuba en general, y la universidad como espacio
privilegiado de esta en particular.
La
conexión específica entre universidad y democracia hace parte de
las indagaciones motivadoras de este dossier. Luego, el sentido que
anima estas intervenciones es explícitamente político: busca
insertar la problemática universitaria en el horizonte mayor de las
apuestas de la Cuba de hoy por el socialismo democrático, frente a
las resistencias que este encuentra fuera y dentro de la nación, en
el horizonte de lograr una educación que, siendo más libre
intelectualmente, haga a la vez más libre política y culturalmente
a la sociedad cubana, a la que se debe por entero.
Primera
parte
Esteban
Morales
En
la historia nacional, ¿qué relación ha existido entre la vida
universitaria, la vida cultural, el pensamiento social crítico y la
política cubanas?
No
me resulta difícil escribir sobre la Universidad de La Habana y de
los estudios universitarios en general; sobre todo de la mencionada,
a la que ingresé en 1962 y de la que me jubilé en 2010. Soy maestro
desde 1960, cuando me incorporé al primer contingente de Maestros
Voluntarios de Minas del Frío, en la Sierra Maestra, y para mí el
magisterio ha sido mi vida toda.
La
Universidad de La Habana cuenta con una bellísima historia. Fidel ha
dicho que en ella se hizo revolucionario. Fue siempre una institución
en la que ciencia, política y lucha revolucionaria se coaligaron
para hacer de ella un símbolo paradigmático de nuestra historia
cultural y política.
No
se puede escribir la historia de Cuba sin mencionar la
Universidad de La Habana, fundada en 1728. Fue la primera. Mucho
después se crearon otras dos: en Santiago de Cuba y Villa Clara,
como universidades públicas, para sumar tres en todo el país antes
de 1959. Por ello, para muchos jóvenes resultaba prácticamente
imposible realizar estudios universitarios si no disponían de
recursos para vivir en esas capitales de provincia. Esta
situación fue resuelta a partir del plan de becas universitarias
creado con posterioridad al triunfo de la Revolución, una decisión
que coronó la importancia que la Revolución cubana siempre le ha
dado a la educación.
Hasta
el comienzo de la segunda mitad de los años 70 del pasado siglo, la
Universidad de La Habana albergó en su seno todas las carreras,
desde las ciencias naturales y exactas, hasta las humanidades, las
ciencias sociales, agropecuarias y las médicas, incluidas las
veterinarias.
Durante
los años 60 y los 70, la Universidad se vistió de obreros,
campesinos y sus hijos, quienes, por primera vez de manera
masiva, tuvieron oportunidad de acceder a estos estudios. Con ello
varió sustancialmente su composición social. Se puede decir que
desde entonces fue para los revolucionarios, tanto por su alumnado
como por el claustro, engrosado a partir del fuerte Movimiento de
Alumnos Ayudantes. Este movimiento desempeñó una función
fundamental al suplir la ausencia de muchos profesores que se
marcharon del país.
Hacia
la segunda mitad de los años 70 se produce un cambio
estructural de la organización académica universitaria que generó
las modificaciones generales siguientes:
Casi
todas las antiguas escuelas se transformaron en facultades
universitarias. De la Facultad de Humanidades, que contaba con siete
escuelas, emergieron, como facultades independientes, Ciencias de la
Información o Periodismo, Lenguas Extranjeras, Derecho, Filosofía e
Historia, Artes y Letras, y un nuevo Departamento de Sociología.
Al
reformular la estructura de la antigua Facultad de Humanidades, en mi
opinión, se cometieron dos errores básicos que afectaron el
desarrollo de las ciencias sociales en general, incluidas las
humanidades. El primero fue eliminar el antiguo departamento de
Sociología, que ya tenía las condiciones para convertirse en
facultad. Más de veinte años después, cometíamos con
Sociología el mismo error en que incurrieron los soviéticos en la
década de los 50. También, en 1976, sería eliminado el
entonces Departamento de Antropología.
Posteriormente,
se fundaría otro departamento de Sociología, que aún hoy no ha
logrado acumular la experiencia académica del primero. Estas
decisiones estuvieron vinculadas a concepciones dogmáticas
subyacentes en el llamado Departamento de Marxismo-Leninismo, del
Ministerio de Educación Superior (MES) y cierta corriente
ideológica, compartida entonces dentro de la estructura partidaria y
alimentada por un grupo de viejos e ilustres profesores de la propia
Universidad habanera, apoyados por instancias externas, las mismas
que preconizaron la liquidación del primer departamento de Filosofía
y la eliminación de la revista Pensamiento
Crítico.
Se trataba de una lucha ideológica que se libraba entre los que
pretendíamos ir más allá del llamado” marxismo clásico”
importado de Europa socialista, y los que pretendían, sin negar ese
marxismo, tomarlo para asentar más la teoría en nuestras
experiencias nacionales.
El
segundo error se cometió al unir a la antigua Escuela de Historia
con el nuevo Departamento de Filosofía (llamado entonces de Marxismo
Leninismo), a lo que se sumó también la antigua Escuela de
Ciencias Políticas. Se sacrificó así el nivel ya alcanzado por la
primera, que estando entre las que más se destacaba por su claustro,
hubiera podido convertirse en una facultad, uniéndola con Filosofía
y Ciencias Políticas, que pudieron haber quedado como simples
departamentos de servicio docente.
Para
esa época dominaba en la mayoría de las áreas de Ciencias
Sociales y Humanidades, excepto en Economía, lo que podemos llamar
una corriente “docentista” que priorizaba a ultranza la
docencia y ponía muchos obstáculos teóricos y estructurales a
la investigación. Fue el periodo en el que el compañero Fidel fundó
los conocidos Equipos de Investigaciones Económicas, en el Instituto
de Economía de la Universidad de La Habana.
Por
su parte, dentro del vicedecanato de investigaciones de la antigua
Facultad de Humanidades, se crearon varios Grupos de investigación,
como el de América Latina, Religión, Estudios cubanos, África y
Medio Oriente, y Estados Unidos, que en su mayoría devendrían
Centros de Investigación.
Para
entonces, la confrontación entre docencia e investigación llenó un
espacio importante en la lucha ideológica dentro de la antigua
facultad de Humanidades y de la Universidad de La Habana en general.
No pocos defendían la absolutización de la docencia como la única
tarea fundamental; otros defendían la idea de que sin investigación
la docencia no tendría la calidad necesaria para cumplir con el
cometido científico que debía desempeñar la universidad.
Como
mencioné anteriormente, el primer error histórico fue disolver el
Departamento de Filosofía y la revista Pensamiento
Crítico, dos
acciones de las que nunca podremos arrepentirnos lo suficiente, pues
tanto el departamento como la revista habían servido para
llevar por un camino propio e independiente a las ciencias sociales y
humanísticas cubanas. Esta decisión respondió más a ciertas
actitudes de dogmatismo, ortodoxia negativa y de enfrentamiento
político-ideológico mal interpretado y comprendido, que a
necesidades reales de defender la ideología de la Revolución.
La
Revolución estaba en peligro entonces, como lo ha estado siempre;
pero, para la época, el riesgo ideológico provenía de la confusión
entre la defensa de un marxismo importado o trabajar
inteligentemente para generar nuestra propia versión.
La
corriente dogmática triunfó como resultado de la influencia
soviética, con no pocos representantes entre nosotros. La
experiencia particular que habría de conducirnos por los ya exigidos
caminos propios, se frustró. A esto siguió una época de
confusión ideológica y hasta de cierto “oscurantismo”, que
comenzaríamos a superar con posterioridad a la implosión de la URSS
y el resto del llamado campo socialista. No tuvimos más remedio
entonces que tratar de andar por nuestros propios caminos, aunque
ello no hubiera significado nunca una renuncia al marxismo verdadero.
Se
trató de una historia, que, en el contexto político-ideológico
entonces prevaleciente, siempre sería posible repetir, como ocurrió
pocos años después, cuando fueron desmembrados otros centros de
estudio: CEA, CENTRO DE ESTUDIOS DE ASIA Y OCEANIA, Europa y África
más tarde. Solo se mantuvo el Centro de Estudios sobre Estados
Unidos. Más tarde desaparecería también el Departamento América,
a cargo de los asuntos de los Estados Unidos, dentro de la estructura
del Partido.
Ahora,
mirando al escenario cubano actual y los desafíos de futuro
(científicos, culturales y políticos) que plantea para el espacio
universitario, ¿cuáles son las virtudes y problemas de la
universidad cubana de hoy?, ¿cuáles son sus propias esperanzas en
la universidad cubana para el futuro inmediato?
Hoy
pretendemos restañar los errores y solucionar las ausencias, pero de
un modo que no considero acertado. Tratar de gestionar y formular la
política exterior solo desde las instituciones del gobierno no
resulta un buen método para enfrentar la experiencia de siglos que
se nos viene encima. Además, la experiencia acumulada, en mi opinión
exitosa, no dice que las instituciones de investigación vinculadas a
los temas de política exterior deban estar dentro de los organismos
gubernamentales. Esto se convierte en una trampa, porque el enemigo,
afanoso por acercarse a las interioridades de nuestro proceso de
formulación de política, conoce de antemano dónde buscarlo; sabe
dónde está, de dónde sale, quiénes participan. Años atrás, eran
tantos los centros participantes, las correlaciones
gobierno-instituciones académicas, “bajo cuerda”, que no era
posible saber dónde estaba la verdad y dónde la “mascarada”.
Así,
desaparecieron áreas del campo de las ciencias sociales y
humanísticas y del campo de las Relaciones Internacionales que
habían logrado un nivel de desarrollo que indicaba que, dentro
de la Isla, el marxismo leninismo y la formación de política
lograrían tomar sus propios caminos, y se evitaría la copia del
marxismo soviético, que lamentablemente prevaleció por muchos años
y produjo un retraso en las ciencias sociales y humanísticas en Cuba
que solo recientemente hemos comenzado a superar. Creo que ahora
necesitaríamos mucho de casi todo eso que eliminamos.
Esta
recuperación, en parte, se va logrando sobre la base de un proceso
de producción científica de nuestras Ciencias Sociales y
Humanísticas, e internacionales, que en ciertas instituciones
académicas miran mucho más hacia nuestras realidades propias y
sus particularidades históricas, que a las experiencias ajenas;
aunque no es posible despreciar lo que estas experiencias
contribuyeron a nuestra actual formación, que nos enseñó a
formular política, sin que nos la adivinaran tan fácil. Aunque solo
fuera ello necesario para no repetir las cuestiones negativas del
periodo analizado.
No
estoy en condiciones de explicar cómo fue este proceso en el resto
de las universidades, pero sí puedo afirmar que lo ocurrido en la
Universidad de La Habana y otros centros de La Habana afectó a todo
el país, tanto por las instancias y niveles de donde provinieron los
errores cometidos, como por las afectaciones a La Universidad
habanera que siempre fue una institución líder en los campos
mencionados.
Sin
dudas, aquellas decisiones produjeron un daño casi irreparable al
desarrollo de las Ciencias Sociales y Humanísticas y de las
Relaciones Internacionales, particularmente, en la Universidad de La
Habana, pero también en el país, de lo que no ha sido posible aún
recuperarnos totalmente.
No
hay más que observar detenidamente las dificultades en que se
encuentran las Ciencias Sociales y Humanísticas en el resto de
nuestros centros de educación superior. No se ve que necesitaríamos
campos del conocimiento que aún están en pañales, como son los
estudios raciales y los de Estados Unidos. Hace ya tiempo se ha
alertado acerca de la necesidad de que en cada universidad exista al
menos un Grupo de Trabajo que le haga frente a estos temas para dar
atención a la avalancha de visitantes que ahora exploran nuestras
Universidades.
Adicionalmente,
me pregunto ¿cuánto de lo valioso que se publicaba y se
publica en Cuba hoy, será utilizado en las aulas?; y pienso en los
libros de muchos de esos profesores de los que se ha prescindido, o
de revistas especializadas que incluyen la ensayística
histórico-social y el debate actual, como Temas, Casa
de las Américas, Caminos, Catauro, La Gaceta, Unión y
otras. He constatado que muchos estudiantes conocen nuestros trabajos
solo después de que se gradúan, o porque los descubren casualmente
en Internet. Claro, no es algo que pueda demostrarse
estadísticamente, pero estoy seguro que la producción en materia de
literatura llega a las aulas de las Facultades de Artes y Letras más
fluidamente que la de la problemática política, social y de
relaciones internacionales, relaciones raciales y sobre los Estados
Unidos, a las áreas académicas de Filosofía, Derecho, Historia,
Sociología y Comunicación social y otras.
Mención
especial merece, que trabajos enfocados al tratamiento de la
problemática de las relaciones raciales en Cuba apenas circulan
en nuestras universidades. Por lo que ese lado complejo y “oscuro”
de nuestra cultura, apenas es enfocado en nuestros estudios
universitarios.
¿Cuánto
de lo positivamente crítico para el desarrollo de la Revolución y
del país se pierde para la lectura de nuestros estudiantes y nuestro
pueblo?., sobre todo si tomamos en consideración que la prensa
nacional apenas lo publica de manera sistemática, y que, en
años recientes y aun hoy, se adoptan decisiones políticas que
limitan sobremanera la relativa independencia que se debe tener en
estos campos de las ciencias para hacer avanzar la creación
científica. Son varios los ejemplos de profesores que han sido
objeto de represalias administrativas y políticas por criterios
expresados, o por las publicaciones donde los han expresado. Creo que
valdría la pena analizar esto detenidamente.
Tales
acontecimientos son relativamente recientes, por lo que, en medio de
las situaciones que hoy vivimos, no es posible pensar que las
Ciencias Sociales y Humanísticas, e Internacionales, al menos en
nuestras universidades, estén en condiciones de enfrentar
fuertemente los nuevos desafíos, ante la guerra cultural con los
Estados Unidos en la que ya estamos inmersos.
Solo
la facultad de Economía pudo, en cierto modo, librarse de los
errores, al contar con una fuerte tradición curricular, un
profesorado más cercano a la investigación, y un claustro que no
pudo ser llevado a seguir la línea que si fue impuesta en otras
áreas. Allí, por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro,
docencia e investigación tendieron siempre a marchar juntas.
En
particular, la Universidad de La Habana, que cuenta todavía con un
fuerte potencial científico en las ciencias sociales y humanísticas,
hoy atraviesa una situación en la que la mayoría de sus profesores
en esos campos, apenas aparecen en los eventos científicos o en los
medios, apenas producen resultados de alta calidad, y casi no
escriben ni opinan sobre los fenómenos actuales del país. La
inmensa mayoría de los que logran hacerlo, es porque han buscado
refugio para la creatividad en otras instituciones fuera de las
universidades para evadir la madeja burocrática académica y de
cierta intolerancia hacia la crítica que a veces domina
nuestras instituciones universitarias. Así, las personas que más se
destacan en el campo de las ciencias sociales y humanísticas en
nuestro país, por lo general, ya no están dentro de las plantillas
universitarias. Historiadores, economistas, sociólogos, politólogos,
internacionalistas, etc., van buscando un espacio para la
creatividad, la labor crítica y la creación científica, que por lo
general no encuentran en las universidades.
No
es difícil percatarnos de que, políticamente hablando, no se ha
sido capaz de generar un ambiente de verdadera libertad de
pensamiento, independencia académica y creatividad, que tan
necesarios son para el avance de las ciencias sociales y
humanísticas. Solo al margen de un ambiente viciado por el
dogmatismo, la persecución del pensamiento propio e independiente y
la sanción de toda idea que no comulgue con lo que es considerado
por algunos como lo establecido, ha dado como resultado posible en
estos años, la emergencia paulatina de un pensamiento saludable,
crítico, creativo y salvador.
La
enseñanza universitaria se va quedando sin sus mejores cuadros en el
campo de las ciencias sociales y humanísticas, imposibilitados de
sobrevivir en el ambiente que se ha generado para el pensamiento
creador y la crítica revolucionaria de la realidad que nos rodea.
No
me refiero a otros campos de la ciencia universitaria, como las
Naturales y las Exactas, que no domino; aunque viví la realidad de
que en ellas se está logrando mucho más.
Con
respecto a las Ciencias sociales y Humanísticas, de manera
inmediata, dentro de la Universidad de La Habana, no tengo esperanza
alguna de que la situación pueda solucionarse. Considero que urge
investigar a fondo la situación y adoptar las medidas necesarias
para que el potencial científico e intelectual, en el campo de las
ciencias sociales y humanísticas, no se afecte y para que se pueda
disfrutar, cuanto antes, de un ambiente de confianza, respeto y
consideración política, que les permita a nuestros científicos
sociales, desplegar la crítica revolucionaria, tal y como la ha
reclamado el presidente Raúl Castro, y como lo necesita el país en
estos momentos de sumo peligro para la supervivencia de la
Revolución.
Nota:
La segunda parte de estas entrevistas está disponible en
http://bit.ly/2tcc1X3.
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